“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




jueves, 22 de noviembre de 2012

Desencanto y distanciamiento

CRÍTICA TEATRO 


Un pasaje de la puesta dirigida por la dupla Bosco-Goicoechea.



Esteban Goicoechea y Miguel Bosco dirigen una versión de “Un guapo del 900”, de Samuel Eichelbaum, escrita por Marcelo Camaño, con producción de la Secretaría de Cultura municipal, en la que se desdibuja el dramatismo del original




Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del jueves 22 de noviembre de 2012)
Un clásico, para revelarse como tal, debe desafiar el paso del tiempo; volverse, en el presente, como un eco que llega del pasado para dejar en claro que, muchas veces, las cosas no han cambiado tanto y que la historia se repite.
Esa es la sensación que se tiene al releer Un guapo del 900, la obra de Samuel Eichelbaum, pieza en tres actos dividida en seis cuadros escrita en los años 40 (aunque la acción se sitúa a principios del siglo XX), en la que víctimas y victimarios del poder político (de la política de la época de los “caudillos”) vuelven rancios sus vínculos casi como los diálogos que se ennegrecen y agitan como el día cuando llega la noche. Así, desde el ocaso, esos vínculos resuenan hoy para hablar de lo mismo de antaño, confirmando la hipótesis de que las cosas, en algunos aspectos, siguen igual.
De este modo, con la consigna de ofrecer una versión (no es aquí un dato menor) de la obra de Eichelbaum (de la que se recuerda la reciente de Eva Halac en la provincia de Buenos Aires), el Teatro Municipal La Comedia, con producción de la Secretaría de Cultura municipal, estrenó el sábado 10 Un guapo del 900, que continúa en cartel este fin de semana.
Luego de un casting del que participaron 150 actores, Miguel Bosco y Esteban Goicoechea, los elegidos para encargarse de la dirección, comenzaron con los ensayos de la versión en cuestión, que lleva la firma del talentoso guionista rosarino radicado en Buenos Aires Marcelo Camaño, de vasta trayectoria y premiado recorrido en la televisión.
Si bien los elementos fundantes del conflicto entre ético y moral planteado por Eichelbaum, de algún modo, se mantienen en el texto, la versión recorta de una veintena a seis los personajes que aparecen en el original (un riesgo importante), dejando casi sin ornamentos y para ser contado en poco más de 50 minutos el triste destino de Ecuménico López, su singular vínculo con su madre Natividad (aquí potenciado y radicalizado), y su nobleza y fidelidad que deviene en tragedia, a partir de su lazo con don Alejo Garay, su patrón político y mandamás, por quien se juega y sale mal parado.
El montaje, sustentado en un dispositivo escenográfico que a modo de objeto escultórico móvil preside el espacio escénico (uno de los puntos más atractivos de toda la puesta), pone en escena, casi al mismo tiempo, a todos los personajes: los que sostienen la acción dramática (algo arrebatada camino al desenlace) y los que no. Sin embargo, esas “extra escenas” se vuelven distractivas en relación con un orden más definido de la puesta que es ese primer plano o foco en el que se desarrollan las escenas principales,  echando por tierra algunos pasajes que por momentos coquetean con la intensidad original de esta especie de sainete criollo con visos de tragedia, más allá de una marca en las actuaciones que demuestra cierto distanciamiento o desafectación.
Independientemente de que no se cumple, todo indica que el objetivo era que cada uno de los personajes (completan la lista Edelmira Carranza de Garay, la mujer de don Alejo; Palmero y el doctor Clemente Ordóñez, quien muere a manos de Ecuménico) pueda ser una especie de voyeur de su propio destino, más allá del “limbo escénico” en el que permanecen, una instancia que tampoco es apoyada desde el diseño lumínico, que no refuerza el dramatismo de lo que acontece en ese primer plano como tampoco opaca el resto del espacio escénico al que se ve absolutamente desprovisto de todo elemento teatral (patas, telones), dejando al desnudo la caja del escenario.
A instancias de pensar en un elenco de actores de trayectorias disímiles pero de indiscutible talento y presencia escénica, todo deja entrever que la falta de compromiso que marca la impronta de los personajes, que no manejan matices y que pasan del susurro al grito exasperado, tiene que ver con la mirada impuesta por la dirección, que si bien buscó, por un lado, emparejar esos registros, por otro, empañó el lucimiento individual de cada uno de los actores.
Otro dato que resulta contradictorio, dado cierto aire de pretendida actualización que muestran algunos diálogos y detalles de vestuario y música, es el uso de la voz pasiva, que pone distancia con un público que en esa sala, y sobre todo tratándose de un teatro oficial, busca en el teatro de repertorio nacional un espejo en el cual poder sentirse reflejado.
Independientemente de la suma de aciertos o errores, el objetivo de la puesta fue acercarse a ese público heredero del fenómeno que fue, en esa misma sala, Canillita, de Florencio Sánchez, aunque aquí no se trate de un texto que trabaje la empatía con el público. Por el contrario, la versión reniega de la introspección (de los climas) que caracteriza a la segunda etapa de Eichelbaum que comienza en los 40 y de la cual Un guapo del 900 es su mayor paradigma.

sábado, 17 de noviembre de 2012

El diálogo que nunca llega








EN GIRA. Esta noche, a partir de las 22, en la sala Mateo Booz, de San Lorenzo al 2200

 
El director Alejandro Ullúa (centro), rodeado de los actores de "Los hermanos queridos".


El director porteño Alejandro Ullúa habla de “Los hermanos queridos”, la obra de Carlos Gorostiza escrita en 1978 que estrenó en el teatro Dante de Casilda, en el marco del Plan Federal de Coproducciones 2012 del Teatro Nacional Cervantes   

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 17 de noviembre de 2012)
“Hoy, varios años después de su estreno, el título Los hermanos queridos me suena aún más dolorosamente irónico que en 1978, el año duro en que escribí la obra. Porque hoy, como ayer y como casi siempre, nos resulta absurdamente imposible querernos como los hermanos que somos”. La contundencia de la frase dicha por el dramaturgo Carlos Gorostiza, a instancias de la vuelta a los escenarios de Los hermanos queridos, que se enmarca dentro de Plan Federal de Coproducciones 2012 del Teatro Nacional Cervantes y que se estrenó hace una semana en el teatro Dante de Casilda, resignifica el sentido de esta pieza que, con un elenco que integran seis actores de la provincia que fueron elegidos por un casting y que cuenta con la dirección del talentoso Alejandro Ullúa, se presentará esta noche, a las 22, en la sala Mateo Booz (San Lorenzo 2243).
“Fue una convocatoria del Teatro Nacional Cervantes (TNC), que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación, que desde hace varios años desarrolla planes que intentan armar un vínculo creativo con las distintas provincias y municipios. En este caso, este proyecto, es uno de los cinco que se realizan al año, y contamos con el apoyo del municipio de Casilda para su concreción. De hecho, la obra se estrenó en el Teatro Dante de esa ciudad, para luego desarrollar un gira por diferentes ciudades y localidades”, adelantó a El Ciudadano el prestigioso autor, docente, director teatral y régisseur Alejandro Ullúa, quien desde septiembre estuvo instalado en Casilda para concretar este trabajo con un elenco integrado por actores santafecinos seleccionados a partir de tres jornadas de audiciones abiertas a toda la provincia.
El espectáculo cuenta con escenografía y vestuario de Magali Acha, la asistencia de dirección de David Gastelú, la producción de Rosa Celentano para el TNC y de Diego Costa y Susana Ciribeni para el Teatro Municipal Dante de Casilda.
“La característica más importante que revela este plan es que más allá de la escenógrafa y vestuarista y yo, el director, el resto del equipo, es decir el elenco, los realizadores de escenografía y vestuario, el asistente, y los encargados de iluminación y sonido, son todos artistas de la provincia. Yo me enfrenté en las jornadas de castings a una experiencia muy grata porque fueron 50 postulantes que nos hicieron muy difícil la elección, porque todos tenían mucho talento, y eso es algo inusual. Lo puedo decir, porque he trabajado en otras provincias, y el talento de los santafesinos es algo infrecuente. El resultado es el trabajo de seis actores, tres de los cuales son rosarinos, y es una manera de poner en claro que se puede hacer teatro en todo el país, con el talento de los creadores locales, y que Buenos Aires no es el ombligo del mundo”, refirió el director. 
Los hermanos queridos describe los entretelones de la cotidianeidad de dos hermanos distanciados hace dos años, cuyas mujeres arman una estrategia para que vuelvan a juntarse, sin dejar en claro en cuál de las casas tendrá lugar la reunión, lo que genera que cada uno espere a los otros en su propia casa, al tiempo que en el escenario conviven ambas escenas.
De este modo, el rosarino Fabián Fiori y el casildense Horacio Sensacore son Juan y Pipo, los  hermanos distanciados. La acción transcurre la noche en que ambos volverían a reunirse en la cena familiar que sus esposas Betty y Zule (María Florencia Sanfilippo y Yanina Dituro, rosarina y casildense, respectivamente), han organizado a modo de reconciliación. Agustín (Alejandro Panzerini, oriundo de Gálvez) amigo de Pipo, y Alicia (Valeria Videgain de la ciudad de Chabás) hija de Juan y Betty, completan el elenco.
En otro momento de la charla, el director habló de la importancia de un texto que en su momento estrenaron, en los roles protagónicos, Carlos Carella y Ulises Dumont, y que remite a la imposibilidad de diálogo entre dos hermanos, hecho que funciona como metáfora de un país que no puede dialogar: “Yo tenía 14 años en aquél momento, y ahora pude hablar con María Ibarreta, quien integró el elenco, y también con la mujer de Carella, porque tenía mucha curiosidad respecto de aquél montaje. Siento que hoy, el texto está reflexionando acerca de un encuentro que nunca se va a producir, en este caso por un error de comunicación. Y entonces, esos hermanos nunca se van a unir más allá de que se necesitan y se quieren. Si pensamos este conflicto a nivel país, tengo la sensación de que a los argentinos nos cuesta mucho escucharnos entre nosotros; pareciera que esa especie de Boca-River que nos pone en las antípodas, es un fenómeno instalado que inhabilita un diálogo que necesitamos todos”.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Recorte de la escena nacional

9a EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO EN LA CIUDAD DE SANTA FE
La actriz y cantante María Merlino, en uno de los momentos de su unipersonal “Nada del amor me produce envidia”.

Luego de seis jornadas, finalizó el domingo en la capital provincial el encuentro que anualmente organiza la Universidad Nacional del Litoral, por el que pasaron una docena de espectáculos de distintos puntos del país y algo más de 6 mil espectadores



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 14 de noviembre de 2012)
El Argentino de Teatro, festival que anualmente organiza la Universidad Nacional del Litoral (UNL) en la ciudad de Santa Fe, lleva con orgullo el estandarte de haberse constituido como tal en un momento complejo de la historia de esa ciudad: poco había pasado de la trágica inundación de 2003 cuando la decisión política (siempre se trata de eso) y un presupuesto inteligentemente utilizado hicieron que los santafesinos, sumidos en la tristeza y la desazón, empezaran en 2004 a curar algunas heridas con aplausos.
Así, con el paso de los años, el encuentro, cuya edición 2012 finalizó el domingo y durante 6 jornadas ofreció 12 propuestas con 17 funciones que sumaron en total algo más de 6 mil espectadores, además de encuentros públicos con creadores como Rubén Szuchmacher y Javier Daulte, presentaciones de libros y  muestras, deja saldo positivo, independientemente de algunas arbitrariedades en la programación, y con el ojo puesto en los festejos por la décima edición que se concretará en 2013.
Como es habitual, el Argentino de Teatro, que contó con el auspicio del Gobierno de la Ciudad de Santa Fe, el Instituto Nacional de Teatro (INT), la Asociación Amigos del Centro Cultural Provincial, el Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea) y Sadop, cerró con el estreno de una nueva producción de la Comedia de la UNL. Se trató de Una cruz en el mapa, de Sandra Franzen y Patricia Suárez, un relato con toques de realismo mágico que se instala en la casa de dos hermanas modistas en medio de un desolado y polvoriento pueblo de campaña. Más allá de algunas actuaciones desparejas aunque con momentos de lograda intensidad, el texto de Suárez es fiel a su pluma y a su consistencia dramática, atravesando temáticas tales como la soledad, el abandono, la sexualidad, y ese condimento especial que aporta a su escritura en relación con las historias puertas adentro acontecidas en pequeñas comunidades.
También en la jornada del domingo se pudo ver el efectivo unipersonal Naturaleza rota, de José Guirado con dirección de Gustavo Guirado (su padre), que conjuntamente con La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanián, con dirección de Felipe Haidar, fueron las dos obras que participaron por Rosario (ver aparte).
Tras la reposición en la apertura de una única función de La penúltima oportunidad, con dramaturgia y dirección de Rafael Bruza, producción 2011 de la Comedia de la UNL, la primera jornada tuvo como cierre Mi vida después, de Lola Arias, propuesta que desde lo postdramático consigue entablar un diálogo con el
pasado, con las ausencias, las grietas y los abismos vinculares que dejó la última dictadura militar, tomando como paradigmas a seis actores nacidos entre los años 70 y 80 que buscan recrear desde sus cuerpos la juventud de sus padres a través de una serie de recursos que van desde fotos y grabaciones hasta proyecciones u objetos que se integran al espacio escénico-narrativo.
Más allá de la siempre efectiva presencia del grupo Cirulaxia con DeSastres, espectáculo estrenado hace una década con el que la compañía hace gala de su conocido talento para adaptar clásicos, el resto de las propuestas que llegaron desde Córdoba desdibujaron la programación del Argentino 2012. Por un lado, se vio el deslucido Al final de todas las cosas, de Daniela Martín, basado en textos de Sófocles; por otro, Teatro minúsculo, con la coordinación de Luciano Delprato, un inclasificable, desprolijo y sobre todo aburrido desatino escénico con pretensiones humorísticas que se presenta a modo de concert.
Entre los espectáculos probados y de gran calidad, aparecieron El centésimo mono, de Osqui Guzmán, en el que tres magos despliegan su talento en el marco de una singular historia; Escandinavia, de Lautaro Vilo, con la conmovedora actuación del actor, director y docente Rubén Szuchmacher, con el cual el creador volvió a la actuación luego de una década abocado a la dirección, y el muy festivalero Nada del amor me produce envidia, con dramaturgia de Santiago Loza, dirección de Diego Lerman, y la inolvidable actuación de la actriz y cantante María Merlino, a todas luces uno de los momentos más altos de la presente edición del Argentino, dada la contundencia de un texto que coquetea con lo histórico, una puesta simple pero de magnífica resolución y una interpretación de esas que por mucho tiempo quedan instaladas en el imaginario de la platea.
Además, integró la programación Biónica, de William Prociuk, en versión de un equipo mendocino con dirección de Ariel Blasco, que relata una historia de ciencia ficción acerca de un grupo de médicos que intenta cambiarle la vida a las personas a mediados de los 60, aunque la fábula habla, entre líneas, de cómo los hombres construyen a una mujer a partir de su deseo e imaginario.
Una vez más, e independientemente de la gestión privada de algunos elencos, al Argentino de Teatro le sigue faltando su pata local: qué mejor que unos días de puro teatro nacional en Santa Fe, y con la visita de creadores y prensa especializada, para ver, quizás en horarios alternativos y fuera de la programación, por dónde pasa la producción escénica de la capital provincial.

La leyenda del payaso sin cabeza


Un pasaje de “Naturaleza rota”, una reflexión poética que hace pie en el humor.
El clown José Guirado, oriundo de Rosario pero radicado hace algunos años en España, desembarcó el domingo en el Argentino de Teatro con Naturaleza rota, un compendio de momentos hilvanados con ternura y hasta cierta nostalgia, propia de la infancia, por el director teatral rosarino Gustavo Guirado, que supo impregnar de su poética el trabajo de su hijo, quien desde 2005 lleva adelante la compañía teatral Tuto Tul. Partiendo de la idea o concepto de que la confusión es una de las materias fundantes de los vínculos en los tiempos que corren, un clown intenta reconstruir su entorno y su relación con los seres que lo rodean, una serie de objetos inertes (en su mayoría, muñecas y maniquíes de distintas escalas) que, merced al colorido abanico de recursos con los que cuenta el artista, cobran vida en escena y hasta desafían las normas impuestas por la naturaleza, “rompiendo” con aquello que se corresponde con la tradición.

De este modo, y a través de una reflexión poética que hace pie en el humor, problemáticas ligadas con los vínculos, la búsqueda del amor y la relación con el ser amado, aparecen entre los temas más relevantes del espectáculo, un acto de pocas palabras y de comprensión universal con el que la dupla que integran padre e hijo entabla una infrecuente conexión con la platea.
Por otra parte, Naturaleza rota, ensayado entre Barcelona y Rosario, fue estrenado hace poco más de dos meses en el Festival Fringe de Madrid, una extensión del de Edimburgo.



En el laberinto de la pérdida







9ª EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO EN LA CIUDAD DE SANTA FE
“Necesitaba volver a actuar porque era una manera de recuperar mi cuerpo”, dice Szuchmacher.

El prestigioso actor, director y docente porteño Rubén Szuchmacher despliega una actuación inolvidable en “ Escandinavia” , con dramaturgia de Lautaro Vilo, con quien comparte la dirección de este unipersonal que ofreció dos funciones a sala llena



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 10 de noviembre de 2012)
En las últimas jornadas, el noveno Festival Argentino de Teatro, que la Secretaría de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) organiza en la ciudad de Santa Fe cada noviembre, tuvo entre sus protagonistas excluyentes al actor, director y docente Rubén Szuchmacher, que ofreció el jueves por la noche dos funciones de Escandinavia, en la sala Marechal, unipersonal que lo devuelve a la actuación después de diez años, y a través del cual construye un relato doloroso y singularísimo sobre la pérdida pero sin dejar de lado el humor, acerca de un hombre (el propio Szuchmacher) que describe los entretelones de la muerte de su pareja.
“Necesitaba volver a actuar porque era una manera de recuperar mi cuerpo”, dijo el creador en una entrevista pública que tuvo lugar en el Foro de la UNL un día antes de las funciones. Y eso es lo que hace en el espectáculo: toma el cuerpo como única herramienta para desplegar un relato en primera persona en el que describe los entretelones laberínticos que rodean la muerte y posterior sepultura del hombre con el que compartió gran parte de su vida.
Escandinavia es una nueva aventura teatral con Lautaro Vilo, con quien ya hicimos Enrique IV, de Pirandello, donde lo dirigí, y los montajes de La Gracia, de su propia autoría y de las versiones que hiciéramos juntos de Rey Lear, de Shakespeare, y de Historias abominables, a partir de textos de Bertolt Brecht”, expresó Szuchmacher, quien agregó: “Ahora, tenía la necesidad de hacer algo con la tristeza que recorrió mi vida en estos últimos años”.
De este modo, con dramaturgia del talentoso Lautaro Vilo y dirección conjunta de Vilo y Szuchmacher, el espectáculo transita por los estados de un hombre desolado que enfrenta la pérdida del ser amado a instancias de un pedido póstumo: el de ser enterrado en una quinta que ambos compartían, lo que se convierte en una verdadera travesía que va desde lo doloroso hasta lo delirante.
En el relato, en el que el talentoso Szuchmacher muestra porqué la actuación en medio de esta historia de ribetes reales se vuelve para él un “acto de reparación”, se filtran momentos familiares, amigos, palabras dichas, otras imaginadas por Vilo, y una sucesión de pérdidas reales de parte del actor (padre, madre, hermana) que culminaron con la de su pareja.
Esta sucesión de duelos aparece en el relato que, gracias al humor sutil e inteligente que desanda el extraordinario texto escrito por Vilo y que toma su nombre de una “novela de supermercado”, el best seller Escandinavia, que el personaje le lee a su pareja en plena agonía, no cae ni en lugares comunes ni en golpes bajos. Por el contrario, las palabras de amor y desconsuelo dichas por el personaje ensayan una especie de catarsis colectiva acerca de lo que implica la pérdida de un ser querido, la ausencia, el vacío, y el desasosiego que provoca el hecho de no volver a ver más a esa persona.
Pero el gran mérito de este trabajo está en la demoledora interpretación de Szuchmacher que, como pocas veces pasa en el teatro, recrea solo y en medio de un espacio completamente vacío y despojado casi de todo artilugio teatral, más allá de una adecuada puesta de luces, cada uno de los lugares que se describen en la historia (el velatorio, un viaje en auto en la ruta, el cementerio, la celda de una seccional, la quinta en medio de la noche), ámbitos que golpean en el imaginario del espectador y se instalan cómodamente, confirmando que poco se necesita para hacer buen teatro: basta con un buen texto, un buen actor y una buena dirección.

Palabras iluminadas

Con La flecha y la luciérnaga, libro editado a fines del año pasado por Capital Intelectual, el prestigioso  periodista y crítico teatral porteño Alberto Catena entabla un jugoso diálogo con la obra de Griselda Gambaro, y tal como lo describe el título desplegado en el libro se relatan “itinerarios de un viaje” por las obras de la dramaturga argentina más importante de todos los tiempos.
Presentado el jueves en el Foro de la UNL por el periodista y crítico teatral local Roberto Schneider (El Litoral) en el marco de un emotivo encuentro con el autor, estudiantes de teatro y público en general, Catena expresó acerca de la escritura de Gambaro, a la que describe como de “enorme audacia imaginativa”: “Es una obra muy vasta que no concluye en lo teatral; con este libro sólo quería provocar algunos estímulos para que aquellos que lo lean busquen llegar a la obra de Griselda”.
Catena, que en 2013 cumplirá 50 años de profesión, recordó además que una de las obras más emblemáticas de la autora, Las paredes, fue premiada en Santa Fe en 1964, en lo que definió como un acto de justicia frente a lo que pasaba con cierta parte de la crítica porteña en relación con la obra de Gambaro, que era resistida por algunos de sus contemporáneos.

Estados, momentos, sensaciones




9a EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO EN LA CIUDAD DE SANTA FE



En las primeras jornadas, y en el marco de una serie de presentaciones de libros y charlas, se pudo ver el espectáculo performático “Mi vida después”, de la creadora porteña Lola Arias, que indaga en las marcas que dejó la última dictadura militar


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 9 de noviembre de 2012)
Con recursos económicos correctamente utilizados y una programación que ha sabido mantener un formato pequeño y de calidad, la novena edición del Festival Argentino de Teatro que comenzó el martes y finaliza el domingo en la ciudad de Santa Fe, se vuelve a erigir como uno de los encuentros más atractivos del interior del país junto con los festivales de Rafaela y del Mercosur (Córdoba).
En el marco de una serie de actividades paralelas que hasta el momento incluyeron la presentación del valioso libro Inventario del teatro independiente de Santa Fe, con la participación del dramaturgo local Jorge Ricci (compilador), y del prestigioso crítico local Roberto Schneider (El litoral), quien participó como referente de un momento del teatro independiente de la capital provincial, y una jugosa entrevista pública con el actor, director y docente Rubén Szuchmacher, la programación arrancó el martes con las presentaciones de La penúltima oportunidad, escrita y dirigida por el santafesino Rafael Bruza (producción 2011 de la Comedia de la UNL), y Mi vida después, una performance heredera de lo que hoy se conoce como teatro post dramático, escrita y dirigida por la talentosa creadora porteña Lola Arias.
Por su parte, el miércoles fue el turno de la puesta cordobesa Al final de todas las cosas, espectáculo basado en textos de Sófocles con dramaturgia y dirección de Daniela Martín, y El centésimo mono, puesta porteña con dramaturgia y dirección de Osqui Guzmán.
A su tiempo, y al cierre de esta edición, se esperaban las dos funciones del unipersonal Escandinavia, con dramaturgia y dirección de Lautaro Vilo y la actuación de Rubén Szuchmacher, y Nada del amor me produce envidia, otra puesta porteña de vasto recorrido festivalero, con dramaturgia de Santiago Loza y dirección de Diego Lerman, mientras que hoy, con dos funciones, será el turno, entre otras, de la versión rosarina de La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanián, con dirección del debutante Felipe Haidar.

Lo que queda, lo que duele 

Con Mi vida después, estrenado en el teatro Sarmiento de Buenos Aires en 2009 y con funciones en diferentes espacios hasta hace unas pocas semanas, Lola Arias (La escuálida familia, El amor es un francotirador) busca entablar un diálogo con el pasado, con las ausencias, las grietas y los abismos vinculares que dejó la última dictadura militar, tomando como paradigmas a seis actores nacidos entre los años 70 y 80 que buscan recrear desde sus cuerpos la juventud de sus padres a través de una serie de recursos que van desde fotos y grabaciones hasta proyecciones u objetos que se integran al espacio escénico-narrativo con la lógica del teatro post dramático, en la que el relato se corre del cuerpo a modo de distanciamiento.
Como pocas veces, una gran artillería de recursos que incluyen además la música en vivo y un gran espacio (el escenario) articulado en diferentes instancias, la puesta se cimienta en el relato en primera persona: cada uno de los personajes trae a escena aquello que marcó y marca su existencia. Son los hijos de desaparecidos o apropiadores, o dictadores, allí están sus ropas y sus recuerdos, los objetos y los papeles que documentan ese vínculo, los audios con sus voces, los relatos que los traen al presente para, de algún modo, entender lo que pasó en el pasado y poder elaborar una teoría acerca de su propia identidad.
Apelando a un singular recurso a mitad de camino entre recital de banda de rock, reconstrucción museística y catarsis colectiva, el espectáculo de Lola Arias, a todas luces una de las creadoras más talentosa de la generación que transita los 30, se erige como un relato en el que prevalecen la intensidad de las palabras, la dinámica del relato y los cuestionamientos de una generación que debió “rearmarse” para poder convivir con
la generación que los precedió. 

Para ver, escuchar y descubrir



9ª EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO EN LA CIUDAD DE SANTA FE
El director junto a los actores de la obra rosarina “La tercera parte del mar”.

Desde mañana y hasta el domingo se verán en diferentes salas de la capital provincial obras de Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Santa Fe y Rosario, además de una serie de charlas, presentaciones de libros y muestras, vinculadas a las artes escénicas




Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & y la gente, en su edición en papel del lunes 5 de noviembre de 2012)
A poco de cumplir su primera década de existencia, el Festival Argentino de Teatro, que desde mañana y hasta el domingo podrá en marcha en la ciudad de Santa Fe su 9ª edición, se ha caracterizado por sostener una programación pequeña pero coherente, con fuerte presencia de propuestas porteñas y de otras ciudades
argentinas, apostando a un teatro diverso, de múltiples estéticas y poéticas.
El encuentro, organizado por la Universidad Nacional del Litoral (UNL), se llevará a cabo este año en distintas salas de la ciudad, con la participación de elencos de Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Santa Fe y Rosario. Además de las funciones se prevén presentaciones de libros y charlas con directores y dramaturgos. 
El encuentro, que ya es una cita obligada en la agenda cultural de la ciudad y la región, se desarrollará en las salas del Foro Cultural (9 de Julio 2150), el Teatro Municipal (San Martín 2020), el Centro Cultural Provincial (Junín 2457) y El Solar de las Artes (9 de Julio 2955).
“Como cada año, es un privilegio y un orgullo contar con lo mejor de las puestas teatrales del país, siempre privilegiando el carácter federal de este encuentro y la calidad de las obras. Además, apuntamos a espacios de intercambio con los hacedores y la presentación de libros que son consecuencias de las creaciones teatrales”, destacó Luis Novara, Secretario de Cultura de la UNL.
Esta edición cuenta con el auspicio del gobierno de la ciudad de Santa Fe, el Instituto Nacional de Teatro (INT), la Asociación Amigos del Centro Cultural Provincial, el Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea) y Sadop. Como ya es costumbre, para el cierre del Argentino del domingo por la noche, se estrenará la obra de la Comedia UNL edición 2012. Se trata de Una cruz en el mapa, de Sandra Franzen y Patricia Suárez.
Para comenzar con la programación, mañana a las 20, en la sala Maggi del Foro Cultural, se presentará La penúltima oportunidad, de Rafael Bruza (producción de la Comedia de la UNL 2011), y a las 21.30, en la sala mayor del Teatro Municipal, se podrá ver Mi vida después, de Lola Arias, en la que seis actores nacidos en la década del 70 y principios de los 80 reconstruyen la juventud de sus padres a partir de fotos, cartas, cintas, ropa usada, relatos y recuerdos borrados.
Por su parte, el miércoles, el grupo La Convención Teatro (Córdoba) presentará Al final de todas las cosas, de Daniela Martín, en el Foro Cultural, a las 20 y a las 23, en tanto a las 21.30 se presentará El centésimo mono, de Osqui Guzmán, en el Centro Cultural Provincial.
El jueves, a las 20 y a las 23, Rubén Szchumacher mostrará su unipersonal Escandinavia, de Lautaro Vilo, en la Sala Marechal del Teatro Municipal, y en la sala mayor del Teatro Municipal, a las 21.30, se verá el elogiado espectáculo Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza, con dirección de Diego Lerman y la extraordinaria actuación de María Merlino.
En otros días y horarios se verán La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanian con dirección de Felipe Haidar, director santafesino radicado en Rosario (ver aparte); Teatro minúsculo, de Luciano Del Prato (Córdoba); Biónica, de William Prociuk, dirigido por Ariel Blasco (Mendoza); DeSastres, por el grupo Cirulaxia (Córdoba), y Naturaleza rota, de José y Gustavo Guirado, un espectáculo gestado entre Barcelona y Rosario (ver aparte).

Actividades paralelas

En otro orden de actividades, mañana, a las 18, se presentará el libro Inventario del teatro independiente de Santa Fe, compilación de Jorge Ricci, de Ediciones UNL, en el Foro Cultural, y el miércoles, a las 18, Diálogos sobre teatro argentino, entrevista abierta a Rubén Szchumacher coordinada por periodistas de Critea.
En tanto, la presentación del libro La flecha y la luciérnaga. Itinerarios de un viaje por la obra de Griselda Gambaro, de Alberto Catena, organizada por Critea, a cargo del crítico santafesino Roberto Schneider, será el viernes, a las 18, en la misma sala.
El sábado 10, en el mismo horario, será la entrevista abierta Diálogos sobre teatro argentino, con Javier Daulte, en el Foro Cultural de la UNL coordinada por periodistas de Critea. La entrada para estas actividades será libre y gratuita. 
En paralelo, se expondrán dos muestras relacionadas con el quehacer teatral. Desde mañana y hasta el lunes 26, se podrá visitar El legado de un regalo, sobre el archivo profesional de Osvaldo Neyra, un hombre de teatro, en la sala Aymá, del Foro Cultural UNL.
En tanto, también desde mañana y hasta el 14, se exhibirá Inventario del teatro independiente santafesino, en la Sala Franze del Teatro Municipal 1º de Mayo. Ambas actividades están organizadas por el Museo Histórico de la UNL.



OBRAS ROSARINAS

Dos propuestas llegarán al Argentino desde Rosario. Por un lado, La tercera parte del mar, de Alejandro Tantanián, una producción de Enjambre P, con dirección de Felipe Haidar y las actuaciones de María Cecilia Borri y Emiliano Dasso, que se verá el viernes, a las 20 y a las 23, en el Foro Cultural. Además, será de la partida Naturaleza rota, espectáculo recientemente estrenado en España por el clown rosarino José Guirado que, bajo la dirección de Gustavo Guirado (su padre), se presentará el domingo, a las 20, en la sala mayor del Teatro Municipal.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Los secretos no tienen precio



Sergio Juárez, un joven empleado de un banco, y Ramón Pelletti, un habitual cliente, encerrados en la bóveda.

CRÍTICA TEATRO

El dramaturgo y director Damián Ciampechini dirige con singular ingenio a Christián Valci y Nicolás Valentini en “Embovedados”, obra en la que ensaya qué podría suceder con dos hombres que quedan encerrados dentro de la bóveda de un banco

















Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente en su edición en papel del miércoles 17 de octubre de 2012)
La espera terminó, algo va a pasar, el destino ha querido que la vida de dos hombres cambie para siempre, ya no hay retorno, tampoco hay oxígeno, el aire está viciado, el clima se vuelve irrespirable. Sin embargo, pareciera que aún queda por transitar algo de ese camino de sombra que los oculta; será un tiempo de hastío, de autocompasión, de cierto patetismo cara a cara.
Lo que en ciernes parece una trama urdida con la sagacidad y la inteligencia de un genio como Hitchcock, es uno de los condimentos más fuertes de Embovedados, propuesta que pone a la luz el trabajo de un apasionado creador teatral local como Damián Ciampechini, siempre afecto a las grandes producciones y ahora enfrentado al que, sin dudas, se convertirá en uno de los éxitos de su carrera (y de la temporada), porque se trata de un trabajo en el que dramaturgia, dirección, actuaciones y puesta en escena están en infrecuente sintonía y profesionalismo.
En Embovedados, a partir de un texto propio escrito hace unos años, el director utiliza la anécdota  fundante de un accidente que ocurre dentro de la bóveda de un banco minutos antes de que se cierre hasta nuevo aviso para hablar de la opresión, del dolor, de la pérdida, del camino trazado sin retorno, de lo que no se ve (o no se quiere ver), y sobre todo de la marca indeleble que dejan los vínculos en dos personajes que, cada uno a su medida, se revelan como dos perdedores.
Sergio Juárez, un joven empleado de un banco (Nicolás Valentini), acompaña a Ramón Pelletti (Christián Valci), un habitual cliente, a la bóveda. La descompensación momentánea de este último distrae la atención del primero y la bóveda se cierra inevitablemente. Son las tres de la tarde, y a partir de allí, en tiempo real, ambos verán cómo los celulares no tienen señal, el oxígeno se agota y la incertidumbre ciega cualquier atisbo de optimismo. De a poco, con sabio sentido de la dosificación, ambos personajes irán desnudando su mundo privado, al tiempo que un secreto empezará a hacer mella en el deshilvanado vínculo que los une.
En medio de una imponente escenografía cuyo dispositivo juega en paralelo con el desempeño de los actores, el tiempo, que pasa inexorablemente, tentará a la dupla con la posibilidad, llave maestra mediante, de develar qué esconden esas cajas fuertes. Todo aquello que aparezca (algunos objetos verdaderamente impensados) será la vía de comunicación con un afuera inasible y con un pasado doloroso.
Inteligentemente, el dramaturgo y director va superponiendo planos narrativos al tiempo que deja entrever qué se cocina en esta historia rumbo al inimaginable desenlace.
En su devenir, aquellos temas estructurales de los que siempre habla el teatro, como el amor, el poder o la muerte, se dibujan entre esos mismos planos, con grandes momentos que van del humor a lo trágico apelando a una singular organicidad, dejando en primer plano el conformismo y la opacidad que, por diferentes motivos, caracteriza a ambos personajes.
Más allá del correcto desempeño de Nicolás Valentini, quien de este modo comienza a incursionar en las tablas tras su experiencia como actor en cine, la más grata sorpresa de este trabajo es el extraordinario desempeño de Christián Valci, actor y director de vasta trayectoria, vinculado a la comedia y al vodevil, que aquí, lejos de cualquier estado de comodidad, se calza el complejo desafío de interpretar a un hombre cuya trágica vida lo ha convertido en una verdadera bomba de tiempo.
Por lo demás, Embovedados sirve también para preguntarse cuál es el verdadero valor de las cosas materiales, y hasta dónde los vínculos y el pasado modifican los hechos del presente cuando la muerte se vuelve inminente, dejando en claro que los secretos no tienen precio. 

Cuando lo real es el presente





Una serie de metáforas para hablar del agua como un recurso natural en peligro de extinción.
(Gentileza: Juan José García)



PASO ARROLLADOR. El director Pichón Baldinú mostró en la ciudad su espectáculo “Hombre vertiente”, de la compañía Ojalá, un potente y vertiginoso relato en el que utiliza una serie de metáforas para hablar del agua como un recurso natural en peligro de extinción. El espectáculo se presentó el viernes y sábado últimos, con dos funciones diarias, en el Estadio Cubierto de Newell’s Old Boys



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del martes 16 de octubre de 2012)
El cuerpo siempre impregna la escena con su propia poética, y el cuerpo, uno de los mayores paradigmas del nuevo milenio por encima de cualquier prodigio tecnológico, es el verdadero germen de Hombre vertiente, un trabajo en el que la compañía porteña Ojalá, comandada por Pichón Baldinú, uno de los creadores de De la Guarda, recupera en parte la estética y el lenguaje de La Organización Negra, con la que, junto con un gran equipo de artistas, Baldinú daba sus primeros pasos en el contexto de un movimiento de ruptura con la tradición teatral que brilló a partir de fines de los años 80.
Creado en 2008 para la Expo Zaragoza y estrenado en España, Hombre vertiente, espectáculo que viernes y sábado se presentó con dos funciones diarias en el Estadio Cubierto de Newell’s Old Boys antes de su viaje a México, apela al relato para encontrar el equilibrio en el contexto de una propuesta de corte industrial, donde el cuerpo (los cuerpos) conviven y narran en medio de enormes estructuras, coreografías aéreas, telones móviles de imponente resolución plástica y un marcado desafío a las leyes de la gravedad.
En ese mismo ámbito pensado casi para ser visto a la italiana (a un solo frente, con un espacio dinámico y otro estático o de platea), una serie de proyecciones dialogan con las escenas en vivo, en ajustadísimos pasajes que a modo de cuento acompañan al protagonista (y a sus alter egos) en este recorrido abigarrado, con escenas superpuestas, y a modo de odisea retrofuturista, lo que convierte al espectáculo en un potente y vertiginoso relato en el que se utilizan una serie de metáforas para hablar del agua como un recurso natural en peligro de extinción.
Tal como pasaba en la recordada La guerra del fuego, película francesa de aventuras de 1981 dirigida por Jean-Jacques Annaud, aquí la guerra es por el agua, y la fabula cuenta que quien tendrá la responsabilidad de priorizar su cuidado será el hombre.
Es así como el agua se vuelve un signo de potente presencia dentro del relato, hasta agotarse. Y así, cuando ese prodigio tecnológico surgido de un proceso empírico es puesto a prueba frente a los recursos de un cuento que también apela a la voz en off, el agua se apropia de la escena: del suelo, de los laterales y de los propios cuerpos de los performers saldrá agua, y ellos, como manantiales que se deshidratan, verán fluir agua a raudales en medio de escenas de una contundencia que enmudecen.
El agua, el recurso no renovable más valioso del planeta, adquiere de este modo un protagonismo inusual en el contexto de una atmósfera tan cautivante como perturbadora.
En medio de un mar de medusas, el personaje recorrerá ese universo kafkiano donde todas las convenciones serán puestas a prueba, y llegará un punto en el que verá como la tierra se cuartea, se reseca hasta convertirse (y convertirlo) en polvo, en uno de los pasajes donde todos los recursos narrativos confluyen en el mayor efecto del relato, en medio de una serie de atmósferas sonoras y visuales tan bellas como apocalípticas.
Después vendrán momentos más festivos y participativos para el público, siempre con el contundente soporte sonoro de la música entre ritual y electrónica compuesta para la ocasión por Gaby Kerpel, incluido un bello tema cantado por La Yegros.
Así, en esta odisea con personajes que van a mitad de camino entre los aparecidos en las sagas Matrix y X-Men, quedará en claro que el hombre en cuestión (también sus infinitas réplicas), será el responsable de que el agua finalmente se extinga como recurso, pero, al mismo tiempo, será posible interpretar que el cambio también es una decisión y que el tiempo real es el aquí ahora; porque más allá de cualquier relato onírico o alucinatorio, lo real y verdadero siempre es el presente.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Con el deseo de ser percibidos





Claudio Danterre, Liliana Gioia y Jorge Ferrucci: tres actores de trayectoria para dar vida a una singular comedia dramática.

CRÍTICA TEATRO

Los actores Liliana Gioia, Claudio Danterre y Jorge Ferrucci dan vida a los delirantes personajes de “Casting en Rosario” , obra con dirección de Ana Tallei que se revela como un homenaje al arte escénico, a sus personajes y a su historia










Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente en su edición en papel del miércoles 11 de octubre de 2012)

Hay un punto en el que las personas necesitan exponerse, volverse visibles para los demás, salir del cono de sombra en el que habitan cotidianamente, correrse de cierta “marginalidad”. Muchas veces, ese lugar de exposición implica un peligro, un riesgo, un camino sin retorno. Quizás esta haya sido una de las consignas a partir de la cual la actriz, directora y dramaturga local Liliana Gioia urdió la trama de Casting en Rosario, trabajo que también la devuelve a los escenarios, esta vez junto a dos grandes actores: Claudio Danterre y Jorge Ferrucci, bajo la dirección de Ana Tallei, quien de este modo incursiona en el complejo territorio del humor.
Partiendo de una intención de escritura en la que la identidad (no la genética sino la territorial o contextual) fue el disparador, Gioia imagina un casting que, al mismo tiempo, sirve como confesionario, sesión de psicoanálisis e intento de trascendencia artística. Y en ciernes, ensaya un homenaje al teatro y al arte en general, porque el mundo del cine también se filtra por los intersticios de un texto que condimenta el humor con acertadas dosis de nostalgia y pequeñas tragedias, algo que, a simple vista, ofrece como signo fundante los rasgos de una comedia dramática de ribetes fellinescos.
En Casting en Rosario, el teatro vuelve a hacer de las suyas, y a lo Pirandello, los espectadores verán una obra teatral que transcurre dentro de un teatro al que Moniq Lagart (Gioia) llega a instancias de un casting que será comandado por un director que brilló en otros tiempos (Danterre), cuyos mecanismos perversos harán trisas el sueño ínfimo de esta cantante de coros parroquiales y maestra de labores cuyo imaginario va a mitad de camino entre los personajes del Club del Clan (dice ser hija no reconocida de Palito Ortega), el deseo de ser actriz luego de estudiar actuación por correspondencia, y una primera “incursión escénica" con una declamadísima versión del poema “La higuera”, de Juana de Ibarbourou, verdaderamente desopilante.
Con rasgos que recuerdan a modo de homenaje a la inolvidable Giulietta Masina de La Strada o Las noches de Cabiria, Gioia apela a esa frescura que caracteriza su vis cómica para aportarle a Moniq (o Mónica Lagarto, tal su verdadero nombre) esa vulnerabilidad que va entre el humor absurdo y cierto patetismo.
Todo parece encarrilarse en esta historia, incluso Moniq logra por un instante captar la atención del director, pero la llegada de Baltazar (Ferrucci), un marido desesperado por el deseo de borrar a esta mujer de la faz de la tierra, descontrola la acción, al tiempo que el susodicho también desplegará su particular histrionismo, recordando viejos tiempos en los que memorizaba obras completas de teatro tras bambalinas dado su rol de carpintero-escenógrafo. Así, el siempre efectivo Ferrucci rememorará su recordada composición de Don Miguel en la versión de Mateo, de Discépolo, al tiempo que Danterre dirá con su voz omnipresente fragmentos de “Hombre preso que mira a su hijo”, de Mario Benedetti. Aunque quizás el momento en el que La gaviota, de Chéjov, se apropia de la escena se vuelva el más entrañable a la hora de pensar en un teatro que se homenajea a sí mismo y a su historia.
El trío de actores responde correctamente a la locura de estos personajes, aunque la propuesta, que más allá de ciertos juegos en los que apela a la provocación se mantiene en un estado de “corrección”, necesita dar esa vuelta de tuerca imprescindible para que el riesgo se vuelve un camino posible a la hora de descolocar al espectador que, a las claras, se conforma con el rasgo fundante de lo cómico.
Por lo demás, se trata de un trío al que Fellini hubiese amado, porque responden a esa estirpe de personajes que transitan entre lo delirante y lo patético, entre la alquimia de lo escénico, es decir la ficción, y la descascarada impronta de lo privado (o lo real), eso que en el teatro, cada vez más, se revela como inocultable. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Con los minutos contados


CRÍTICA TEATRO

El actor rosarino Gustavo Guirado dirige a un grupo de actores catalanes en "El Rey , las reinas, el médico y ella", espectáculo que presenta hoy en la sala Saulo Benavente, y a través del cual dialoga acerca del poder, el amor, la sexualidad y la muerte






Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 21 de septiembre de 2012)
Hay un lugar para la muerte, se la intuye, se la anuncia, llegará finalmente. Y el que está por morir “con lujo de detalles” es un rey, no el de Ionesco, porque ya no es aquel rey tragicómico que esperaba la muerte rodeado de su familia disfuncional, aunque la de éste también lo sea y las huellas del primero estén presentes. Este es un rey más patético, por momentos grotesco, de a ratos temeroso, y en otros pasajes incapaz de soportar la pérdida de un poder que se diluyó como su entorno (como se desinfla su muñeca inflable), que al mismo tiempo que se desintegra busca remedar un pasado de gloria.
El monarca no dejará descendencia, está seco, “yermo”, su “dictadura” de oropeles de cartón pintado se agota casi en paralelo con la arena del reloj que marca los últimos minutos de su vida y de la puesta, es decir del teatro.
Se trata de los entretelones de El rey, las reinas, el médico y ella, del director local Gustavo Guirado, que tras su estreno del fin de semana en el Parque de España en el marco del Festival Internacional de Rosario (FIT) ofrecerá esta noche, a las 21, una nueva función en la Saulo Benavente (Alem y Gaboto), para desembarcar, mañana y pasado, en el Foro Cultural de la UNL de la capital provincial.
El proyecto surgió en 2008 cuando Guirado fue convocado por la Associació d’Actors i Directors Professionals de Catalunya, en Barcelona, donde dictó un curso intensivo para actores y directores. De allí en más, y con la presencia cercana de un montaje similar estrenado por el mismo director con la comedia de la Universidad del Litoral (UNL), en la ciudad de Santa Fe en 2006, y tras ganar una de las convocatorias para coproducciones de Iberescena, la presente versión de la obra se revela, frente a su predecesora, como un giro brusco hacia el costado más aciago del conflicto, partiendo de un concepto dramatúrgico en el que prevalecen la ironía, la crítica al sistema capitalista, el individualismo, la manipulación genética (el mal, la contaminación, las enfermedades) y el cuerpo como un campo de batalla en el que la sexualidad trunca se vuelve un signo de aquello que no se puede concretar, al tiempo que los personajes arriban a la conclusión de que “el mal no está en el cuerpo sino en el alma”.
De este modo, y apelando al sentido más poético que aportan las improvisaciones que van acompañadas de un texto que asumió su forma tanto en acto como en el papel, Guirado jugó esta versión al frente de un equipo de grandes actores, cuya intensidad y entrega se revela como uno de los mayores capitales del proyecto. Aquí están las reinas, las dos mujeres del monarca (María y Margarita, como las de Ionesco); son las que lo conocen pero, al mismo tiempo, las que lo fagocitan. También está el médico, un personaje mengueliano, especulador, cuya atrocidad es directamente proporcional a su curiosidad por saber cómo terminará todo; y también está “ella”, un cuerpo silenciado que resume a todos los demás. Es en ese microcosmos, a mitad de camino entre sala de terapia, quirófano, prostíbulo y palacio, donde Guirado construye y deconstruye lo que representa el poder frente a la muerte, es decir la nada. Aquí lo fundante es el significado de la muerte, el ensayo permanente acerca “de cómo se muere” (título original del proyecto), la idea de poder entender ese momento que trastoca la continuidad de todo, ese presagio fatal e inexorable que iguala, que pone al “monarca” en estado de desesperación, y a su entorno, impotente frente a eso que es inapelable.
Es así cómo la puesta adquiere una relevancia inusual si se tiene en cuenta que llega desde Barcelona, donde, a diferencia de otros lugares de España, la monarquía está en constante discusión. Pero lo más interesante es que, en su devenir, el montaje propone una serie de interludios metateatrales: hay un tiempo que es del teatro y otro que es de la vida, pero aquí, intencionalmente, se confunden en un juego en el que intervienen almas desencantadas que, al mismo tiempo, se vuelven espectadoras de su propia finitud frente al rey que se muere inexorablemente.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La noche de los funestos

Los actores Fabio Fuentes e Ignacio Amione se aprestan maleables a la construcción de dos personajes grises.


CRÍTICA TEATRO

La talentosa actriz Paula García Jurado debuta como directora con la obra “Servicio secreto (mano de obra desocupada)”, del dramaturgo Juan Pablo Giordano, que cuenta con las acertadas actuaciones de Fabio Fuentes e Ignacio Amione










Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 12 de septiembre de 2012)Hay algo oscuro, algo no dicho, algo funesto; es la intriga propia de un film noir sobre la que se construye una trama ingeniosa, a lo Tarantino, que se toma los tiempos justos como para edificar el suspenso, algo complejo de abordar en el teatro porque, ya se sabe, por lo general, en el teatro está todo a la vista, demasiado expuesto, y por lo mismo se complejiza el hecho de abonar en lo oculto, en priorizar lo que no se ve por encima de lo que se ve, en una obra que trabaja (se sustenta) sobre los tiempos muertos de dos personajes que esperan, y donde la espera se vuelve todo un signo.
Precisamente, ése parece haber sido el camino elegido por el dramaturgo Juan Pablo Giordano (creador de la saga Argentina arde) para la escritura de Servicio secreto (mano de obra desocupada), texto que implicó el auspicioso debut en la dirección de la talentosa actriz Paula García Jurado, intérprete de la recordada Mujeres oscuras y de la aún en cartel Baby Jane.
Tomando como disparador que entre los años 1995 y 1998 el gobierno de la “sobredimensionada” provincia de Buenos Aires despidió a unos 900 efectivos de la fuerza policial por estar involucrados en diversos crímenes y delitos (lo que en la jerga se llama “limpieza”), Servicio secreto muestra el infortunado destino de dos de ellos que, en su afán de ganarse la vida, terminan como matones a sueldo de uno de esos capos, empresarios de la noche cuya insoslayable presencia marcó a fuego los fatídicos años 90 y el menemato.
Son dos hombres jóvenes y son pocos los datos que aportan al contexto en el que se mueven, lo cual se convierte en el primer gran acierto. Queda claro que son dos fisgones, dos voyeurs, dos tipos sin escrúpulos que, como escapados de Pulp Fiction (y otra vez Tarantino), conviven en una noche en la trastienda de un boliche mientras el jefe de ambos da rienda suelta a sus juegos sexuales con señoritas que contrata y prostituye. Hay algo singular: uno de ellos tiene amarrado a su muñeca, con unas esposas, un maletín con dinero, otro dato que acerca la trama a la cinematografía tarantinesca.
El mayor hallazgo de esta puesta está en el traspaso del texto al lenguaje escénico, porque en ciernes no se trata de un texto complejo más allá de sus guiños a la debacle económica de aquellos años o al psicoanálisis que hacía mella en una sociedad sin consuelo que se volvía espectadora de la gran caída de todos los valores (sobre todo los morales). Por el contrario, es su simpleza y cierta vaguedad lo que lo vuelve atractivo, dado que esa variable obliga a preguntarse quiénes son estos hombres, qué es lo que esperan (vaya tema para el teatro), cómo se enfrentan a esos tiempos muertos que les toca vivir cada jornada y sobre todo, adónde irá a parar la trama, en un comienzo teñida con música de los 90 como Duran Duran, Prince o la archiescuchada versión de entonces de “Hooked on a feeling” (la del “uka shaka”).
Los actores Fabio Fuentes e Ignacio Amione, los protagonistas, se aprestan maleables a la construcción de dos personajes grises, algo teñidos de la lógica violenta pero contenida de El Montaplatos, de Harold Pinter, que Giordano reconoce como obra inspiradora, y que en los 60 impregnaba el teatro de esos años con su lógica beckettiana y absurda, surgida de la incandescente Esperando a Godot.
Aunque aquí lo absurdo se vuelve un gran interrogante, apelando a la espera como un tiempo de tránsito, agobiante, inexplicable, en el que lo tosco de estos personajes, esa especie de juego de manos peligroso y fatal al que recurren cuando el hastío les quita la respiración, sirve como preanuncio de la tragedia que irremediablemente estará por venir.
Es en este punto que la directora saca el mayor provecho de los silencios, de los movimientos mínimos, de las sutilezas, de las miradas y de los diálogos, a veces monosilábicos. Y es ahí donde se vuelve notable el trabajo de construcción de esos personajes que habitan en la nada, que añoran lo que no son ni serán, que viven como de prestado, que repiten una fórmula y que se revelan como dos de los tantos paradigmas de una década infame, en la que el individualismo forzó a las personas a hacer aquello que nunca hubiesen ni siquiera podido imaginar con tal de poder “zafar”.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La concreción de un viejo sueño


El Concejo Municipal debate y vota este mediodía en Córdoba al 500, el proyecto para la creación de una Comedia con elencos rotativos que garantizará el montaje integral de un espectáculo por año. Teatreros convocan al Concejo


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del jueves 6 de septiembre de 2012)
En febrero de este año, un grupo de creadores vinculados al quehacer teatral rosarino comenzó a juntarse cada miércoles en el bar-teatro que hoy se conoce como Bienvenida Casandra, con la intención de buscar objetivos comunes y abrir un debate concreto acerca de problemáticas tales como la profesionalización, la puesta en valor de la tarea del teatrista rosarino, la falta de público y de salas, entre otros. Entre los emergentes de aquellos primeros encuentros, surgió la génesis de lo que hoy se conoce como Movimiento VEA Teatro Rosarino, un colectivo que, luego de varios meses de debate, consensos y disensos, llegó a la redacción de un proyecto de ordenanza para la creación de una Comedia Municipal de Teatro que presentó ante la Secretaría de Cultura. Con el impulso de la misma, el martes la iniciativa tuvo despacho de comisión en Concejo Municipal y hoy se votará en el recinto, concretando de este modo un sueño largamente anhelado, que se revela, además, como un hecho histórico por la lucha que, entre muchos otros, dieron en su momento creadores del teatro local como Norberto Campos o María Teresa Gordillo.
“Después de un largo y esforzado camino, este mediodía, es el momento clave para concretar en una ordenanza que se va a votar tras casi un año de militancia, que incluyó reuniones, acuerdos y desacuerdos, por lograr la Comedia Municipal de Teatro, sin desconocer la larga historia que tiene esta lucha que, en mayor o menor medida, viene desde los años 60, cuando se empezó a pelear por tener un espacio público para el teatro rosarino”, relató la actriz y directora Carla Saccani, quien mantuvo un diálogo con El Ciudadano junto a otros integrantes del VEA como los teatristas Flavio Soso, Sebastián Villar Rojas y Luis María Fittipaldi, y el periodista y crítico teatral Julio Cejas (Rosario12, Critea).
“Desde el año 1969 que los teatristas locales pelean por la creación de una Comedia Municipal, y la que se propone es mucho más democrática que otras que ya existen en el país, dado que los elencos serán rotativos y los artistas contratados, con un piso de, al menos, una producción anual que tendrá al teatro La Comedia como espacio de producción”, recordó Fittipaldi, quien junto con sus compañeros enumeró los apoyos obtenidos, entre otros, el de la Asociación Argentina de Actores (se espera hoy la presencia de su titular a nivel nacional, Alejandra Darín) y de las Escuelas Provinciales de Teatro locales.
Respecto de la “decantación” que tuvieron aquellas primeras reuniones masivas, el actor Flavio Soso dijo: “Fue un proceso lógico, se dio porque es así, porque después de agolparnos, fueron quedando los que tenían un objetivo común y confiaban en que esto podía concretarse, más allá de que este proyecto de Comedia Municipal tiene como rasgo distintivo su formato democrático y abierto para todos”.
A su tiempo, el crítico teatral Julio Cejas expresó: “Por primera vez, un grupo de gente vinculada con el teatro se propone intervenir sobre las políticas culturales de esta ciudad y es escuchado, cuando parecía que esas cuestiones estaban vedadas para determinados sectores. Por eso es que estamos convencidos de que se trata de un hecho histórico para el teatro local, porque además pone en valor el concepto de que las políticas culturales nos pertenecen a todos”.
Finalmente, el dramaturgo y director Sebastián Villar Rojas detalló algunos aspectos que marcarán las particularidades de la inminente Comedia Municipal: “En ciernes, se tratará de un teatro oficial, es decir financiado por el Estado municipal, cuyas producciones, al menos una por año, se concretarán por concurso, y los actores serán elegidos a través de castings abiertos. La particularidad es que estos teatristas no se podrán repetir por un período de, al menos, dos años, y además, la Comedia no implicará la creación de un elenco estable, lo que permitirá el movimiento y la renovación constante de sus integrantes, y al mismo tiempo, la puesta en valor de la producción teatral rosarina en su totalidad, porque la Comedia Municipal serviría de vidriera para las demás producciones independientes”.

Convocatoria al Concejo
Los integrantes del Movimiento VEA Teatro Rosarino, que de este modo concretan uno de sus proyectos más anhelados pero seguirán trabajando por otros como la creación de una bolsa de trabajo y un premio a la producción teatral local, convocan para hoy, a las 12.30, a toda la comunidad teatral, personalidades de la cultura y público en general a que se acerquen al Concejo Municipal (Córdoba 501) para acompañar la votación.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

“La tercera parte del mar”, de regreso a la cartelera local


“Esta obra nos abrió una puerta en el contexto de la comunidad teatral, de algún modo, nos volvimos visibles”, dijo Haidar, aquí rodeado de sus actores.

TEATRO. La obra de Alejandro Tantanian, con la dirección de Felipe Haidar, y las actuaciones de María Cecilia Borri y Emiliano Dasso, se presenta los domingos de septiembre, a partir de las 21, en la sala La Manzana, de San Juan 1950

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 5 de septiembre de 2012)
La tercera parte del mar, del dramaturgo y director porteño Alejandro Tantanian, en versión del debutante Felipe Haidar al frente del equipo artístico Enjambre P, está de regreso en la cartelera rosarina. La obra, que se presenta los domingos a las 21, en La Manzana (San Juan 1950), encierra una serie de interrogantes a partir de la historia de dos personajes que se encuentran una noche de manera fortuita. De allí en más, Tantanian despliega un magma temático que, por algunos lugares, remite a la impronta del teatro argentino de la posdictadura (la obra se estrenó en 1999), dado que en el conflicto irrumpe fuertemente la problemática de los desaparecidos, a partir de un texto muy poético que pone distancia del realismo imperante en el teatro argentino de producción reciente.
“La obra surge a partir del montaje de una escena para rendir una materia vinculada con la dirección de actores de la Escuela Provincial de Teatro, donde lo tenía como profesor a Gustavo Guirado. De ese modo, me topé con este texto que me resultó alucinante porque lo encuentro muy cercano a la literatura: me parecía que era muy sinuoso, muy complejo y que era un gran desafío. Arrancamos haciendo una escena que era un recorte del total de la obra, y los buenos resultados obtenidos nos llevaron a querer montar la obra en su totalidad”, contó el novel director santafesino, radicado en Rosario, Felipe Haidar, de sólo 22 años, quien en la obra dirige a María Cecilia Borri y Emiliano Dasso.
El director, quien ya se contactó con el reconocido dramaturgo, actor y director porteño Alejandro Tantanian, quien viajará a Rosario para conocer la elogiada versión local de su obra, detalló: “Lo que vino después de aquella primera decisión fue un arduo trabajo que nos llevó dos años; fue un largo proceso de aprendizaje en el que, además, luego de superar muchas barreras y prejuicios propios y ajenos, nos constituimos como grupo de trabajo. Finalmente, la gran sorpresa fue la repercusión que la obra tuvo con el público que se polarizó: está la gente a la que le gusta mucho y otra a la que no le gusta nada”.
Respecto de la dificultad de trabajar una poética que se distancia bastante de la que por estos días se puede ver en el teatro rosarino, María Cecilia Borri detalló: “Fue y es una experiencia bellísima, y sobre todo es un gran desafío lo que pasa en cada función con la gente, porque hay textos que son muy lindos para actuarlos, pero que no generan nada en el público. Y desde el entramado de la obra, fue de una gran dificultad que aquello que se dice como parlamento no suene sólo a poesía sino que se refleje como un texto teatral y que la gente así lo pueda asimilar”.  
Respecto del riesgo que implica tanto el texto como la forma de contarlo elegida por este grupo de trabajo, donde se impone cierta lógica del teatro antropológico, el director se explayó: “Desde el momento en el que decidimos seguir adelante con los ensayos y llegar al estreno de la obra, sabíamos que se nos venían cosas riesgosas como las que hay, y lo fuimos trabajando de a poco; fueron procesos. En el caso de Cecilia, fue a partir de muchas pruebas hasta que encontró la intensidad que necesitaba el personaje, que del mismo modo que está cargado de cosas, está también despojado. Quizás esto tenga que ver con una decisión a priori que tomamos, donde no buscábamos una comprensión por parte del espectador pero sí poder generar las sensaciones que atraviesan los personajes y que van desde lo visual a la cercanía que los personajes tienen con el público. Siempre pretendimos que el espectador sea parte de este universo poético y plástico que estamos narrando”. 
Con relación a la desnudez que encaran por momentos los personajes, que en el devenir de la obra adquiere una coherencia y justificación que dista mucho de lo que la desnudez implica hoy en el mundo mediatizado de la televisión, la actriz expresó: “En el contexto del proceso al que refiere Felipe, la desnudez se transforma por momentos en el «vestuario» que en ese pasaje requiere el personaje”.
Finalmente, el director adelantó que con el mismo grupo prepara para el año próximo (seguramente abril) el estreno de una versión de La escuálida familia, de Lola Arias, en la que se cuenta con cierta “deformidad” la historia de un grupo familiar. “Sentimos que, como grupo, La tercera parte del mar nos abrió una puerta en el contexto de la comunidad teatral, de algún modo, nos volvimos visibles”, concluyó. 

ACERCA DEL RELATO
Respecto de los mundos que encierra esta obra, que van desde el campo de lo literario a lo ideológico, pasando por lo histórico y lo vincular, el director Felipe Haidar resumió: “Es una historia que transcurre en una noche donde el personaje de Rodrigo llega a la casa de Victoria en búsqueda de ayuda porque sufre un accidente. Allí se encuentra con una mujer que, a primera vista, está perturbada por un pasado que el devenir de la obra irá develando; es algo escondido de ese pasado que afecta radicalmente en su presente”, a lo que Borri agregó: “Conforme va pasando la noche, se va sabiendo y conociendo cuáles son los pormenores de ese pasado, al tiempo que se va develando quién es Rodrigo en realidad, porqué está ahí; es decir que se da una identificación entre los dos personajes, porque más allá de su pasado diferente, hay puntos en los que coinciden”.

La belleza como “terror domesticado”
Una mujer que dice saber el idioma de Dios, una mujer que se revela como el paradigma de otras que desaparecieron y que, quizás, son ella misma; la tortura como rasgo determinante de la infancia y la presencia de un hombre (quizás el padre) que vuelve en otro cuerpo en un claro guiño a la tragedia, para poner a funcionar, una vez más, la belleza de las palabras más terribles, asegurando que la belleza “no es más que terror domesticado”.
Si algo quedaba de cierto realismo en el comienzo del texto original de La tercera parte del mar (un hombre que sufre un accidente y en medio de la noche, abrumado, llega a la casa de una misteriosa mujer), ya no está, y cada espectador deberá reconstruir la pequeña prehistoria que une fortuitamente (o no) el destino desdichado de Victoria y Rodrigo en una especie de limbo entre cielo e infierno, donde la muerte, siempre presente, como suele hacerlo, les jugará una mala pasada, y hasta se reirá con su mueca más grotesca. Frente a espejos que fragmentan y deforman lo que el espectador puede ver a simple vista, Victoria, casi como una niña que pide ser nombrada “para existir”, comienza a mover las fichas de una jugada en la que pasado y presente serán puestos a prueba, dejando entrever que otra realidad se teje a la sombra de esa que aparece en primer plano.