“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 28 de abril de 2012

“El nutriente del payaso siempre es el público”










TEATRO. El clown Toto Castiñeiras, que integra la compañía Cirque du Soleil, habla de su unipersonal “Finimondo”, que se presenta esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Lavardén de Sarmiento y Mendoza


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 28 de abril de 2012)
Los entretelones de una traición conocida momentos antes de salir a escena son narrados desde la óptica de un clown. Se trata del talentoso y carismático Toto Castiñeiras, actor, director y dramaturgo marplatense que encontró en la estética del clown un mundo plagado de singularidades a partir del cual, en 1999, creó Finimondo, unipersonal de “clown trágico”, tal como lo define, con el que esta noche desembarcará en Rosario por primera vez, a las 21.30, en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), con el auspicio del Ministerio de Innovación y Cultura, luego de dictar un taller de tres días de lunes a miércoles.
En Finimondo, Castiñeiras, quien en 2004 se sumó con dos rutinas a Quidam, espectáculo de la compañía canadiense Cirque du Soleil para la que todavía trabaja, narra las andanzas de un payaso especialista en un número cómico de sombreros que pasea su circo por el mundo. Un día, minutos antes de una función, descubre una traición y elabora un plan demencial de venganza que comienza cuando el telón se abre. Así, actúa ante un público que se convierte en su cómplice involuntario.
“¿Cómo es posible que una traición al corazón pueda convertirse en un espectáculo humorístico?”, se pregunta la mayoría, y la respuesta está en el protagonista de esta historia: un clown singularísimo que se vuelve completamente loco ante los ojos del espectador.
Toto Castiñeiras, que con Quidam recorrió casi todas las capitales del mundo (“No estuve ni en Sudáfrica, ni en India, ni en Egipto, en el resto, en casi todas”, dice), mantuvo un diálogo con El Ciudadano en el que habló de su propuesta, y explicó por qué es consciente de la identificación directa que hay entre el público y su trabajo: “La gente ve reflejadas en escena todas sus imposibilidades y se ríe de eso, es inevitable”, aseguró, al tiempo que proclamó: “Hay una mirada continua, y cuando hablo de mirada no hablo sólo de los ojos, sino de un cuerpo abierto mirando al espectador. Entonces, la conexión es inevitable: se genera un diálogo y uno termina dándole a la gente, desde el clown, lo que ellos quieren. Cada público es un mundo y es infinito el trabajo, por eso siempre hay una rutina de clown famosa y un clown que hace sólo esa rutina toda su vida. Esa rutina adquiere mil formas porque siempre va con uno y cambia con cada público. Es así como en estos años he podido comprobar que el nutriente del payaso siempre es el público”.
—¿Cómo describirías “Finimondo”, un espectáculo que te acompaña hace más de una década?
Finimondo es un espectáculo teatral; es el unipersonal que yo armé entre 1999 y 2000, y que sigue viajando conmigo y modificándose. Es un trabajo que está muy basado en el género del clown, y sin embargo, al mismo tiempo es un espectáculo teatral. Siempre digo que es muy difícil montar un espectáculo solamente usando el clown, uno tiene que apelar a los recursos del teatro. Me gusta definirlo como un espectáculo de humor trágico para adultos, y es la historia de un payaso y de este modo me meto con el género. Tiene un argumento que se desarma mucho, porque el diálogo con el público implica un intercambio muy grande, y entonces el espectáculo se vuelve bastante fracturado.
—¿Cómo describirías lo que es el clown como estética desde tu experiencia?
—Originalmente, es el humor blanco, ese que aparece en el circo, esa especie de humor del “aquí y ahora” rápido, instantáneo, entre número y número. Es la excusa para que el público se relaje y conecte con lo que pasa, para que ponga, de algún modo, los pies sobre la tierra. La gran diferencia entre el actor y el clown, es que el actor se cree un Hamlet y el clown se ríe de Hamlet: toma distancia y lo juega sin creérselo; porque el clown juega siempre con esa gran capacidad de distanciamiento.
—También se lo entiende como una especie de alter ego del actor…
—Respecto de ese tema, yo digo siempre que el clown de cada uno es autobiográfico, el clown lleva la historia de uno y va cargado del día a día de uno. De este modo, se va armando esa personalidad paralela, esa energía y ese estado que es el clown, que tiene mucho de lo que a uno le va pasando en la vida. Cuando estás frente a un payaso, tenés la sensación de que está como fuera de eje, y yo creo que es al revés: el clown está tan en eje que le cuesta formar parte de la sociedad que lo contiene.
—¿A qué te referís específicamente cuando hablas de “clown trágico”?
 —Para mí, básicamente, el clown está ligado con la desgracia: son las zonas un poco ridículas y por lo mismo más vulnerables de cada uno, esas zonas desgraciadas; y entonces, el clown se hace cargo de su sobrepeso, su poca o mucha altura o su sobreexcitación o lo que sea, pero siempre es sobre esa lupa tan personal. Y es trágico porque, en el caso de Finimondo se cuenta algo que si bien no es triste, es inevitable como en toda tragedia, donde el clown va recibiendo datos de una traición, que lo llevan, al final del espectáculo, a tomar una decisión tan definitiva que está ligada con la muerte.
—En toda traición, por lo general, la prehistoria es una historia de amor ¿Aquí se cumple con esa norma?
 —Sí, hay una historia de amor que es la que termina en traición, y todo esto sucede en el mundo del circo, detrás de la pista, como en una especie de camarín de una carpa, donde se genera un mundo de personajes imaginarios que están detrás del telón. Es un momento clave: el payaso termina de prepararse para salir al ruedo, mientras permanece en ese mundo tan privado e interno; es ese momento del espejo, donde el artista, mirándose, se pregunta: “¿Qué estoy haciendo acá?” o “¿Por qué me meto en esto?”, y de ahí salta a la exposición más rotunda. Este personaje, precisamente en ese momento clave, se entera de algo que no puede dejar pasar, es una historia que debe resolver, y en ese preciso momento es donde acciona la tragedia, cuando recibe un llamado que cambia su realidad.
—¿Cómo llegaste al Cirque du Soleil y te convertiste en una de sus figuras?
 —Tuve la suerte de que en 1999, cuando el circo aún no llegaba a Buenos Aires, un grupo de personas pertenecientes a esa compañía viajara para ver cómo estaba la historia del clown y del circo, y se encontraron con un montón de espectáculos, entre ellos Finimondo, que para mí fue el espectáculo que se convirtió en mi puerta al mundo, mi palabra personal y lugar de juego. Entonces me fueron a ver, filmaron mi rutina y a los dos meses recibí una carta de invitación para formar parte de un grupo con un cierto potencial creativo, una especie de banco de datos que siempre es el germen de un espectáculo. En realidad, no tenía ni idea de lo que era el Cirque du Soleil, porque nunca terminé una clase de circo completa, no soy un bicho de circo, no sé hacer una vertical. En ese momento me preguntaba qué querían de mí, porque veía el video de Saltimbanco y no entendía dónde podía encajar yo. Pasaron unos cinco años de idas y venidas, hasta que en 2004 me convocaron específicamente para suplantar las rutinas de Quidam, ocupando el lugar que dejaban tres payasos franceses muy tradicionales. En quince días propuse mi rutina y enseguida me mandaron a la pista. Hoy siento que me fui enterando de qué era el circo en el escenario. Ahora todo cambió, incluso en 2004 mi rutina duraba 20 minutos y ahora dura 9.
—Y qué vino después…
—Fue un momento en el que sentí que confiaban en mí, y entonces se vino una etapa de mucho cambio, investigación y aprendizaje. En este momento estoy supervisando rutinas, dando talleres y tomando audiciones por el mundo. Y en un presente no muy lejano, quizás trabaje en una asistencia de dirección para concebir rutinas de clown y ése es el camino que se me va abriendo. De todos modos, siempre, a la par de lo que hago en el Cirque du Soleil, tengo mi Finimondo, mi Buenos Aires, mis amigos, mi casa y mi familia.

miércoles, 25 de abril de 2012

Costumbrismo rancio y feroz


CRÍTICA TEATRO



Gustavo Di Pinto y Jorge Ferrucci dirigen una lograda versión de “Maldita sea (la hora)”, del actor y director porteño Julio Chávez, donde se desnudan los entretelones disfuncionales de una familia


MALDITA SEA (LA HORA)

Autor: Julio Chávez
Dirección: Gustavo Di Pinto y Jorge Ferrucci
Actúan: Cecilia Lacorte, María Laura Silva,
Fernando Sierra, Damián Sanabria, Aimé Fehleisen
Sala: La Morada, San Martín 771, sábados a las 22


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 26 de abril de 2012)

Las palabras comunes, las escuchadas, las más dolorosas, las más impunes, esas que son dichas “sin pensar” frente al horror que genera el abuso de poder y el vacío, estallan en la cara de los integrantes de una familia “disfuncional”, término que ha marcado los designios del teatro argentino de la última década y no porque frente a ésta exista la posibilidad de otra que “funcione”. Se trata de una familia (ya muy lejos del concepto romántico del término) que permanece encerrada en lo que, en apariencia, parece ser un sótano. Es el “abajo” de algo, lo que implica la sumisión a un arriba que controla y polariza la situación. Allí, arriba, habita una madre que nunca aparece y que, en ciernes, representa el poder. Debajo, sus vástagos (propios y políticos), apresuran sus discursos maniqueos, tratando de congraciarse con ese arriba inasible.
Se trata, en parte, de los entretelones de Maldita sea (la hora), texto que lleva la firma del actor, director y docente porteño Julio Chávez, que desembarcó en la cartelera local de manos del Departamento de Producción de la Escuela Provincial de Teatro Nº 3013 Ambrosio Morante.
Como pasaba con Mi propio niño diosRancho, Angelito pena o la imbatible La de Vicente López, donde también el poder entabla un feroz diálogo con la cotidianeidad de una familia trastocada por la presencia de un hijo con ciertas limitaciones intelectuales, en Maldita sea (la hora) quedan al desnudo los entretelones de vínculos atados con alambres de púas. Tres hermanos y un cuñado pasan las horas en medio de la incertidumbre que provocan las desavenencias con quien les “presta” un espacio en la casa para vivir, a cambio de que se hagan cargo de Sofía, la más chica de las hijas, quien padece un retraso mental severo.
Entre sueños incumplidos, amores indebidos o no correspondidos, y deseos de una vida mejor que se “centrifugan” y se “secan” con el mismo ímpetu que una remera raída y descolorida que sacan de un secarropas apenas comenzada la pequeña tragedia que se narra, los personajes tienen el encanto que deviene de ese costumbrismo rancio y feroz que tan bien ha pintado Chávez, ya sea como escritor de sus textos como de aquellos que “escribe” con sus actores en escena.
El autor apunta y dispara con munición gruesa sobre una forma de familia que, lejos de ser “célula de toda sociedad”, se desvanece como institución, al menos en su forma más ortodoxa. En el mismo terreno, y en un campo de análisis más ligado a lo sociológico, puede verse, también, si se piensan los hechos una década atrás, una agónica metáfora sobre el sínodo trágico de una sociedad (la Argentina) que ha perdido a su padre, del que no se habla.
Pero sobre todo, quedan aquí expuestas las mezquindades de un recorte de ciertas personalidades que se banalizan ante toda posibilidad de redención: tristes y agobiados, desandan sus existencias, como escapadosdel imaginario farragoso y melodrámatico de Leonardo Favio, no casualmente el cantante elegido para musicalizar los silencios que, en el contexto de la obra, arremeten con la misma fuerza que las palabras.
Es de destacar la presencia de un elenco en el que, a diferencia de lo que suele verse en producciones semejantes, prevalece un mismo registro de actuación, muy ligado al realismo naturalista, acaso el más complejo de abordar sin “extrañamientos” ni recursos que “corran” al espectador por fuera de los límites del conflicto planteado, aunque con los condimentos imprescindibles de una teatralidad por momentos desbordante, como para no perder de vista que no se está frente a uno de los tantos productos teatrales que supieron (muchos de ellos tristemente) “impregnarse” de giros o recursos que provienen de la televisión.
Sucede que, además, hay aquí un criterio de puesta en escena unificador, y un muy buen trabajo de dirección de manos de la dupla que integran Di Pinto y Ferrucci.
Si bien esta versión de Maldita sea (la hora), que recibió una mención en el concurso de Coproducciones Municipales 2010, pertenece a ese singular “limbo” que suponen las producciones de las escuelas de teatro, que suelen estar a mitad de camino entre la experimentación y la profesionalización, se ubica cómodamente como una alternativa para el público masivo. Esta particularidad la posiciona como una rara avis, porque aquí los actores actúan, se cuenta una historia por momentos emotiva, en otros graciosa, y en otros terrible, pero por encima de todo, se juega con los recursos que ofrece el teatro, esos mismos con los que m uchas otras propuestas prefieren mantener cierta distancia.

martes, 17 de abril de 2012

Acerca del hermano ausente


CARTELERA PORTEÑA. Juan Pablo Geretto habla de su trabajo en “Rain Man”, la obra teatral basada en el film de Barry Levinson, en la que se cuenta la problemática de dos singulares personajes y la reconstrucción del vínculo que los une, espectáculo que se presenta de miércoles a domingos en el teatro La Comedia de Buenos Aires



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del martes 17 de abril de 2012)
Detrás de todas las máscaras posibles, el actor que es verdadero encierra un mundo en el que prevalece el sentido. Así, guiado por el sentido, el actor galvense (aunque rosarino por adopción) Juan Pablo Geretto, llenó de profundidad, humor, emoción e ironía cada uno de los personajes de su tres unipersonales estrenados a la fecha: Solo como una perra, Como quien oye llover y Yo amo a mi maestra normal.
Ahora, a poco más de quince años de comenzar ese maravilloso recorrido, la escena porteña lo enfrenta a un nuevo desafío. Desde el pasado viernes, junto al talentoso Fabián Vena y un importante elenco, Geretto protagoniza la versión teatral de Rain Man, adaptación de la película homónima dirigida por Barry Levinson, estrenada en 1988, protagonizada por Dustin Hoffman y Tom Cruise, que se presenta de miércoles a domingos en el porteño teatro La Comedia (Rodríguez Peña 1062), bajo la dirección de Alejandra Ciurlanti, con un elenco que completan Vanesa Maja, Iván Moschner, Carla Pandolfi y Osvaldo Santoro, con escenografía de Jorge Ferrari y diseño de luces de Eli Sirlin.
Vena encarna a Charlie Babbitt (en el film, Cruise) y Geretto, a su hermano autista Raymond (Hoffman en la película), quienes se conocen ya de grandes y antes la complejidad de una disputa legal por el cobro de una herencia. Así, emprenden juntos un viaje de autoconocimiento y reencuentro, donde el dolor, la alegría, le pérdida y los intereses personales serán el punto de partida de un nuevo tiempo entre ambos.
“En la realidad de estos personajes hay una madre muerta y un padre ausente y rígido, y esta situación en la que, después de 30 años, Charlie descubre que tiene un hermano al que le han dejado una herencia millonaria. En principio, él decide secuestrarlo como para cobrar su parte, y a través de un viaje, y de la metáfora que plantea el viaje, en siete días, un número que tampoco es casual, Charlie logra abrir su corazón contra tanta verdad, contra esa especie de «monumento» que representa su hermano, y que lo obliga a decir «o cambio yo o nada cambiará»”, relató Geretto a El Ciudadano acerca de la obra, al tiempo que completó: “Es ése momento de decisión en el que uno opta por hacer algo por el otro que, al mismo tiempo, implica hacer algo por uno mismo. En ese sentido, es un dramón con algo de tragedia: dos hermanos separados al nacer, un secreto, muertes; son cosas tremendas y muy complejas de contar en escena”.
—¿Cómo llegaron al estreno después de varios meses de ensayo?
—Llegamos muy relajados, con más de quince días de ensayos y pasadas generales, y con más de un mes sin problemas de letra. Desde la dirección, Alejandra Ciurlanti trabajó mucho para que eso pase y no falte nada; está todo lo que tiene que estar.
—¿Cómo fue encarar un personaje que padece autismo, con la complejidad y el desafío que eso representa para cualquier actor?
—Se encaró a partir del gran desconocimiento que hay sobre el tema, más allá de que desde fines de la década del 80 hasta la fecha se conoce bastante más acerca de lo que es el autismo, y sobre todo los autistas con Síndrome de Savant, que independientemente de la problemática cognitiva, poseen una sorprendente habilidad mental para cosas específicas. De todos modos, cada caso es particular, cada persona que padece esta enfermedad, en sí misma, es un misterio: hay características que son generales, pero también otras particulares. En escena, lo encaramos no como una enfermedad o una discapacidad, sino más bien desde un estado, en el que alguien puede sentirse o habitar en algún momento de su vida. Puede entenderse como un estado de ausencia o bien, como pasa con los niños, un estado muy propio, en mundo muy privado que acontece en su “ciudadela interior”.
—¿Qué cosas de Raymond lo vuelven un personaje singular, al menos para vos?
—Raymond es un personaje de una enorme sinceridad, porque si tiene miedo grita, si algo no le gusta se empaca, del mismo modo que si algo le gusta lo hace saber. Quiero decir que es cero hipocresía: no trata de agradar, es de una rotunda verdad y es lo más lindo que tiene el personaje, porque todo el tiempo lo pone a su hermano contra un frontón, y es complicado porque no tranza, no se mete en el mundo de nadie, pero tampoco concede. Es decir: o los demás
entran en el mundo de Raymond o se quedan afuera. Es un personaje de una sinceridad tan grande que quizás cueste mucho entenderla.
—¿Cómo funciona la versión teatral frente al imaginario popular en el que lo que se recrea es la película que fue un gran éxito?
—Esta versión teatral me gusta muchísimo más que la película por el modo en el que ha sido encarada emocionalmente. Creo que los sajones tienen otra manera de mostrar sus sentimientos, de hacerlos públicos, y nosotros somos más a corazón abierto, más expresivos, somos latinos. Contamos con una escenografía de mucho despojo, donde uno tiene que actuar, hay que laburar con eso que se tiene, y trabajamos mucho y muy intensamente. De todos modos, no es un grotesco, está todo muy cuidado, casi no hay argentinismos, se buscó un poco más la universalidad en los diálogos y en el lenguaje en general. De todos modos, son personajes más contundentes que los vistos en la película.
—¿Cómo fue trabajar con Alejandra Ciurlanti, que es muy selectiva a la hora de pensar en espectáculos y en actores y que viene de dirigir a Mike Amigorena en “La noche antes de los bosques”, de Koltès?
—Ella hizo un trabajo increíble, porque su ejercicio con los actores implica meterse en sus cabezas; fueron tres meses de ensayos muy intensos, donde sí o sí tenés que formar un vínculo, que en nuestro caso es de mucho amor y de mucho respeto, porque también la obra lo necesitaba. Requería, en primer lugar, que Fabián y yo, como actores, tengamos un vínculo verdadero, y entonces no hubo mucho trabajo de mesa (lectura y análisis del texto), sino que, por el contrario, nos pusimos a trabajar sobre las emociones sabiendo que algún día nos aprenderíamos la letra. En tres meses había que quererse, admirarse y respetarse.
—¿Qué implica para vos componer un personaje que en el registro de la memoria trae al presente nada menos que a Dustin Hoffman?
—Mi trabajo estuvo muy apoyado desde la dirección; además, Alejandra es doctora en psiquiatría, entonces ella puede entender muy bien la patología del personaje. Hoy, incluso, se sabe mucho más del tema. Creo que lo que hizo en el film Dustin Hoffman está muy bien para lo que se conocía de la enfermedad en aquél momento, aunque quizás hoy no sería correcto tratar al personaje de ese modo. Hoy se sabe que son personas que pueden sentir, que se pueden conectar desde determinados lugares y, entonces, algunas cosas relacionadas con el vínculo se volvieron más emocionales. Hoy, más allá de lo que parece o lo que le pasa a Raymond, se trabajó más sobre el vínculo fraterno. Se necesita que este personaje sea así, porque en la vida uno trata de agradar todo el tiempo, pero frente a la contundencia de la individualidad de Raymond, su hermano o quien esté frente a él, no tendrá más remedio que cambiar, y dar un salto al vacío decidiendo si lo quiere o no lo quiere, pero será tal como es.
—¿Cuáles son las expectativas en relación con el estreno y las funciones en el arranque de la temporada alta porteña?
—La expectativa de la producción, seguramente, será que esto dure diez años, pero por suerte, yo estoy corrido de ese lugar, me saqué la mochila de productor al menos por un tiempo. Y lo mío fue una decisión muy consciente: lo que más me gusta es actuar y sentí que no le estaba dando el lugar que necesitaba. Escribir, actuar y producir, es mucho. Por eso es que disfruto porque es una versión hermosa, donde trabajo con los mejores del rubro, y más allá de lo que pase con esta obra, yo, por el solo hecho de ensayarla y estrenarla, ya salgo mejor persona.

jueves, 12 de abril de 2012

Hacer, difundir, reflexionar


EL COLECTIVO TEATRO EN ROSARIO PRESENTA SU NUEVO PORTAL WEB, A LAS 19 EN EL CEC, CON LA ACTUACIÓN DE ATILIO Y LOS ALIMONADOS

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano y la gente, en su edición en papel del jueves 12 de abril de 2012)
Aunque funciona desde 2010, la página web www.teatroenrosario.com ofrece desde las últimas semanas un nuevo formato, innovador y alternativo, que será presentado oficialmente hoy, a partir de las 19, en el CEC (Paseo de las Artes y el río), con entrada gratuita, en el marco de un evento que servirá como vidriera y plataforma de relanzamiento de lo que ahora se revela como un portal dedicado al teatro, y que contará con la actuación de Atilio y Los Alimonados, una propuesta musical-poética montada a partir de la obra de Federico García Lorca.
Tras ganar en 2011 un subsidio surgido de un concurso del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia para la creación web y multimedia, el sitio sumó, entre sus nuevas secciones, una nutrida agenda de espectáculos, salas, críticas, ensayos y reportajes sobre diferentes aspectos ligados a las artes escénicas.
“Este es un proyecto que intenta sumar a la comunidad teatral un espacio de difusión y contenidos, que a partir de la ayuda económica recibida nos posibilitó transformar la página, que es la etapa que estamos presentando esta noche en el CEC”, relató a El Ciudadano la antropóloga, actriz, directora y gestora cultural Yanina Mennelli, integrante de un colectivo de grupos teatrales que junta, entre otros equipos y creadores, en el marco de una asociación civil, a Punto 0 Teatro, Hijos de Roche y Pata de Musa.
“Es un hecho importante para todos nosotros y además implica una gran responsabilidad, porque pretendemos que sea un espacio de difusión y reflexión para el teatro donde todos puedan publicar. Por el momento, nada está cerrado, y esperamos esta noche recibir las devoluciones de los colegas para poder mejorar aquello que aún no esté a punto, del mismo modo que, por ejemplo, subir nuevas secciones”, relato Menelli.
Respecto de la génesis del proyecto, la teatrista reflexionó: “El hecho de agruparnos como una asociación civil nos armó otra cabeza, porque llegamos a la conclusión de que las acciones que generemos como colectivo tienen que tener un impacto y un beneficio en toda la comunidad teatral, buscando mejorar las condiciones de producción y difusión de toda la gente que quiera sumarse. La idea es que a partir de esta propuesta puedan surgir otras y de que podamos entender, además, que si el público no llega a las obras no depende sólo de los medios de comunicación sino también de nosotros y de las propuestas que hagamos”.
Respecto del encuentro y festejo de esta noche, con la participación de Atilio y los Alimonados, proyecto del que participan los músicos y actores Guillermo Peñalves, Augusto Zurcher, Alejandro Figari, Iván Sigismondo, Martín Peryra, Bruno Ferrua y Atilio Basaldella, Mennelli expresó: “Nos pareció muy interesante convocarlos porque tienen una propuesta sumamente interesante, de mucha calidad, con una sensibilidad muy especial. Evaluamos que no tuvo mucha difusión y que de este modo le damos a este otro colectivo la posibilidad de mostrar su espectáculo que nos parece fascinante, donde la música y la poesía de Lorca encuentran una conjunción única”.

lunes, 9 de abril de 2012

Una fiesta popular y pagana





CRÍTICA TEATRO

La compañía teatral Tablas Rodantes trae al presente con inusual eficacia “Arlequín, servidor de dos patrones”, clásico de la Comedia del Arte de Carlo Goldoni, bajo la dirección de Nicolás Jaworski

ARLEQUÍN, SERVIDOR DE DOS PATRONES
Autor: Carlo Goldoni
Dirección: Nicolás Jaworski
Asistencia general: Marcela Ruiz
Actúan: César Artero, Daniel Covacevich,
María Franchi, Nicolás Jaworski, Martín Ovando,
Marcela Ruiz, Mariano Oviedo, Lumila Palavecino
Músicos: Alejo Castillo, Bruno Ferrua
Escalinatas del Parque de España, domingos a las
18, a la gorra


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano y la gente, en su edición en papel del lunes 9 de abril de 2012)
Entender al teatro como una fiesta, como una reunión callejera para todos, un convite ineludible, un encuentro de liturgia “pagana” en el que el objeto a develar, la intriga de lo que se intenta contar, se convierta casi en una anécdota para darle prioridad a una enorme gama de recursos que a poco de comenzar la función tienen al público como principal aliado, merced al talento y la entrega de sus protagonistas.
Algo de esto sucede con la compañía rosarina Tablas Rodantes, que dirige Nicolás Jaworski, que en diciembre de 2010 puso en marcha su carromato teatral con una versión del inoxidable clásico de la Comedia del Arte Arlequín, servidor de dos patrones, del autor italiano Carlo Goldoni, con la que ahora se presentan los domingos, a las 18, en las escalinatas del Parque de España (Sarmiento y el río), a la gorra, luego de recorrer diferentes escenarios tanto de la ciudad como de otras localidades.
El de Tablas Rodantes es el primer “teatro móvil” de la ciudad que, como propuesta fundante, tiene como objetivo salir en busca del espectador “divulgando el arte y el oficio del actor”, apelando al sentido común del que disfruta de su propuesta y luego deja en la gorra lo que cree que debe pagar por el espectáculo, en uno de los momentos más simpáticos e inteligentes de toda la velada.
Tomando como disparador las circunstancias que encierra Arlequín, escrita en 1745, y revelada como la obra más conocida de este veneciano que vivió en el siglo XXIII y que, con sus piezas, aportó nuevos aires a una estética ya transitada por algunos de sus contemporáneos, el director rosarino y su equipo ponen el acento en lo festivo, en el desparpajo que habilitan ciertos perfiles de los personajes y en el vínculo con el público.
La historia es conocida: un criado de nombre Arlequín, para poder sobrevivir, decide trabajar, al mismo tiempo, para dos patrones. Si bien en un principio todo marcha sobre rieles, con el paso de los días, una serie de situaciones irán complicando su cotidianeidad hasta el punto de no poder sostener su “doble vida”.
Los enredos, amoríos y situaciones equívocas propias del género, se potencian en esta pieza a punto tal que se revela con el tiempo en paradigma y referente de la Comedia del Arte, en la que conviven diversas disciplinas artísticas y lenguajes escénicos, algo con lo que el equipo de Tablas Rodantes sabe lucirse, todo sostenido por la presencia de dos músicos en vivo que acentúan aún más el clima festivo.
Hay aquí varios elementos a poner en consideración. En primer lugar, el clásico de Goldoni elevado a su máximo registro carnavalesco: si en su momento, el autor quiso reflejar las contradicciones y ocultamientos de una sociedad aristocrática de baja estopa, en el presente, el equipo que comanda Jaworski ironiza sobre este punto dejando al descubierto las falsas morales y diatribas de dudoso contenido de algunos de los personajes.
Por otra parte, el sentido de sacar el teatro de la sala para ponerlo en la calle implica un riesgo para cualquier artista, algo que Tablas Rodantes sabe sortear con talento y, sobre todo, con mucho entrenamiento. Tanto es así, que el juego teatral que se plantea pone en un segundo plano las calidades interpretativas (las hay mejores y peores) en función de sumar entre todos para contar una historia con final conocido (o previsible), pero que funciona a la perfección con el público, en definitiva el verdadero destinatario de todo este proyecto.
Es así como los personajes (los actores) se muestras permeables a lo que acontece en los alrededores del carruaje, apelando, en algunos casos, a la experiencia del trabajo en la calle, donde la estética del clown brilla por encima de otras, y donde cada uno potencia el trabajo de su compañero cada vez que salen a escena o se mezclan con el público, en una especie de constante vodevil en el que las puertas (las reales y las imaginarias) se multiplican.
Y si se habla de permeabilidad, en el espectáculo, inteligentemente, Jaworski habilita a sus actores a entrar en otros registros, como el televisivo, trayendo a escena clichés de Olmedo o El Chavo, que acercan aún más al espectador pero sin perder de vista que se trata de un clásico en su aspecto formal de base.
Así, sosteniendo todo el tiempo cierta algarabía carnavalesca y murguera, el equipo no pierde de vista algunas resonancias políticas que subyacen en el texto, lo que, por encima de todo, lleva a pensar acerca de cuál es la realidad de los artistas callejeros, cuál el sentido de ofrecer su arte de forma tan generosa, y cuál es el lugar que hoy tienen esos artistas en la escena rosarina.

sábado, 7 de abril de 2012

De la pasión ilusionada a la absurdamente destructiva

Foto: Marcelo Martínez Berger



ESTRENO TEATRO. El dramaturgo y director rosarino Lauro Campos habla de “En el Escorial, cariño mío”, la obra del escritor español Alfonso Paso acerca de las arbitrariedades del amor y la pareja, con la que regresa a los escenarios, que se conocerá esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Artéon, de Sarmiento al 700


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 7 de abril de 2012)
En el tránsito de cosechar lo sembrado a lo largo de más cinco décadas con el teatro, tiempo en el cual la creación del grupo Evoternos se convirtió en uno de los pilares de la escena rosarina, con una producción variopinta en la que textos propios han convivido con clásicos revisitados y piezas de autores populares, el dramaturgo y director teatral rosarino Lauro Campos estrenará esta noche, a las 21.30, en Arteón (Sarmiento 778), En el Escorial, cariño mío, del español Alfonso Paso.
Se trata de una pieza para cuatro personajes (dos masculinos y dos femeninos) estrenada originalmente en 1968, que relata en un mismo ámbito, pero en planos diferentes, los deseos incumplidos de estos seres, el presente y la necesidad de que en el futuro algo cercano a la felicidad se pueda concretar.
“Es difícil encontrar en estos momentos una obra auténticamente apasionada. Esto es, una pieza teatral que sublime en sí el acto de hacer el amor sin recurrir a recursos burdos”, adelanta Campos, para quien la obra, que cuenta con las actuaciones de María Laura Arregui, Maxi Aurelio Jurado y Juan José Staffieri, con la participación especial de Paula Corvalán, “es auténticamente apasionada, en la que lo que se dice y lo que no se dice están fuertemente teñidos de una pasión ilusionada al principio y más tarde, absurdamente destructiva, y en la que la pregunta acerca de si debe una pareja contarse absolutamente todo en el amor o debe siempre quedar algo en la intimidad de cada persona porque, de decirse, podrían desatarse obsesiones insospechadas, está permanentemente presente en escena”.
Alfonso Paso Gil, tal su nombre completo, nació en Madrid en 1926 y murió en la misma ciudad en 1978. Su obra dramática está teñida de situaciones agridulces más allá del tránsito por géneros humorísticos o dramáticos, siempre apelando a diálogos originales y sugerentes, tal como lo reflejan las piezas Usted puede ser un asesino o Vamos a contar mentiras, entre muchas otras.
“En realidad, es una comedia romántica, prefiero definirla de ese modo, no me gusta decir que es un drama como se la supo leer porque en realidad, más allá de muchas cosas dramáticas que encierra la pieza, creo que, fundamentalmente, el ritmo es lo que hace que lo que acontece en escena entre en el registro y el género de la comedia”, comentó Campos en diálogo con El Ciudadano, acerca de esta pieza que adaptó y dirige con la coordinación de actores de la actriz Emmy Reydó.
“La historia que cuenta esta obra es muy apasionada y en lo personal me dio vueltas apenas la leí. Cuando hace algún tiempo me la mandó Almudena (Paso, hija del recordado dramaturgo, actualmente radicada en Londres), quien me la envió vía correo, me interesó mucho la vigencia de la estructura: como dice Paso en el prólogo, tiene «todo mezclado y agitado», los tres planos: el de lo real, el de lo imaginado y el plano del deseo, y eso me produjo una gran intriga y las ganas de ponerla en escena, porque en definitiva es una obra que habla del amor, y hoy en día son pocas las obras que están habando del amor”.
Respecto de los alcances de la temática, el director amplió: “Aquí se habla del amor intenso, porque por amor finalmente se puede llegar a morir, y eso aumentó el deseo de poner en escena la obra sin traicionar ese concepto inicial, teniendo en primer plano todo el tema de la pasión, con actores de alrededor de 40 años que es, para mi gusto, la mejor edad de la vida”.
El creador, que editó en 2011 Pobre mundito perturbado. (No sólo cuentos), y que está a punto de lanzar al mercado Impostores en Nueva York, también dio pistas acerca de la trama: “Es la historia de un trío que puede llegar a ser un cuarteto, donde una tonta confesión que uno puede hacerle a su pareja en cualquier momento, casi sin notarlo, desata la obsesión del otro. En lo personal, creo que la perdurabilidad de una pareja va atada a la sinceridad, pero también es cierto, y allí entra a jugar la estructura mental que tenga cada uno y la amplitud para entender ciertas cosas, que muchas veces hay un sector de uno, muy íntimo, que queda en un cono de sombra para la pareja y que quizás haya que dejarlo allí, tal como está. En ese terreno, también entra a jugar un poco el misterio que es necesario para poder mantener viva cualquier relación”. Y agregó: “Se trata de una pieza que, más allá de la adaptación, está tan bien escrita que entra hasta lo desopilante, el humor absurdo al que Alfonso Paso ha sido tan afecto; esta es una obra de las llamadas de reflexión, donde sucede algo parecido a Cena de matrimonios, donde el autor no puede dejar de meter a una mujer verborrágica que canta una serie de verdades, que parece muy loca pero que en realidad es la más cuerda de todos los personajes”.
Respecto de la clave para volver a traer a Paso al presente, un autor que tuvo su momento de esplendor en el mundo de habla hispana entre los 60 y los 80, el director, que además cuenta con una vastísima y premiada obra propia, reflexionó: “En primer lugar siempre, a pesar una vasta producción propia, he tratado de hacer un autor para, como dicen los españoles, «desvelarlo», es decir quitarle los velos según mi propia mirada. Cuando uno pone en escena aquello que escribe, sabe de antemano con el material que cuenta, con lo que eso puede dar; pero cuando se parte de otro autor, hay que acercarse a una cierta lógica de su escritura. Por eso digo que hay que sentarse a leer un Lorca, un Shakespeare, un Alfonso Paso o un Noël Coward, porque siempre te enriquecen la visión acerca de lo que es el teatro. Así es como hice, por ejemplo, Agatha Christie en 2005, Shakespeare en 2003 o Las relaciones peligrosas (Pierre Choderlos de Laclos) en 2001, sólo por citar los últimos años. En ese terreno, lo de Paso empezó por lo atractiva que me pareció la estructura, porque parece una obra escrita ayer, modernísima. Y puedo arriesgar aún más: me hizo acordar mucho a Alain Resnais con Hace un año en Marienbad (Francia, 1961). Nunca había leído un Paso tan moderno y no hay que perder de vista que yo aprendí a hacer comedia viendo y leyendo las obras de Alfonso Paso, pero siempre fue el Paso del vodevil, de la cosa divertida. En cambio, en este caso, los juegos que propone la estructura de los cambios temporales, algo que implica cierta complicidad de parte del espectador, coloca a esta pieza en otro lugar. También creo que es tiempo de poder hacer un teatro popular pero sin subestimar al público, porque cierta procacidad que quizás la gente buscaba antes en el teatro, la tiene ahora, a cualquier hora, en la televisión. Y ojo que yo suelo refugiarme en la televisión para descansar y distraerme, pero hoy más que nunca, si alguien viene al teatro, viene a buscar otra cosa, sobre todo, algún rasgo de inteligencia”.

viernes, 6 de abril de 2012

A instancias del final



ESTRENO TEATRO. La directora teatral Romina Mazzadi Arro habla de “Vertical (cuando nos quedamos muertos)”, su nuevo trabajo con un elenco surgido de la Clínica de Producción de Espectáculos, que se conocerá esta noche, a partir de las 22, en Espacio Bravo, de Pasco al 1700


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciuadano & la gente, en su edición en papel del viernes 6 de abril de 2012)
La Europa (en particular Francia) post-apocalíptica de la Segunda Guerra Mundial que retrataron en código de humor negro y absurdo los franceses Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro en Delicatessen (1991), fue el disparador para las improvisaciones que dieron lugar a Vertical (cuando nos quedamos muertos), nuevo trabajo de la Clínica de Producción de Espectáculos que en los últimos años lleva adelante la dramaturga, directora y docente Romina Mazzadi Arro (también creadora del grupo Hijos de Roche en 1999), que se conocerá esta noche, a las 22, en Espacio Bravo (Pasco 1714, casa-taller con localidades limitadas).
“Puedo decir que es un espectáculo bastante extraño, acerca de lo mal que estamos los seres humanos. Habla de la moral del hombre, y de su degradación. Quizás por esto, como pasaba con algunos de mis trabajos anteriores, reina un poco el mundo del absurdo, del mismo modo que el tiempo fracturado y la intensidad en las actuaciones. No se trata de una historia lineal que se vaya a entender rápidamente, sino que, por el contrario, es una historia que apela bastante a la imagen y a los sentidos, pero creo que es muy bueno el resultado”, relató Mazzadi Arro a El Ciudadano acerca de Vertical, espectáculo en el que actúan Cecilia Mastria, Natalia Leggio, David Giménez, Marina Bermúdez, Natalia Esquenazzi, Soledad Murguía y Nicolás Cefarelli.
“Un grupo de personas (entre otras un carnicero) que convive en un estropeado condominio, organiza una cooperativa con oscuros objetivos. Aire enrarecido, cuerpos extrañados y un silencio ensordecedor cargado de tensiones que se irá tiñendo de ruidos que desencadenarán en tragedia”, escribe la directora acerca de la propuesta, al tiempo que agrega: “Atrapados en su propio tiempo, intentarán subsistir a una realidad en la cual la disputa por la escasez de alimentos ha logrado destituir antiguos códigos y valores humanos”.
Respecto de la reconstrucción de un espacio escénico posible dentro de los ámbitos que comprenden a Espacio Bravo, la directora detalló: “La idea de puesta está armada a partir de dos espacios; en realidad, es el público el que se sienta en dos lugares diferentes, es el que se mueve. Es un recurso que utilizamos para poder recrear las situaciones que acontecen en este edificio, donde un grupo de inquilinos va matando al que llega semanalmente para trabajar, para luego comérselo, que es básicamente el conflicto que plantea esta obra, y que deriva de la película Delicatessen. Es por este motivo que, con el fin de recrear los lugares donde acontecen estos hechos, usamos toda la casa y no un único lugar”.
Con relación al texto que actúa a modo de presentación de la puesta y que sostiene: “Los errores son fruto de la propia desesperación humana que no es más que una falla de la especie”, la directora comentó: “Es un texto impresionante, que lo dijo Cecilia Mastria en una de las improvisaciones, y me pareció exquisito, porque refleja muy claramente lo que estamos contando. Es un equipo de actores que surge del taller con el que hicimos un recorrido muy intenso, de búsqueda desde las improvisaciones, y es una obra que nunca estuvo escrita sino que la fuimos escribiendo después, pero todo el proceso fue profundamente emotivo. Es lo que llamamos «dramaturgia del actor», y luego, entre todos, reorganizamos el material que había quedado de todo ese proceso. La idea es un poco empezar a producir desde una pauta física o bien desde la historia. Es como elegir un pasaje de un texto y decirle, por ejemplo, al actor: «Esta es la escena en la que Lady Macbeth se suicida, entrá y contámela». Este montaje estuvo muy marcado por este tipo de desafíos; después es el actor el que aporta sus propios recursos. Por eso se vuelve tan interesante la improvisación porque para el actor es como quedar desnudo en un segundo. Ellos usan todo lo que tienen y por eso es tan singular construir desde la improvisación porque es algo que no tiene límites para ninguno de los involucrados”.