“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




martes, 31 de agosto de 2010

EL VIEJO VARIETE POR UNA ACTRIZ ESTUPENDA


Monica Cabrera, actriz de la exitosa telenovela "Malparida" y del unitario "Tratame bien", trae su unipersonal a Rosario
EL CLUB DE LAS BATACLANAS, el sábado 11 de septiembre, a las 21.30, en el Club Imperial.
Sarmiento y el río (Misión del Marinero).
Anticipadas en venta en Club Imperial y Music Shop (Sarmiento 789)


AMBITO FINANCIERO.
Escribe PATRICIA ESPINOSA.
EL VIEJO VARIETE POR UNA ACTRIZ ESTUPENDA.

Una de las canciones de María Elena Walsh describe el viejo varieté como un lugar para "el olvido y el placer" y un género capaz de despertar la ilusión del público con sólo "cartón pintado y un fondo musical".
El nuevo espectáculo de Mónica Cabrera se mete en ese pintoresco mundo del que surgieron grandes figuras de la revista porteña e inolvidables capocómicos de lengua incisiva. Sus bataclanas son mujeres apasionadas y enérgicas, que conocieron los brillos del escenario y también las miserias de la vida, con sus excesos y sus desventuras amorosas. Entre canción y canción van pasando revista a un divertido anecdotario pleno de situaciones insólitas y de sabias observaciones sobre la condición humana.

Variete porteño
La actriz interpreta a seis viejas artistas del variete porteño, otorgándole a cada una de ellas un registro propio que las distingue claramente del resto, ya sea por personalidad, historia de vida o por sus diversas obsesiones, como la adicción al cigarrillo.
Mónica Cabrera (también directora de la obra y sorprendente autora) se vale del humor y del perfil delirante de sus personajes para encarar temas o problemáticas muchas veces amargas y en general nada complacientes. El público estalla en carcajadas con los gestos gallináceos de Coral (una antigua corista que sólo utiliza palabras que empiecen con "co"), pero también festeja el demoledor discurso de Violeta, una fanática que se dedica a promover el amor posesivo.
Más allá de sus excesos y delirios, el personaje logra resumir en sí mismo aquellos universales de la relación amorosa que ya el propio Freud se encargó de incluir en sus estudios.
Amapola es la que recibe al público en medio de exasperantes reflexiones sobre la vejez, la decadencia moral y las rivalidades que surgen en el escenario. Su contrapartida es Alhelí, una simpática ex bataclana, hoy abuela, que se las ingenia para sacarle el jugo a una hot-line y seguir ocupándose de su familia.
Su versión porno-musical de un conocido tema infantil ofrece uno de los momentos más desopilantes de la obra. Hortensia, en cambio, es una parsimoniosa dama con un crimen en su haber, que dice haber amado al líder radical Leandro N. Alem, pese a ser considerado “aburrido”.
Gracias a su ductilidad y su capacidad expresiva como actriz y como cantante, Cabrera se sumerge en una constante metamorfosis apenas interrumpida por los cambios de vestuario.


viernes, 27 de agosto de 2010

El Club de las bataclanas en Rosario


Monica Cabrera, actriz de la exitosa telenovela "Malparida" y del unitario "Tratame bien", trae su unipersonal a Rosario

EL CLUB DE LAS BATACLANAS

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Sábado 11 de septiembre 21.30 h.

Club Imperial.

Sarmiento y el río (Mision del Marinero).

Anticipadas en venta en Club Imperial y Music Shop (Sarmiento 789)

Del francés, el lenguaje popular llama bataclán a un montón de cachivaches y trabajos inútiles. Y también puede definirse como una especie de bazar, donde se venden mercancías diversas. Hubo un teatro Bataclán en Paris, que ofrecía diversos números de distintos géneros y orígenes. Y en el ‘22, un cuerpo de baile con ese nombre visitó Buenos Aires.

Este espectáculo está inspirado en las actrices y cantantes que hicieron nuestro teatro, en sus miles de anécdotas de cómicos trashumantes y en nuestra pintoresca y siniestra historia nacional. No es reconstrucción histórica, sino una fantasía musical, basada en seis monólogos, con participación del público, humor picante y político, e improvisación.

La historia transcurre en una casa de citas. Cada una de las "Flores" que se presentan pretende devolverle al Club su esplendor perdido, destacando un punto de interés del mismo, mostrando sus propias cualidades artísticas y amatorias.

Los personajes recorren distintas historias narradas en un tono de humor grotesco.

Son momentos del amor, la decadencia, la ilusión, la pasión, la ambición y la amistad.

Mónica Cabrera se vale del humor y del perfil delirante de sus personajes para encarar temas o problemáticas muchas veces amargas y en general nada complacientes. El público estalla en carcajadas con los gestos gallináceos de Coral (una antigua corista que sólo utiliza palabras que empiecen con "co"), pero también festeja el demoledor discurso de Violeta, una fanática que se dedica a promover el amor posesivo. Más allá de sus excesos y delirios, el personaje logra resumir en sí mismo aquellos universales de la relación amorosa que ya el propio Freud se encargó de incluir en sus estudios. Amapola es la que recibe al público en medio de exasperantes reflexiones sobre la vejez, la decadencia moral y las rivalidades que surgen en el escenario. Su contrapartida es Alhelí, una simpática ex bataclana, hoy abuela, que se las ingenia para sacarle el jugo a una hot-line y seguir ocupándose de su familia. Su versión porno de un conocido tema infantil ofrece uno de los momentos más desopilantes de la obra. Hortensia, en cambio, es una parsimoniosa dama con un crimen en su haber, que dice haber amado al líder radical Leandro N. Alem, pese a ser considerado "aburrido".

Intérprete, libro y dirección: Mónica Cabrera

Asistencia de dirección: Ana Bonet / Dirección de arte: Laura Sánchez

Producción: La Mosca Blanca

DIJO LA CRÍTICA

LA NACIÓN. (CARLOS PACHECO). Mónica Cabrera vuelve a demostrar un fuerte histrionismo, ductilidad y un apasionamiento por momentos arrasador. El espectáculo que concibe resulta de interés; se ocupa de un grupo de mujeres que en el teatro argentino se ha tratado muy poco desde el humor y además porque ese humor es inteligente.

AMBITO FINANCIERO. (PATRICIA ESPINOSA) Gracias a su ductilidad y su capacidad expresiva como actriz y como cantante Cabrera se sumerge en una constante metamorfosis apenas interrumpida por los cambios de vestuario.

PAGINA 12. (MOIRA SOTO) Cabrera, en un auténtico tour de force, encarna sucesivamente a seis guerreras que no se entregan. Pero el momento de mayor regocijo y disparate tiene lugar cuando la bataclana Alhelí (además abuela devota de su nietita) excita a un cliente cantándole “La reina batata” en clave erótica.

REVISTA LUNA (ANA SEOANE) Mónica Cabrera hace reír con mucha inteligencia; tiene un carisma y una visión teatral semejantes a los de Enrique Pinti. Su humor no es frívolo, es un cuestionador de la sociedad en que vivimos.

TEATRO EN BUENOS AIRES. (ISABEL CROCCE) Pero lo mejor se llama Mónica Cabrera. ¿Cómo explicar al lector qué hace esta señora aparte de actuar bien? Imagínense alguien que podría ser un equivalente de Enrique Pinti en continente, voracidad dialectal y contenido.


Dos mujeres solas frente a una fantasía que se diluye





ESTRENO TEATRO. Mañana, a partir de las 21, en el Nacional Rosario, de Córdoba 1331



El reconocido actor uruguayo Carlos Perciavalle habla de “Jardín de otoño”, la clásica comedia dramática de la escritora Diana Raznovich, donde comparte escenario con Guillermo Gill y Julián La Bruna

Por Miguel Passarini (nota publicada en El Ciudadano & la gente, edición 28 de agosto de 2010 )
Dos mujeres solas, grandes, grises, miran diariamente embelezadas a su galán preferido de las telenovelas por la pantalla de televisión. Nada deja entrever (o quizás sí) el deseo oculto de estas dos señoras de tenerlo cara a cara, de poder concretar algo con él, de poder tocarlo, aunque quizás ese instante lo humanice y la magia se esfume como el sueño trunco de la felicidad que les ha sido esquiva a lo largo de sus vidas. Se trata, en parte, de los entretelones de Jardín de otoño, un clásico de Diana Raznovich que, con las actuaciones de Carlos Perciavalle (Rosalía), Guillermo Gill (Griselda) y Julián La Bruna (Marcelo), se presentará mañana, a las 21 (en una única función), en el Teatro Nacional Rosario (Córdoba 1331).
Estrenada en 1972, con una recordada versión montada en los primeros años 80 que llevaron adelante Tina Serrano, Ana María Casó y Mario Pasik, dirigidos por Hugo Urquijo, la obra, cuyos personajes femeninos por primera vez son representados por hombres, retrata a dos solteronas que comparten sus vidas entre la novela preferida de la televisión y sus fantasías. “Ambas tienen, como dice Doña Rosita, la Soltera (de la obra homónima de Lorca): «El más terrible de los sentimientos, que es el sentimiento de tener la esperanza muerta»”, sostienen sus protagonistas. Es por eso que un día, estas mujeres deciden secuestrar a Marcelo, su galán de teleteatro, y así buscar la felicidad aunque sea por un instante fugaz. El final de la pieza, inesperado, pone en vilo “lo irreal del mundo mediático”, acaso el factor que con mayor vehemencia trae al presente el texto de la también autora de Desconcierto y De la cintura para abajo.
En una charla que mantuvo con El Ciudadano, el actor uruguayo Carlos Perciavalle habló de la pieza de Raznovich, y de la televisión como ese paradigma que hoy, más que nunca, juega entre la verdad y la mentira.
—¿Por qué la elección de este texto tan emblemático de Diana Raznovich?
—Porque siento que es una obra magnífica, donde además de actuar, dirijo. Son personajes muy lindos, muy coloridos, y me animo a decir que en mi larga carrera de actor (debutó en Uruguay, a los 15 años), es mi mejor trabajo en un escenario. Y también están muy bien Gillermo Gill (el clásico imitador de Mirtha Legrand) y Julián La Bruna, que son dos grandes actores, surgidos del conservatorio. Julián, que más allá de ser conocido como el notero del programa de Viviana Canosa, hace un trabajo notable. Y respecto de mi trabajo, no se parece en nada a lo que hice hasta ahora, porque al mismo tiempo que es cómico, es un personaje patético, triste, emocionante y por momentos, gracioso.
—Si bien recreás a una mujer, dista bastante de otras que has hecho en otros momentos, a lo largo de tus unipersonales.
—Es que yo compongo a una mujer, y si bien hice muchas en mi carrera, siempre era yo vestido de mujer, siempre con una especie de guiño al público. Acá es otra cosa, acá hay una historia, un personaje, un conflicto. Hago una mujer desde adentro: mi voz de barítono la uso como mezzosoprano, y de ahí en más, todo. Cuando vino a ver la obra mi amiga China Zorrilla, a media hora de comenzado el espectáculo, preguntó al que estaba a su lado cuándo entraba yo. “¿Cómo va a ser ése?”, dijo, no lo podía creer, y ella es quien me conoce como nadie en el mundo; sin embargo, no vio ni el más mínimo gesto que le diera la pauta de que era yo.
—Respecto de la temática de la obra, ¿cómo la definirías?
—Es un momento en la vida de dos mujeres grandes, vírgenes totalmente, que nunca han tenido ni siquiera un romance o un beso, no saben ni siquiera lo que es ése primer beso de los doce o trece años con el que uno cree dar la vuelta al mundo; jamás han tenido nada con un hombre porque han sido criadas en forma muy severa, estricta, y han pasado los años y se encuentran en un momento singular de sus vidas. Incluso una, que es dueña de una casa, tuvo que alquilar una habitación para sobrevivir. Ambas mujeres se enamoran durante mucho tiempo de un galán que ven en televisión, hasta que un día se arman de valor, y con un revolver, lo raptan a la salida del canal donde el actor graba su telenovela, y se lo llevan a la casa. Una vez allí, no saben qué hacer con el, intentan todos los caminos pero ni siquiera se animan a tocarlo. Finalmente, después de tenerlo un tiempo y mientras en el transcurrir de la obra se dicen unos monólogos maravillosos, él intenta seducirlas, dominarlas, intenta con el humor e incluso físicamente, pero ellas terminan convenciéndose de que este hombre, en realidad no existe, para ellas es un mamarracho que se debe ir de la casa porque ya no lo quieren. En cambio, como está por comenzar la telenovela, ellas están nuevamente allí, frente al televisor, convencidas de que eso que ven sí es lo real.
—Sentís que en un punto, y respecto de la mediatización que vive el país, ¿la obra pone en duda dónde está la verdad, qué es lo que realmente vende la televisión?
—Puede ser, de todos modos, la obra hace foco más en el mundo de una televisión del pasado, de la época fuerte de los teleteatros, de aquellos de Rodolfo Bebán o Claudio García Satur, una época inolvidable de las telenovelas. De todos modos, y más allá de lo anecdótico, la pieza juega todo el tiempo con esto de la realidad y la fantasía que es la televisión, qué es verdad y qué no. En ese sentido, la obra es de una actualidad increíble.
—¿Cómo ves a la televisión actual que parece tener un sentido unívoco y donde se habla todo el tiempo de un mismo programa y de lo que ese programa genera?
—La veo así como me lo preguntás, donde se habla de un sólo programa que parece ser lo único que importa. En realidad, hay cosas maravillosas en televisión y es cierto eso de que si salís en televisión, en unos minutos te ven más personas que todas aquellas que puedan verte en una extensa temporada de teatro, e incluso en años. Pero partamos de la base que la televisión es lo opuesto del teatro, porque el teatro es como hacer el amor, el otro está allí, en cambio en la televisión actuás para una cámara, lo que grabás ni siquiera sale ese mismo día, y el único interés concreto que tiene es el rating y la publicidad que se venda.
—Quizás eso fue siempre así, pero, ¿compartís que ahora se cristalizó de una manera un poco peligrosa?
—Es que la televisión es un invento de Hitler que le pidió a (Joseph) Goebbels (ministro de propaganda nazi): “Inventame algo para meterme en las casas de la gente y convencerlos de que viven en el paraíso nacional socialista”. Y Goebbels le inventó lo de las Olimpíadas de Munich, de 1936, que fueron las primeras que se transmitieron por televisión. Y entonces, la televisión sigue siendo eso, con señores que se meten en tu casa y te dicen lo que tenés que hacer, qué está bien y qué está mal, cuál es el orden preestablecido; pero todo eso es en base a lo económico, es decir qué vende y qué no. Al principio, la televisión argentina tuvo cosas muy buenas, que tenían mucho más que ver con el arte. Recuerdo Alta comedia, del mismo modo que ciclos de humor como los de Pepe Biondi, y años después ciclos como los que hice yo o Antonio Gasalla.
—¿Por qué pensás que en esta televisión no hay espacio para el humor o bien se considera humorístico a un programa como el de Tinelli donde están en juego otras cosas?
—Creo que los que hacen la televisión, en el fondo saben que el humor es mucho más poderoso que cualquier otra cosa, y que el humor te permite decir muchas más verdades que si estás habando seriamente, más allá de que el humor es algo serio. Creo que hay un clima general que está viviendo el país y, obviamente, la televisión no es ajena para nada a este fenómeno, sino todo lo contrario.
—¿Lo que decís es lo que te lleva a elegir el teatro por encima de todo?
—Es que yo, como muchos de mis colegas, prefiero refugiarme en el teatro, y los pocos o muchos que me vengan a ver, vivan en carne propia lo que les estoy contando. El teatro es la verdad, es la ceremonia más antigua que existe, es como un orgasmo tántrico que desde los griegos en adelante es la única ceremonia que sigue teniendo vigencia e importancia: es en vivo, es en el momento y nunca es igual, más allá de que nosotros digamos el mismo texto y seamos las mismas personas.

domingo, 22 de agosto de 2010

La soledad como revelación




El actor Mike Amigorena, dirigido por Alejandra Ciurlanti, concreta una conmovedora e impactante versión del emblemático texto “La noche antes de los bosques”, del escritor francés Bernard-Merie Koltès

Ficha técnica
Autor: Bernard-Marie Koltès
Traducción: Silvana Stabielli
Dirección: Alejandra Ciurlanti
Actúa: Mike Amigorena
Escenografía: Alberto Negrín
Luces: Eli Sirlin
Diseño sonoro: Guillermo López
Música original: Iván Wyszogrod
Sala: El Círculo, viernes y sábado

(Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel, del lunes 23)

Por Miguel Passarini

A corazón abierto y desgarrado, dispuesto a un nivel de entrega inusual para cualquier actor, pero sobre todo para uno que ya se ha consagrado y que se perfila entre los más interesantes y talentosos de su generación, porque entiende realmente por dónde va la actuación, dado que demuestra saber de qué se trata.
Así, Mike Amigorena confirma con su trabajo en La noche antes de los bosques, que viernes y sábado se presentó en el teatro El Círculo en el marco de una gira nacional luego de varios meses de temporada porteña (se estrenó en enero de este año), que la actuación, como decía Artaud, es ese punto intermedio entre la vida y la muerte, ese instante previo a todo, un momento “sagrado”, sobre todo si se elige correr el altísimo riesgo de ponerle el cuerpo a un texto como La noche antes de los bosques (o La noche justo antes de los bosques, en el original), del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltès, un escrito sangrante, en primera persona, un tratado críptico y sinuoso sobre el sentido de la vida (“un monólogo de balance”, según el propio Amigorena), sobre la marginalidad, sobre el dolor y, en particular, sobre la pérdida, el abandono y la angustia, aunque sin puntos fijos, sin destino aparente, recortado y anárquico, lleno de preguntas dolorosas que, irremediablemente, quedan sin respuestas.
De todos modos, eso que la noche guarda celosamente, el actor lo pone en voz alta y frente al público, para que esas preguntas sigan dando vueltas en la cabeza de quienes las escuchan.
Un hombre perdido en la espesura de la noche, un “extranjero” en otras tierras, se va reencontrando con sus fantasmas, aunque en un primer momento crea ver a alguien con quien entabla un diálogo de respuestas silentes. Son momentos de su vida que lo marcaron, son esos instantes perniciosos que siempre están volviendo a la cabeza de cada uno para no hacer otra cosa más que daño.

Independientemente de la anécdota que lo llevó a iniciar semejante viaje, él está allí, omnipresente, pero nadie sabe su nombre, sólo que ha sido abandonado, en primer lugar por su madre, a la que buscará por los puentes de París, y después por el resto de la humanidad que como a tantos otros le suelta la mano.
Todo está dispuesto: la noche también está allí, “justo antes de los bosques”, porque el extraordinario dispositivo escénico la deja entrever, presentir, del mismo modo que a la lluvia o a la espesura de los árboles que terminarán “encerrándolo”.
La escenografía de Alberto Negrín no es para nada innovadora, pero sí da sentido a la puesta: un cortinado circular translucido engrandece las estupendas luces diseñadas por Eli Sirlin (como pocas, alguien que sabe acompañar la dramaturgia con sus propuestas), a lo que se suman una serie de proyecciones y el apabullante universo sonoro que encuentra en la música compuesta por Iván Wyszograd la mejor compañía para el desmesurado trabajo del actor, nunca más solo en escena, porque el personaje narrado por Koltès encarna a la soledad misma.
Estrenado en 1977 por el propio autor, La noche antes de los bosques se revela como un texto anticipatorio, de inmanente vigencia: encierra la tristeza y la zozobra propias de alguien que ha vivido en la post Segunda Guerra europea (nació en 1949), pero también el presagio de alguien que parecía saber (al menos en parte, así lo devela su escritura) que se iba a morir joven. Y así fue: en 1989, con 40 años, dejó de existir a causa del Sida. Pero quedó su obra, manifiesta, quebrada, también anticipatoria de un mundo habitado por seres humanos cada vez más despersonalizados por el avance de una tecnología que, detrás de su supuesto intento de acercar, aleja fatalmente, lo que vuelve a la obra universal y de una vigencia apabullante.
En ese contexto, con todos esos elementos en el cuerpo y en la cabeza, Mike Amigorena actúa, pero no sólo eso. Llega a un nivel de intensidad con el texto que le pasa por el cuerpo, lo atraviesa, se ve el dolor. Así, además de actuar, baila y canta maravillosamente, se enoja, duda, acciona contra el nihilismo de una escritura salvaje y voraz. También, saca a relucir el escepticismo de Koltès ante la imposibilidad de un mundo que cambie: el personaje está perdido pero a la vez “encerrado” (literal y simbólicamente), siente cómo el mundo mira de reojo su anarquismo ostensible, habla, habla y habla; dispara con las palabras y mira a los ojos: porque el dispositivo escénico permite que una veintena de espectadores estén allí, a centímetros de él, sentados en el mismo escenario, en lo que se revela como una experiencia compleja de describir pero, al mismo tiempo, sublime y maravillosa.
Más tarde, en medio del balance, hablará del sentido del trabajo y la responsabilidad, frente al placer del ocio tirado en el pasto; del significado de la palabra exclusión, del sentido de la felicidad y la pertenencia, del valor de lo material frente a eso más “intangible” que ofrece la vida. De todos esos pasajes, de esos momentos de dolor y fragilidad, Amigorena sale airoso, navega contra la corriente y consigue desenterrar la esencia del Koltès más visceral y verdadero.
Pero no conforme con Koltès y con la inteligente puesta que ha hecho de su obra la directora Alejandra Ciurlanti (Los padres terribles, Dios perro), Amigorena será, en 2011, Hamlet, de la mano de Juan Carlos Gené: qué mejor que su ambigüedad manifiesta, su voz profunda y grabe, y su inagotable galería de recursos, para prestarle el cuerpo al que quizás sea el más perturbado de los personajes shakespeareanos.

jueves, 19 de agosto de 2010

Un estallido de palabras



ESTRENO EN GIRA. Mañana y el sábado, a partir de las 21.30, en el teatro El Círculo, Mike Amigorena protagoniza “La noche antes de los bosques”, la obra del malogrado dramaturgo y escritor francés Bernard-Marie Koltès

Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 20 de agosto)
“Este fue un regalo para mi corazón”. Esas palabras, escritas hace poco más de una semana por Mike Amigorena por si ganaba el premio de la Asociación de Cronistas del Espectáculo (ACE) al mejor unipersonal, dejaban entrever a un actor complacido, en un momento de gran plenitud artística. Y lo ganó, por su elogiado trabajo en La noche antes de los bosques, de Bernard-Marie Koltès (En la soledad de los campos de algodón, Roberto Zucco) como también se lo llevaron Eli Sirlin por las luces e Iván Wyszograd por la música original, los tres rubros en los que estaba nominado el espectáculo que mañana y el sábado, a las 21.30, desembarcará en teatro El Círculo (Laprida y Mendoza), en el marco de una gira. Actor y músico de vasta trayectoria teatral, llegó a Buenos Aires desde Mendoza a los 19 años (tiene 38), para estudiar actuación. Fueron muchos los años que pasaron desde aquél momento hasta que la televisión, que pareciera ser el único medio autorizado para legitimizar artistas, le dio el “batacazo” que le faltaba. Los exitosos Pells, de 2008, fue la plataforma de lanzamiento, aunque su cara ya era conocida por su paso por La cajita social club o Tiempo final, entre otros ciclos. Sin embargo, Mike Amigorena es mucho más que un simple actor televisivo que puede desdoblarse y componer las “dos versiones” del atildado Pells.
Amigorena es, en ciernes, un actor formado en el teatro; es ése mismo que con galanura compuso al pequeño ricachón de clase alta en la maravillosa El niño argentino, de Mauricio Kartun, y también el mismo que en 2011 será Hamlet de la mano de Juan Carlos Gené, porque, claro está, se trata de un actor afecto a correr riesgos. Tanto es así, que aceptó el desafío de un Koltès (1948-1989), de la mano de la directora Alejandra Ciurlanti, un autor complejo que, En la noche antes de los bosques, propone un diálogo para un solo actor, a partir de una estructura dialéctica en la que el otro personaje permanece silente. Es decir: un texto lleno de preguntas, de una poesía avasallante sobre esos seres de la noche, atormentados, que tanto conoció el autor, porque sabía (o creía saber), qué es lo que la noche oculta entre las sombras. Horas antes de la entrega de los ACE, cuando se aprestaba a mostrar el espectáculo en su Mendoza natal, Amigorena mantuvo una charla con El Ciudadano en la que habló del impenetrable y por momentos sinuoso texto del malogrado autor francés, de su pasión por el teatro, y de la televisión como “un trabajo más”.
“Las verdad que estar con esta obra en mi ciudad, Mendoza, en el teatro Independencia, y los ACE, después de la excelente temporada en (el complejo teatral porteño) La Plaza, es de una gran satisfacción, es el summum”, relató el actor, anticipando los entretelones de una charla en la que mostró a la persona detrás del personaje, un actor reflexivo que está muy lejos de encandilarse con un éxito fugaz.



—Tras el reconocimiento masivo de “Los exitosos Pells”, ¿necesitabas correrte de la televisión y volver al teatro como ese lugar de protección que por lo general representa un escenario para los actores?
—En mi caso personal, y a lo largo de la carrera, sino busco desafíos me voy aburriendo de lo que mejor me sale; entonces es como que después de la televisión, está bueno resguardarse en el teatro y hacer este texto que es súper complejo y que además no conocía a Koltès, su autor. Tampoco es que me haya distanciado de la tevé, simplemente terminó un ciclo en relación con la televisión, como va a terminar un ciclo en el teatro, quizás para volver a la televisión o al cine. Siento que va a ser así toma mi carrera: de una textura a la otra, porque sino no hay desafío para mí, no me divierto, y si yo no me divierto, no se va a divertir ni el acomodador.
—Venías de hacer “El niño argentino”, entre otros trabajos, pero Koltès suele ser un salto al vacío ¿Tuviste esa sensación cuando leíste el texto la primera vez?
—Sí, nunca nada tan exigido como Koltès: acá estoy solo en el escenario, cuando antes, siempre estuve acompañado y con textos más terrenales. Este es un texto poético, súper crudo, que toca las vísceras de cada uno de nosotros, es un balance del alma: en su escritura están retratados los marginales, los lúmpenes, las drogas; es un autor siempre ligado a una especie de sufrimiento, mostrando su verdad, porque también es un texto muy reflexivo.
—¿Compartís la visión de que en el espectáculo se juega una especie de gran instalación que conforman la escenografía de Alberto Negrín, las luces de Eli Sirlin, el diseño sonoro de Guillermo López y la música de Iván Wyszogrod, además de la dirección de Alejandra Ciurlanti?
—Esto que decís confirma que estoy dentro de un hecho artístico, generado por un equipo de primera: yo soy el que pone el cuerpo, la cara, pero detrás hay un equipo de excelentes creadores que me acompañan, por eso siento que estoy resguardado por los mejores.
—Si tuvieras que describir algunas de las sensaciones que te pasan por el cuerpo con este personaje, ¿cuáles serían?
—Son todas, porque me pasan cosas todo el tiempo, soy yo reflejado, hay mucho de mí en él, es una obra reveladora tanto para mí, que la interpreto, como para el que la ve. Es más, siento que es una obra fundamental para la especie humana porque creo que Koltès la escribió para que sea una especie de Biblia y se pueda hacer siempre, por el resto de los días, porque es un texto absolutamente atemporal. Pensá que la escribió en 1977 y, hoy por hoy, es lo más figurativo que hay; me da orgullo y me siento un privilegiado por poder representar este texto no sólo en Buenos Aires sino ahora de gira por todo el país.
—¿Te imaginabas la carrera que tenés hoy, que implica el apoyo del público y también de la crítica, en tu Mendoza natal, cuando de adolescente decidiste estudiar actuación?
—No lo sé, pero es algo que agradezco, porque siento que es verdad: percibo el apoyo del público y de los críticos, pero no te puedo decir mucho más sobre el tema, porque lo único que hice hasta ahora fue trabajar para esto, trabajar para que se luciera lo que hago, trabajar desde el corazón para la gente y, evidentemente, eso es consecuente hacia la prensa en general y hacia la crítica en particular. En realidad, siempre me han tratado bien, pero por otro lado yo he sido siempre muy respetuoso de lo que hago y del público; siento que no podría hacer algo que moleste, más allá de que guste o no lo que esté haciendo, pero siempre teniendo en cuenta un sentido de la estética y con el corazón, y eso, por lo general, es como un pasaporte hacia algo que tiene que ser bueno.
—Este año, también te dedicaste al cine, un medio en el que, tengo entendió, te interesa incursionar.
—Sí, ahora estoy por rodar una comedia negra junto a Natalia Oreiro con quien ya hicimos Miss Tacuarembó, y el año próximo esperamos que se concrete el proyecto de la adaptación cinematográfica de El niño argentino que tiene pensada rodar Luis Puenzo (La historia oficial).
—Volvés pronto a la televisión con un personaje complejo, dentro del ciclo “Lo que el tiempo nos dejó” que se conocerá por Telefé ¿Esa también fue una elección?
—Sí, y vuelo al principio, al tema de los desafíos: “El beso de Judas”, que así se llamará el capítulo (también podría llamarse “La caza del ángel”, que retrata desde la ficción el nacimiento de las Madres de Plaza de Mayo, y contará con Cecilia Roth, Alejandra Flechner, Jorge Suárez, Lidia Catalano, Verónica Llinas y la actuación especial de Antonio Gasalla), fue lo más difícil que me tocó hacer hasta ahora, porque es un personaje de una gran crueldad, pero me gustó hacerlo, más allá de que puede resultar un personaje odiado porque es un buchón que se infiltra entre las Madres de Plaza de Mayo diciendo que está buscando a su hermano y después las termina delatando y las Madres terminan siendo chupadas por los militares. Es horroroso pensar que esto pasó, porque las Madres de Plaza de Mayo lo adoptan, en cierta forma, como si fuera un hijo. —Luego de Koltès, Shakespeare, porque en 2011 vas a hacer “Hamlet”, dirigido por Juan Carlos Gené ¿Cómo llegás a ese personaje soñado por muchos y logrado por muy pocos?
—¿Sabés una cosa? Yo creo que los personajes me buscan a mí y no al revés, y no es pedantería: todo lo que me pasa es una consecuencia del trabajo, son 20 años de teatro, me vine a Buenos Aires desde Mendoza a los 19, y recién hace cuatroaños que vivo de mi trabajo, con mucha dedicación. Pero hay un momento en todo ese proceso que la cabeza funciona de tal manera que no hay posibilidad de error. Hamlet será otro gran desafío de esos que te hablé al comienzo.
—¿Son importantes los premios para un artista que comienza a transitar un camino de éxito?, ¿son la confirmación de algo?
—Los premios son gestos de la industria y no podría ser tan pedante de decir que no me interesan, porque sí me interesan, pero lo más grande para mí es poder sentir el regocijo del público, esa gente que me espera a la salida del teatro para darme un abrazo y contarme aquello que la obra le provocó: hay gente que me dice que empezó a replantearse cosas de su vida después de ver este espectáculo, y eso no tiene comparación con nada, porque siento que para eso soy artista. O bien que la gente se pueda acostar con una sonrisa viéndome en la tele, esos son los verdaderos premios para mí. El disfrute y el punto de vista del público, es lo que te toca el corazón de verdad.
—¿Sentís que el medio artístico argentino estaba preparado para recibir a un personaje como vos, con tus particularidades? Hay gente que cree que, por ejemplo, sos excéntrico porque te ponés una falda o jugás con cierta ambigüedad.
—Creo que si el medio no estaba preparado, es un problema del medio, porque no solamente tendría que estar preparado para mí, sino que la vida es así, atípica. Unos creen estar preparados para tantas cosas y a veces la vida cambia de un momento a otro y no estabas preparado para nada. Hace unos días se casó en Buenos Aires la primera pareja gay y detrás vinieron y vendrán otros, y hace diez años atrás, a los gays los cagaban a tiros en la calle. Entonces, en buena hora si mi aparición en el medio sirve para cambiar algo, porque todo lo que hago, lo hago para bien, y si algo cambia, mucho mejor.

sábado, 7 de agosto de 2010

Un viaje a lo profundo de la primera memoria




FESTEJO. Hoy, a las 20, en el Teatro Municipal La Comedia de Mitre y Ricardone, el grupo teatral experimental La Percha ofrecerá la función número 50 de “Debana”, de Martín Gigena, espectáculo premiado en Coproducciones 2008


Por Miguel Passarini

“Somos un grupo de gente joven, tenemos muchas ganas de trabajar y de aprender, y llegamos hasta acá sosteniendo un espacio y nuestros espectáculos en base a mucho diálogo, compartiendo todo lo que realizamos con mucho esfuerzo y mucho respeto por el público, porque solemos dedicar más de un año de ensayo a cada una de nuestras propuestas”. Así abrió el diálogo con El Ciudadano el director y docente Martín Gigena, cabeza visible del colectivo teatral La Percha, que funciona en Catamarca 1155, y que hoy, a las 20, en La Comedia (Mitre y Ricardone), festejará con una función las cincuenta de su último espectáculo, Debana, una propuesta experimental de danza-teatro, de la que participan Lorena Arroyo, Mario Armas, Gisela Cadirola, Mauricio Marc, Sofía Maggi, Maite Pérez y Mario Gazzola, y que además fue una de las ganadoras de los proyectos de Coproducciones Municipales 2008.

La propuesta de Gigena cuenta diversas historias acerca de los desiertos, “pero no los de arena o agua –tal como lo revela el director–, sino de aquellos desiertos que expresan el vacío de las perdidas y las ausencias”. Los personajes, que transitan esa soledad, van en busca de instantes que han sido olvidados por ellos. En el camino, no sólo se encontrarán con los recuerdos propios, sino que revelarán ser parte “de un mundo de terribles evocaciones”.

“Somos un grupo que investiga sus poéticas, sus lenguajes, y uno de los resultados más concretos de esos procesos es Debana, un espectáculo que se ha ido modificando a partir de las funciones y del contacto con el público. Es un trabajo muy vivo porque el material surgió, en alguna medida, de los propios actores, y es de una fuerte impronta corporal. Estamos convencidos que cada una de estas cincuenta funciones fueron distintas, independientemente de que las temáticas están allí, y son la infancia, las ausencias, las pérdidas y el amor, todo estructurado en un tiempo musical de 50 minutos, donde el tiempo va determinando cada una de las situaciones”, detalló el creador de propuestas tales como Mientras Mañana y Pequeña historia de una familia fragmentada.

El director habló también de la estructura y de los rótulos que imponen a sus propuestas: “Yo no trabajo con coreografías, quizás por esto, la gente de la danza ve en Debana un espectáculo teatral y los de teatro, sostienen que lo que hago es danza. En realidad, no es tan importante, además está claro que esto no es Romeo y Julieta, y que lo que nos interesan, fundamentalmente, son los matices a la hora de plantear una poética”.

Un intercambio imprescindible


CICLO DE TEATRO. Desde esta noche y hasta el 29 de agosto, en distintos espacios de la ciudad

El Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia presenta “Santa Fe en escena”, que a lo largo del mes agrupará siete espectáculos producidos recientemente en la capital provincial

Por Miguel Passarini
Una importante delegación de teatristas santafesinos, en muchos casos de vasta trayectoria, desembarcará desde hoy y hasta el 29 de agosto en tres salas locales con una atractiva selección de espectáculos de producción reciente (desde 2008 a la fecha). De este modo, la atractiva muestra, auspiciada por el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia, cuyas funciones serán con entrada gratuita (ver aparte), agrupará siete espectáculos, con estéticas tanto para adultos como infantiles.
Santa Fe en escena, tal el nombre del ciclo, que tendrá funciones en La Manzana (San Juan 1950), La Morada (San Martín 771) y La Isla de los Inventos (Corrientes y Wheelwright), comenzará esta noche, a partir de las 22, en La Manzana, con una función de Edipo cumple años, la frívola tragedia de un hombre olvidable (Comedia Gótica de Universos Virtuales), del actor, director y docente Adrián Airala, al frente del grupo Safari al África, propuesta de la que el propio Airala es protagonista.
En la obra, Edipo Tálamo, de profesión “localizador de ausentes”, decide festejar su cumpleaños por primera vez en la vida, y ser feliz. Durante semanas planificó una fiesta perfecta. Dos horas antes de la gran reunión descubre que nada será como él esperaba y pone en marcha su plan B. Un gigantesco universo virtual se despliega ante él; los deseos, los sueños, los amores imposibles, los recuerdos, todo al alcance de un “clic”. Sin embargo, Edipo Tálamo ignora que en 2.021 equivocarse dos veces tiene un alto precio.
Respecto de la propuesta, que fusiona la presencia del actor en escena con proyecciones que accionan como diálogos con el protagonista, expresó Airala a la revista teatral Picadero que edita el Instituto Nacional del Teatro: “Jamás estuvo en mis planes versionar la tragedia de Sófocles (Edipo rey), por el contrario, experimenté sobre el vínculo padre-hijo alterando las acciones: el padre suicidándose asesina la posibilidad de felicidad del hijo quien habiendo sido testigo negará aquél hecho mediante el olvido (un modo de arrancarse los ojos)”.
Por su parte, mañana a las 22, en La Morada, se podrá disfrutar de la muy recomendable versión de Una tragedia argentina, del dramaturgo porteño Daniel Dalmaroni, a cargo de la comedia de la Universidad Nacional del Litoral (UNL, producción 2008), estrenada bajo la dirección del entrerriano Lito Senkman, con asistencia de Sergio Abbate, y las actuaciones de Raúl Kreig, Raúl Eusebi, Silvana Montemurri, Lucas Ranzani y Vanina Monasterolo.
Una tragedia argentina es, en ciernes, una comedia de ribetes negrísimos. Una familia argentina tipo (madre, padre, dos hijos) y el hermano del marido, conviven en una claustrofóbica vivienda, en particular en la cocina, donde se desarrolla la acción. Hacinados, el contacto físico es inevitable: se tocan, se rozan, se miran, aparece el deseo. Un anecdótico comentario del cuñado acerca de la anatomía de la dueña de casa no hará más que desatar una andanada de violencia, primero desde el padre hacia su hermano y después de éste hacia su mujer, para no parar hasta el final.
Los hijos también serán de la partida a la hora de traer a la singular cocina algunas “novedades”: el muchacho se confiesa gay y la chica pone a la luz un embarazo de seis meses, fruto de un romance que mantiene con el novio de su hermano.
Sin embargo, en tren de confesiones, la espiral bizarra, feroz e impredecible, continúa hasta abordar ribetes insospechados. En el medio, algunos cuchillos y tijeras provocarán en el otro el dolor suficiente como para que la sangre que tiñe toda la escena al mejor estilo del cine “gore”, busque sacar del cuerpo aquello que los ha llevado a semejante situación de promiscuidad, decadencia y angustia.
En un espacio escénico pequeño, una cocina de impronta realista en la que se disponen una mesa con sillas frente a una mesada con cocina y heladera, las impresiones de lo trágico irán tomando forma en esta inteligente y efectiva versión de Senkman sobre un texto que abreva con humor en los recursos de la tragedia clásica.

La visión de alguien que mira

“Con esta delegación siento que, de algún modo, «exportamos» a la ciudad de Rosario el mejor teatro de producción santafesina reciente, más allá de que en esta selección no hubo un jurado, sino que los espectáculos que se verán en Rosario se presentaron a través de los antecedentes de sus creadores, todos de trayectoria, y en particular, teniendo en cuenta las críticas y las referencias del público, ya que en algunos casos, como pasa por ejemplo con la versión de Una tragedia argentina, de Dalmaroni, que se ofrecerá mañana, hace casi dos años
que realiza funciones dentro y fuera de la ciudad, desde su estreno en el marco de una de las ediciones del Festival Argentino de Teatro que organiza en noviembre de cada año la Universidad Nacional del Litoral desde su área cultural. Del mismo modo, tendrán la posibilidad, aquellos que no los conozcan, de ver en escena a grandes actores locales como es el caso de, entre otros, Adrián Airala y Raúl Kreig”, relató a El Ciudadano el crítico teatral santafesino Roberto Schneider (El Litoral).
El actual presidente del Círculo de Críticos de las Artes Escénicas de la Argentina (Critea) también dio su particular visión acerca del arte teatral en el mundo contemporáneo: “Lo específico del teatro es participar de una zona de lo sagrado, en la que no puede incursionar ninguna otra disciplina artística. El lugar donde finalmente sucede el hecho dramático es la mente del espectador, allí se transforma en vivencia”, al tiempo que agregó: “El espectador se siente, en cierta forma, testigo de lo que ocurre y esa vivencia pasa a formar parte de su experiencia de vida. El dramaturgo oficia con su obra como disparador. Escribe algo que está en el aire y que atrae su interés personal. Pero, si es portador de la cultura de su propia sociedad, va a coincidir necesariamente con el interés de otros. Del mismo modo, directores,
actores y técnicos conforman un campo de creación que posibilita una síntesis del quehacer teatral, si tenemos en cuenta que el teatro es una disciplina artística sintetizadora de las otras manifestaciones del arte”.
Finalmente, en otro momento de la charla, el crítico consideró: “El ciclo que comienza esta noche se llama Santa Fe en escena; para mí eso es más que un nombre porque implica algo más amplio que una delegación de mi ciudad que viaja a Rosario. Entiendo que el ciclo debería continuar el resto del año, a modo de intercambio, con propuestas que lleguen a Santa Fe desde Rosario e incluso a otras ciudades o localidades de la provincia, para confirmar lo que en algún momento se llamó «autopista cultural», y como un modo de cruzar el teatro de ambas ciudades entre sí y con otras, que en los dos casos es tan amplio, tan diverso y tanta calidad”.

Las que se vienen

También serán de la partida los próximos fines de semana, siempre con entrada gratuita, los espectáculos Al fin, de Mary Delgado, por el grupo Abima (viernes 13, a las 22, en La Manzana); Estaba en casa y esperaba que llegara la lluvia, del ahora de moda autor francés Jean Luc Lagarce, por el grupo Teatro Taller, con dirección de Julio Beltzer (sábado 21, a las 22, en La Morada) y Máquina empachada, a cargo del reconocido grupo de teatro infantil La Gorda Azul, que cuenta con la dirección de Ulises Bechis (domingo 22, a las 17, en la Isla de los Inventos).
Otras propuestas santafesinas que se verán en Rosario serán La chatita empantanada, del histórico Grupo Teatro Llanura, en esta ocasión con dramaturgia y dirección de Sandra Franzen (viernes 27, a las 22, en La Manzana) y Los claúnsicos, del grupo La Tramoya, espectáculos para toda la familia con dirección de Fernando González (domingo 29, a las 17, en la Isla de los Inventos).