“Esta obra nos abrió una puerta en el contexto de la comunidad teatral, de algún modo, nos volvimos visibles”, dijo Haidar, aquí rodeado de sus actores. |
TEATRO. La obra de Alejandro Tantanian, con la dirección de Felipe Haidar, y las actuaciones de María Cecilia Borri y Emiliano Dasso, se presenta los domingos de septiembre, a partir de las 21, en la sala La Manzana, de San Juan 1950
Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 5 de septiembre de 2012)
La tercera parte del mar, del dramaturgo y director porteño Alejandro Tantanian, en versión del debutante Felipe Haidar al frente del equipo artístico Enjambre P, está de regreso en la cartelera rosarina. La obra, que se presenta los domingos a las 21, en La Manzana (San Juan 1950), encierra una serie de interrogantes a partir de la historia de dos personajes que se encuentran una noche de manera fortuita. De allí en más, Tantanian despliega un magma temático que, por algunos lugares, remite a la impronta del teatro argentino de la posdictadura (la obra se estrenó en 1999), dado que en el conflicto irrumpe fuertemente la problemática de los desaparecidos, a partir de un texto muy poético que pone distancia del realismo imperante en el teatro argentino de producción reciente.
“La obra surge a partir del montaje de una escena para rendir una materia vinculada con la dirección de actores de la Escuela Provincial de Teatro, donde lo tenía como profesor a Gustavo Guirado. De ese modo, me topé con este texto que me resultó alucinante porque lo encuentro muy cercano a la literatura: me parecía que era muy sinuoso, muy complejo y que era un gran desafío. Arrancamos haciendo una escena que era un recorte del total de la obra, y los buenos resultados obtenidos nos llevaron a querer montar la obra en su totalidad”, contó el novel director santafesino, radicado en Rosario, Felipe Haidar, de sólo 22 años, quien en la obra dirige a María Cecilia Borri y Emiliano Dasso.
El director, quien ya se contactó con el reconocido dramaturgo, actor y director porteño Alejandro Tantanian, quien viajará a Rosario para conocer la elogiada versión local de su obra, detalló: “Lo que vino después de aquella primera decisión fue un arduo trabajo que nos llevó dos años; fue un largo proceso de aprendizaje en el que, además, luego de superar muchas barreras y prejuicios propios y ajenos, nos constituimos como grupo de trabajo. Finalmente, la gran sorpresa fue la repercusión que la obra tuvo con el público que se polarizó: está la gente a la que le gusta mucho y otra a la que no le gusta nada”.
Respecto de la dificultad de trabajar una poética que se distancia bastante de la que por estos días se puede ver en el teatro rosarino, María Cecilia Borri detalló: “Fue y es una experiencia bellísima, y sobre todo es un gran desafío lo que pasa en cada función con la gente, porque hay textos que son muy lindos para actuarlos, pero que no generan nada en el público. Y desde el entramado de la obra, fue de una gran dificultad que aquello que se dice como parlamento no suene sólo a poesía sino que se refleje como un texto teatral y que la gente así lo pueda asimilar”.
“La obra surge a partir del montaje de una escena para rendir una materia vinculada con la dirección de actores de la Escuela Provincial de Teatro, donde lo tenía como profesor a Gustavo Guirado. De ese modo, me topé con este texto que me resultó alucinante porque lo encuentro muy cercano a la literatura: me parecía que era muy sinuoso, muy complejo y que era un gran desafío. Arrancamos haciendo una escena que era un recorte del total de la obra, y los buenos resultados obtenidos nos llevaron a querer montar la obra en su totalidad”, contó el novel director santafesino, radicado en Rosario, Felipe Haidar, de sólo 22 años, quien en la obra dirige a María Cecilia Borri y Emiliano Dasso.
El director, quien ya se contactó con el reconocido dramaturgo, actor y director porteño Alejandro Tantanian, quien viajará a Rosario para conocer la elogiada versión local de su obra, detalló: “Lo que vino después de aquella primera decisión fue un arduo trabajo que nos llevó dos años; fue un largo proceso de aprendizaje en el que, además, luego de superar muchas barreras y prejuicios propios y ajenos, nos constituimos como grupo de trabajo. Finalmente, la gran sorpresa fue la repercusión que la obra tuvo con el público que se polarizó: está la gente a la que le gusta mucho y otra a la que no le gusta nada”.
Respecto de la dificultad de trabajar una poética que se distancia bastante de la que por estos días se puede ver en el teatro rosarino, María Cecilia Borri detalló: “Fue y es una experiencia bellísima, y sobre todo es un gran desafío lo que pasa en cada función con la gente, porque hay textos que son muy lindos para actuarlos, pero que no generan nada en el público. Y desde el entramado de la obra, fue de una gran dificultad que aquello que se dice como parlamento no suene sólo a poesía sino que se refleje como un texto teatral y que la gente así lo pueda asimilar”.
Respecto del riesgo que implica tanto el texto como la forma de contarlo elegida por este grupo de trabajo, donde se impone cierta lógica del teatro antropológico, el director se explayó: “Desde el momento en el que decidimos seguir adelante con los ensayos y llegar al estreno de la obra, sabíamos que se nos venían cosas riesgosas como las que hay, y lo fuimos trabajando de a poco; fueron procesos. En el caso de Cecilia, fue a partir de muchas pruebas hasta que encontró la intensidad que necesitaba el personaje, que del mismo modo que está cargado de cosas, está también despojado. Quizás esto tenga que ver con una decisión a priori que tomamos, donde no buscábamos una comprensión por parte del espectador pero sí poder generar las sensaciones que atraviesan los personajes y que van desde lo visual a la cercanía que los personajes tienen con el público. Siempre pretendimos que el espectador sea parte de este universo poético y plástico que estamos narrando”.
Con relación a la desnudez que encaran por momentos los personajes, que en el devenir de la obra adquiere una coherencia y justificación que dista mucho de lo que la desnudez implica hoy en el mundo mediatizado de la televisión, la actriz expresó: “En el contexto del proceso al que refiere Felipe, la desnudez se transforma por momentos en el «vestuario» que en ese pasaje requiere el personaje”.
Finalmente, el director adelantó que con el mismo grupo prepara para el año próximo (seguramente abril) el estreno de una versión de La escuálida familia, de Lola Arias, en la que se cuenta con cierta “deformidad” la historia de un grupo familiar. “Sentimos que, como grupo, La tercera parte del mar nos abrió una puerta en el contexto de la comunidad teatral, de algún modo, nos volvimos visibles”, concluyó.
Finalmente, el director adelantó que con el mismo grupo prepara para el año próximo (seguramente abril) el estreno de una versión de La escuálida familia, de Lola Arias, en la que se cuenta con cierta “deformidad” la historia de un grupo familiar. “Sentimos que, como grupo, La tercera parte del mar nos abrió una puerta en el contexto de la comunidad teatral, de algún modo, nos volvimos visibles”, concluyó.
ACERCA DEL RELATO
Respecto de los mundos que encierra esta obra, que van desde el campo de lo literario a lo ideológico, pasando por lo histórico y lo vincular, el director Felipe Haidar resumió: “Es una historia que transcurre en una noche donde el personaje de Rodrigo llega a la casa de Victoria en búsqueda de ayuda porque sufre un accidente. Allí se encuentra con una mujer que, a primera vista, está perturbada por un pasado que el devenir de la obra irá develando; es algo escondido de ese pasado que afecta radicalmente en su presente”, a lo que Borri agregó: “Conforme va pasando la noche, se va sabiendo y conociendo cuáles son los pormenores de ese pasado, al tiempo que se va develando quién es Rodrigo en realidad, porqué está ahí; es decir que se da una identificación entre los dos personajes, porque más allá de su pasado diferente, hay puntos en los que coinciden”.
Respecto de los mundos que encierra esta obra, que van desde el campo de lo literario a lo ideológico, pasando por lo histórico y lo vincular, el director Felipe Haidar resumió: “Es una historia que transcurre en una noche donde el personaje de Rodrigo llega a la casa de Victoria en búsqueda de ayuda porque sufre un accidente. Allí se encuentra con una mujer que, a primera vista, está perturbada por un pasado que el devenir de la obra irá develando; es algo escondido de ese pasado que afecta radicalmente en su presente”, a lo que Borri agregó: “Conforme va pasando la noche, se va sabiendo y conociendo cuáles son los pormenores de ese pasado, al tiempo que se va develando quién es Rodrigo en realidad, porqué está ahí; es decir que se da una identificación entre los dos personajes, porque más allá de su pasado diferente, hay puntos en los que coinciden”.
La belleza como “terror domesticado”
Una mujer que dice saber el idioma de Dios, una mujer que se revela como el paradigma de otras que desaparecieron y que, quizás, son ella misma; la tortura como rasgo determinante de la infancia y la presencia de un hombre (quizás el padre) que vuelve en otro cuerpo en un claro guiño a la tragedia, para poner a funcionar, una vez más, la belleza de las palabras más terribles, asegurando que la belleza “no es más que terror domesticado”.
Si algo quedaba de cierto realismo en el comienzo del texto original de La tercera parte del mar (un hombre que sufre un accidente y en medio de la noche, abrumado, llega a la casa de una misteriosa mujer), ya no está, y cada espectador deberá reconstruir la pequeña prehistoria que une fortuitamente (o no) el destino desdichado de Victoria y Rodrigo en una especie de limbo entre cielo e infierno, donde la muerte, siempre presente, como suele hacerlo, les jugará una mala pasada, y hasta se reirá con su mueca más grotesca. Frente a espejos que fragmentan y deforman lo que el espectador puede ver a simple vista, Victoria, casi como una niña que pide ser nombrada “para existir”, comienza a mover las fichas de una jugada en la que pasado y presente serán puestos a prueba, dejando entrever que otra realidad se teje a la sombra de esa que aparece en primer plano.
Si algo quedaba de cierto realismo en el comienzo del texto original de La tercera parte del mar (un hombre que sufre un accidente y en medio de la noche, abrumado, llega a la casa de una misteriosa mujer), ya no está, y cada espectador deberá reconstruir la pequeña prehistoria que une fortuitamente (o no) el destino desdichado de Victoria y Rodrigo en una especie de limbo entre cielo e infierno, donde la muerte, siempre presente, como suele hacerlo, les jugará una mala pasada, y hasta se reirá con su mueca más grotesca. Frente a espejos que fragmentan y deforman lo que el espectador puede ver a simple vista, Victoria, casi como una niña que pide ser nombrada “para existir”, comienza a mover las fichas de una jugada en la que pasado y presente serán puestos a prueba, dejando entrever que otra realidad se teje a la sombra de esa que aparece en primer plano.
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