“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




viernes, 31 de agosto de 2012

Ella en su cabeza

Cristina Banegas en uno de los pasajes de “Molly Bloom”.


TEATRO. La actriz Cristina Banegas deslumbra con su interpretación del monólogo de “Molly Bloom”, que se incluye en el final del “Ulises”, de James Joyce, con el que se presenta esta noche, a las 21.30, en la Plataforma Lavardén de Sarmiento y Mendoza


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 31 de agosto de 2012)
La vasta carrera de la actriz y directora teatral Cristina Banegas está teñida de logros que la posicionan en un lugar inusual para una artista que entendió que el teatro es, al mismo tiempo, el refugio, la experimentación, el riesgo, la ideología, el camino y el aprendizaje.
Discípula ilustre de Alberto Ure, maestro y director del que aceptó grandes desafíos y con el que montó, entre otras, una inolvidable versión de El padre, de Strindberg (que con el tiempo se convirtió en una bisagra en su carrera), Banegas eligió festejar sus 45 años con el teatro con el montaje de un texto que para muchos era irrepresentable.
Se trata del monólogo Molly Bloom, con el que esta noche, a las 21.30, se presentará en el Auditorio de la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza), en una única función.
Bajo la dirección de Carmen Baliero, quien estará mañana en la Plataforma (en el Gran Salón del 5º piso) con su propio espectáculo (ver aparte), y con la adaptación de Ana Alvarado, Laura Fryd y la propia Banegas, este texto, que aparece en el capítulo final del Ulises, de James Joyce, encierra una serie de interrogantes que la actriz desanda y transita utilizando como recurso una especie de “no actuación”.
“La estructura del monólogo, las ocho oraciones sin signos de puntuación, la extraordinaria afirmación que hace Molly, exigen una enunciación en velocidad”, escribe Banegas, y eso es lo que hace con este texto procaz y sinuoso, acerca de este personaje de ficción que Joyce incorpora en su Ulises, y que para muchos es una especie de Penélope (personaje de la Odisea de Homero, donde aparece el mítico Ulises) que se refleja en un espejo que “distorsiona” su imagen de mujer que espera sola y paciente, posicionándose en el otro extremo, el de una mujer que elige dar rienda suelta a sus fantasías sexuales siendo infiel a su marido.
Así, incandescente y tan vertiginosa como el texto que se dispone a representar, lo que prevalece en el montaje de Baliero es la velocidad de las palabras, dichas (actuadas) detrás de un atril en el contexto de una puesta austera, con una Banegas que por momentos parece una adolescente en escena aportando al personaje un histrionismo que apabulla, usando recursos tan simples (pero complejos de trabajar) como las inflexiones de la voz (en todas su coloraturas e intensidades), los movimientos de las manos que recuerdan a los sagrados mudras de los hindúes, y el aporte de mínimos cambios de registro en los que las palabras adquieren musicalidad, merced al complejo trabajo realizado por la directora, no casualmente conocedora de los territorios de la música, y de Banegas, que además es cantante.
“Si no es en velocidad, ¿cómo traducir el pensamiento, el fluir de la conciencia a la voz hablada? Y la velocidad implica vértigo, precisión, es como hacer surf en ese río de palabras. Es un viaje vertiginoso”, escribió Banegas, quien agregó: “Ella (Baliero) planteó de entrada que la afirmación, los «sí» de Molly son fonemas estructurales de la obra”.
Sola, quizás como la propia Molly Bloom reposando junto a su amante mientras imagina momentos de su privacidad, Banegas dice lo indecible tomando las palabras escritas como una especie de partitura en la que su cuerpo y su voz se vuelven (más que nunca) un instrumento que acompasa la rítmica de aquello que fue escrito sin siquiera signos de puntuación.
Es la voz de la conciencia de Molly la que Banegas traduce, pone a consideración, manifiesta con una memoria prodigiosa. Y es ella misma la que se sorprende, asiente, se “ruboriza” o se erotiza, al tiempo que, atinadamente, utiliza el atril para ocultar sus “vergüenzas” frente lo escrito por Joyce, en su ocurrente relato cuya efervescencia y fluir encuentran en Banegas a una de las pocas actrices (seguramente la única del medio nacional) que podía enfrentar con tanta precisión, ingenio y esplendor semejante desafío.

VIOLETA POR CARMEN
Mañana, a las 21.30, en el Gran Salón, Carmen Baliero presentará su espectáculo teatral-musical Centésimas del alma de Violeta Parra. Como en una pieza de teatro, la pianista y cantante desanda estados que van cambiando, atravesados siempre por los números y tocando temas como el amor, los desengaños, la religión y la historia. Se trata de la primera versión musicalizada completa del texto de Violeta Parra, autorizada por Isabel Parra, su hija.

Personajes alienados, “escapados de la jaula”

Silvina Santandrea y Juan Mangiarelli, tal como se los ve en “Atrápame”.
CONCERT. En “Atrápame", Silvina Santandrea y Juan Mangiarelli actúan bajo la dirección de Ofelia Castillo. El espectáculo se presenta todos los sábados, a partir de las 22, en Miento Bar, de Sarmiento al 300

 

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 25 de agosto de 2012)
Apelando a una forma de humor que remite a la impronta del viejo café concert aunque con la inmediatez y la dinámica que exigen los tiempos que corren, los actores Silvina Santandrea y Juanjo Mangiarelli, bajo la dirección de Ofelia Castillo, presentan los sábados, a las 22, en Miento Bar (Sarmiento 384), el espectáculo de humor Atrápame, estrenado la semana pasada.
“La fauna urbana, lejos de extinguirse, parece reproducirse; juego de espejos entre realidad doméstica y doméstico salvajismo”, adelanta el parte de prensa de esta propuesta en la que Santandrea y Mangiarelli dan vida a una particular galería de personajes.
“El mensaje que encierra el título remite a esa película que se llamó Atrápame si puedes, y se refiere, en cierta forma, a la caza de animales, aunque aquí está relacionado con la fauna urbana”, adelantó la actriz Ofelia Castillo, ahora en su rol de directora.
“De algún modo, en estos tiempos, hay un momento que nosotros, los seres humanos, en el marco de la sociedad de consumo en la que nos toca vivir, nos convertimos en animales. Por un lado aparece eso, pero también estamos hablando de aquellas personas que, como los animales, terminan siendo domesticados y cosificados”, agregó la actriz Silvina Santandrea.
En el contexto de Atrápame aparece Pablito, un artista plástico perdido en el goce de lo onírico, que trata de exprimir el arte y la belleza oculta del mundo hasta en el objeto más inhóspito, del mismo modo que una animadora infantil, superficial, hipócrita y racista que detesta a los niños.
“Es un personaje que odia a los niños de verdad, y que nos recibe en su decadente y grotesco programa de televisión Papi, papi comprame... En realidad, subestima a los niños, no los puede ni ver, y tiene este programa porque se lo produce un «amigo auspiciante» con el que se enfrenta por la supuesta incapacidad de esos niños para integrarse a su propuesta”, adelantó Santandrea.
Por otra parte, también aparece Rolando, taxista de raza al que le pasa de todo o le pasó, y tiene mil y una aventuras que contar con su ácida e irrefutable visión del mundo, la vida y las personas. Del mismo modo, Santandrea da vida a una frívola relacionista pública que muestra el cartón pintado de las relaciones públicas, banal y farandulera, con toda la simpatía y la falsedad que caracteriza al mundo moderno.
Respecto de cómo es dirigir a dos talentosos actores locales, grandes observadores de la realidad que dan vida a personajes que surgen de su propia “dramaturgia”, Castillo detalló finalmente: “Se trata de dos actores con mucho oficio, y por esto no es complejo dirigirlos; pero además yo también soy actriz, conozco estos lenguajes donde el talento y el oficio tienen que estar por partes iguales. Hay gente muy talentosa que no podría trabajar en un bar, porque el actor de bar o de concert debe estar atento y permeable a lo que pasa en la platea y capitalizarlo”, a lo que Santandrea agregó: “Es una delgada línea, y allí es donde prevalece el oficio, porque traspasarla puede ser muy placentero pero, al mismo tiempo, bastante peligroso para el actor, porque se transgrede una norma fundamental del teatro más convencional donde los espacios de unos y de otros están muy delimitados”.

Un relato que hace historia






El talentoso actor Daniel Querol en uno de los pasajes de la actual versión de “Ayer nomás”.


DE REGRESO. A 20 años de su estreno oficial, el espectáculo teatral-musical “Ayer nomás”, que se presenta esta noche y el próximo viernes y sábado, a las 21.30, en la sala Mateo Booz, de San Lorenzo al 2200, protagonizado entre otros por el actor  Daniel Querol y el cantante Ariel Martí, vuelve a recorrer los acontecimientos vividos en el país entre 1960 y 1983


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 24 de agosto de 2012)

A 20 años de uno de los mayores sucesos de la escena teatral-musical rosarina, Ayer nomás regresó a la cartelera local con cuatro funciones. El espectáculo, que fue repuesto la semana pasada y que se presentará esta noche, el viernes 31 y el sábado 1º de septiembre, a las 21.30, en la sala Mateo Booz (San Lorenzo 2243), lleva con orgullo el mote de clásico rosarino. Se trata de una crónica cantada que repasa momentos de la historia argentina que son revisitados a través de la música.
“Hace 20 años que estrenamos este trabajo, y más allá de los intervalos y del desgaste propios del paso del tiempo y de los cambios, hay en nosotros, por un lado, una necesidad artística, y por otro, en lo personal, una necesidad ideológica de seguir contando esta historia complicada de la Argentina que va del 60 al 83, con todas las dictaduras de turno y la vuelta a la democracia”, relató el actor Daniel Querol, quien tiene a su cargo el pormenorizado y poético relato que sirve de columna vertebral a la obra.
Respecto de lo musical, el actor expresó: “Podríamos decir que el rock es un pretexto para repensar qué pasó con el arte y con la cultura en general, y qué pasó con los artistas que debieron trabajar la sutileza para poder seguir diciendo y viviendo. Quizás por este motivo, más allá del paso del tiempo y de los cambios positivos que estamos viviendo, cada función vuelve a ser un estreno, por la carga y la responsabilidad  que implica para nosotros lo que estamos contando”.
Con relación a los cambios que primaron en el público en las dos décadas que separan esta reposición del estreno, el actor opinó: “Cuando comenzamos, con el recordado Pelado Reinoso y Rubén Quinteros, que de algún modo fueron los ideólogos, teníamos un debate interno acerca de quiénes serían los destinatarios de esta propuesta; pensábamos que serían los nostálgicos, los que de algún modo querían evocar el pasado; siempre fue una duda hasta que todo se confrontó con el público. Los jóvenes de aquel momento se volvieron fanáticos del espectáculo, se volcaron masivamente a la entonces Sala de la Cooperación, y lo convirtieron en un suceso. Y también fueron los padres de esos chicos porque la obra pegó en ese lugar de la necesidad de decir y de escuchar la historia que todos teníamos”.
Y finalmente, Querol explicó: “Fue una manera de contar la historia de un modo lúdico, desde la música, las imágenes y la poesía. Hoy se trata de un espectáculo más costoso, con más técnica, más atado a la actualidad, y por este motivo, como es un proyecto autogestivo, no podemos tener aquella continuidad que sí nos permitía esa primera versión más artesanal”.

LA HISTORIA Y LOS PROTAGONISTAS
Escrita por el periodista Osvaldo Bazán (la investigación periodística estuvo a cargo de Lalo Puccio y Carlos del Frade) y protagonizada por Daniel Querol (actor) y Ariel Martí (cantante), la obra fue estrenada en 1991 y contó con 10 años de permanencia en diferentes escenarios del país y más de 100 mil espectadores que la aplaudieron de pie. Ahora, la puesta se presenta con una banda totalmente renovada y un sonido y pantallas de alta tecnología y última generación. La ficha técnica se completa con batería acústica y coros de Alejandro Garcilazo, guitarra y coros de Manuel Oviedo, bajo de Martín Masanet, saxos de Carlos Fontana, teclados, programación y coros de Mariano León, y producción ejecutiva de Hugo Méndez.

martes, 14 de agosto de 2012

Historias de familia con ribetes de pequeña tragedia







CRÍTICA TEATRO

El director Aldo Prico concreta, frente a un atractivo elenco, una versión menos edulcorada del clásico de Javier Daulte "Nunca estuviste tan adorable", donde se analizan algunos de los pormenores constitutivos de la clase media argentina



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del lunes 13 de agosto)
El desamparo o la sobreprotección, el amor que se confunde con el cariño o con el afecto, la mentira y el ocultamiento como mecanismos de defensa y cierta lógica de la repetición que, como en una tragedia, se instala en una familia de clase media en forma definitiva, son algunos de los recorridos que propone Nunca estuviste tan adorable, biodrama (drama escrito a partir de una biografía) escrito por el dramaturgo porteño Javier Daulte (Criminal, Bésame mucho, ¿Estás ahí?, Proyecto vestuarios) a partir de su propia familia, estrenado en 2004 (ver aparte), que bajo la dirección de Aldo Pricco desembarcó en La Comedia, donde el viernes próximo ofrecerá una segunda función.
En ciernes, se trata de un melodrama de pura cepa (en su lógica se descubren ribetes de la telenovela clásica), que retrata en dos momentos la vida de la familia del propio Daulte, entre los 50 y los 70, y desentraña cómo opera cierto enmascaramiento o dispositivo que del mismo modo que desdibuja y atrofia la figura paterna, engrandece la materna, al punto de que las mujeres de la historia son aquí las verdaderas protagonistas.
Son los años 50, el vestuario y la escenografía (gran trabajo de Hugo Salguero) así lo confirman; pero sobre todo lo confirman los discursos o problemáticas que se instalan en un primer plano. Blanca (Mónica Alfonso, quien de este modo regresó al teatro), una mujer que detesta y oculta la pobreza en la que nació, establece una serie de mecanismos tiránicos con sus hijos Noemí (Puli Rainero) y Rodolfo (Leandro Urrere), al tiempo que atomiza toda posibilidad de decisión y presencia de su marido, Salvador (Juan Carlos Capello), quien desanda sus días como una sombra que recorre la casa y trabaja a destajo en su taller para mantener algunos de los gustos familiares.
Al mismo tiempo, Marta (Mirta Maurizi), amiga y vecina de Blanca que permanece en la casa con el objetivo de usar el teléfono, es la testigo del “desorden” que sustentan los vínculos de esta familia frente al paso de los años y de sus propios y tristes avatares personales.
Sumado a todo esto, la matriarca comienza a recibir una serie de regalos de un admirador “desconocido” que, al mismo tiempo que engrandecen su ego y su intriga (también la de su hija, una amiga de ésta que finalmente se sumará a la familia y su singular vecina), la ponen en jaque frente al particular entorno familiar que, a pesar de todo, acepta sus caprichos y contradicciones casi como si se tratase de una niña.
El salto en el tiempo permitirá ver los “resultados” que esa “disfuncionalidad” determina: el padre ya no está, su partida dejará paso a Rolando (gran desempeño de Juan Pablo Cabral), que de marido de Noemí se convertirá en la figura del “proveedor” de la familia para llenar el vacío que ha dejado el patriarca, al mismo tiempo que la vida los volverá a juntar a todos el día del casamiento de Rodolfo con Amalia (Fabiola Pavetto), donde la tragedia dejará de ser apenas una insinuación, como suele pasar en las obras de Chéjov.
La puesta se cimienta en algunos de los logros que acreditan los actores a la hora de dar morfología a sus personajes (algunos más ajustados que otros), en particular, en los desempeños de Mónica Alfonso y Mirta Maurizi, la primera dotando a Blanca de un mar de contradicciones que la definen, la segunda desde su propia imposibilidad de sostener un entorno que a cada paso la pone a prueba y desafía su inestabilidad emocional.
Pricco, lejos de la puesta de Daulte y de otras montadas en diferentes puntos del país, acidifica sabiamente este vínculo de las amigas-vecinas, lo juega hacia un costado menos colorido y más sinuoso, apelando a recursos del grotesco que tan bien puede abordar Maurizi frente al estilo de gran señora que puede sostener Alfonso en la piel de Blanca, que entre cambios de vestuario variados, rituales establecidos con sus hijos y demostraciones de afecto que pueden doler más que una trompada, dice con total impunidad frases que la definen, tales como “es de pobres decir tía a todo el mundo” o “nacer pobre es la peor desgracia”, momentos que pintan de cuerpo entero un modo de entender a la clase media-alta argentina que por entonces comenzaba a tomar forma.
Frente a estos aciertos, la puesta se sustenta, también, en un dispositivo escénico que manipulan los propios actores mediante apagones o sutiles cambios en la puesta de luces, que si bien por pasajes se complejiza en el devenir de las escenas, con el paso de las funciones se revelará como otro de los grandes logros de este trabajo que sale airoso frente a la enorme (e infrecuente) producción que implican una serie de cambios de vestuario, peinados y escenografía, para dar forma a las distintas épocas, del mismo modo que la puesta a punto del momento que remedan a los grandes musicales de Hollywood con los que sueñan las mujeres que componen esta familia.
En el contexto de una banda sonora que desempolva gemas tales como “Perfidia”, “No puedo quitar mis ojos de ti”, o clásicos cantados por el legendario Charles Aznavour, la puesta sirve también para desestimar esa vieja teoría que sostiene que todo tiempo pasado fue mejor. Gracias a que el director eligió correrse del camino edulcorado que prevalece en el original para dar paso a un melodrama más puro y realista, la versión pone de manifiesto cierto pensamiento patético imperante en la clase media de aquellos años, que veía con desgano y hasta con vergüenza algunos aspectos propios de su idiosincrasia puertas adentro de la casa, cuya trama familiar, lejos de aceptarse tal cual era, siempre veía en el afuera (de la casa, de la ciudad, del país) el sueño de una vida mejor, que, por muchos años, definió tristemente los destinos de la Argentina.

El autor y la obra
Nunca estuviste tan adorable fue un referente dentro del Proyecto Biodrama, creado por Vivi Tellas. La obra fue dirigida por Javier Daulte en 2004, contó con las actuaciones de, entre otros, Mirta Busnelli, María Onetto y Carlos Portaluppi, y obtuvo una respuesta notable de crítica y público, al punto que terminó en la calle Corrientes. Con esta obra, Daulte dio un paso hacia un teatro más comercial, aunque es de los pocos creadores que ha sabido mantener una coherencia entre ética y estética, más allá de haber dirigido propuestas tales como “Baraka”, “Un dios salvaje” o “Lluvia constante”.


viernes, 10 de agosto de 2012

El sutil encanto de una época pasada







ESTRENO TEATRO. Se conoce “Nunca estuviste tan adorable”, de Javier Daulte, con dirección de Aldo Pricco, que se presenta esta noche y el próximo viernes, a partir de las 21, en la sala La Comedia de Mitre y Ricardone



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano &  la gente, en su edición en papel del viernes 10 de agosto de 2012)
Lo que el imaginario colectivo remeda como pasado, imágenes de un momento de la vida del país que, entre los años 50 y 70, buscó componer un modelo de familia que con el tiempo se diluyó, aparece fuertemente revelado en Nunca estuviste tan adorable, biodrama (drama basado en una biografía) del dramaturgo y director porteño Javier Daulte, estrenado en 2004, que esta noche y el próximo viernes, a las 21, desembarcará en La Comedia (Mitre y Ricardone), en versión local, con las actuaciones de Mónica Alfonso, Mirta Maurizi, Juan Carlos Capello, Juan Pablo Cabral, Puli Rainero, Leandro Urrere y Fabiola Pavetto, bajo la dirección de Aldo Pricco.
Nunca estuviste tan adorable es, en ciernes, una comedia dramática de género realista dividida en dos actos atravesados por dos épocas. “Me parece que, más que una mirada crítica con la clase media de esta generación, lo que propone es una mirada indulgente para que el público pueda emocionarse, reírse, enternecerse, angustiarse; quizás no se trate de comprenderla, sino que tenga más que ver con sentirla y acompañarla”, sostiene Pricco acerca de esta obra.
Un marido casi ausente, unos hijos jóvenes, la vecina, una amiga y su yerno serán quienes orbiten alrededor de Blanca, una madre omnipresente, dueña y señora del hogar. En esta pieza, Daulte expone parte de su vida personal, donde los protagonistas de las historias narradas son su madre, su padre, sus abuelos, tíos y una vecina que, con la pátina que deja el paso del tiempo y lo que un adulto puede recordar de su niñez, adquirieron forma de obra.
“Yo no vi la versión de Javier Daulte, que es la original; me han contado que fue muy fastuosa, con un final a toda orquesta. Nosotros proponemos, a partir del texto, una versión más de cámara, más pequeña e intimista; reducimos ciertos aspectos de formato musical que tenía la versión original, y sólo mantenemos el final, que pide el texto, y que tiene que ver con una especie de homenaje a las ilusiones de Blanca (Alfonso), el personaje que representa a la abuela del autor de la obra, que se maravillaba viendo películas como Bailando nace el amor (1942), protagonizada por Fred Astaire y Rita Hayworth”, adelantó Pricco.
“En esta versión –continuó el director–, la intimidad nos lleva quizás a un plano más psicológico, nos quedamos con esa gran contradicción de momentos de ternura, de pequeña tragedia, y a la vez, de humor que tiene el texto”. 
Respecto de la irrupción de la televisión y su influencia en la sociedad en medio de las dos décadas que atraviesa la pieza, el director reflexionó: “El televisor es el primer objeto de una secuencia de regalos que aparecen en la obra, aunque más allá de este misterio que encierra el conflicto hacemos hincapié en la gran historia de amor que se cuenta, que en realidad es un simulacro, porque es una historia de amor que nunca encuentra su lugar, que es la historia de amor de los abuelos de Daulte, y de cómo este hecho se repite en la generación siguiente, es decir en la de los padres del autor. En nuestra lectura de la obra, hacemos un corrimiento respecto de este fenómeno masivo que implicó la televisión para meternos más de lleno en cómo vivió sus historias de amor toda una generación”.
Respecto de la fábula que encierra la pieza, Pricco, que ya ha transitado la problemática familiar en Una tragedia argentina (Daniel Dalmaroni), y que del mismo Daulte montó una recordada versión de Fuera de cuadro, reflexionó: “Hay una historia central en la que Blanca, la matriarca, va recibiendo regalos pero se desconoce de quién, y donde los personajes se sienten constantemente impelidos a preguntar si son queridos. Al mismo tiempo, el simulacro que se arma hace que el amor parezca más verdadero, y es, también, una historia entre los sueños del galán que nunca llega y la ilusión que deviene de lo hollywoodense, frente a las heladeras pagadas en cuotas y esta cosa tan de la clase media de querer vivir como no es, con el cine siempre presente, acompañando esa ilusión”.

El regreso de Mónica Alfonso 
“En esta obra, la música tiene una función muy importante”, dice conmovida Mónica Alfonso, quien de este modo regresa a los escenarios junto con un elenco, luego de 16 años dedicados a sus unipersonales. La actriz, que por varias temporadas desplegó su talento en Desnuda de terciopelo, bajo la dirección de Chiqui González, expresó: “Tenía muchas ganas de trabajar en equipo, y también me reencuentro con Aldo, que fue una de las primeras personas con las que trabajé en teatro. Y esta es nuestra versión del biodrama de Daulte, porque somos otros actores los que la contamos”.
“Es la historia de una familia de clase media –agregó la actriz–, y lo que se cuenta es realista, apelando a la emoción, a la identificación y al reconocimiento de este conflicto por parte del público. Seguramente, habrá algún momento de la obra en la que los espectadores lo sentirán como propio”.
Con relación a su personaje y al momento de la historia argentina en el que vive, la actriz rememoró: “Es una época que me gusta mucho, porque yo la viví con intensidad, y de la cual tengo maravillosos recuerdos; la influencia de los personajes del cine en nuestras vidas, en nuestra ropa, en nuestra manera de bailar, de movernos, son tópicos que atraviesa este espectáculo. Por eso, desde que Aldo me propuso el personaje, sentí que era como un guante en el cual podía meterme para contar lo que el mismo Daulte presenta como la historia de lo que le contaron, la historia de lo que fue y la historia de lo que a él le hubiera gustado que sea”.


martes, 7 de agosto de 2012

Shakespeare, ese autor inasible


CRÍTICA TEATRO 

Una nueva edición de “Cuatro cuartetos”, con la participación de 16 artistas rosarinos y dedicada exclusivamente al más emblemático de los dramaturgos ingleses, pasó el último fin de semana, con dos funciones, por el teatro La Comedia


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del martes 7 de agosto de 2012)
Hay una lógica instalada en el teatro a nivel planetario que indica que en la vastedad de la obra de William Shakespeare están encerrados todos los conflictos posibles que vinculan a los seres humanos con su tiempo y espacio, algunos evidentes, otros más velados por los personajes protagónicos. Es así como la obra de Skakespeare, su poética cruda y avasallante, aparece descarnada y desafiante en textos, personajes y situaciones que son el caldo de cultivo de nuevas resonancias en el teatro que se produce en el presente, independientemente de los siglos que separan la muerte del autor de la actualidad.
Así también lo confirma Jan Kott a través de Shakespeare, nuestro contemporáneo, donde el ensayista y crítico polaco elabora un recorrido acerca de la eterna fertilidad de la obra del autor de Hamlet, Otelo, Macbeth y El Rey Lear, entre muchas otras.
Cuatro cuartetos, evento anual que organiza Artes Escénicas de la Secretaría de Cultura municipal, en versión 2012 (la quinta desde su aparición), ofreció el fin de semana en el teatro La Comedia, a través de Sólo Shakespeare, la confirmación de que la singularidad de su obra es, precisamente, su carácter inasible, al punto que, quizás, sea más simple pensar en un conflicto y luego ver cómo resuena dentro de la vastedad de la obra shakespeareana, que hacerlo del modo contrario o “convencional”.
De esta manera, un equipo de 16 artistas, entre dramaturgos, directores, actores y músicos, llevó adelante este proceso que, como sucede en estos casos, tuvo resultados disímiles.
Si de repensar a Shakespeare se trata, dos de esos segmentos alcanzaron su objetivo. En el primero, “Lucía y yo”, un efervescente texto de Romina Tamburello, fue el sustento para el lucimiento de la actriz Analía Saccomano, con música de la percusionista Vicky Virgolini y la atinada dirección de Nicolás Jaworski. La ironía y la esquizofrenia en medio del psicoanálisis, y apelando al costado más “femenino” que acredita Hamlet, dispararon una sesión de terapia ríspida, plagada de humoradas y destinada a convertirse en obra autónoma.
Tras los pasos de “Rey final”, con Adriana Frodella, sobre textos de Francisco Pavanetto, y música de la violinista Sofía Lasa, bajo la dirección de Severo Callaci; y “Detrás del mismo humo”, pieza escrita por Marcelo Britos, protagonizada por Raúl Santángelo, con música de Mariano Braun y dirección de Gustavo Postiglione, llegó el turno de “Esto no es una obra”.
Apelando a un recurso conocido pero no por eso poco efectivo, el actor Ariel Hamoui, a partir de textos de Alejandra Gómez, bajo la dirección de Ana Tallei, intentó encontrar al autor (a Shakespeare) en el presente.
En un juego de cajas chinas, y partiendo de la idea de ruptura del concepto fundante del monólogo, apelando a la fuerte presencia escénica del actor y músico Atilio Basaldella (Atilio y Los Alimonados), el equipo jugó con preguntas acerca de cuál es el autor real y cuál el imaginario, de dónde viene la inspiración y cómo se atraviesa el proceso de creación de un personaje, donde, nuevamente, el humor y la ironía hicieron su mejor trabajo.