“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




jueves, 30 de septiembre de 2010

Irónicos e inescrupulosos


ESTRENO EN GIRA. José María Muscari habla de “Pirañas”, versión de “Speed the plow”, de David Mamet, obra que propone una mirada al mundo del espectáculo, y en la que comparte escenario con Gerardo Romano y Carolina Papaleo. La obra se presenta mañana y el sábado , en el Teatro Nacional Rosario, de Córdoba al 1300

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición del 1º de octubre)
Un trío de actores que les ponen el cuerpo a los personajes que enfrentan, y un texto afilado, irónico y provocador, suelen ser garantía de calidad y entretenimiento. Algo de eso pasa con la versión criolla de la elogiada obra Speed the plow, del dramaturgo y guionista norteamericano David Mamet (Oleanna, American Buffalo, Glengarry Glen Ross, premio Pulitzer 1984), estrenada en la argentina como Pirañas que, protagonizada por Gerardo Romano, Carolina Papaleo y José María Muscari, bajo la dirección de Marcelo Consentino, se presentará mañana a las 21.30, y el sábado a las 21, en el Teatro Nacional Rosario (Córdoba 1331).
La voracidad del mundo de los negocios vinculados al espectáculo, y sus excentricidades, del mismo modo que sus miserias más extremas, son pintadas con la agudeza que distingue a Mamet en esta obra que se dio a conocer en los Estados Unidos en 1988, de la mano de actores como Madonna, Kevin Spacey, Jeff Goldblum y William H. Macy, entre otras figuras.
A través de este texto, queda al descubierto la naturaleza despiadada del mundo hollywoodense y la industria del cine, a partir del vínculo de dos productores que se ven desestabilizados frente a la presencia de una secretaria temporaria de, al menos, ribetes particulares.
Según se adelanta, “Romano se pone en la piel de Daniel Gold, un productor exitoso que tendrá en sus manos la película más prometedora del año, mientras que Muscari es Charlie Fox, su discípulo, y quien le traerá al actor del momento. Serán felices, contarán dinero a cuenta y estarán en la cima del mundo, claro que todo cambiará cuando Karen (Papaleo) llegue a sus vidas”.
“Es una obra que tiene un recorrido internacional muy probado, y creo que en parte tiene que ver con Mamet, que escribe increíble, y que como nadie, trabaja niveles de ironía inusitados. Con esta obra, el autor plantea una crítica despiadada acerca de lo que pasa en el mundo del espectáculo y el entretenimiento puertas adentro, Pirañas reflexiona muy fuertemente sobre todos estos temas”, relató a El Ciudadano el actor y director José María Muscari, quien además expresó: “Aquellos que me conocen, saben que tengo un recorrido dentro del teatro comercial como director, más allá de que vengo del under, pero acá vuelvo a subirme a un escenario como actor en una obra de corte comercial, dado que antes siempre había actuado dentro del circuito alternativo”.
Con relación al elenco, el actor disparó: “Para mí, el hecho de que en el espectáculo esté Gerardo Romano, era un condimento muy particular, porque es un actor con mucha experiencia en escena pero que mantiene intacto su nivel de riesgo. Además, ya era alguien conocido para mí porque lo dirigí en la obra En la cama, hace dos años. Por este motivo, la presencia de Romano en Pirañas era muy ordenadora, porque me identifico muchísimo con su modo de trabajo y su calidad como artista. Creo que eso me llevó a acepar la propuesta, porque además es un texto bastante diferente a los que yo suelo dirigir o a los que escribo. Creo que hay mucha gente que fue a ver la obra por Romano o Carolina y también por el autor, y se encontraron con un Muscari en una faceta diferente a las ya conocidas”.
El título original (Speed the plow) se deriva de una antigua frase inglesa de la agricultura que fue utilizada para otorgar la buena suerte y “un arado rápido y rentable”. Al respecto, Muscari comentó: “Es una metáfora sobre aquello que significa entretener y lo que implica darle algo más artístico al espectador, es una problemática que la obra pone en duda todo el tiempo; yo siento que, de algún modo, el espectáculo dialoga con la realidad con la que día a día nos enfrenta, por ejemplo, la televisión, donde las personas se arrancan las vísceras por un punto más de rating. De alguna manera, Mamet toma el paradigma del universo del cine, pero es algo que es aplicable a mundos más cercanos”.
Respecto del conflicto sobre el cual confluyen los mundos de estos personajes, el actor, que por estos días tiene tres obras en cartel en Buenos Aires (El anatomista, Escoria, Feizbuk), detalló: “Son tres personajes, dos productores de cine y una secretaria temporaria de una oficina de producción, que están discutiendo la posibilidad de hacer una película. En el medio de las discusiones empiezan a aparecer valores fundamentales del mismo modo que las perversiones que tenemos todos los seres humanos cuando queremos conseguir algo determinado. De este modo, empiezan a jugar el amor, el sexo y las conveniencias, y son personajes que no se privan de nada a la hora de conseguir aquello que desean”.

Seis piezas teatrales breves dedicadas al humor

SE PONE EN MARCHA EN LA ESQUINA DEL NEGRO UNA NUEVA EDICIÓN DE “LA COCINA DE LOS DRAMATURGOS”

Con la nueva edición del evento La cocina de los dramaturgos, que comienza mañana, a partir de las 22, en el bar La Esquina del Negro (Callao y Brown), se confirma el éxito de un ciclo que, en sus comienzos, buscó fusionar teatro y grastronomía, y que con el paso de los años se fue acercando más a la idea de obra breve presentada en un espacio no convencional.
Así, como cada octubre, este año el proyecto agrupa seis textos de autores varios, que trabajan sobre la temática del humor, y que surgieron de un concurso al que se presentaron quince obras teatrales, que contó con un jurado integrado por los dramaturgos Ricardo Halac y Hugo Saccoccia, y la investigadora local Clide Tello. El resultado es un corpus de piezas que no superan los quince minutos cada una, y que se verán, a razón de tres por noches, los viernes y sábados de octubre.
“Son obras de tenor humorístico, porque este año el humor es una marca, dado que en otras ediciones no teníamos en cuenta la temática. Pensamos en dar una vuelta de turca al proyecto, dado que este es el séptimo año consecutivo (comenzó en 2004), y la venimos remando junto a mucha gente: somos, entre autores, directores y actores, unas treinta personas detrás de un objetivo común”, relató la directora y dramaturga Griselda Centini, quien reconoció que a partir de esta iniciativa, “apareció mucha gente vinculada con el teatro desde otros lugares, que se animó a escribir, y quizás ese sea el mayor capital que conseguimos”.
El evento comenzará mañana, a las 22, con la presentación de Casi una ilusión, de Susana Galván, dirigida por Fernandha Desanzo, y con las actuaciones de Lucrecia Bonfilis, Carmen Russo y Natalia Brizuela; Falta un hervor, de Patricia Larguía, dirigida por Mariano Di Franco, con las actuaciones de Lucía y Julia Julia Guerrero, y Crisis clásica, de Griselda Centini, dirigida por Patricia Petri, con las actuaciones de Sofía Roca y Melina Dell Oste.
Por su parte, el ciclo continuará mañana, en el mismo horario, con Hermanas Victoria, de Santiago Alassia, con dirección de Paula Geminale y las actuaciones de Cintia Alvanese y Luisina Zampa; Vida sobre ruedas, de Rodolfo Rivas, dirigida por Adriana Felicia, con las actuaciones de Gabriel Rocca y Jeremías Pucheta, y Primero el paciente, de Carmen Farías, dirigida por Nicolás Jaworski, con las actuaciones de Soledad Otero, Roberta Sánchez y Duilio Palos.
En ambas jornadas, y modo de presentadora e hilo conductor, participará la actriz Julia Livolti: “En realidad, su personaje es un clown que se llama Ostentosa, que es la encargada de abrir la «cocina» para todos, porque este proyecto busca, particularmente, involucrar al público”, completó Centini.

martes, 28 de septiembre de 2010

Solas, en medio de las ruinas de las ilusiones


Con una veintena de capítulos en el aire, el unitario “Para vestir santos”, que emite El Trece los miércoles a las 22.45, se revela como el gran hallazgo del año en materia de ficción

Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente en su edición del 29 de septiembre de 2010 )
En Las tres hermanas, el dramaturgo Ruso Antón Chèjov plasmó como nadie la desesperanza y el desasosiego de tres mujeres destinadas a la soledad, a la infelicidad y al fracaso, con una sutileza única en el contexto de la Rusia de comienzos del siglo pasado y en el corazón de una familia sombría donde apremia, casi como un fantasma de cada uno de los personajes que describe maravillosamente el autor de Tío Vania y El jardín de los cerezos, la irremediable fatalidad.
Acaso imbuido por la mística chejoviana, aunque aquí la intensidad es una marca permanente e indeleble, el dramaturgo y director teatral porteño Javier Daulte (Nunca estuviste tan adorable, ¿Estás ahí?) concibió una de las pocas perlas de la presente temporada televisiva: Para vestir santos (miércoles, a las 22.45, por El Trece) que, con algo más de veinte capítulos, ocupó un nicho que supieron dejar clásicos de Pol-ka como los inolvidables Vulnerables o Culpables, herederos de unitarios que hicieron historia en la tevé argentina como Nosotros y los miedos, Atreverse o Compromiso, cuando Ricardo Fort apenas si revolvía el chocolate y jugaba con los Jack, y la tevé argentina parecía estar destinada a ser otra cosa.
En Para vestir santos, que cuenta con la dirección del siempre lúcido Daniel Barone y que por suerte alcanza cada miércoles un rating que le ha permitido sostenerse (incluso superó holgadamente al promocionado unitario de Telefé, Lo que el tiempo nos dejó), Javier Daulte plasma con extrema sensibilidad, pero apelando a los recursos del melodrama, los avatares de tres mujeres de alrededor de 30 años (poco más, poco menos), que viven a la sombra de una madre castradora (Betiana Blum) que tras su muerte (acontecida en el primer capítulo) sigue haciendo de las suyas en el imaginario pueril y desgraciado de Susana (insuperable Gabriela Toscano), la mayor; Virginia (sorprendente Griselda Siciliani), la del medio, y Malena (extraordinaria Celeste Cid), la más chica.
Conflictos con la sexualidad, conflictos para llevar adelante una pareja, conflictos entre sí, conflictos arrastrados desde una infancia marcada por abandonos y experiencias tristes, en Para vestir santos (acaso el más doloroso de los estigmas que por generaciones cargaron en la espalada mujeres que vieron y ven como la vida se les pasa sin remedio), el amor, la muerte y las relaciones de pareja son resignificadas permanentemente, a partir de una construcción de personajes que no temen a la duda, que son deliberadamente perdedores, que sin remedio se juzgan a sí mismos, y donde todo parecido con la realidad no es una coincidencia sino un acierto, que parte de la pluma “impiadosa” de Daulte, un verdadero especialista en disfuncionalidades varias, ya sea de familia, de pareja o de lo que sea.
Es así como la intención está puesta en los vínculos de estas mujeres entre sí y con los demás, en un mundo donde los hombres parecen ser intercambiables, dado que Susy los utiliza en su propio beneficio, Virgi los pone a prueba, y Male aún no sabe si le gustan.
De este modo, el drama y la comedia conviven con la cotidianeidad de estas mujeres, cuyo afecto masculino más cercano, el del tío Horacio (impresionante trabajo de Hugo Arana), también se esfumó de la noche a la mañana cuando, víctima de una leucemia fulminante, las abandonó para siempre, en uno de los mejores capítulos del ciclo.
Momentos musicales (el sepelio de Horacio coreografiado con “Paisaje”, clásico de Franco Simone se destaca entre los mejores) conviven con otros ásperos, de frases dichas con dolor, donde cada una de las hermanas San Juan destila el veneno que bebió, quizás obligada por las circunstancias, pero concientes del mal que causan en los demás.
Los trabajos de Rafael Ferro, Fernán Mirás, Daniel Hendler, Héctor Díaz, Alfredo Casero o Esteban Moloni, entre otros, son el soporte para armar el rompecabezas de esta casa de mujeres en la que la resistencia al devenir de la vida se opone con pequeños resabios de una felicidad que se hace añicos apenas es divisada.
Con algo más de veinte capítulos en el aire y con una innumerable cantidad de fanáticos que hacen público su reconocimiento al unitario a través de sitios de Internet variopintos, en particular a través de la red social Facebook, desde donde se pueden bajar algunos de los capítulos y hasta se comentan las escenas, la ficción, que tiene mucho de los recursos del teatro, acciona desde registros particulares con parlamentos por momentos inverosímiles (o atípicos para la televisión y más propios del teatro) pero, al mismo tiempo, imprescindibles para contar una historia que hace honor al melodrama clásico: pasajes lacrimógenos se mixturan con otros patéticos, en los que se lucen tanto las palabras como los silencios.
Como si el drama de estas tres mujeres no hubiese sido suficiente, el crecimiento que tuvo en los últimos capítulos María Eugenia, una media hermana (estupenda Gloria Carrá) que desde el resentimiento busca dejar a las desdichadas San Juan en la calle tratando de quedarse con algo de aquello que la vida le negó (no sólo perdió al padre, también al marido y al hijo, aunque por motivos diferentes), también resuena en Chèjov.
En el final, el clásico del autor ruso pone en primer plano a las hermanas Olga, Masha e Irina fuera de la casa, echadas y resignadas (al menos en apariencias) al trágico destino que les ha tocado en suerte. Quizás acá pase lo mismo, aunque María Eugenia, en el fondo, parece buscar en sus “enemigas” algo del cariño y la comprensión que la vida, al parecer, no le ha podido dar.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Solos, en tren de confesiones


ESTRENO TEATRO. El actor y director Gustavo Mondino habla de “Hube amado”, la obra teatral del grupo La Máscara, de la ciudad de Rafaela, en la que un grupo de personajes hablan de amor y desamor, encerrados en una habitación durante una fiesta, que mañana, a las 21.30, se presenta en La Comedia, de Mitre y Ricardonde


Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición del 25 de septiembre)
Un grupo de personas (personajes) quieren escapar de una fiesta donde premia el vacío. Cada uno a su tiempo entrará en una especie de letargo al traspasar una puerta que conduce a una habitación, donde los ecos de la fiesta se volverán lejanos, inciertos, casi al mismo tiempo que las confesiones en primera persona irán apareciendo en sus discursos, a través de profusas conversaciones telefónicas y cruces inesperados.
Se trata de los entretelones de la comedia dramática Hube amado, del grupo La Máscara, de Rafaela, espectáculo que mañana, a las 21.30, se presentará con una única función en La Comedia (Mitre y Ricardone).
“Todos están en la fiesta de Nicola y Rosella. Todos sonríen y parecen divertirse. Todos entran a la habitación en busca de tranquilidad. Todos sufren por amor. Y en el transcurso de la noche se permiten mostrarse vulnerables entre estas cuatro paredes donde la mirada del otro dejará de ser un condicionante para mostrarse tal cual son. Se refugian de la música y las luces. Buscan un lugar donde hablar. Un teléfono que suena. Alguien que atiende. Un animal con cuernos. Palomitas de papel. Champagne y un festejo glamoroso que en cualquier momento se puede terminar”, adelanta el parte de prensa del espectáculo escrito por María Eugenia Meyer y Gustavo Mondino, en el que actúan Inés Nosti, Marilú de la Riva, Sebastián Maldonado, María Eugenia Meyer, Mayra Armando y Sebastián Zoppi, que fue estrenado en el marco del Festival de Teatro Rafaela 2009, tras ganar una de las Coproducciones que organiza el municipio local.
De este modo, el grupo que desde hace dos décadas, junto con Punto T, lleva adelante el reconocido director Marcelo Allasino (quien aquí tuvo a su cargo el diseño de iluminación), debuta bajo la batuta de un nuevo director, que si bien mantiene el estupendo nivel de puesta en escena que acreditan las puestas de La Máscara y Punto T, desde la poética, afronta nuevos desafíos.
“No sé si es algo que le sucede a todos los actores, pero a mí ya hacía un tiempo que me movilizaba la idea de dirigir. Creo que cuando uno se corre de los lugares en los que está cómodo o instalado, es como que vuelve a poner en riesgo cosas, sin saber cuáles van a ser los resultados de incursionar en ese otro rol, y eso, para un artista, es buenísimo. Por suerte, acá se trató de una maravillosa experiencia, sobre todo en el trabajo de escritura junto con María Eugenia Mayer, que además de ser actriz viene del terreno de la literatura, entonces fue un recorrido muy placentero, muy rico, de gran aprendizaje”, contó a El Ciudadano Gustavo Mondino, quien además tuvo a su cargo los extraordinarios diseños de escenografía y vestuario.
“En un comienzo, tenía algunas ideas acerca de los personajes y las situaciones, pero necesitaba la instancia de la escritura, que terminó siendo conjunta. Siempre lo sentí como un terreno complejo, pero tras pasar por la experiencia, estoy convencido de que hay que animarse, porque aquellas ideas que yo tenía en un comienzo, sumadas al aporte de escritura de María Eugenia, hoy son una obra teatral gestada desde nuestro propio material de trabajo”, agregó el director.
Respecto de la impronta del espectáculo, donde se relatan historias de personajes que sufren por amor, Mondino detalló: “Cuando comencé con el proceso, la idea inicial era que en esa habitación se iban a suceder monólogos telefónicos. Después, en el transcurso de los ensayos, me di cuenta que necesitaba que los personajes interactúen, y así fue como se fueron entretejiéndose las historias de cada uno de ellos. El resultado es la búsqueda de cierta intimidad de un grupo de personajes que intentan escapar de una fiesta bastante caótica y singular, y es en esa especie de trastienda donde uno puede ver quiénes son realmente, por qué sufren, cuál es el vínculo que tienen entre sí; es un lugar en el que, irremediablemente, se muestran vulnerables. Las historias que se relatan allí, no podrán ser de la misma forma desde la puerta hacia el interior de la fiesta”.
Finalmente, Mondino evaluó el excelente momento que vive el grupo, que durante 2010 festeja sus 20 años de trayectoria: “Es como un sueño conseguido con mucho trabajo y lo vivimos con mucha alegría. Pensamos en cuál sería el festejo correcto, dado que los veinte años se cumplieron en diciembre de 2009, y llegamos a la conclusión de que queríamos festejarlo durante este año mostrando nuestros últimos trabajos, además de la edición de un libro que reseña estas dos décadas, y que también escribió María Eugenia Meyer”.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Ensayo bizarro sobre un futuro horroroso


Con “Pajaritos”, ganadora de Coproducciones 2009, Theórematos propone
un espectáculo lleno de interrogantes que apuesta por la mixtura de géneros

Ficha
Dramaturgia y dirección: Cristian Cutró
Asistencia de dirección: Bruno Caldini
Actúan: Jonatan Cizmas, Nadia Grisetti,
Elena Llonch, Emiliano Pino, Julieta Hammerling,
Damián Ignacio Valdés, Natalia Esquenazi
Sala: Cultural de Abajo, domingos a las 20.30


Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente en su edición del 20 de septiembre)
“El fin de muchas guerra mundiales, el comienzo de un caos”, dirá uno de los personajes, quizás buscando abrir algunas coordenadas para localizar al espectador, más allá de que, tras las guerras de todos los tiempos, siempre la humanidad ha entrado en caos. Y el caos está en escena: se corporiza entre los pequeños intersticios de un texto cuya manufactura tiene mucho recorte, mucha mixtura, mucho desprejuicio e incorrección, dos condimentos esenciales para poder aportar algo atractivo al teatro contemporáneo.
Es así como el mundo de las guerras, como en las tragedias clásicas, se vuelve un anuncio en Pajaritos, sociedad melodramática, segundo espectáculo del grupo Theórematos que había debutado hace algún tiempo con De Edipo somos, una, al menos, singular versión de Edipo Rey, de Sófocles.
Dice, en parte, la sinopsis de la obra: “Corre la traición en el campo litoraleño. El general Tito Andrónico se ha instalado en una fosa en el medio de la enmarañada estepa, con su patriarcado, y un parabólico proyecto de poblar el mundo con idiotas. Arriba, todo está muerto y la solución parece ser un cazador de pajaritos. La espera se vuelve insistente. El cambio de una mujer por alimento despierta algunos aires de venganza difíciles de respirar”.
La convivencia de mundos que en principio parecerían inabarcables, hacen de la propuesta un desafío para aviesos conocedores de la obra de Shakespeare (y de todas las épicas, y de gran parte de la literatura universal). Es que el más malvado de los personajes imaginados por el Bardo, Tito Andrónico, fue disparador para la construcción dramática de una propuesta que busca la tragedia en el entorno inmediato (quizás de otro modo ya no tenga sentido). Del mismo modo, homenajea a Fedor Dostoievski (el cabo que está por llegar, Liev Nikolaievich Mishkin, lleva el mismo nombre que el protagonista de la inmanente El idiota, del autor ruso) y recrea escenas a lo Quentin Tarantino, en una original construcción dramático-escénica en la que por momentos cuesta meterse porque, además, se manifiesta con cierto humor merced a una convivencia de lenguajes particularísima en la que se despliegan formas de un teatro clásico con otras propias del cine “gore” (sangriento) y hasta del melodrama televisivo.
“Un mundo poblado por idiotas” (¿hombres convertidos en pajaritos?) será el sueño de este Tito Andrónico (quizás una parodia acerca de la animalización del ser humano que transita la tragedia), quien buscará concretarlo parapetado en una fosa que está acá, muy cerca, es el Litoral argentino (así lo mostrarán las proyecciones que acompañan a la puesta, del mismo modo que el ingenioso dispositivo escénico), haciendo gala de su maquiavélico origen propio del doctor Frankenstein: el cerebro de Lenin y las manos de Perón fueron parte de esa extraña construcción, aunque la feroz metáfora es uno de los tantos guiños que destellan a través de un texto profuso, por momentos manierista, y de una puesta en tres tiempos que se revela capitulada a través de los segmentos “La fosa”, “La farsa” y “La verdad”.
En el medio, el mundo prostibulario (el de antes y el de ahora) que hizo famosa a la ciudad, también adquiere protagonismo a través de una cantante pop que será la encargada de ponerle el cuerpo al proyecto para poder “engendrar idiotas”, planteando de este modo un ensayo bizarro sobre un futuro horroroso.
De este modo, la propuesta de Cutró es la de una ficción cruda, por momentos paródica e incómoda, que coquetea con la tragedia, pero que, al mismo tiempo, lo hace con el culebrón más radical.
Más allá de algunas dificultades de orden narrativo, donde la tarea de un dramaturgista hubiese contribuido a la reelaboración final del texto, Cutró se revela como el nuevo “enfant terrible” de la escena rosarina: arriesgado en lo formal, y con un buen plantel de actores dispuestos a entregarse a su mirada, deberá quizás, en un próximo intento, saber elegir con qué quedarse de todo el magma creativo que, al parecer, ofrecen sus proyectos y etapas de ensayos, porque Cutró, junto con el resto del equipo, son el mayor capital de un grupo que, con ganas de salirse de la media imperante, va camino a ocupar un lugar interesante dentro del panorama teatral rosarino.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Fábula moral contemporánea



























ESTRENO TEATRO. El autor, docente y director Rody Bertol habla de “Rezo por mí”, el nuevo trabajo del Centro Experimental Rosario Imagina, que elabora un ensayo sobre la problemática de la inseguridad, y que se conocerá mañana, a las 22, en La Manzana, de San Juan 1950

Por Miguel Passarini
De clásicos como Sófocles o Strindberg a otros clásicos más cercanos como Discépolo, González Castillo o Tito Cossa, la producción del Centro Experimental Rosario Imagina, que en 2011 cumplirá 20 años de trabajo y que en este tiempo lleva estrenados 17 espectáculos de poéticas y estéticas diversas, podría describirse como un viaje por terreno fértil, en el que, sin prejuicios y teniendo siempre presente el interés del público, su director, Rody Bertol, supo conducir con mesura y coherencia a un grupo de artistas que fue creciendo, al tiempo que formó un público que conoce y disfruta de sus propuestas, algo que se acentuó en los últimos años donde la “problemática del público” pasó a ser un tema de discusión y preocupación permanente en el equipo de trabajo que viene de mostrar en los últimos meses La familia argentina, obra inédita de Alberto Ure.
Desde esta noche, a las 22, en La Manzana (San Juan 1950), Rody Bertol sumará a su vasta trayectoria un nuevo desafío con el estreno de un texto propio. Se trata de Rezo por mí, “una obra que tiene un valor particular, porque me animo con un texto mío después de varios años, porque tiene grandes actuaciones de gente querida, y porque su historia gira alrededor de un robo callejero y un accidente de transito, cuestiones muy actuales, polémicas y preocupantes; y creo que el teatro puede decir otras cosas al respecto”, sostiene Bertol, quien tuvo a su cargo la dirección general y puesta en escena.
Definido por el grupo como “un thriller social que retrata con una mirada polémica la inseguridad imperante, dando vida a personajes endemoniadamente cercanos”, Rezo por mí, que cuenta con las actuaciones de Erika Arístides, Melisa Patriarca, Claudio Danterre, Juan Nemirovsky y Federico Tomé (también director de actores), se revela como “un relato en tono de fábula moral sobre la vida contemporánea, donde la fatalidad relaciona a un puñado de personas en torno a un accidente de tránsito, un robo y un abandono. También gasta palabras sobre la tragedia y no tan sólo como algo doloroso, sino como una manera de ajustar viejas cuentas y reconocer errores y fracasos”.
—¿Cómo definís esta nueva propuesta?
—Es un espectáculo al que definimos como un thriller social. Thriller, porque todos los personajes de la historia están sujetos al descubrimiento de un delito, y social, porque intenta mostrar otra faceta, esas otras caras que tiene por ejemplo un robo callejero, y es esa lectura que quizás no da la crónica policial.
—¿Y cuáles serían esas otras caras?
—Por ejemplo, las vidas que hay por detrás de lo que pasa, la realidad de los personajes, los vínculos, su entorno. De algún modo, en una sociedad, todos estamos enlazados, y con respecto al tema de los delitos, en nuestra historia se tornan difusas las líneas entre las víctimas y los victimarios.
—Volvés al a dramaturgia propia, ¿por qué?
—Tratamos de producir un texto propio, buscando seguir la tradición de grandes autores como Florencio Sánchez o González Castillo, entre otros dramaturgos argentinos, que proponían un teatro que discutía los problemas de su tiempo, quizás a través de una metáfora o de una historia sensible, pero siempre teniendo presente los grandes temas del tiempo que les tocaba vivir, y nosotros creemos que el tema de la inseguridad y de los accidentes de tránsito son una problemática muy grande tanto en ésta como en otras ciudades, y que investigando en el teatro argentino, este tipo de problemáticos están manifestadas: por ejemplo todo el sainete, es decir la dramaturgia de principios del siglo XX, reflejó las problemáticas surgidas de la inmigración, o lo que pasó después acá con el tema de las grandes bandas delictivas. También en aquél momento hubo una ciudadanía que salió a pedir el endurecimiento de las penas tal como pasa ahora.
—Quizás tenga que ver con la estigmatización que han sufrido y sufren ciertos sectores de la sociedad…
—Es algo de eso, y repasando la dramaturgia argentina, lo que aparece ahora como algo tan nuevo, en realidad no lo es: las calles siempre fueron peligrosas, más allá de esa idea que se reproduce y que todos tenemos en cierta forma en relación con un pasado idílico, eso que decimos los de nuestra generación que jugábamos en la vereda, o que los delincuentes de antes tenían códigos, y no es tan así. Lo que sí sucede ahora es que la proporción de lo que acontece es desmesurada y que era algo inimaginable algunas décadas atrás.
—¿Qué elementos aparecen a nivel narrativo?
—Tomamos como formato una narrativa de historias paralelas que se cruzan. La obra comienza cuando uno de los personajes atropella a otro en la calle y lo abandona; ese hecho va desencadenando distintos sucesos en la vida personal tanto de la victimaria como de la víctima, y al mismo tiempo se va viendo de qué manera, a pesar de que en apariencia no se trata de sucesos relacionados, en definitiva sí lo están. Tampoco pretendimos abordar un tratado sociológico sobre la inseguridad; por el contrario, es una historia muy emotiva y de algún modo, también es una historia de amor.
—¿Cómo se prepara el grupo para festejar en 2011 los veinte años?
—Lo vamos a festejar con la comunidad teatral, y para eso pensamos organizar una gran fiesta. Vamos a hacer una temporada de los tres últimos espectáculos: Los días de Julián Bisbal, La familia argentina y Rezo por mí, y tenemos pensado editar un DVD que recopile los 17 trabajos estrenados desde 1991 hasta la actualidad.
—El público acompañó y sostuvo las últimas temporadas de los espectáculos de Rosario Imagina ¿Trabajan especialmente para eso?
—Es un trabajo que, como equipo, venimos desarrollando desde hace varios años. Hoy tenemos entre nuestras preocupaciones al público porque completa la propuesta, y lo tenemos presente del momento mismo que comenzamos a imaginar el espectáculo; es una estrategia que nos ha servido para acerar gente al teatro, y sin rescindir calidad, pensamos y discutimos acerca de qué temáticas pueden interesarle hoy al público rosarino, más allá de que uno nunca sabe cuándo una obra podrá gusta o no. De lo que sí estamos convencidos, es que debería ser una preocupación en el teatro de Rosario el hecho de poder incluir al espectador dentro del imaginario de la obra.





No tan nuevo como parece


Por Rody Bertol
En el actual pánico al delito en el que todos estamos insertos, se pueden rastrear continuidades discursivas de otras épocas fundantes del país. “Ya no se puede salir a la calle…, los nuevos delincuentes no tienen códigos…, la justicia es lenta y no castiga lo suficiente…., la policía es inútil y corrupta…, cuando yo era chico jugaba tranquilo en la vereda”. Pareciera que estas frases abroquelados y entramadas en el sentido común, se van filtrando en todos los vínculos sociales y van limándose hasta llegar a ser casi banales. Las encontramos en petitorios vecinales o en ONGs, y en testimonios desesperados ante los movileros de los canales de noticias. “Nunca estuvimos peor”, dice cada manifestación a su manera. Al mismo tiempo, las historias que las generan son únicas en sus detalles y nos despiertan emociones diversas entre sí. Y a la vez, pretenden, de algún modo, explicar la realidad.
Lila caimari desarrolla muy bien esta problemática en su texto Genealogía del temor porteño. Esta y otras contribuciones a la reflexión sobre la cuestión del delito del presente, dejan en claro que la cuestión delictiva actual tiene una larga tradición. Sin embargo, nos produce un efecto de extrañamiento notable, porque pensar que es algo recurrente nos desmorona uno de los componentes más arraigados y más emotivos del sentido común: el de “antes esto no pasaba”.
Por ejemplo: con respecto a esa tradición, se puede rastrear cómo a principios del siglo pasado, las grandes ciudades del país pasaron por otros picos de pánico al delito. En esa época, a lo largo de la gran ola inmigratoria, nació toda un elenco de figuras de la amenaza, como el extranjero peligroso (el tano, el gallego, el suizo), que ponía en riesgo la pureza de la cultura e identidad de la Nación; o el anarquista, que no solamente se negaba a nacionalizarse sino que venia con un proyecto militante de cambio social; o la prostituta (recordemos nuestro barrio Pichincha), que fue el desvelo de la moral burguesa y las buenas costumbres, además, una actividad asociada al vicio y el delito. Esas nostálgicas y pintorescas calles de principio de siglo pasado, también estaban atestadas de peligros, como del punguista, o del cuento del tío, entre otros.
Toda esta época en el teatro es retratada magistralmente por el sainete, y autores como González Castillo (Pocas ganas, Los dientes del perro) o Florencio Sánchez (En familia, Los muertos).
Luego, en las próximas décadas, la incipiente modernización y las crisis de los años de entreguerras producen una renovación de ese elenco. Aparecen personajes más espectaculares como la del pistolero, por ejemplo el Pibe Cabeza, que hacia golpes violentos con autos y armas automáticas. En esa época, en nuestra ciudad, estaba la banda de Chicho Grande que practicaba el secuestro extorsivo. Recordemos que esos “nuevos” delitos desencadenaron una gran demanda social por el endurecimiento de las penas, caso similar a lo que fue hace pocos años atrás el caso Blumberg.
Esos años son retratados en el teatro por autores geniales como Roberto Arlt (300 millones) o Discépolo (El organito, Mateo).
Una mirada a todos esos años nos dice que no todo lo que parece como nuevo, al fin de cuentas es tan nuevo como parece. Es decir: en parte, el fenómeno actual no es más que la versión aggiornada de un problema cíclico hecho de repeticiones. Pero esto también nos lleva a un interrogante y a una reflexión profunda: ¿qué es lo que separa a la cuestión criminal actual de la que se planteó décadas atrás?
Porque salta a la vista, con una simple mirada a los contextos de sentido, que por más que las expresiones permanezcan idénticas decir “ya no se puede salir a la calle” o “la policía es corrupta” significa cosas diferentes en 1900 y en 2010.
Tener en cuenta estas dimensiones temporales es abandonar la noción de un pasado idílico, porque en nuestro país la policía siempre fue cuestionada, y las calles siempre fueron pensadas como lugar de peligro. Al mismo tiempo, cierto sentido de la historia nos lleva a reflexionar sobre dos cosas distintas, proporción que no es equivalencia, entre aquél pasado y éste presente. Y nos invita a reconocer distintas caras del delito, ese producto perverso de una sociedad que en su carrera por el enriquecimiento va transformando todos los valores, siendo el emergente de un naufragio social inimaginable décadas atrás.


jueves, 16 de septiembre de 2010

El flamenco como disparador


ESTRENO DANZA-TEATRO. El bailarín y coreógrafo rosarino radicado en España, Gabriel Arango, habla de “Lo que deja el viento”, una propuesta que trabaja sobre temáticas como la memoria, la inmigración y la construcción de la identidad, que se presenta esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Lavardén, de Sarmiento y Mendoza



Por Miguel Passarini
La memoria, ese mar de imágenes y palabras que se despliega anárquico cada vez que acciona el pensamiento, fue el disparador para la concreción de Lo que deja el viento, un espectáculo de danza-teatro que se verá esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), que se vale, entre otras estéticas, del flamenco, y que cuenta con idea y dirección general del rosarino radicado en España, Gabriel Arango, quien también participa bailando junto a Carolina Catalán Carabia (España) y Gustavo Friedenberg (Argentina), con la asistencia de Joan Tous (España).
Según Arango, periodista, bailarín y coreógrafo formado en la Argentina y España, que entre 1997 y 2007 fue director y editor de la única revista de flamenco de toda América, Contratiempo, “Lo que deja el viento es una obra de danza-teatro y flamenco que propone, entre otras cosas, una reflexión acerca de la memoria la inmigración y la construcción de la identidad”.
Después de estrenarse en Madrid y presentarse en el Miami Beach Dance Festival, la propuesta, producida por la Compañía Contratiempo Tr3s, llega a la ciudad en el marco de una gira nacional.
“Este espectáculo es el resultado de un largo proceso, sería como la tercera parte del recorrido, dado que comenzó en 2003 en Buenos Aires donde viví unos años luego de partir de Rosario hace ya quince años, y antes de radicarme en España. En el medio, viví y trabajé un año en Estados Unidos. Lo que deja el viento tiene que ver con mi vuelta a España 70 años después de que mis abuelos llegaron a la Argentina como inmigrantes, y con las cosas que le pasan a uno cuando llega a un lugar, donde desembarca con sus costumbres, con su música, con su mate, y se encuentra con otras personas que tienen sus rituales diarios y sus formas de vivir. También se juega cómo conviven en uno eso que se trae con lo nuevo, y cómo todo eso pasa a formar parte de uno para siempre”, relató Arango a El Ciudadano.
Respecto de la estética en la que abreva el espectáculo, que el 25 de septiembre se presentará en el Festival Iberoamenricano de danza Cocoa 2010 (sala Mediterránea
Ciudad Autónoma de Buenos Aires), el bailarín y coreógrafo expresó: “Se inscribe dentro de la estética de lo que hoy se llama danza-teatro, y es un poco la sumatoria de experiencias adquiridas en los lugares en los que fui viviendo, que también incluyen unos meses de trabajo en Sudáfrica, del mismo modo que aquellas cosas de la infancia o la adolescencia que son imborrables. En el escenario hay doce maletas, es una metáfora de eso que uno lleva cuando viaja a otro país que es sólo una valija. Pero en realidad, lo único que uno se lleva es eso que siempre está con uno: su esencia, la memoria, los recuerdos”.
El director también detalló: “El lenguaje que predomina es el flamenco, pero no es un espectáculo con un guitarrista, un cantaor y un bailarín que sería lo más tradicional, es decir un tablao. Por el contrario, es un espectáculo que explora otras formas, que va dirigido a todos los públicos y que, al mismo tiempo, intenta contar algo más allá del propio baile. Tomamos el lenguaje del flamenco y lo ponemos a disposición de una historia, pero también aparece el tango y la nostalgia propia de esa danza y de esa música que va asociada con alguien que ha partido de la Argentina hacia otros lugares”.
Finamente, Arango habló de su vocación por una danza como el flamenco, en la que reconoce su simpleza pero también sus complejidades: “En el flamenco hay aspectos que tienen que ver con la memoria y con el arraigo y por eso lo tomamos como disparador. Se dice que los gitanos zapateaban para reafirmar que el suelo que pisaban era el suyo. Hace más de 200 años, cuando comenzaron a aparecer los primeros atisbos de flamenco en el sur de Andalucía, se decía que la gente que cantaba y bailaba en las fiestas, zapateaba para dejar en claro que eran de ése lugar, dado que se trataba de gente que había emigrado desde muchos otros lugares y que quería dejar en claro que de allí no los iban a mover”.

10ª EDICIÓN DEL FESTIVAL DE ARTES ESCÉNICAS EL CRUCE


Una fiesta en la peatonal como puntapié inicial


Por Miguel Passarini

Un clásico de la ciudad, el Festival de Artes Escénicas El Cruce, cumple 10 años y lo festeja con una edición especial que tendrá hoy, a partir de las 18, su lanzamiento oficial con una movida que se realizará en Peatonal Córdoba y que culminará con una performance de baile abierta para todo el público. El evento, organizado por la Asociación de Coreógrafos, Bailarines e Investigadores en el Movimiento y Expresión Corporal Independientes (Cobai), que entre el 18 y
el 25 de este mes desarrollará sus talleres y cuya programación tendrá lugar entre el jueves 23 y el domingo 26, pondrá en marcha hoy, tal como lo hizo el año pasado, un “flash mob” (propuesta
de danza en un ámbito abierto al público) con la participación de artistas de diferentes estéticas, y un sorpresivo cierre a cargo de la bailarina y coreógrafa local Cristina Prates, creadora del grupo de danza-teatro Seisenpunto que este año cumplió 30 de trayectoria.
La movida de lanzamiento que se realizará esta tarde, arrancará desde dos puntos: en primer lugar, desde Sarmiento y Córdoba, un grupo de zanquistas y artistas urbanos comenzará su recorrido para encontrarse con otro grupo de artistas, estas vez bailarines, que arrancará su performance desde Paraguay y Córdoba (Plaza Pringles), para abordar un punto en común en la intersección de la peatonal y Entre Ríos.
Se tratará de una intervención urbana a gran escala que tendrá como objetivo, como ya sucedió en ediciones anteriores, dar difusión a El Cruce 2010, una propuesta que Cobai organiza en forma conjunta con el grupo Simplemente Dar. “Hacemos esta movida para invitar a todos los rosarinos a que se integren a este festival que tiene la particularidad de marcar un momento de inflexión en la historia de El Cruce, es un momento de balance y también de seguir apostando a un espacio que nos ha enriquecido mucho a todos los artistas rosarinos a lo largo de estos años, y que queremos preservar”, contó a El Ciudadano Verónica Rodríguez, quien junto con Violeta Rueda y todo el equipo de Cobai tienen a su cargo la organización del evento.
Por su parte, el jueves 23, El Cruce 2010 tendrá su acto de apertura en la explanada del CEC (Sargento Cabral y el río) con otra intervención a escala urbana de la que participarán artistas de diversos ámbitos, hecho que tendrá lugar momentos antes del inicio de la programación con el estreno de un video que recorrerá las 10 ediciones de El Cruce.
El evento es un festival local con perspectiva nacional e internacional, que nació con la necesidad de propiciar y afianzar en Rosario un espacio de encuentro para la producción de grupos y compañías independientes de danza y artes del movimiento desde una mirada contemporánea, que tengan como eje de trabajo el cruce de lenguajes.
De este modo, del 18 al 26 de septiembre, se sucederán espectáculos, seminarios, encuentros de improvisación, música, muestras, charlas y proyecciones de video danza, buscando la confluencia
en Rosario de propuestas innovadoras de la escena actual y tendencias que reflejen al público local el panorama escénico contemporáneo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Dos hermanas y un pasado de esplendor, en perspectiva



ESTRENO TEATRO. Romina Mazzadi Arro, directora de Hijos de Roche, habla de “Baby Jane”, el nuevo trabajo del grupo que fue distinguido en el marco del concurso Proyectos Para Subsidios de Teatro del Fondo Municipal de Cultura y que se presenta todos los sábados de septiembre, octubre y noviembre, a las 22, en Espacio Bravo


Por Miguel Passarini (publicado por El Ciudadano & la gente en su edición del 14 de septiembre de 2010 )
La historia de Hijos de Roche, grupo teatral que lleva adelante la autora, directora y docente Romina Mazzadi Arro, está teñida de la dramaturgia propia, la investigación, cierto interés por el absurdo y una poética que, antes y ahora, corre su producción del resto de las propuestas del teatro independiente local por su originalidad, riesgo y temática, entre otros factores.
Esta vez, la inspiración de Hijos de Roche, grupo que el año pasado festejó su primera década de existencia con un puñado más que interesante de trabajos en el haber (debutó en 1999 con el imborrable Como si no pasara nada), llegó desde una película mítica: ¿Qué fue de Baby Jane?, un clásico del mejor cine de Hollywood, rodado en blanco y negro, en 1962, por Robert Aldrich, y protagonizado por dos actrices que se sacaron chispas tanto dentro como fuera del set: Bette Davis y Joan Crawford.
De todos modos, el film fue sólo eso, una inspiración que sirvió a las actrices Paula García Jurado (Blanche) y Elisabet Cunsolo (Jane) para reconstruir el conflicto en el que dos hermanas que conocieron la gloria del mundo del espectáculo en el pasado, conviven en el ostracismo, entre recuerdos y dolores varios (tanto físicos como psíquicos), y con el fantasma de una tragedia de ribetes confusos, en la que una tuvo cierta responsabilidad para que “la fatalidad” hiciera que la otra quedara postrada para siempre.
Entre las particularidades que tiene Baby Jane, está que el espectáculo, que se presenta todos los sábados a las 22 (hasta noviembre inclusive) en Espacio Bravo (Pasco 1714), se ofrece con localidades muy limitadas, dado que por función sólo pueden verlo quince espectadores, y a las entradas se accede con reservas (llamando a los números 155-876600 o 156-900944, también vía e-mal a mazzadi@yahoo.es). La puesta en escena de Baby Jane estuvo a cargo de la misma directora, al tiempo que el vestuario es una creación de Andrea Iuculano y la realización escenográfica pertenece a de Franco Pisano.
“Este proyecto surge por mi fanatismo por una película que es un clásico, ¿Qué fue de Baby Jane?, que la vi cuando era muy chiquita y siempre la tuve muy presente. A la hora de pensar en este trabajo, primero estuvo la película, pero lo que en realidad me interesó, con el tiempo, fue la enorme rivalidad que había entre esas dos actrices que inmortalizaron Bette Davis y Joan Crawford, y a partir de ese conflicto fue que empezamos a improvisar; por eso es uno de los trabajos de Hijos de Roche que más tiempo nos llevó, fue un proceso muy largo”, relató a El Ciudadano Romina Mazzadi Arro acerca de la puesta conocida el sábado, que la semana pasada fue distinguida junto con otros trabajos de producción local en el marco del concurso Proyectos Para Subsidios de Teatro del Fondo Municipal de Cultura.
“Lo que prevalece ahora en esta puesta es la historia de estas dos mujeres en rivalidad: dos estrellas en decadencia que terminan encerradas en su casa dependiendo una de la otra. Es, de algún modo, y si pienso en la producción de Hijos de Roche, otro dúo que se pelea, como pasaba por ejemplo con Hasta la exageración”, relató la directora quien recordó el miedo que de niña le generaba el film: “Era muy chica, y supe ver la película por televisión. Recuerdo que me daba pavura; después, con el tiempo, me fui interiorizando de lo que pasaba entre estas mujeres, dos grandes actrices que interpretan en la ficción a dos actrices, en ese punto es imposible que lo personal de cada una no se filtre. Ahí había algo que volvía a ese conflicto muy interesante para desarrollarlo en una propuesta teatral, quizás por esto, con el paso del tiempo, con las actrices fuimos armando una estructura que si bien mantiene cosas del conflicto original, fue tomando vuelo propio. Partimos de escenas, cada una con su nombre, sobre las que las actrices improvisaban, nunca hubo un texto previo como pasó con otros trabajos”.
Respecto del proceso de ensayos de más de un año, la directora recordó: “Esta obra es el típico ejemplo de esos proyectos en los que uno tiene todo servido pero igual la cosa se complica. Parto de la base que trabajo con dos actrices que son descomunales. Para mí, dos de las mejores que hay en la ciudad, y entonces en un momento pensé: «Qué fácil va a ser esto». No fue así, porque fue un trabajo en el que empezamos a obsesionarnos con los detalles en varios aspectos, incluso de puesta. Quizás por esto, terminé quedándome más con el conflicto de estas dos actrices (García Jurado y Cunsolo) que con el de aquellas que había visto en la película. Lo que se ve, y que quizás trae imágenes que recuerdan el film, tiene más que ver con que quería mezclar el teatro con el lenguaje cinematográfico, por eso trabajamos en un espacio real, una casa que además es mi estudio (Espacio Bravo), y no en un espacio-significado, que es por lo general el espacio en el que se trabaja en el teatro, del mismo modo que el blanco y negro que es algo que no quise modificar, por eso hicimos hincapié en lo estético para llegar a abordar en el teatro el blanco y negro hasta el punto en que se pueda y que, al mismo tiempo, no compita con el realismo. Pero eso no sólo fue trabajado desde lo cromático: también intentamos abordar una actuación más bien lavada y no tan esteriotipada como pasó con otros proyectos, para acercarla más al cine. Buscamos llegar a una estética que se viera un poco desteñida donde el estado fuera determinante, y por eso está muy bueno ver el espectáculo tan cerca de las actrices, dentro del espacio escénico”.
Mazzadi Arro habló también del buen momento que vive Hijos de Roche, grupo que se reveló en los últimos dos años como el de mayor producción a nivel local (en este momento, conviven tres de sus espectáculos en diversas salas): “Estamos muy felices como grupo de trabajo, porque cumplimos 10 años en 2009 y, paralelamente, yo puse a funcionar la Clínica de Producción de Espectáculos de la que salieron Nacidos vivos (estupenda versión de Seis personajes en busca de un autor, de Pirandello), y propuestas como Raspando la cruz, de Rafael Spregelburd, que ahora vuelve, del mismo modo que Martha Stutz, de Javier Daulte (los jueves, a las 22, en el CET). La idea de este espacio es trabajar autores y no textos propios, son textos ajenos que sirven para desarrollar el oficio, y son trabajos que surgen del taller, que tiene como particularidad el montaje final pero que, al mismo tiempo, el producto se estrena como espectáculo. Siento que en estos años abordamos propuestas muy distintas como Insoportable (el término de un largo día), un biodrama en el que trabajamos esperpentos, o ahora Baby Jane, donde partimos de algo más chico, más lineal. Hijos de Roche me da todo el tiempo la posibilidad de experimentar, porque además cuento con un grupo de actores maravillosos, con los que nos conocemos mucho, desde hace mucho tiempo, y entonces el trabajo se vuelve algo muy placentero y la creatividad fluye”.

viernes, 10 de septiembre de 2010

“Tengo afán de ser payasa”





ESTRENO TEATRO. Mañana, a las 21.30, en el Club Imperial, frente al Parque de España, la talentosa escritora, actriz y directora Mónica Cabrera presenta “El Club de las Bataclanas”, unipersonal de humor con el que llega a Rosario

Por Miguel Passarini (nota publicada en El Ciudadano & la gente, en su edición del sábado 11 de septiembre)
Dueña de un modo de comicidad que entrelaza sabiamente la más clara tradición del grotesco argentino con el humor político, a través de la creación de personajes que desde los extremos coquetean entre la inocencia, la desfachatez y la bajada de línea, la actriz porteña Mónica Cabrera es, en sí misma, un vergel de creatividad y talento: no sólo actúa, sino que además escribe y dirige sus espectáculos, del mismo modo que crea muchas de las canciones que los integran, porque además canta, y lo hace muy bien.
Aunque con una vastísima carrera ligada al teatro (se formó, entre otros, con la legendaria Alejandra Boero), Cabrera, que mañana (sàbado), a las 21.30, desembarcará en el Club Imperial (Misión del Marinero, Sarmiento y el río) con el imperdible El Club de las Bataclanas (por el momento, con una única función), alcanzó en los últimos años cierta popularidad por sus participaciones en los ciclos de Pol-ka Tratame bien (2009) y actualmente en la tira Malparida, donde compone a Mabel, una amarga y gris oficinista que cada vez que aparece ilumina la pantalla. Sin embargo, en su haber resplandecen también unipersonales como Arrabalera, mujeres que trabajan, Dolly Guzmán no está muerta, El sistema de la víctima o el mas reciente The victory to la Madrecita, donde comparte el escenario con Teresa Murias.
En medio de las grabaciones, Cabrera dialogó con El Ciudadano acerca de El Club de las Bataclanas, espectáculo donde recrea seis personajes al tiempo que canta tangos y boleros, que ha recibido las mejores críticas en Buenos Aires, y al que la actriz reconoce como su “caballito de batalla”
—¿Podríamos definir a “El Club de las Bataclanas” como un clásico dentro de tu repertorio?
—Algo de eso hay, porque es el primer unipersonal que escribí, hace ya algunos años, con la idea de estar sola sobre el escenario, que fue toda una decisión porque yo soy una actriz formada en el teatro clásico; entonces, estar sola en escena, me resultaba casi como una maestría. Es un espectáculo que siguió vivo porque siguió yendo el público, me lo siguieron pidiendo de festivales y en las provincias, y es un desafío llevarlo a Rosario, donde hacía tiempo que quería ir.
—Si tuvieras que definir el lugar donde transcurre, ¿cómo lo describirías?, ¿es una casa de citas, un cabaret?
—La verdad, no sé bien qué es: puede ser un club, la trastienda de un teatro, un boliche, quizás un dormitorio y también, porqué no, un camarín con un lugar para maquillarse, donde conviven estas seis mujeres que ya son señoras grandes y dudo que estén para aguantar una cita, al menos al nivel que vos me preguntás (risas). Son mujeres que aparecen porque tienen cosas para contar, y en realidad es una excusa para hablar del amor, de la muerte, de la amistad, de las cosas que nos inquietan a las personas, y poder hablarlas con humor. Aclaro: no es un espectáculo liviano, no cuento chistes, no bajé ningún chiste de Internet, sí hay desnudos, sí hay sexo, sí hay violencia, y sobre todo con el público: bajo del escenario, y por ejemplo le digo a alguien: “¿Qué mirás cara de idiota?”, porque yo propongo un teatro muy participativo, como el de los cómicos de antes, que bajaban y terminaban agrediendo a la gente, basureaban y decían cosas terribles y uno salía y tenía que decir “¡cómo me divertí!”. Hablando seriamente, es todo lo contrario, yo no me meto con la gente siempre y cuando la gente no se meta conmigo (risas).
—Tus espectáculos tienen un claro compromiso ideológico. ¿Cómo hacés para escribir humor y al mismo tiempo plantear una bajada de línea que en ningún caso incomoda o molesta sino todo lo contario?
—Yo podría macanear media hora y decir: “Sí, yo elaboro e investigo para escribir mis personajes…”, pero eso no pasa en absoluto. Tengo una escritura muy espontánea, y de escribir quizás doce hojas, termino dejando una hoja y media para cada personaje, porque limpio mucho todo lo que escribo, pero esa no es una construcción a priori, no es una propuesta, y muchas veces las cosas de humor las descubro cuando me enfrento con el espectador y me quedo callada porque todo el mundo se ríe y me digo: “¡Huy, mirá, esto era una broma!”. Bueno, así es como tengo armado el cerebro…
—Algo que al público parece que le gusta, porque tus propuestas son garantía de risa que, además, es la forma más noble de aportar algunas ideas…
—Es tan así que, al menos yo, puedo armar el humor con el aporte del espectador: quizás estoy diciendo algo muy serio, y la gente se ríe. Allí, seguramente, hay un disparador, una sorpresa, que después voy, con el paso del tiempo, comprendiendo, lo que aporta la mirada del otro, aunque no trabajo para la mirada del otro, yo trabajo desde mí, escribiendo con mucha frescura lo que se me ocurre y después lo voy acomodando en tiempo, en interés, y además, teniendo en claro que ahora el público tiene un tiempo de atención más corto que antes, que en el siglo pasado, por ejemplo, que es de donde yo soy (risas).
—¿Cómo describirías a estas “bataclanas”?
—Hay una abuela que hace sexo telefónico, trabaja en una hot line; Anelí, que es la que lleva más tiempo en el asunto, tiene más cancha, es como la que le encontró la vuelta y ve la vida desde un lugar sorprendente; después está la fundadora del club que dice que le robaron, que es la que habla del pasado y se revela como el personaje más melancólico y es muy interesante ver cómo la gente se ríe de las barbaridades que dice, porque se supone que deberían ser, al menos, cosas muy tristes. También hay una mujer que es muy posesiva, que habla y da consejos de cómo poseer al enamorado; después hay otra que habla sobre la amistad pero que, al mismo tiempo, es como una mujer gallina, y hay otra que da consejos sobre sexo pero es una adicta y su discurso está atravesado por su obsesión de volver a su adicción, y finalmente, una amante de (Leandro) Alem, una mujer de unos 200 años, que es bicentenaria, y habla de cuestiones ligadas con la política desde el lugar de una meretriz. Contado así es muy complicado, pero cuando la gente lo ve, dice: “¡Esto lo hago yo también!”.
—Intuyo que el humor es fundamental en tu vida, la vis cómica es algo intrínseco a tu persona, atraviesa tu discurso dentro y fuera de la escena...
—Es eso: se juntan dos o tres personas y yo tengo que hacer el payaso, no lo puedo remediar. Y el día que tengo sueño, que estoy cansada, me dicen: “Qué te pasa, ¿estás mal?”, y quizás sólo estoy calladita, oyendo lo que hablan los otros. Tengo afán de ser payasa, y como por ahí tengo un trasfondo medio trágico, estonces siento que con el humor me aliviano la jornada bromeando.
—¿Cómo definirías tu propuesta teatral?
—Creo que mi teatro es popular y, al mismo tiempo para 100 o 200 personas que se juntan a reírse de ciertas cosas. Pero, obviamente, el marco ideológico le pone un límite, yo tengo una postura tomada, y creo que más que político, mi teatro es ético y no está ni bien ni mal, no tengo una gran teoría sobre eso, pero sí tengo la intuición para saber claramente lo que está bien y lo que está mal. Me digo: “Por esto me juego y de acá me tengo que apartar”.
—Siendo una actriz con años de teatro, ¿sentís que irremediablemente es la televisión el medio que legitimiza a los actores?
—Sinceramente, no me doy cuenta. Teatralmente, a mí me va igual, no sé si me sumó público el hecho de estar en televisión, porque creo que la gente que ve televisión a la noche, y sobre todo una telenovela como Malparida, donde con Mabel estoy aportando mucha mala onda (risas), no sé si es la misma que va al teatro; no hay que perder de vista que es televisión de aire, es un programa que lo ve mucha gente y sí, te identifican, te reconocen, algo que quizás con el teatro no pasa, incluso no sé si saben que yo hago teatro. Sí dentro del mundo de la televisión, donde todo se ve más como un negocio que como un hecho artístico, quizás me conozcan más de esta manera. Y también puedo decir que en una televisión donde pareciera que sólo se apuesta a la belleza física, en Pol-ka, hay una intención de trabajar con gente que tenga algo más que ofrecer por fuera de la belleza. Porque como en el cine, y es algo que pasa a nivel mundial, se tienen muy en cuenta, como valores, la belleza y la juventud, y hay otros valores que por alguna razón no venden tanto. Es un tema que charlamos mucho con los colegas: si ponés la belleza frente al talento, pareciera que hay una gran masa de gente que elige la belleza. De todos modos, nada ha cambiado demasiado en mi vida con la televisión, mi panorama teatral sigue igual: no me llamaron ni del Carnegie Hall ni del estadio de Vélez, para que llene.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Historia en plano secuencia


TEATRO EN LA CALLE. Mañana, a partir de las 18, en la explanada del CEC, con entrada a la gorra, el grupo Pata de Musa, con dirección de Esteban Goicoechea y Miguel Bosco, ofrecerá una función de “Capot”, un trabajo con ciertas singularidades que fue premiado en Coproducciones Municipales 2009


Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente en su edición del 4 de septiembre)

Unos pocos años y cuatro espectáculos estrenados son la prueba más concreta del lugar que ocupa en la escena local el grupo Pata de Musa Teatro, un equipo que, entre otros, integran Miguel Bosco, Paola Chávez y Esteban Goicoechea, y que llegó para renovar la escena local con trabajos como Blut! una pareja de sangre, Mirta muerta y W! (noche Edipo).
Este año, Pata de Musa, en un intento más por abrir y diversificar su estética, dio a conocer con unas pocas funciones Capot, su última producción, espectáculo ganador de uno de los proyectos de Coproducciones Área Teatro de la Secretaría de Cultura municipal 2009, protagonizado Paola Chávez, Nicolás Marinsalta, Ariel Hamoui y Carlos Rossi, bajo la dirección de Miguel Bosco y Esteban Goicoechea, que mañana, a las 18 (repite el sábado 18 en el mismo horario y lugar), se presentará en la explanada del CEC (Sargento Cabral y el río) con entrada a la gorra.
Escribe Pata de Musa acerca de Capot: “Con un auto en la calle, dos personas que son tres, entran en algo que se parece a un plano abierto de cine. Una historia de amor en primer plano que no se detiene ahí, porque el plano es secuencia y ya no son tres personas sino cuatro o más, y el foco ahora se detiene en una tranza familiar. Un auto con vidrios polarizados, miradas que se cruzan, tensiones que estallan y un peluche, de la historia de amor, espera ser llevado. Fuera del auto ya son cinco y alguien explota en un grito que detiene el movimiento y congela la imagen. El tiempo se duerme, se hace largo, pero la calle nunca descansa y vuelve a rescatar la historia de amor que nunca tiene lugar. Todos desaparecen en el auto y el auto desaparece cuando la imagen funde a negro”.
“Este es el cuarto trabajo del grupo y surge después de Mirta muerta, donde comenzamos a trabajar con un registro de actuación muy ligado al realismo cinematográfico. En un momento nos propusimos llevar esa estética a la calle, donde, por lo general, las propuestas que se ven están más ligadas a lo circense, a las artes urbanas, con acrobacia o malabares, que a una ficción más convencional”, relató Esteban Goicoechea a El Ciudadano, quien agregó: “Armamos una propuesta que se asemeja mucho a lo que sería un set de filmación para cine montado en la calle, con actuaciones muy realistas, muy naturalistas”.
Respecto de la temática por la que transita el trabajo, donde la barrera convencional entre el espacio del público y el de los actores es de bordes difusos, el director expresó: “En escena hay un auto y una pareja que discute, esa es la primera imagen. Cuando creemos que sólo se trata de eso, de un amor medio roto que se muestra, la trama se complejiza, y aparece un negocio y una tranza familiar que une al cuñado y al padre de esta mujer, al tiempo que ella también maneja un negocio bastante turbio, medio «gitanesco», y esto pone en evidencia que esta pareja funciona más como un negocio que como una familia. Así, quedan expuestas la miserabilidad y los desencuentros entre todas estas personas que están juntas dentro de un auto pero que en realidad cada uno tiene un interés propio por algo en particular, que lo distancia del otro”.
Visto Capot frente al resto de la producción de Pata de Musa, la propuesta se revela como la más riesgosa, en términos de pensar en el desafío que implica el espectáculo, puesto a funcionar con la intención de producir ficción en un espacio no convencional. “Es una situación compleja porque en cada función hay espectadores que eligen ir a verlo y otros que se encuentran con el espectáculo: no existe la contención de un teatro o de una sala, donde premian el silencio, la oscuridad, la intimidad propia del teatro, sino que, por el contrario, los actores tienen que estar preparados para enfrentarse con una serie de imprevistos, y la idea es que los actores los aprovechen e incorporen esas situaciones a la ficción que se está desarrollando. La calle los obliga a estar más despiertos, más atentos a lo que pasa por fuera de ellos y del conflicto. Por ejemplo: en un preestreno que hicimos para Coproducciones, hubo gente que creyó que era verdad lo que estaba pasando, y tomó partido por alguno de los personajes y salió en su defensa. Ahora eso casi ya no sucede porque hay micrófonos inalámbricos que elegimos ponerlos para poder conservar un mismo registro de actuación, dado que, con la proyección exagerada de la voz, se rompía un poco con esa idea del efecto naturalista del cine. La sensación es que ahora es un espectáculo más teatral que al comienzo, donde se lo veía un poco más performático”.
El director, que se mostró muy satisfecho con el breve pero intenso recorrido del grupo que ha estrenado a razón de un espectáculo por año al mismo tiempo que con varios de ellos han participado en diversos festivales (el año pasado, Blut! una pareja de sangre, integró la grilla del Festival Internacional de Buenos Aires-Fiba), adelantó también que poco antes de la función de esta tarde, alrededor de las 17.45, se presentará en el mismo ámbito el músico Pavlo Read, quien ha compuesto música para espectáculos de Pata de Musa, como otros creadores rosarinos. “Va a estar presentando parte de su disco Canciones para armar, y en la próxima función se va a presentar Juani. La idea es, por un lado, trabajar con artistas de la ciudad a la hora de pensar en la música para nuestros espectáculos, al mismo tiempo que estamos compartiendo un público”.

jueves, 2 de septiembre de 2010

La gran fiesta de los quince


El actor, director, dramaturgo y docente Gustavo Di Pinto habla del momento bisagra del grupo Esse Est Percipi, que tiene en su haber una veintena de trabajos, y que esta noche pone en marcha “Punto y aparte”, un ciclo que se extenderá hasta noviembre, con cinco reposiciones y un estreno

Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición del 3 de septiembre de 2010 )

Increíblemente, quince años pasaron desde que un grupo de creadores locales irrumpieron en la escena rosarina con la intención de llevar adelante una propuesta artística que, por estos años, transitó, tal como ellos mismos lo definen, por tres ámbitos: la dramaturgia propia, el espacio de construcción de sentido y la búsqueda de nuevos lenguajes escénicos, a lo que habría que agregar la firme decisión de sostener un espacio propio, la sala La Morada, fundada en Buenos Aires 990, hoy funcionando en los altos de San Martín 771.

Prueba del frondoso recorrido de Esse Est Percipi (“ser es ser percibido”), de ellos se trata, son los más de veinte trabajos, de estéticas, lenguajes y registros actorales diversos, que llevan estrenados desde 1995 a la fecha.

El grupo, con más de treinta artistas involucrados, dará esta noche a las 22 en La Morada, el puntapié inicial del ciclo Punto y aparte, con una función de Oliendo A, un trabajo de investigación del propio director acerca de la identidad. El evento, que se extenderá por los próximos meses y ten-rá como intención el festejo de los quince años del grupo, contará con la reposición de cinco espectáculos en los próximos viernes de setiembre y octubre, y el estreno, para los viernes de noviembre, de Mi cumpleaños sin mí, nueva producción de Percipi.

“Estamos muy contentos y seguimos trabajando, ensayando las obras que vamos a reponer, ultimando detalles, poniendo luces; como pasa siempre con el teatro independiente: puro trabajo, haciendo todo”, relató el actor, dramaturgo, director y docente Gustavo Di Pinto, uno de los fundadores del grupo.

Tras la reposición de esta noche de Oliendo A, el próximo viernes será el turno de Pop choclo, para continuar, el 17, con Caramba, y el 24, con la imperdible A la gran masa argentina. Por su parte, el ciclo continuará los viernes de octubre con De golpe dejé de buscar, espectáculo conocido a comienzos de este año, para finalmente estrenar, los viernes de noviembre, Mi cumpleaños sin mí.

Respecto del recorte realizado a partir de un a veintena de trabajos estrenados, Di Pinto relató: “En principio, lo que tomamos son las últimas producciones, algunos trabajos que aún están en cartel o se bajaron recientemente. Más allá de eso, también están las obras más representativas, esas que, a nuestro criterio, marcaron un quiebre en nuestro trabajo como sucedió en 2001 con A la gran masa argentina (singular visión sobre el peronismo), que en su momento tuvo mucha repercusión por tratarse de un teatro político en medio de la crisis que se vivía por aquellos días, y que hemos repuesto en varias oportunidades. En otro lugar, reaparece Pop choclo (un homenaje al cómic), obra que estrenamos en 2005, cuando cumplimos 10 años. De todos modos, hay trabajos como A la gran masa… sobre los que no hubo dudas: más allá de lo que la obra representó para el grupo en su momento, pasaron 10 años y, por ejemplo, seguimos con el mismo elenco”.

Respecto de la forma de trabajo, y de la vigencia de sus propuestas que, entre otras, incluye además títulos como Arroz con pena, Rosa Rosa y la pared, y las recordadas Vittorino Pacheco, Pablo y Eufóricos los ojos estremecida la nariz, Di Pinto expresó: “Creo que nos define el trabajo permanente y la idea de no cerrar en lo temático muchas cuestiones vinculadas a la puesta. Por el contrario, siempre estamos abriendo interrogantes que con el paso del tiempo podemos seguir respondiendo a la luz de, por ejemplo, las cuestiones políticas que van sucediendo en cada momento”. Y agregó: “Si pienso en un balance, porque un festejo como éste es un momento en el que uno se hace preguntas, siento que nos ha caracterizado más el hacer que el decir, y creo que muchas veces, cierto reconocimiento a la tarea de cada uno está más ligado al decir que al hacer. Nosotros, como grupo de trabajo, preferimos siempre hacer, crear, producir. En lo personal, me contento con estar del lado del hacer, y eso nos da mucha satisfacción, porque además tenemos un público que conoce nuestro trabajo y nos sigue. Por eso aclaramos, que más allá de que el ciclo se llama Punto y aparte, volvemos a decir lo mismo, seguiremos trabajando del mismo modo que lo venimos haciendo. De todos modos, cada trabajo que estrenamos, nos ha servido para repensar lo hecho y evaluar y programar lo que viene”.

Tras cartón, llegará la vuelta de la última propuesta del grupo conocida a la fecha: De pronto dejé de buscar, con dramaturgia y dirección de Di Pinto, y las actuaciones de Mara Campelo y Gastón Portillo. “De golpe es la forma en que nuestros personajes se relacionan, el golpe de los puños y el golpe de las palabras. Es la forma en que aprendieron a relacionarse. Ante la dificultad de tocarnos, chocamos para acercarnos al otro. El choque es un intento fallido, desesperado, de encuentro”, comentó el director, quien reconoció que los trabajos del grupo, cada uno a su manera, pintan un poco la idiosincrasia, la ideología y el pensamiento de cada uno de los integrantes.

Finalmente, Di Pinto habló de Mi cumpleaños sin mí, que verá la luz el viernes 5 de noviembre: “El estreno implica que se sume al grupo un nuevo director, que ha sido otra característica de Percipi a lo largo de estos años, la apertura a aquellos artistas que se quieran sumar a nuestra propuesta. Se trata de Gonzalo Ortiz (con quien Di Pinto escribió De pronto...), que además es el autor de la nueva obra, en la que actúan, entre otros, Mecha Núñez (actriz y directora que también se cuenta entre las fundadores del grupo junto con Enrique Gabenara y David Anica, entre otros) y sigue un poco la línea de Caramba, que habla de encuentros y desencuentros en las relaciones de pareja. Son tres personajes solitarios que se juntan para festejar el cumpleaños de alguien que no está”.