“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 12 de enero de 2013

“Lo pensamos como un homenaje a las diferencias”

 
 
TEATRO CON OBJETOS.La titiritera Laura Zamboni habla de “Tic Tac show”, su nuevo espectáculo, con dirección de Alejandra Gómez, que se presenta esta noche, a las 22.30, en el resto-teatro Baraka, en el corazón del barrio de Pichincha 

 
 
Laura Zamboni y su "Tic Tac Show", un espectáculo de títeres para adultos.
 
Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 12 de enero de 2013)
Apenas comenzando el siglo XXI, una propuesta teatral del por entonces novel grupo Caray Carapé, conmovía y deslumbraba al público local. Se trataba de Morocco Club, un espectáculo de teatro con objetos que se convirtió en bisagra en la historia de esa estética en la ciudad. De aquél grupo, disuelto en 2008, participaba la actriz y titiritera Laura Zamboni, quien sumando aquella valiosa experiencia, su paso por la Escuela Provincial de Teatro y Títeres, sus años de recorrido por Europa y su vasto desempeño como docente de teatro, concretó, de la mano de la experimentada actriz, dramaturga y directora Alejandra Gómez, Tic Tac Show, que se presenta en el verano, los sábados, a las 22.30, en el resto-teatro Baraka (Callao 120 bis), y cuyo staff completan, entre otros, el vestuario de Berenice Canet y la música de Esteban Sesso.
Tic Tac Show es un espectáculo de títeres para adultos, por el que desfilan distintos personajes con características particulares. “Este show se basa en lo diferente, de algún modo, lo penamos como un homenaje a las diferencias, y no por lo que nos destaca sobre los demás, sino por lo que nos aísla del resto”, sostiene su creadora.
“Se llama Tic Tac Show porque es un espectáculo en el que hablamos del tiempo; en realidad, de otro tiempo que se va manejando porque son personajes que están un poco fuera de este tiempo, escondidos en un lugar, y nos gustaba mucho esa idea de la comparación de un tiempo cronológico por todos aceptado, y cosas que tienen o llevan otros tiempos”, expresó Zamboni a El Ciudadano, quien desde otro punto de vista, analizó algunas de las devoluciones recibidas que ven en uno de los personajes el ojo de Gran Hermano imaginado por George Orwell en la mítica novela 1984. “En realidad, el personaje es un cíclope, pero mucha gente ve en él el ojo de Gran Hermano que todo lo mira. Hay una analogía con ese universo porque en realidad son todos personajes fenómenos, algo «frikis», están encerrados en un sótano como pasaba antes con este tipo de personajes que la sociedad no podía «catalogar» y entonces los escondía. De allí la idea de ese otro tiempo: están aislados del mundo cotidiano, aunque en realidad, son ellos los que terminan mirándonos a nosotros”, expresó Zamboni, quien completó: “Hay algo de voyeurs, porque en definitiva, somos todo el resto los que de algún modo espiamos a estos personajes, algo que en la televisión actual se da mucho; hay concursos de gordos que adelgazan, una enana nadando o bailando por un sueño y todo eso es un gran show”.
Respecto de aquellos personajes que integran esta singular galería de “ocultos”, la titiritera remarcó: “Hay una Siamesa, de algún modo necesité «pegarme» al cuerpo este personaje para que la gente vaya al teatro quizás a encontrar aquello que busca tanto en la televisión; así los convoco a que vengan a Baraka, porque yo también soy rara (risas)”.             
En relación con aquellos supuestos parámetros que acreditan “normalidad” y que para muchos aún están vigentes, Zamboni dijo: “Para mucha gente hay un común denominador, algo que establece qué es normal y qué no; por suerte eso está cambiando. En lo personal, hace de los 15 años que trabajo con discapacidad; en este momento soy docente de teatro en una escuela especial y trabajado mucho la problemática; siempre fue un tema que me interesó indagar e incorporar al teatro, por esas preguntas que la gente especial hace permanentemente a los supuestos «normales» que tienen que ver con esas supuestas diferencias que nos separan a unos de otros”.
En relación con el devenir de la propuesta, Zamboni recorrió el origen de los personajes hasta llegar al trabajo conjunto con Alejandra Gómez. “Como pasa siempre, fueron apareciendo; el primero fue la Siamesa, el puntapié de todo el espectáculo, después vinieron el Cíclope, el Hombre Perro, y también, entre otros, hay un personaje que se revela como La Muerte. Una vez que estaba ese material, arrancó el trabajo con Ale, que tiene esa enorme capacidad para tomar aguja e hijo y «coser» con sentido dramatúrgico lo que esos personajes están contando, manteniendo un sentido, una coherencia. Y la presencia de Ale sirvió, también, para que aparezca el humor, porque en realidad estamos investigando sobre temáticas un poco trágicas; son cuestiones de deformidades físicas que muchas veces son tratadas con crueldad, impresión, oscuridad. Entonces, el humor y el show fueron aquí determinantes para abordar un lenguaje y una estética que uniera todo”.                   
Promediando la charla, la actriz y titiritera, que aquí arriesga un poco más en el sentido de que su presencia escénica escapa al tradicional fondo y vestuario negros para tener una participación más activa, comparó la estética de Tic Tac Show con la de Caray Carapé: “En un punto, es parecida, porque cuidamos mucho la armonía, el detalle; incluso desde el vestuario de los personajes, que es un trabajo de Berenice Canet, que es titiritera y entiende la lógica de cada personaje para después poder vestirlo; sabe de texturas, colores y sobre todo, de lo que implica la manipulación de un objeto en escena. Y en particular, con las Siamesas, porque ahí también estoy yo en primer plano: una es Tic, la otra es Tac, y tenemos un diálogo que me obliga a interrelacióname cada vez más con los objetos”.
Respecto de la vitalidad de los objetos o muñecos en escena, la actriz y titiritera completó: “Es algo que en algún momento se te escapa y pasa a ser terreno del objeto; empezás a animarlo y de repente te quedás afuera. Por momentos, uno tiene la sensación de que es el mismo muñeco el que te va mostrando el camino”.

domingo, 6 de enero de 2013

La persistencia de las palabras entre los despojos del pasado


CRÍTICA TEATRO


Ana María y su perro Apolo, y el relato desvanecido de una mujer que apenas pudo sostener el rol de “segunda”. FOTO: MARCELO MANERA




El actor Juan Pablo Geretto, acompañado desde la dirección por Alejandra Ciurlanti, concreta una inteligente y valiosa relectura de “Como quien oye llover”, su segundo unipersonal, estrenado originalmente en Rosario en diciembre de 2005.

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del domingo 6 de enero de 2012)
Las palabras resuenan categóricas, ciertas, irrevocables, en medio de los despojos de un pasado en el que los objetos ocupaban un lugar de privilegio en el espacio escénico. Ya no aparecen aquellos objetos sobre un sinfín blanco, sino apenas un vestuario (o parte de aquél) que suma a la morfología de los personajes. Ya no hay tanto barroquismo distractivo, tanto ornato, ya no tanto melodrama ni maquillaje. Allí, en medio de esa especie de páramo de los recuerdos, aquellos mismos personajes vuelven a corporizarse en un espacio desnudo y lúdico, sin artilugios, donde la actuación es el signo más potente y su destino, una calle polvorienta de infancia pueblerina y árboles enormes que hoy, a la distancia, se ven pequeños.
Los personajes son los mismos, pero el actor Juan Pablo Geretto no es el mismo que a fines de 2005 estrenaba en la ciudad Como quien oye llover, esa mirada nostálgica sobre su infancia en Gálvez, de hombres “fantasmas” y mujeres que vio o escuchó, y que marcaron su destino, propuesta que tenía como compleja tarea ser la continuación del inolvidable Solo como una perra.
Como quien oye llover regresó el viernes por la noche a la cartelera local (ver aparte) con la poco contemplativa pero extremadamente inteligente mirada de la talentosa directora porteña Alejandra Ciurlanti (Dios perro, La noche antes de los bosques), al frente de un equipo que completa desde la asistencia de dirección María Belén Ocampo y Eli Sirlin, responsable de una puesta de luces que construye y cimienta a la par del actor el portentoso relato dramático que atraviesa todo el unipersonal.
Allí, una vez más, están Ana María y su perro Apolo, y el relato desvanecido de una mujer que apenas pudo sostener el rol de “segunda”; siempre acompañada y sola, a la espera de una palabra, una acción, un lugar que Juan Carlos, su amante, nunca le dio. Personaje urbano y reconocible, de vida “prestada”, Ana María acerca hoy otro costado: es, de algún modo, la cara oculta de aquella, dado que cierta nostalgia dolorosa cierra el recorrido de una mujer que sólo pide volverse visible, en uno de los mejores momentos de todo el espectáculo.
Poco después, Geretto trae nuevamente al presente (integró la galería original de Solo como una perra) a La Nelly, un cocoliche grotesco, una especie de “mujer sentada” de palabras lapidarias, claro referente de las madres, esas “manipuladoras milenarias” a las que, de algún modo, está dedicado todo el espectáculo. Oscura pero particularmente graciosa, La Nelly es, al mismo tiempo, la señora de barrio solidaria con los enfermos y católica practicante, cuya ambigüedad, ahora, está llevada a un costado algo más violento y descarnado, en su irrefrenable destino de vida familiar agitada, porrones enfriados a granel y un duelo y luto eternos por la muerte del Negro, cuya cremación casera sirvió para volver a juntar a toda la familia.
Para el final, la madre de La Chucky (adolescente de 12 años y madre precoz) es quien vuelve a mostrar al Geretto de los comienzos, aunque el personaje ha virado hacia algo más cutre, desprolijo y claramente más controvertido. “Bombón asesino” de armas tomar, la mujer de minifalda sinuosa y tacos indómitos, deja ver, como sus antecesoras, una singular crítica a lo que la sociedad llama “valores”, armando y desarmando esas mismas muñecas rotas que hacen referencia a un relato fundante en el que el actor “presta” su cuerpo para que todas aquellas mujeres que vio, vuelvan a vivir.
Desde la dirección, compartida entre Ciurlanti y el propio Geretto, los personajes ya no reniegan de su ambigüedad; por el contrario, se trata de un rasgo que está potenciado, a través del cual, más allá de lo velado que pueda resultar el hecho de que, en un primer plano, lo que el actor compone son mujeres, se pueda ver detrás (ahora más que nunca) al propio Geretto, que ha potenciado sus registros de actuación y por lo mismo, su incuestionable presencia escénica y vis cómica.
Esta nueva lectura de Como quien oye llover, si bien mantiene intacto el humor y la nostalgia, busca, además, mostrar ese otro costado de los personajes, una nueva manera de contarlos a partir de cierta aspereza que antes había sido limada pero que estaba allí, latente, expectante.
Ahora, el narrador que hilvana las historias de los tres personajes es el mismo Geretto (ya no su alter ego), que a cara lavada se para en el ayer para describir el hoy. Y lo hace sin simulaciones ni cavilaciones, sin remordimientos pero, también, sin dobleces frente a la “resonancia” que sus personajes provocan en el espectador; según Roland Barthes, ese “modo fundamental de la subjetividad amorosa: una palabra, una imagen resuenan dolorosamente en la conciencia afectiva del sujeto”.
Así, desde el despojo, sin finales mediados y con un poco de locura, lamentablemente, la hora del “juego” se termina: lo que queda es la presencia extraordinaria de un actor que ha llegado a la madurez.

De estreno

Con la platea baja llena a pesar de la lluvia que condicionó a último momento la salida de los rosarinos alrededor de las 21 del viernes, Juan Pablo Geretto estrenó finalmente la nueva versión de Como quien oye llover, que seguirá en cartel en La Comedia (Mitre y Ricardone) los viernes y sábados a las 21.30 y los domingos a las 21, durante enero y febrero, lo que se constituye como el primer gran estreno de la temporada de verano y una cita imperdible con un teatro de calidad que muestra a Geretto en un momento de gran plenitud artística.

miércoles, 2 de enero de 2013

Aquello que cambia la mirada

“Un buen actor tendría que poder recitar la guía telefónica y emocionar a quien lo ve”, sostiene Geretto. FOTO: LEONARDO VINCENTI

ESTRENO TEATRO. El actor, escritor y director Juan Pablo Geretto habla de su regreso a la ciudad con una nueva lectura acerca de su segundo unipersonal, “Como quien oye llover” , estrenado a fines de 2005, ahora con dirección compartida junto a Alejandra Ciurlanti. El espectáculo se conocerá este viernes, a las 21.30 en La Comedia, de Mitre y Ricardone, donde seguirá en cartel durante enero y febrero


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente en su edición en papel del miércoles 2 de enero de 2013)
Despojado, corrido de aquel lugar que se volvía cómodo para un artista que comenzaba a dejar el under para brillar en las grandes marquesinas, y aún, más intuitivo y sensible. Así se lo puede ver hoy a primera vista al actor galvense (para muchos, rosarino) Juan Pablo Geretto, quien tras un largo recorrido por escenarios porteños, participaciones televisivas, el éxito de la crítica y el público, y el estreno de una obra de texto (Rain Man) donde se corrió de sus habituales personajes y se sumó a un elenco para finalizar nominado al María Guerrero, decidió volver a Rosario, a enfrentarse con ese público que tanto lo conoce y lo quiere, para volver a correr un riesgo: estrenar aquí lo que se intuye como una relectur de Como quien oye llover, su segundo unipersonal conocido en diciembre de 2005, ahora acompañado en la dirección por Alejandra Ciurlanti (La noche antes de los bosques, Rain Man), y con diseño lumínico de la siempre sorprendente Eli Sirlin.
“En estos quince años hicimos varias temporadas de verano, y creo que Rosario nunca estuvo mejor que ahora; la de antes era una ciudad más difícil, quizás menos amigada consigo misma, con lo que esta ciudad y su gente representan; creo que es un gran momento para volver y estrenar acá”, sostiene Geretto. En Como quien oye llover, que desembarcará el viernes a las 21.30 en La Comedia (Mitre y Ricardone, donde seguirá en cartel los viernes y sábados, a las 21.30, y los domingos a las 21, durante enero y febrero), Geretto vuelve a dar vida a esos personajes que vio o escuchó hablar en su infancia en Gálvez, y es la historia de aquel niño que fue y de las mujeres que marcaron su entorno y su imaginario.
“Más allá de que siento esto del buen momento, de cierta facilidad para poder venir a Rosario, tampoco tenía ganas de meterme en los problemas del circuito comercial de Buenos Aires, Carlos Paz o Mar del Plata, que exigen muchas funciones semanales, doble función los sábados; y dije: «No tengo ganas ni ahora ni el resto del año de meterme en semejante cosa»”, completa Geretto acerca de los motivos que lo trajeron de regreso a Rosario para encarar una temporada de verano y probar, una vez más, que su entrañable vínculo con el público sigue intacto.
Respecto de cómo se hace para revisitar un trabajo estrenado en 2005 y que, de algún modo, era un desdoblamiento de una primera versión de Solo como una perra, su primer unipersonal, el actor expresó: “Este proyecto lo encaré confiando en la mirada de otro. Yo le presenté el texto de la obra a Alejandra Ciurlanti, quien no había visto la versión anterior de la obra. Lo leyó y luego me dijo «yo lo haría de esta manera»; y esa manera coincidía con un viejo sueño que yo tenía acerca de cómo debía ser Como quien oye llover, pero que no sabía cómo llevar adelante. Finalmente, Alejandra me marcó ese camino, me ayudó a recorrerlo. Ahora siento que la obra está como quería: con una mirada sobre esos personajes que es muy distinta a la anterior”.
—¿Aparece esa instancia de un relato en el que vos vas contando esos otros personajes femeninos?
 —Aparece ese narrador y están esos personajes; en realidad el espectáculo es el mismo pero se muestra de otra manera, se actúa de otra manera y se dice todo de otra manera; es como leer un libro y volver a leerlo unos cuantos años después, no es lo mismo a los 30 que a los 40 o a los 50. Uno siempre se va encontrar con otra mirada según las cosas que le hayan pasado en esos años.
—También confirma esa vieja teoría de que el teatro siempre está vivo y en constante mutación...
—Escribí este espectáculo hace diez años, y durante los seis que lo representé también fue mutando mucho; y muchas cosas pasaron en estos cuatro o cinco años en los que estuve sin hacerlo: nació gente, murió otra gente querida, tuve accidentes, parejas, separaciones; ha pasado mucha agua debajo del puente como para que yo pueda ver ese texto una vez más y pensar y entender qué fue del futuro aquél que yo veía cuando lo escribí y qué cosas son ahora pasado.
—Al momento del estreno original, decías que seguías hablando de tu infancia porque no podías hablar de otra cosa, ¿seguís pensando lo mismo?
—Claro, lo que cambió acerca de aquello que pensaba es cómo se dicen las cosas, porque en realidad, se dice lo mismo; ...viste que muchas veces hasta un insulto puede ser algo cariñoso (risas). Ahora siento que no importa tanto lo que se dice, pero sí mucho cómo se está diciendo y lo que me pasa a mí cuando lo digo; eso es lo que cambió. Ahora no es un espectáculo nni tan sacerdotal ni tan nostálgico, sino que es un espectáculo más vivo, más violento, más controvertido respecto de lo que me sucede a mí haciéndolo. Siento que es un espectáculo que trata de gustar menos, o en realidad soy yo, que como actor trato de gustar menos, no ser tan complaciente, tan demagógico.
—¿De verdad pensás que fuiste complaciente y demagógico con algunos de tus personajes?
—Más o menos, en algunos lugares, sí, y entendí porqué, después. Tiene que ver con un sistema que montaba para llegar a algo: todos queremos que nos quieran, y algunos encontramos métodos para que pase; bueno, ahora se terminó. Creo que cuando más verdadero se es, más te pueden llegar a querer, y tampoco está bueno eso de que te quieran todos.
—Se intuye que algo cambió en tu trabajo a partir del cruce con Alejandra Ciurlanti, ¿es así?
 —Con Alejandra hicimos un trabajo muy cercano, estuvimos un año, de algún modo, mimetizados, muchos días y horas juntos, trabajando sobre la obra y los personajes; muchos viajes, realmente involucrados uno con el otro, algo que también pasó con Rain Man. Fue encierro y laburar mucho, y el texto no se vio hasta que fue necesario, por esto que decía antes: qué importan las palabras que se dicen, lo que importa es que aquello que decimos esté dicho desde un lugar sólido, que exista la emoción, porque saberse un texto es apenas un punto de la obra y ni siquiera uno de los más importantes.
—¿Te referís a ese estado de emoción que hace que el espectador crea y pueda ver lo que ese actor le está contando?
 —Es que un buen actor tendría que poder recitar la guía telefónica y emocionar a quien lo ve (risas). Suena exagerado pero es a lo que uno apunta: que aquello que sucede en escena sea verdadero.
—¿La obra también mutó en cuanto a su estética, que era muy determinante?—De aquello no hay nada: no hay blanco, no hay maniquíes, no hay proyecciones audiovisuales, pero hay otras cosas que son menos distractivas y más concentradas en la teatralidad. De hecho, Eli Sirlin, que es una de las puestistas de luces más importantes que tiene América, ha estado trabajando mucho con este espectáculo, porque la luz es muy determinante, y es algo que he aprendido en este tiempo; es muy importante lo que se cuenta, lo que se dice con la luz, la sensación que se transmite, el color, la no literalidad, el surrealismo; hoy es un espectáculo un poco más corrido de la realidad y mucho menos “music hall”; no hay seguidores, pero sí hay otro estilo de actuación, otra calma, otra violencia, se potenció la actuación.
—¿Es un proceso que ya viviste con el personaje de La Maestra y que ahora llevás al resto de los personajes?
 —Quizás, porque a partir de Rain Man y de otras cosas que me han pasado, también cambió mucho el espectáculo de La Maestra (Yo amo a mi maestra normal), que de hecho lo sigo haciendo en gira. Allí también cambiaron las cosas, está todo más despojado y concentrado en la actuación. Ese trabajo también se lo debo a Alejandra, que me enseñó que todo tiene que ser más simple, que es lo más difícil de lograr; era algo que yo buscaba hace mucho tiempo: que todo sea sintético y simple, que el espectáculo se pueda hacer en cualquier lado sin que perdiera potencia, que no me limitara la cuestión tecnológica y que la magia sucediera igual. Pero es algo que tiene su correlato en la vida: yo quiero andar cada vez más liviano, para poder andar y mostrar más, quitarme lastres, prejuicios, liviano en todo concepto.

 

El actor frente a sus verdades escénicas

Geretto se jacta de no renegar de nada: del actor que se dedicó al transformismo, del que volvió a la actuación, del que triunfó en los unipersonales, hizo radio, tevé (donde planea volver) y cine, y ahora se reencontró con su esencia. “En este tiempo de trabajo con Alejandra Ciurlanti (psicoanalista, directora teatral) –expresó–, he aprendido mucho respecto de cómo se le da forma a un personaje, cómo se lo moldea, cómo se lo entiende y piensa; creo que he aprendido mucho acerca del teatro. Por ejemplo, con el personaje de Rain Man, pensamos cada detalle; que no tuviera el pantalón un centímetro más alto de lo debido, que no se volviese paródico por cómo se me asocia a mí con el humor; no queríamos que nada provoque, que nada distraiga, y tampoco queríamos dejarle a la gente ningún lugar por dónde escaparse. Por eso digo que ese fue para mí un gran trabajo como persona, más allá del actor”.
Y agregó: “En mis anteriores trabajos, parte de mi entrega no era absoluta. Ahora sé que si me emociono mucho, puedo, incluso, cortar el espectáculo e irme, puede suceder y estoy seguro de que la gente va a estar más agradecida si eso que sucede es de verdad”.