“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 20 de abril de 2013

Autora en busca de sus personajes



TEATRO EN GIRA. La cordobesa radicada en Buenos Aires Florencia Bergallo dirige a Javier Pedersoli, Lola Lagos y Victoria Roland en “Durmientes”, que se presenta este domingo, a partir de las 21.30, en Espacio Madma, de Balcarce al 800


Lola Lagos, Victoria Roland y Javier Pedersoli, los actores de “Durmientes”.

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 19 de abril de 2013)
Con la intención de producir un texto que revitalice el sentido de la presencia de personajes en una obra de teatro, sobre todo en el contexto de una producción teatral independiente que se vio avasallada por la problemática y el modo de contarlas pero que, en algunos casos, despersonalizó sus conflictos, la actriz, dramaturga y directora cordobesa radicada en Buenos Aires Florencia Bergallo estrenó Durmientes, obra que muestra cómo un hombre a punto de ser desalojado se convierte en ocupa en su propia casa, al tiempo que dos mujeres son invitadas para fundar, junto a él, una nueva forma de vida “en comunidad”.
Durmientes, que cuenta con las actuaciones de Javier Pedersoli, Lola Lagos y Victoria Roland, se presentará el domingo, a las 21.30, en Espacio Madma (Balcarce 837), en una única función.
“Llegamos a Rosario en el marco de una gira interprovincial que terminará, por el momento, en Jujuy, y que concretamos a través del Instituto Nacional del Teatro (INT)”, adelantó la actriz y directora Florencia Bergallo, de vasta trayectoria en su Córdoba natal y fundadora del recordado grupo Cero Punto Ellas, quien agregó: “Es una obra que se concretó en base a improvisaciones que partieron de la idea de contar una historia que tuviese que ver, entre otras cosas, con el concepto de trabajar sobre personajes; en este sentido, la obra tiene presente al público, porque hay mucha  intención puesta en la espesura de esos personajes que acercan la problemática al espectador”.
Respecto de esta variable, Bergallo detalló: “La idea del trabajo con los personajes aparece porque, en parte, el teatro independiente que estábamos viendo, marcado sobre todo por la problemática de la disfuncionalidad familiar, estaba tapando o atomizando la autonomía y la complejidad de los personajes. De algún modo, algo de esta obra intenta reivindicar o recuperar y hasta quizás salvar a los personajes de las obras que estaban un poco olvidados en el contexto o las situaciones que se narraban. A partir de allí, planteamos una discusión con esa problemática”.
Con relación al orden temático planteado por la obra, la dramaturga y directora reflexionó: “Durmientes muestra a un grupo de jóvenes; el personaje principal se llama Mariano y es el heredero de un pasado aristocrático completamente venido a menos porque está habitando su casa pero como si fuera un «ocupa», porque ya no es suya, y es el momento en el que va a ser desalojado”. Y agregó: “Lo que intenta Mariano es sostener hasta último momento sus ideas, sus convicciones, y para eso se remite constantemente al pasado de gloria, y por esto mismo trata de adoctrinar a dos mujeres. Una con la que vive, Andrea, que podría entenderse como su pareja aunque ella está con otros hombres, hasta que una noche, invita a su casa a dormir a Jésica, una peluquera, una chica más normal o más común que ellos, con un hijo, que nada tiene que ver con cierta intelectualidad que destaca a los otros personajes. Esta mujer, que les plantea cosas muy comunes o cotidianas a ambos, es quien finalmente los pone en jaque”.
Según adelanta la misma directora, Durmientes surgió del interés compartido con sus actores de crear tres personajes muy diferentes entre sí que poseyeran un “cuerpo social, un cuerpo afectivo” y un discurso ideológico con todas sus contradicciones. “Ellos exponen sus ideas, muy diferentes y contradictorias, siempre están a la defensiva. Y si bien no es una obra de ideas, es interesante lo que se propone porque todo parte de las ideologías de los personajes y de la necesidad de convivencia que se les presenta; aquello que a primera vista parece imposible, con el tiempo, va mostrando esos pequeños lugares que muchas veces permiten que nos relacionemos con el otro aunque piense distinto”.
Finalmente, la actriz y directora que nació en la ciudad de Córdoba en 1978, donde vivió hasta 2007, y donde obtuvo el título de Licenciada en Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba, habló del cliché como motor de un diálogo hacia el afuera. “Durmientes es una obra que dialoga con los clichés, con esos lugares que desde los  discursos de algunas personajes escuchamos reivindicar, como por ejemplo este hombre que culpa a las mujeres por el capitalismo, por su devoción por al consumo, o estas mujeres que, cada una a su modo, asiente o disiente con los planteos de un hombre muy particular y al mismo tiempo conocido para todos. Volviendo al cliché, la obra también dialoga con la telenovela como género, por esto de que los personajes exponen lo que sientan o piensan superpuesto a una trama que, más allá del planteo, es muy simple”.

Sobrevivientes en la bañera



ESTRENO TEATRO. Ignacio Amione dirige a Silvia Ferrari, Mumo Oviedo, Elisabet Cunsolo y Fabio Fuentes en “Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack”, de Federico León, que se presenta los viernes, a las 22, en la sala La Manzana, de San Juan 1950


Una de las imágenes de la gráfica de “Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack”.

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 5 de abril de 2013)
A mediados de los años 90, el joven dramaturgo y director teatral porteño Federico León (hoy abocado al cine y a la escritura), revolucionaba el medio con el estreno de Cachetazo de campo, una obra que se corría del teatro del procedimiento que imperaba por entonces, para volver a un texto creado por sus actores, independientemente de lo singular de su propuesta dramática. Años después, sobre finales de la década, el mismo director estrenaba en el Teatro del Pueblo Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, donde una vez más volvía a sorprender con un trabajo corrido de registro, “desaliñado” de la media imperante, donde contaba los entretelones de una serie de vínculos partidos por ausencias, con una madre y su hijo conviviendo en un baño, donde se filtraba en cada momento el recuerdo de un padre ausente mientras “naufragaban” dentro de una bañera.
Desde esta noche a las 22 en La Manzana (San Juan 1950, donde seguirá en cartel los restantes viernes de abril y los de mayo), Rosario tendrá la posibilidad de conocer una nueva versión de Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack, con las actuaciones de Silvia Ferrari, Mumo Oviedo, Elisabet Cunsolo y Fabio Fuentes, bajo la dirección de Ignacio Amione, quien de este modo se prueba como director en las grandes ligas de la escena local. 
“El texto de esta obra ganó el primer premio de dramaturgia del primer concurso que el Instituto Nacional del Teatro (INT) organizó en 2000, aunque la obra se había conocido un poco antes. Y la verdad es que en 2010, leyendo textos para elegir una obra, me encontré con éste, y las imágenes que fueron apareciendo me quedaron grabadas en la retina de una manera singular; la obra me quedó dando vueltas en el inconsciente y desde aquel momento la quise hacer. Y fue así: en estos primeros pasos como director fue la obra elegida porque sentí que lo que contaba y cómo lo contaba tenía mucho que ver conmigo, con lo que yo pienso que debe ser el teatro, con un modo de generarlo”, adelantó Amione, quien reconoció como compleja “la instancia en la que uno se topa con un material frente al cual tiene la certeza de querer hacerlo”.
“Una bañera es lo único capaz de contener a una mujer que ha perdido a su amor. Jack es el padre ausente, que dejó tras de sí una familia compuesta por una madre absorbente y su hijo inmaduro. El universo de Jack, el buzo explorador, se encuentra presente en el agua que salpica toda la escena, se desparrama y suena, como lo hace también la música en vivo que invade este living submarino. La madre, su hijo, la novia y un músico comparten el mismo barco que se empeña en naufragar a pesar de los grandes esfuerzos de estos antihéroes de la vida”, describe la poética sinopsis de una obra en la que el humor se tiñe de tragedia y las ausencias resuenan en la memoria frente a los vacíos inenarrables que dejó la última dictadura militar.
“Lo que tiene como atractivo esta obra es la mezcla de universos que propone, más allá de que esta es nuestra versión, porque para mí no existe otra manera de hacer teatro que no sea versionando, incluso nosotros, como artistas, integramos un grupo que tiene una dinámica muy especial, que generó un clima muy divertido, y donde todo eso se filtró en la obra”, relató el director respecto del montaje.
Amione ensayó también una manera de narrar de qué habla la pieza a través de su forma de concepción teatral: “Es una obra contada a partir de planos múltiples, donde aparece fuertemente la música que fue otro de los aspectos que unió la impronta de este grupo. Aquí, la música está vinculada con el relato, no va como acompañamiento o como un ornamento. Y en uno de esos planos está una madre y su hijo, una madre muy particular, y una gran ausencia, la del padre que, paradójicamente, es la gran presencia en las vidas de estos personajes. Lo que se cuenta es la cotidianeidad de esa madre y su hijo. En ese devenir, aparece una pareja de músicos y poco a poco se van incorporando a la escena y a la historia hasta que se terminan quedando, generando una mezcla entre esos dos universos, todo rumbo a un desenlace”.
Por su parte, la actriz Elisabet Cunsolo dio algunas referencias acerca de su personaje: “Es uno de estos músicos que se incorporan dentro de la historia, y desde la primera lectura me generó intriga la cuestión del uso del agua en escena y el tratamiento del humor dentro de una historia que pareciera ir para otro lado; es un personaje que acciona a partir del vínculo que entabla con este hijo frente a una madre con la que él mantiene una relación muy edípica”.
A su tiempo, Oviedo, actor vinculado al humor, relató su cercanía con un texto del que había visto montadas dos escenas. “Conocía el texto, me resultaba un desafío, sobre todo por pensar en una obra donde si bien el humor aparece, no es una obra humorística. Quizás por esto, al comienzo, mi trabajo con Silvia (Ferrari, la madre) viraba para el clown, con la madre muy border y un hijo muy payaso. El proceso de ensayos, que duró un año, nos sirvió para modificar eso, pasó por etapas diferentes y creo que llegamos a un momento de
maduración interesante”.

Recorrido surrealista en búsqueda de libertad


ESTRENO TEATRO. El director local Carlos Romagnoli habla de “Protocolo ProTzess K”, su versión de “El proceso”, de Franz Kafka, libremente inspirada, además, en la película homónima de Orson Welles, que se presenta los sábados, a las 21.30, en la sala La Escalera, de 9 de Julio al 300

Uno de los momentos de “Protocolo ProTzess K”.

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 30 de marzo de 2013 )
“Un proceso judicial que va mal, dudosos mensajeros que no ayudan y K, en medio de una pesadilla, para defenderse de algo que no se sabe qué es y que poco a poco invadirá su vida”. Con el sugestivo avance, el grupo La Escalera, que lleva adelante en la sala homónima el actor y director Carlos Romagnoli, presenta su particular versión de El proceso, obra póstuma de Franz Kafka, donde el autor de La metamorfosis ensaya un recorrido surrealista acerca de un hombre, K, que un día es detenido y que nunca termina de entender por qué. 
Protocolo ProTzess K, tal el título de la obra que lleva como agregado “Una ensoñación de «El proceso», de Franz Kafka”, se conocerá esta noche, a las 21.30, en La Escalera (9 de Julio 324), donde permanecerá en cartel los próximos meses en el mismo día y horario.
“Si bien el texto original es muy complejo, en realidad, la inspiración para montar esta obra no viene directamente por el lado de la novela, sino que es una historia muy rara, dado que viene por el lado de una escena de la película homónima de Orson Welles (El proceso, de 1962)”, detalló el director acerca de este trabajo en el que actúan Timoteo Kwist, Augusto Zürcher, Germán Geminale, Marcela Espíndola Galante, Gisela Ferrari y Claudio Giannini, con la realización de objetos del mismo director, en el contexto de una puesta que desafió la tradicional disposición arquitectónica de la sala.
“Aquella película –continuó–, que protagonizó Anthony Perkins, la vi cuando tenía 13 años. En aquel momento no llegué a entender de qué se trataba el conflicto que atraviesa el personaje, pero sí me quedó muy grabada una escena en la que una mujer mayor arrastra un baúl que yo pensé que llevaba un muerto. La escena trascurre en una gran explanada en plena Europa de posguerra con sus grandes edificios. Muchos años después, viendo nuevamente la película con algo más de lógica encima, termino leyendo la novela de Kafka y volvió a generarme una gran intriga, mucha locura. Desde ese momento viene la necesidad de hacer algo en el teatro con todo eso”.
Respecto de la adaptación al escenario de semejante texto, el director detalló: “Siempre tuve en claro la complejidad que esto acarreaba. Es decir: pensar ese conflicto en un escenario donde todo, o casi todo, es material, frente al cine que tiene sus elipsis y sus flashbacks, y donde lo imaginado puede tener el mismo peso que aquello que es narrado. Sólo basta pensar que la novela (publicada en 1925, tras la muerte del autor), tempranamente, da algunos datos de lo que sería después el movimiento surrealista y anuncia la guerra”.
Con relación a la temática de la obra (también de la novela y del film), acerca de Josef K (un alter ego del autor), personaje que, tras ser arrestado sin razón aparente, se sumerge en una verdadera pesadilla en la que desconoce alcances y consecuencias, Romagnoli explicó: “Creo que la obra y lo que le pasa a este personaje resuena claramente en el presente, sobre todo si se tiene en cuenta la opresión y la angustia de estar, muchas veces, metido en historias que tienen que ver con la burocracia, y ni hablar de lo que pasó en la última dictadura militar, donde te llevaban detenido y eras culpable, pero nunca sabías bien por qué ni de qué”.
En otro momento de la charla, el director habló del proceso de adaptación del espacio escénico que debió sufrir la sala para el montaje de este espectáculo: “Como en la investigación aparecieron datos que desde lo
estético ligan la historia al constructivismo (movimiento artístico y arquitectónico de comienzos del siglo XX surgido en Rusia), en la puesta aparecen máquinas y elementos que se transforman y que modificaron radicalmente el espacio escénico. En realidad, lo que quise reflejar es que así ve el personaje a su entorno, que en definitiva es quien lo juzga. En primer lugar, porque está detenido y procesado, y luego porque más allá de lo que el piensa sobre sí mismo necesita que, finalmente, lo declaran inocente, cosa que el entorno o la sociedad, que en este caso estaría representada por el público, sólo puede ofrecerle una inocencia que es ficticia o aparente, pero nunca la real y concreta; claramente, el personaje se resiste a eso”.
En ciernes, el director planteó, como motor de su espectáculo, el recorrido de un personaje que sólo intenta recuperar su libertad. “Lo que la obra plantea es la diferencia entre lo que sería la libertad real y aquello que, como sociedad, entendemos como libertad. Son dos tipos de libertad que siempre se confunden, porque hay una libertad entendida como tal y otra que es la real, y como seres sociales muchas veces deberíamos replantearnos con qué libertad no estamos quedando”.

Un espacio que se modifica

Creada en 2009 a partir de la remodelación de una vieja casona de principios del siglo XX, la sala La Escalera de 9 de Julio 324 es un espacio que ha ido encontrando su forma con el paso del tiempo. “Siempre estamos mejorando la sala con la intención de que el público esté lo más cómodo posible, pero también los actores, que en realidad son los únicos elementos que componen el hecho teatral, porque si falto yo como director, la obra se hace igual. En cambio, si faltan actores o espectadores, la cosa no funciona”, expresó Romagnoli quien agregó: “Tiene que darse este entendimiento, esta convención de ambas partes, para que el hecho teatral se produzca. Y si, como en este caso, es necesario modificar cuestiones del espacio, se hace. Tanto es así que la obra transcurre en toda la sala, más allá de que el público tiene reservado su lugar, está resguardado. La idea es que la presencia de los espectadores funcione de otra manera; serían de algún modo, los testigos de todo este proceso”.