“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




miércoles, 30 de junio de 2010

De matones y pusilánimes



La Saga Teatral Argentina Arde se presenta en una nueva versión, los sábados, a las 22, en La Morada (San Martín 771). Se trata de un proyecto conformado por cuatro obras que tienen continuidad, a modo de miniserie teatral o teatro capitulado. Durante el año 2008 se estrenaron los dos primeros capítulos: “El secreto” y “La transa”, en el año 2009 “La timba”, y en agosto de este año se conocerá el capítulo final de la saga. Si bien cada una de las obras o capítulos desarrollan una historia que cierra en sí misma, el espectador que asista a las cuatro obras podrá conocer la totalidad de la saga teatral, por lo que antes del estreno de la parte final se reestrenaron las tres primeras obras en una versión reducida, para que puedan ser vistas el mismo día en diferentes espacios. En las tres propuestas, que pueden verse los sábados, actúan Juan Pablo Yevoli, Gustavo Sacconi, Maximiliano Fonseca, Mecha Nuñez, Adriana Sánchez, Mayra Sánchez y Claudio Danterre, con dramaturgia de Juan Pablo Giordano y dirección general y puesta en escena de Pablo Fossa.
Lo que sigue es una reseña de las dos primeras partes de la saga.



Por Miguel Passarini
La distorsión de la realidad histórica, o bien la construcción de una especie de “realidad teatral” y paralela que responde a un orden que toma elementos de esa realidad histórica y los transforma (el teatro de Ricardo Bartis y Pompeyo Audivert son claros ejemplos de esta variable), son los ejes por los cuales discurren las problemáticas del proyecto Argentina arde, una atractiva creación que agrupó en un comienzo “El secreto” y “La transa”, estrenadas en 2008, y que continuó en 2009 con la presentación de “La timba”, tercera parte de una teatralogía que verá su fin este año con el estreno de un nuevo espectáculo.
El proyecto, conocido en la sala La Morada bajo la dirección y puesta en escena de Pablo Fossa (Madagascar), que también participó de la programación del Argentino de Teatro que se realiza en Santa Fe y en el Festival de Teatro del Mercosur 2009, toma el formato de saga teatral capitulada (como otras que se conocieron en Buenos Aires, aunque esta es la primera que se estrenó en la ciudad), y juega entre la hilaridad y la tragedia, entre el humor patético tan propio de Roberto Arlt y la desazón y la tristeza de los personajes y situaciones familiares de Florencio Sánchez.
En “El secreto”, una familia, los González, parecen haber “arreglado” el casamiento de la joven María Esther. Todos esperan sacar algo de esa boda convenida, todos parecen estar agazapados a la espera de la presa que será despellejada incluso por Ana, la madre de la muchacha, que guarda el secreto en cuestión. Una familia “cristiana” (así lo confirma un recoleto oratorio), la contradicción que enardece, un cuadro familiar en el que la argentinidad impresiona. En el medio, tres personajes que llegan: Gregorio, el candidato a casarse, y dos amigos, dos matones pusilánimes y viejos conocidos, José Pérez, El Brujo (una caricatura de José López Rega, el fatídico Brujo, que fuera el secretario privado de Juan Perón), otro pretendiente de María Esther, y Máximo Necio, que busca saldar con Gregorio una deuda del pasado, quizás de la infancia.
El mayor logro de esta primera parte de la saga (aunque se sostienen en forma unitaria, se recomienda la visión conjunta de ambas obras) es el personaje que completa y contempla la historia, recreado con su habitual solvencia por Claudio Danterre. Se trata del hermano de la madre de María Esther, que actúa a modo de bisagra. Desde la quietud, sentado frente a una vieja radio de las del tipo Capilla por la que se escucharán los ecos de la Revolución Libertadora de mediados de los 50, vigila a los demás al mismo tiempo que los intimida, habla poco, mira, silencia. Lo que queda es una triste postal de la clase media argentina, esa que fue construida en base al juego de opuestos peronismo-antiperonismo, a la radicalización de las ideologías, acaso la génesis del país tal como se lo ve hoy.
Acto seguido llega el turno de “La transa”, con El Brujo y María Esther fagocitándose en el marco de una convivencia imposible, a puertas cerradas y a los golpes. Ella, lejos de Gregorio, escapada de su casa y sospechada de traicionar al Brujo con un amante, él, arreglando los asuntos que mantiene pendientes con algunos funcionarios del gobierno, entre ellos Máximo Necio, que ahora trabaja en el Ministerio del Interior.
Una reunión de “amigos” en circunstancias poco felices, la suma de varios engaños, tanto públicos como privados, y el desconcierto de aquellos que detentan el poder pero que apenas son eslabones de una larga cadena en la que prevalecen las contradicciones y la confusión, al tiempo que el rédito queda siempre en manos de otros.
Es en esta segunda parte donde el humor gana terreno y se llena de guiños al público. Los ajustados trabajos de los tres actores construyen pasajes forjados en base a la hilaridad, aunque se trata de un humor cruel, patético, de seres desintegrados, desesperados y dispuestos a la salvación individual o bien a la aparición de una salvación milagrosa, otro rasgo que los acerca a la esencia del ser nacional en todo su esplendor.
Desde la dirección, Fossa acierta en todo el proyecto al poner atención en una estética que, aunque transitada, es al mismo tiempo una fuente inagotable de inspiración, que sirve para preguntarse si aquello que da risa, esa especie de ironía dolorosa y siniestra de un país que ha debido padecer una clase dirigente artera y negociadora de sus propios intereses, no debería forzar una reflexión que hoy se vuelve imprescindible. Argentina arde, tal como lo adelanta el grupo en el programa de mano, plantea “la percepción de un país que eternamente está por ganar un mundial o que será destacado en algo”. Y allí radica la metáfora más reveladora de esta propuesta: un país que se jugará hasta el límite y que podrá ganar o perder, como dice el tango, “por una cabeza”. Sólo basta mirar hacia atrás y ver que en la Argentina de hoy, que sigue “ardiendo” como la de los 50, los partidos definidos “por una cabeza” son moneda corriente.

FTR2010, imperdible!


Lo que sigue es la programación del Festival de Teatro Rafaela 2010. Si pueden, no se lo pierdan, es una ciudad y una gente maravillosa y lo que pasa allí en esos cinco días es mágico.


Programación oficial por día
Además de las funciones oficiales, se programan otras funciones de los espectáculos
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Miércoles 14 de Julio
Desfile Apertura
17:30 . Avenida Santa Fe

Acto de apertura
18:30 . Teatro Lasserre

Fulanos “alguien, alguno, nadie, ninguno”
De Gerardo Hochman, Teresa Duggan y Eduardo Zvetelman . La Arena . Buenos Aires
19:00 Teatro Lasserre

Un hueco
De Juan Pablo Gómez . Compañía Un hueco . Buenos Aires
20:30 Club Atlético de Rafaela . Vestuario Visitante *

Carnes Tolendas, Retrato escénico de un travesti
PROGRAMA INT PRESENTA
De María Palacios y Camila Sosa Villada . Banquete escénico . Córdoba
21:30 Centro Cultural Municipal . Sala Sociedad Italiana

Espamento Mamushka
ESTRENO COPRODUCCION FTR10
De Ramiro Rodríguez . Los niños de Foxrock . Rafaela
23:00 Centro Cultural La Máscara *

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Jueves 15 de Julio
Dionisos Aut
PROGRAMA INT PRESENTA
De Aldo El-Jatib . Grupo Laboratorio de Teatro “El Rayo Misterioso” . Rosario
20:00 Centro Cultural Municipal . Sala Sociedad Italiana

Un poyo rojo
De Hermes Gaido, Nicolás Poggi y Luciano Rosso . Compañía Un poyo rojo . Buenos Aires
21:30 Teatro Lasserre

Medieval
De Gonzalo Marull . Córdoba
23:00 Centro Cultural La Máscara *

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Viernes 16 de Julio
Fanto
ESTRENO COPRODUCCION FTR10
De Santiago Alassia . En Alaska . Rafaela
20:00 Centro Cultural Municipal . Sala Sociedad Italiana *

Casicapresse
De Alba Alfonsina Iruzubieta . Naná y Tomate . Buenos Aires
21:30 Teatro Lasserre

El estado de la neutra
De Jimena Sivila Soza . Pupila Cero . San Salvador de Jujuy
23:00 Centro Cultural La Máscara *


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Sábado 17 de Julio
Patologías
De Cía. De Teatro y Circo Pato Mojado . Rosario
17:00 Vecinal Barrio Pizzurno * ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

The Victory to La Madrecita
De Mónica Cabrera . The Cabrera’s Company . Buenos Aires
20:00 Centro Cultural Municipal . Sala Sociedad Italiana *

Teruel y la continuidad del sueño
PROGRAMA INT PRESENTA
De Manuel Santos Iñurrieta . El bachín teatro . Buenos Aires
21:30 Teatro Lasserre

La gracia
De Lautaro Vilo . Buenos Aires
23:00 Centro Cultural La Máscara *

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Domingo 18 de Julio
El circo de los Hnos. Boloño
De Aldo Villagra y Pablo Tendela . Los Hnos. Boloño y otros misterios . Rosario
17:00 Plaza 25 de Mayo * ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

Nada del amor me produce envidia
De Santiago Loza . Flor de un día . Buenos Aires
18:30 Centro Cultural La Máscara *

Sonus
PROGRAMA INT PRESENTA
De Sebastián D’addario . Kumulus Limbus . Rosario
19:30 Teatro Lasserre

Acto de Cierre
Desconcierto Grosso
De Salvador Trapani y Esteban Sesso . Los Estrellados . Rosario
21:00 Cine Teatro Belgrano ENTRADA LIBRE Y GRATUITA

martes, 15 de junio de 2010

Viejos sueños de inmigrantes


CRÍTICA TEATRO. El director Eduardo Ceballos consigue una correcta versión de “Babilonia, una hora entre criados”, el grotesco clásico de Armando Discépolo, que pinta la Argentina de la década del 20 y su mundos encontrados

Texto: Armando Discépolo
Dirección: Eduardo Ceballos
Actúan: Carlos García, Nives Paschetto, Julio Chianetta, Irupé Vitali, María Borgobello, Leo Zucca, Bruno Brandoni, Juan Carlos Mac Caddon, Alejandra Aracil, Arlen Buchara y Marcelo González de Galeano
Sala: Amigos del Arte (3 de Febrero 755), sábados, a las 22

Por Miguel Passarini

Una casa de inmigrantes que “pelecharon” gracias a algunos chanchullos fue el escenario elegido por Armando Discépolo (acaso el mayor dramaturgo que haya tenido este país), para retratar con ingenio y agudeza los entretelones de aquellos que vinieron a “hacerse la América” y apenas si pudieron “parar la olla”.
Babilonia, una hora entre criados, escrita por el autor de Mateo y El organito entre las décadas del 20 y el 30 del siglo pasado, regresó hace algunas semanas a la cartelera local, esta vez de la mano de Eduardo Ceballos, quien a su vez homenajea al recordado director rosarino Pepe Costa, pionero del teatro independiente de la ciudad fallecido hace unos años, cuya versión de la misma obra y en la misma sala (de la que Ceballos participó como actor) figura entre los mejores trabajos del vasto historial del teatro independiente rosarino.
“Una hora entre criados”. Esa fue la consigna con la que Discépolo se permitió desgranar a través de un grotesco de pura cepa, y en los 60 minutos exactos que dura la obra, lo doloroso del "no pertenecer", del "no ser", del estar abajo mientras otros, arriba, les pisan la cabeza, en el contexto de dos mundos de orígenes cercanos pero irreconciliables, donde afloran lo mejor y lo peor de cada personaje, a través de parlamentos agridulces mediante los cuales, y como decía Discépolo, “por lo mismo que se ríe, se llora”.
Italianos, franceses y españoles (los criados, encargados del servicio y la cocina), viven en el subsuelo, donde pueden asumir cierta pertenencia en un lugar que no les pertenece, y donde cada uno puede desnudar sus sueños más añorados, a la vez que sus rencores más punzantes.
En ciernes, se trata de una de las obras clave del transito del sainete (el patio del conventillo) al grotesco (los interiores de las casas de inmigrantes). Casualmente o no, Ceballos, antes de estrenar Babilonia, hizo un camino parecido luego de dos largas temporadas con El conventillo de la Paloma, sainete clásico de Alberto Vaccarezza.
Babilonia, una hora entre criados es una pieza que, tanto por su valor simbólico como por su contenido real, no admite remilgos: en ella están condensados los preceptos básicos del grotesco criollo (a su vez, antesala de lo que sociólogos e historiadores rotularon mucho después como “ser nacional”), y sus parlamentos resuenan contemporáneos, en particular en esta versión que respetó a rajatabla el texto y las situaciones, más allá de que no aparezcan la totalidad de los personajes.
Sin embargo, a la puesta, que tiene momentos de gran efecto, le juega en contra la profusión de un elenco que debe resolver situaciones en un espacio demasiado pequeño como el escenario (a la italiana) de la sala Amigos del Arte, más allá de que esa limitación espacial sirva para remarcar el encierro de “los de abajo”, algo que, de todos modos, acontece en muy pocos pasajes de la puesta, acertadamente acompañada con la presencia de dos músicos en vivo. De todos modos, y como pasó con su parienta lejana Sacco y Vanzetti, la obra merecería una temporada en una sala como La Comedia, donde las escenas encontrarían un nuevo modo de componerse en un espacio menos oprimido, al tiempo que permitiría que la versión de este clásico llegue un público más masivo, porque tiene méritos para conseguirlo.
Volviendo a las singularidades del elenco, donde afloran registros de actuación que van del realismo más naturalista a un grotesco que, por momentos, transita por la cuerda floja para tentarse con la exageración e incluso con ciertos recursos del expresionismo, se acompasa con una puesta en escena en la que sí funciona el dispositivo. Si bien no es para nada novedoso, ese “abajo” contado con lujo de detalles por Discépolo, se ve claramente en la versión de Ceballos, merced al correcto trabajo de escenografía, que consigue que funcionen las dos extra escenas de la obra que son fundantes: el mundo de la cocina (la metáfora más feroz en la que se habla de la literalidad de cocinar, pero donde también se “cocinan” otras cosas) y la escalera, que conduce al comedor de la casa, donde acontece una fiesta de compromiso en una noche que complicará las vidas de los criados.
Merece destacarse dentro del elenco el talento y la presencia escénica de Carlos García quien encarna a Piccione (el jefe de cocina). Sus monólogos a público, su intensidad para resaltar lo ideológico que encierra el texto y que por momentos se diluye en el resto de los personajes, está entre lo mejor de todo el espectáculo.
Por lo demás, esta versión, que además sirve como carta de presentación a un novel grupo de actores enfrentados a otro de mayor experiencia (con sus pro y sus contras), también muestra lo irracional, la crueldad y el individualismo frente la posibilidad de una salvación conjunta, acaso una de las particularidades del texto más contundentes, que tiene sus ecos y disonancias en el presente, porque hoy, más que nunca, en el año del Bicentenario de la Patria, Babilonia se revela como la pintura más “descascarada” del viejo sueño de los inmigrantes.

viernes, 11 de junio de 2010

Un recorrido que se vuelve imprescindible


QUEDÓ INAUGURADA EN EL MUSEO DE LA MEMORIA LA MUESTRA “MADRES: LA ÚLTIMA PLAZA”, DE JORGELA ARGAÑARÁS

El jueves por la tarde, en la sede provisoria del Museo de la Memoria (Avenida del Valle y Callao), con la presencia de funcionarios entre los que se encontraban el intendente municipal Miguel Lifschitz, el director del museo Rubén Chababo, y el secretario de Cultura Horacio Ríos, quedó inaugurada la muestra de oleos y acrílicos Madres: la última plaza. Convertida en la última muestra montada en el espacio que el Museo de la Memoria ocupa en la Secretaría de Cultura municipal, antes de su traslado a su edificio definitivo en Córdoba y Moreno, la muestra de Argañarás consta de diez obras pensadas a partir de la monocromía como recurso, con pequeños detalles de color.
Las imágenes, que se corresponden con aquellas fotos de los intensos e históricos recorridos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo que la memoria colectiva capitalizó como propios, son recreados por Argañarás en un recorrido que se vuelve intenso, doloroso, pero imprescindible.
Los míticos pañuelos blancos (los pañales de los hijos desaparecidos que se convirtieron en un símbolo que recorrió el mundo) parecen querer escapar de los cuadros de Argañarás, confirmando que son la síntesis perfecta de una tarea silenciosa que a más de 30 años del comienzo de la lucha de Madres y Abuelas (algunas de ellas, presentes en la inauguración), siguen generando conmoción. Imperdible.

Catálogo sobre la desolación



ESTRENO DANZA. Mañana, a partir de las 21, en la sala Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España, la bailarina y coreógrafa Paula Manaker, junto a Ana Varela y Yerutí García Arocena, baila y dirige “¡Oh! Imperfecta”, una propuesta interdisciplinaria de la que participa un profuso equipo de artistas


Por Miguel Passarini
Un “catálogo escénico” sobre la desolación dentro de una obra de danza, o viceversa. Las “huellas e impresiones” de la desolación a través de “cuadros humanos”. Son algunas de las definiciones que la bailarina y coreógrafa rosarina Paula Manaker encontró para hablar de ¡Oh! Imperfecta, un espectáculo que abrevó en el caos creativo y el desprejuicio en el cruce de lenguajes, para desembarcar en siete episodios (u obras breves) que componen un corpus que se conocerá mañana, a las 21, en la sala Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río), en una única función, antes de presentarse los domingos de julio en el teatro El Rayo (Salta 2991).
La profusa ficha técnica del espectáculo habla a las claras de la sumatoria de estéticas y lenguajes que conviven en ¡Oh! Imperfecta. A la presencia de Manaker (también directora general) se suman las bailarinas Ana Varela y Yerutí García Arocena, con la participación de la violonchelista Florencia Martinucci, la composición música original de Alejandra Manssur, la música original de la escena “El bosque”, de Aurèlian Potier; la postproducción musical de Juan Ignacio Favre, el vestuario de Cristian Ayala, la fotografía de Sebastian Friedman, la realización de video de Patricio Carroggio y la realización de ilustraciones del dibujante, ilustrador, pintor y animador francés radicado desde 2006 en Buenos Aires, Ange Potier.
“Se trata de una obra compuesta por siete piezas breves en las que exploramos diferentes impresiones sobre la desolación, o bien cómo la desolación deja en las personas algunas impresiones o huellas. La idea concreta es que son siete piezas que se presentan como si fueran «cuadro humanos», es decir que cada una de estas piezas es en sí misma un mundo particular”, contó a la directora a El Ciudadano, quien habló también de la incorporación de otros lenguajes dentro de un proyecto de danza, algo en lo que ya había incursionado en Cuco. Respecto de los “cuadros humanos”, denominados “Condenadas”, “Mundo imaginario”, “Bomba”, “Desesperada”, “El bosque”, “Carretera” y “Fiesta”, Manaker adelantó algunos detalles. “Lo de cuadros humanos tuvo que ver con hacer una puesta particular a partir de cada idea, donde no buscamos desarrollar ese mundo sino que intentamos generar una impresión, por eso trabajé mucho con la idea de la imagen, ya sea pictórica o fotográfica, y a partir de eso, abordamos cada una de las escenas. Casi podría asegurar que, en todos los casos, lo primero que apareció fue una imagen que después nos permitió pensar en una sensación, en una emoción a través de la cual esa imagen se desarrollara. Por ejemplo: la primera pieza, «Condenadas», que no casualmente es la escena que da inicio a la obra y cuya impronta constitutiva tiene mucho que ver, incluso, con el nombre del espectáculo, partió un poco de la idea mítica de poder estar en la cabeza de otro. Es la cabeza de una diosa decapitada que cuando la quieren «reconstruir», le ponen su cabeza a un cuerpo pagano, el cuerpo de una prostituta. Es a partir de esa dupla o contradicción (esa «imperfección»), que abordamos la escena fundante”, detalló Manaker, quien se inspiró, para este primer segmento, en el cuento de Margaritte Yourcenar, “Kali decapitada”.
Otros de los pasajes es “Mundo imaginario”, “pieza para bailarina múltiple” en la que el video contiene a la bailarina “como el agua al pez”, y que está inspirado en la obra expresionista de Jean Painvelé, cineasta y documentalista francés (1902-1989) que se enfocó en investigar lo desconocido sumergiendo por primera vez la cámara en el mar.
También aparecen “Bomba”, “pieza para bailarinas sobre dibujos animados”; “Desesperada”, “pieza para mujer animada, una mujer que no se detiene, una sobreviviente”; “Carretera”, pasaje que transcurre en una carretera vacía, “un lugar hostil para un cuerpo humano”, y “Fiesta”, “pieza para bailar”, inspirada en un fragmento del cuento “La gallina degollada”, de Horacio Quiroga.
“Hay, por ejemplo, una de las escenas, «El bosque», en la que estamos completamente animadas, que está inspirada en «El jardín de las delicias», del Bosco (pintor flamenco, 1450-1516, que puso a la humanidad como protagonista de sus cuadros). Es un momento encantador, donde trabajó mucho Ange (Potier), que es el animador y quien la compone. Es un pasaje absolutamente audiovisual: el espectador va a estar inmerso en ese mundo, pero es algo que responde a la impronta de todo el espectáculo, y que tiene que ver con esto de entrar a distintos mundos y poder compartirlos”.
Finalmente, la directora habló de la dualidad de estar tanto dentro como fuera del espectáculo: “Es, por muchas razones, una tarea complicada. Para mí fue algo difícil e intenso. Primero vinieron las ideas en forma desordenada, caótica, desde distintos lugares, desde los ensayos, desde los papeles escritos. Casi como una cuestión de fe, fui permitiendo que las cosas pasaran, y con el tiempo las cosas fueron madurando, encontrando su lugar, tomando consistencia; entonces, la mirada de la dirección es algo permanente pero aparece después, cuando volvés a mirar y a encontrar una lógica que quizás en una primera visión no habías percibido. Pero todo eso fue posible gracias al trabajo del equipo: creo que es un privilegio trabajar una obra de danza con un equipo tan interdisciplinario y de gente tan talentosa”.

“El teatro es el paradigma de la aventura de actuar"




El actor Federico Luppi habla de “Por tu padre”, del brasileño Dib Carneiro Neto, donde comparte rubro con Adrián Navarro, espectáculo que esta noche y mañana se presenta en el Teatro Nacional Rosario, de Córdoba al 1300


Por Miguel Passarini
El talento, la intensidad, la certeza, la convicción y, sobre todo, la claridad ideológica, han acompañado en los últimos 40 años la carrera de un actor que está en lo más alto de la escena nacional, pero sin embargo conserva intactas la humildad y las ganas de hablar de su trabajo con el mismo apasionamiento que en sus comienzos. Federico Luppi es uno de los pocos representantes de una generación, la de los 60, que hizo del cine, el teatro y la tevé argentina, una bandera.
Nuevamente radicado en el país (aunque reparte su tiempo entre su tierra y España), Luppi llega esta noche a Rosario, en el marco de una gira nacional, con la obra teatral Por tu padre. Se trata de una propuesta arriesgada, en la que Luppi afronta tres personajes, y en la que comparte el escenario con el ascendente Adrián Navarro. En la puesta, un hombre de algo más de 30 años, confronta en el funeral de un familiar al socio comercial de su padre y a su padre mismo, en un crispado, frenético y, por momentos, agresivo dialogo.
En una charla con el diario El Ciudadano, Luppi habló acerca de los factores que lo sedujeron de este texto a la hora de retornar a los escenarios argentinos, y de lo que implica hoy su profesión y compromiso con el oficio: “Los actores nos manejamos así, autónomos, y nunca entenderé porqué. Pero hoy dependemos de las pautas del mercado, de dónde aparezca el trabajo que tampoco abunda. No tenemos jubilación, y yo ya estoy peinando canas y arrugas, y me preocupa lo que pueda pasar dentro de algunos años”.
—¿Qué elementos encontraste en este texto de Dib Carneiro Neto para tentarte con volver a hacer teatro en el país luego de doce años?
—Estuve mucho tiempo en España, donde hice algunas temporadas teatrales. Pero una vez aquí, la obra aparece de manos del propio empresario, y lo que me atrajo de manera fulminante es que trata un tema que en general, por motivos que tienen que ver con los prejuicios y la educación, no se habla, que es la sexualidad de los padres. O bien es un tema que es tratado de una forma un poco hipócrita, veladamente, so pretexto de la moral y las buenas costumbres.
—También, de la relación de un padre y su hijo y de cómo ese hijo “arma” su cabeza…
—Sí, también me atrajo mucho el mecanismo dramático que propone el autor, porque son tres personajes. En una primera parte, el socio va al velatorio del padre y se encuentra con el hijo, y en la segunda parte, el padre va al velatorio de su socio y también se encuentra con su hijo. Y entonces este hijo que ha hecho una vida de crecimiento bastante deficitaria, con serios agujeros emocionales, o lo que lo psicólogos llaman “el tercero excluido”, arma, con esa parentalidad tan complicada, su propia adultez, que está bastante dañada. En la obra, aunque no está, hay una presencia permanente que es la de la madre, una mujer muy fuerte psicológicamente, con posturas políticas muy radicales, y con una activa vida sexual. De esos temas se habla con bastante crudeza, pero sin ninguna gratuidad, sin agresión.
—Se intuye como un gran desafío en términos de pensar lo frondoso de los temas que se cruzan.
—Es que a partir de allí se arma como una especie de trío singular desde el cual se plantean muchos temas que tienen que ver con nuestra vida cotidiana que van desde los padres y sus relaciones afectivas y la aparición de un tercero en un hogar de clase media, hasta los prejuicios y los amores. El padre dice en un momento de la obra: “La única forma de abordar una relación humana, sin importar las referencias éticas o morales, es hacerlo totalmente sin prejuicios”; en realidad, creo yo, dejando de lado los famosos rencores bajados del amor propio, o las pequeñas venganzas personales. Por todo esto que te digo, tengo la convicción de que es una obra que la gente merece escuchar y ver, porque sobre todo y pese a todo, sigo creyendo que el público suele ser mucho más inteligente que la gente del espectáculo, que los propios artistas. La gente está todo el tiempo con sus antenas abiertas, transitando un país con complicaciones de orden político y económico. Pero por lo mismo, creo que la gente está muy “afinada”.
—Además de que el teatro funciona en la gente como un espejo, ¿compartís que los conflictos de los que habla la obra son marcadamente cotidianos y por algún lado resuenan?
—Es así, y algo que también me atrajo es que la obra no está planteada en términos psicoanalíticos: no se vive como una somatización permanente, como tampoco una escalada intelectual de tipo racional. Más vale, en ese sentido, es una obra bastante cotidiana y terrenal, insisto, con un lenguaje intenso y hasta algo crudo, pero absolutamente comprensible y real.
—Siendo un actor que ha alcanzado reconocimiento en cine, tevé y teatro, ¿qué te devuelve el escenario como ese espacio de mayor verdad en relación con la actuación?
—Yo creo que el actor que tiene la suerte de conectarse con un sentido de la verdad, puede expresarse profundamente tanto en tevé como en cine. Lo que ocurre con el teatro es que sí tiene una singularidad que es más que milenaria: primero, su profunda e intensa fugacidad, el actor de teatro existe solamente en el momento de la función, y después, la presencia del públi-co es absolutamente viva, es sangre a sangre, no hay intermediación, no hay pantalla, y desde el comienzo de la obra hasta el final, cada segundo que pasa, es un juego de suerte y verdad, si hay un accidente, un equívoco, un traspié, hay que seguir adelante. Es como una suerte de pendiente por la que a veces descendés bien y caés en un colchón inflable, y en otras te das un golpe en la cabeza. El teatro es el paradigma de la aventura de actuar. Un viejo actor francés decía que hay días en los que Dios baja al escenario y te toca, y ése es un día maravilloso.
—¿Tenés proyectos para volver a filmar?
—Por el momento, tengo algunos guiones de cine, que son solamente la avanzada de proyectos que siempre están pendientes porque dependen de otras cosas, y después, cuando aparece el inversor y las fechas, hay que ver si uno puede. Por suerte se está filmando bastante en la Argentina: hay una cantidad enorme de gente muy joven con muy buenos proyectos, con buenos libros, y como siempre, espero que alguno de ellos me pueda tocar a mí.
—Siendo un artista de fuerte compromiso político y un conocedor de la historia, ¿cómo viviste los festejos por el Bicentenario?
—La verdad es que debo reconocer que en los días previos al festejo tenía un poco la “boca torcida”, porque siempre digo que cada vez que llegan los aniversarios de nuestra indepen-dencia, y vienen los festejos, me he preguntado siempre, ¿de qué carajo nos independizamos?, cuando la ma-yoría de las grandes empresas que hay dentro del país son extranjeras. Y en-tonces tenía un poco de desconfianza de caer en esa cosa repetitiva, más o menos escolar, tipo Billiken.
—Lo viviste como algo inédito en la Argentina de este tiempo…
—Sí, porque uno tiene en el imaginario esa cosa de la época escolar de la fiesta de la Patria y todo seguía igual. Me dio la impresión que hubo, desde el punto de vista emotivo, una suerte de ruptura con una inercia medio tonta que venía sucediéndose año tras año, en un momento en el que el mundo está atravesando circunstancias muy serias, muy duras, con los ajustes y las dificultades económicas. Y Argentina, pese a todo y en las condiciones en las que estamos moviéndonos, está con la cabeza bastante erguida. Yo ya he envejecido en la Argentina, y recuerdo tres patriadas o puebladas enormes de mi país: una que la fui armando a través del tiempo, porque no había ni tanta televisión ni tanto documental, que fue el 17 de octubre del 45, en una familia como la mía que no era nada peronista, y después el Cordobazo, que fue uno de los momentos en los que realmente apareció la constancia combativa de un pueblo que todavía manejaba cierta dignidad, y ahora el Bicentenario, y lo comparo con lo que he visto en otras partes: pocas veces se ha visto en el mundo entero un festejo de tal dimensión popular y con tanta profundidad, en el sentido más afectivo de la palabra. Por unos días, me sentí transportado por la reconciliación, por el deseo de ser buena persona. La gente desmintió con su presencia y su capacidad anímica la crispación y el encono. Puedo decirte, con absoluto impudor, que me sentí muy feliz.

sábado, 5 de junio de 2010

Una Navidad en el campo







ESTRENO TEATRO. Mañana, a las 20.30, en Caras y Caretas, de Corrientes al 1500, se conocerá "Demasiada familia", con dirección de Cristina Carozza, en el que, al frente del novel grupo Puertas Adentro, indaga en la obra y los conflictos propuestos por Anton Chejov




Por Miguel Passarini

Siempre es auspicioso el surgimiento de un nuevo grupo teatral, sobre todo en una ciudad como Rosario, con una tradición que acredita, con relación a esa forma de producción, más cincuenta años de historia. Es así como mañana, a las 20.30 (estará en cartel por dos meses), en la remodelada e histórica sala Caras y Caretas (Corrientes 1518), se conocerá la primera producción del grupo Puertas Adentro, que lleva adelante la directora y docente Cristina Carozza. Se trata de Demasiada familia , un espectáculo en el que algunos conflictos de la dramaturgia y los cuentos a Anton Chejov sirvieron como disparadores para la improvisación, una variante que, según Carozza, marcó y marca a fuego la producción teatral local, “donde casi no hay textos que no sean intervenidos por los creadores en el proceso de ensayo”, según dice.

Con las actuaciones de Celina Rovetto, Magdalena Romanos, Cecilia Patalano, Angie Beltrame, Marcelo Gargiulio, Silvina Scarpolini, Flavio Soso, Gianina Moisés Sosa, Soledad Palomeque, Emilio Dei Cas y Vanesa Baccelliere, la puesta, según Carozza, “surgió de la idea de trabajar con Chejov pero desde un lugar en el que pudiésemos entender la lógica de su dramaturgia, qué buscó contar, por eso todo pasa en Navidad pero no situamos el conflicto en ningún momento histórico en particular, aunque no es ni la época que describe Chejov como tampoco es la actual. Del mismo modo, trabajamos esta idea del campo enfrentado a la ciudad, tan presente en su dramaturgia”.

El parte de prensa es coherente con esta dicotomía que plantea la directora, dado que adelanta: “En una casa de campo, en las afueras de Moscú, el día de Navidad. Moscú puede ser cualquier ciudad. Las personas buscan un momento en sus vidas para celebrar sus encuentros y diferencias”.

—¿Por qué elegiste trabajar sobre Chejov?, pareciera que hace unos años volvió a ponerse “de moda”, más allá de que los investigadores avalen la teoría que dice que en su obra, como pasa con Shakespeare, está “todo el teatro”.

—En realidad, hay un poco de todo eso, pero es una particularidad del taller de avanzados trabajar cada año con un autor. Veníamos de hacerlo con García Lorca y con Brecht, y Chejov fue un desafío grande porque es complicado acercar esos textos (obra, cuento) a los actores, dado que al leerlos, da la sensación de que no pasa nada, pero está allí, en sus personajes, lo que guardan las apariencias. Y entonces hay que lidiar con eso, porque los actores te dicen “qué vamos a hacer con esto que no pasa nada”. El desafío nuestro es ayudarlos a mirar esos conflictos desde un lugar determinado, que puedan hacer otras lecturas, que puedan acercarlos al presente de algún modo. El gran desafío fue cómo pensamos hoy el teatro de Chejov, cómo lo acercamos a este tiempo, cómo lo volvemos contemporáneo, más allá de que yo creo que es muy contemporáneo. Eso implica todo un ejercicio que está bueno que podamos hacer.

—¿Trabajaron con algún texto en particular?

—No. Más allá de que hay muchos conflictos y personajes dando vueltas, fueron disparadores para las improvisaciones: tomamos como concepto de trabajo algo que es muy chejoviano y que tiene que ver con lo que pasa con las apariencias y al mismo tiempo lo que pasa internamente en el personaje. Eso es muy teatral y muy interesante de trabajar; es esta especie de desavenencia entre lo que se dice y lo que se guarda. En la obra, se refleja esto de que la gente se la pasa comiendo, porque sucede todo en Navidad, y mientras comen, se van trazando sus destinos casi sin que lo noten.

—Como decía John Lennon, “la vida es eso que pasa mientras hacemos otra cosa”…

—Exactamente, esa frase apareció en las improvisaciones, y es muy fuerte tomar conciencia de que es realmente así, y la comida de Navidad es un fuerte ejemplo de eso: todos comen a la vez, todos hablan a la vez, y pareciera que nadie se escucha, que es como un momento ideal para tapar los problemas y hacer de cuenta que todo está bien. De todos modos, sabemos que no es así.

—“Demasiada familia” es un trabajo que surge de un taller, pero además aparece como la primera propuesta de un grupo, Puertas Adentro ¿Esta variable implica la creación y continuidad de trabajo de este grupo?

—Si pienso en los talleres de teatro que llevamos adelante desde hace años con (la directora y docente) Claudia Piccinini, puedo decir que yo, casi en forma natural y por otras ocupaciones, me he volcado en este último tiempo a la coordinación de los talleres de alumnos avanzados. Una de las cosas que más me interesó, a partir de este cambio, fue llegar a poder concretar una producción, algo difícil por distintos motivos. Este es el grupo con el que cerramos el taller en 2009, y con el que hicimos un trabajo de investigación sobre la obra de Chejov, y ahí vi que había un material que podía pasar a una instancia superior.

—¿Cuál era la idea fundante cuando ya tenías las escenas?

—La idea era llegar a una puesta, algo que no alcanzamos a fin del año pasado, y entonces la propuesta fue seguir trabajando en las articulaciones y en integrar los tiempos de las diferentes escenas que habían surgido, que tenían un valor por sí mismas pero que había que integrarlas a una totalidad. El proceso siguió todo este año, hasta que abordamos la puesta que estrenamos esta noche, Demasiada familia.

—¿Es una iniciativa del trabajo del taller que los talleristas se integren como grupos?

—En nuestro casi sí, porque por ejemplo está la gente de El Eslabón Perdido, o lo que nosotras llamamos la “línea joven”, que es un grupo que creamos nosotras pero que sigue trabajando (Cena para cinco remake, Monoambiente), o el grupo Absurdo Berretín (No desearás, Intrascendente), y ahora Puertas Adentro. Creo que somos buenas formadoras de grupos, en el sentido de poder, sin ningún egoísmo, darle a la gente las herramientas para después decirles “salgan y hagan su propia experiencia”. Nosotras lo tomamos como algo natural, incentivamos a la gente y les decimos: “Se puede producir, salgan y hagan sin esperar nada, ni siquiera plata de un subsidio”. El hecho de estar en el rol docente, ya sea en los talleres particulares o bien en las escuelas de teatro, implica tener conciencia de que hay una generación que te está mirando, que ven que producimos cosas y que quizás ven eso como algo imposible; bueno, está en nosotras alentarlos para que produzcan, que hagan, se manden, estudien y que producir una obra teatral es posible.

—En ese sentido, ¿pensás que la dinámica de grupo se puede volver salvadora?

—Claro, es así, y también hay mucha gente que sigue con la fantasía de que va a aparecer un productor que te va a convocar y te va a pagar por tu trabajo. Ojalá fuera así, pero yo creo que eso no va a pasar, y sí creo que en un grupo de trabajo numeroso, como pasa con éste donde somos más de doce personas, se pueden potenciar los conocimientos de cada uno en función del objetivo a alcanzar. Se trata de degenerar confianza en el saber que tiene cada uno, porque hay muchísima gente estudiando teatro dentro del sistema no formal que tiene ganas de hacer cosas, del mismo modo que aquellos que se profesionalizan en las escuelas de teatro, y creo que hay que incentivarlos para que se animen a producir. En los talleres, la cosa está dividida: hay gente que llega porque le gusta actuar, hay otros que vienen buscando otras cosas y se quedan con eso, y otros que, buscando otra cosa, descubren algo que los maravilla, se les empieza a encender una pasión, y se trata de un mundo nuevo del que no podrán alejarse nunca más. Algo de eso fue lo que me pasó a mí, cuando hace muchos años, siendo muy chica, entré al grupo Litoral y conocí a Norberto Campos, una experiencia que no olvidaré nunca más y que me marcó para siempre.

viernes, 4 de junio de 2010

Una familia matriarcal que entró en quiebra



El domingo, a partir de las 21, en el Centro de Estudios Teatrales (San Juan 842), se conocerá para el público “Mujeres de ojos negros”, espectáculo en el que actúan Romina Tamburello y Camila Olivé, bajo la dirección de Paola Chávez

Por Miguel Passarini
Lo que en principio apareció como una secuencia de improvisación en uno de los talleres que lleva adelante la dramaturga, directora y docente Romina Mazzadi Arro (Hijos de Roche), se convirtió, en 2009, en una obra teatral que además fue premiada en la última edición de Coproducciones Municipales. Se trata de Mujeres de ojos negros, pieza conocida la semana pasada en una función para la prensa, que vuelve sobre un tema remanido en el teatro argentino (y universal), pero que, sin embrago, aquí traza una diagonal en relación con el vínculo madre e hija, problemática que, quizás, tenga uno de sus puntos culminantes en la dramaturgia criolla con la potente De profesión maternal, de Griselda Gambaro.
Ahora, un joven equipo que lleva adelante (a pedido de las actrices) Paola Chávez, quien de este modo debuta en la dirección, concretó un espectáculo en el que el humor coquetea con el drama sin llegar a la tragedia, merced al estupendo trabajo de las actrices Romina Tamburello (quien además tuvo a su cargo la dramaturgia) y Camila Olivé. “Básicamente, la obra habla de la relación de una madre con su hija, pero también de las relaciones entre las mujeres en general, porque se pueden hacer otras lecturas a partir de ese vínculo que aparece a primera vista; podrían ser madre e hija, pero también hermanas o amigas. De todos modos, más allá de la temática, no es un espectáculo que pretenda ser feminista o trabajar lo femenino desde una óptica determinante, nos perece muy interesante que vengan a verlo mujeres y hombres, porque lo masculino, aunque desde otro modo, también aparece fuertemente marcado en este trabajo. Tanto es así, que lo masculino (el padre), podría entenderse como una especie de salvación para esta hija sometida por su madre”, expresó Chávez en un diálogo con El Ciudadano acerca del espectáculo que se presenta los domingos de junio y julio, a las 21, en el CET (San Juan 842), y que el próximo viernes, a las 21.30, realizará una función con entrada gratuita en La Comedia (Mitre y Ricardone), en el marco del ciclo de Obras Premiadas Coproducciones 2009.
“Las actrices comenzaron a trabajar la propuesta en el taller de Romina Mazzadi Arro, y en un comienzo se trataba de un monólogo escrito y actuado por una de ellas. Luego me convocaron para dirigirlo, y yo aclaro que, como soy actriz, mi trabajo fue pensar igualmente en el lugar de la actuación pero estando fuera de la escena, lo que en principio supone un modo de dirigir que me sirvió para poder llevar adelanto el trabajo. Creo que la convocatoria tuvo que ver con mi paso por algunos espectáculos como actriz (Mirta muerta, Blut! una pareja de sangre, ambos del grupo Pata de Musa), y entonces me llegó la propuesta casi como un regalo. A partir de ese momento, entre las tres, empezamos a tramar lo que se ve hoy: la historia de estas dos mujeres que viven dentro de un mundo cerrado, que se parecen tanto aunque intenten o crean ser diferentes, y que permanecen juntas dentro de esa «casita». Pero también se está hablando de la disfuncionalidad de los vínculos, de la espera del padre que parece no saber que tiene una familia, de la niña que está como marcada para repetir una historia trágica mientras espera la llegada de un hombre idealizado”, contó la directora acerca de la génesis de Mujeres de ojos negros, propuesta que acciona sobre un conflicto roto, deteriorado, que tiene un antecedente en la relación de la madre con su progenitora, quien aparece a través del teléfono, dejando en claro que esta especie de herencia de “ojos negros” tiene una prehistoria.
Con relación al registro de actuación y a un modo de relato en el que se juegan ciertos elementos de un teatro que no reniega de la ficción dentro de a ficción, la directora expresó: “Partimos de la idea de lo femenino en un sentido más amplio que el vínculo que se ve en escena, y en eso estamos mucho las tres, porque todo lo que fue surgiendo en la obra fue apareciendo, más allá de la idea previa, en las improvisaciones. Y como pasa siempre cuando uno improvisa, el mundo propio, lo que uno tiene más cerca, se filtra. Además, en nuestras historias personales, familiares, lo femenino, lo matriarcal, también es muy determinante. Por eso, pequeñas cosas de las historias de cada una de nosotras, conviven hoy dentro del espectáculo”.
Chávez opinó finalmente respecto de la recepción que han tenido por parte del público y de lo que en ciernes parecía trágico pero que estalla en comicidad en la platea, más allá de que la risa sirva (como ya se sabe) como vía de escape ante ciertas aristas en la que el espectador se puede ver reflejado. “La verdad es que no pensábamos que la gente se iba a reír tanto, independientemente de que nosotras nos reímos mucho en las etapas de improvisación porque aparecían cosas de nuestras infancias muy graciosas, o que hoy nos dan risa, a lo que se sumó el cambio de roles que ambas hacen dentro del contexto de la obra. También buscamos, de algún modo, la risa como distensión porque se trata de una historia que por momentos puede volverse bastante oscura. Sin duda, y por suerte, las primeras que pudimos reírnos de lo terrible que resulta el vínculo entre esta madre y su hija, fuimos nosotras”.

jueves, 3 de junio de 2010

Recorte de la última producción


Cuatro propuestas estrenadas en las últimas temporadas se suman entre hoy y el domingo a la profusa cartelera local. Se repondrán “El hablante”, de David Farías, y “Mal de ojo”, de Juan Hessel, además de las versiones locales de “La pecera”, de Ignacio Apolo, y “Comedia sin título”, de Lorca


Por Miguel Passarini

Una serie de reposiciones teatrales se sumarán entre hoy y el domingo a la cartelera local con una diversidad poética que podría entenderse como un recorte posible de la última producción teatral independiente rosarina, en el marco de un año en el que el teatro intenta mejorar su calidad, cantidad y convocatoria, con una profusa cartelera cada fin de semana que supera la veintena de espectáculos entre salas y bares-teatro.

Es así como esta noche (y los restantes viernes de junio), a las 21.30, en La Nave (San Lorenzo 1383), el grupo Punto 0 Teatro presentará El hablante, propuesta que cuenta con la actuación de Ricardo Arias y dramaturgia y dirección de David Farias.

“La palabra es hoy un organismo parasitario que invade y daña el sistema nervioso. El hombre moderno ha perdido la alternativa del silencio. Intenta lograr diez segundos de silencio interior, encontrarás un organismo resistente que te fuerza a hablar. Ese organismo es la palabra”. El texto de William Burroughs fue clave en la construcción de esta propuesta que volvió a juntar a dos ex integrantes del recordado grupo La Troupe (Arias y Farías), que dirigió Marta Subiela.

El hablante es un espectáculo difícil de definir en términos formales, más allá de lo arbitrario que resultan hoy los rótulos que determinan qué es danza, qué es teatro y qué danza-teatro. Según Farías, la consigna, “fue no ofrecerle resistencia a la palabra; hay aquí un impulso de habla que nos empuja hacia diversos relatos, a múltiples sentidos. Una línea de fuga, una línea de texto redundante que se alimenta de sí misma, como un bailarín que se deja llevar por el movimiento”.

También esta noche, a las 22, regresará al CET (San Juan 842) Mal de ojo, de Juan Hessel, con las actuaciones de Silvia Ferrari, Adriana Frodella, Gustavo Castilla, Lucrecia Zamboni y María Romano. Mal de ojo, uno de los mejores trabajos estrenados en la ciudad en los últimos años (se conoció en 2008), discurre en la interioridad, tanto en la de sus personajes como en la de un mundo interior, el living de una casa de clase alta ubicada en Colastiné, en el interior de la provincia de Santa Fe, donde se desnudan conflictos que, bajo toda condición, sólo pueden ser narrados a puertas cerradas.

Es así como varias “texturas interiores” conviven en Mal de ojo, un espectáculo inusual, original, que a nivel narrativo se debate entre la belleza y la atrocidad, entre el deseo y el odio y entre el humor y la congoja. En Mal de ojo hay una muerte que no se ve pero se percibe. Acaban de sepultar al fotógrafo Enrique Torcuatto, nunca se sabrá de qué murió, aunque las pistas estarán allí y la necrológica podrá leerse en el programa de mano. Tras la tragedia, los más allegados se encontrarán en la casa del fotógrafo. Allí se cruzarán su viuda, María Luisa, la cuñada de ésta, Ruth, y tres jóvenes: Albertina, una niña-mujer devenida en aprendiz a quien Torcuatto atribuida una mirada “poco terrenal” (“tu mirada no es de este mundo”, le decía); Angélica, sobrina y “amiga” de la hermana del fotógrafo, y un joven, Javier, enamorado de la aprendiz, que se muestra confuso, aunque decidido a ocupar el rol masculino en un mundo que es dominado por mujeres.

Por su parte mañana, a las 21, regresará al Cultural de Abajo (Entre Ríos y San Lorenzo) La pecera, texto del dramaturgo porteño Ignacio Apolo en versión del grupo Tablas Rodantes. Con las actuaciones de César Artero y Pablo Pagliaretti y bajo la dirección de Nicolás Jaworski, en La pecera, dos adolescentes bajan al sótano del colegio al que asisten, subyugados por la escena que La Correa, profesora de matemáticas, les ofrece (sin saberlo) a través de una grieta en la pared cada vez que ingresa al baño. Convertidos en voyeurs, Leto (el líder) y Pescado (el tonto), despliegan ante semejante espectáculo sus propias fantasías y deseos, en una edad en la que la definición sexual suele no estar resuelta. Es así como los encuentros en el sótano son disparador de un desafío entre ambos que servirá para demostrar la virilidad ante la mujer, lo que desatará una tragedia (al menos un hecho violento) en el momento en que decidan salir a la superficie y “enfrentarla”.

Ganadora de uno de los proyectos de Coproducciones Área Teatro de la Secretaría de Cultura municipal 2006, La pecera habla del desamparo, de cierta disociación entre el deseo y la realidad propia de la edad, quizás porque Apolo (Genealogía del niño a mis espaldas, Rosa mística), su autor, integra la generación que transitó la escuela primaria durante los años de la dictadura militar y eso se refleja en el texto y en la puesta de Jaworski: un mundo subterráneo, el mal que puede estar en todos lados y la sexualidad diferente como un “problema”.

Finalmente, entre otros trabajos que se repondrán el fin de semana a los que se sumarán un par de estrenos, aparece nuevamente Comedia sin título, la célebre pieza inconclusa de Federico García Lorca sobre la representación dentro de la misma obra, en versión de Matías Martínez, que realizará una serie de funciones los domingos, a las 20, en La Comedia (Mitre y Ricardone). Con Naum Krass, Miguel Franchi, Mario Vidoletti, Tito Gómez, Mirta Maurizi, Judith Ganon, Luciano Matricardi, Martín Fumiato y Omar Romero, la puesta de Martínez respeta los personajes y la estructura original, “en tanto secuencialidad de relato”, según señala el director, quien agrega: “Pero nos tomamos la libertad de poder jugar con pasajes en los cuales hacemos hincapié en aquello que nos proponemos mostrar y demostrar con este espectáculo. Por un lado, el viejo artificio del «teatro dentro del teatro» y, por el otro, que al igual que la convención teatral (pacto entre actores y público), todo vínculo entre las personas está teñido de artificio y enmascaramiento”.

martes, 1 de junio de 2010

Iluminados por el flash


Todos los viernes de junio, a las 22, se presenta nuevamente en el CET (San Juan 842), "Mal de ojo", de Juan Hessel, con las actuaciones de Silvia Ferrari, Adriana Frodella, Gustavo Castilla, Lucrecia Zamboni y María Romano. Después de varias temporadas, sigue siendo uno de los mejores trabajos estrenados en la ciudad en los últimos años. Si no lo vieron, no se lo pierdan. Lo que sigue, una reseña.


Por Miguel Passarini

El mítico artista francés Henri Cartier-Bresson, padre de la fotografía contemporánea, hablaba, a la hora de referirse a su trabajo, de “la magia de un instante”, el del “click”, algo que en muchos de sus retratos le permitió develar el interior desconocido de sus personajes. Aunque resulte lejano, el último espectáculo del director rosarino Juan Hessel, estrenado en 2008, recuerda a Cartier-Bresson. Sucede que en Mal de ojo, Hessel discurre en la interioridad: tanto en la de sus personajes como en la de un mundo interior, el living de una casa de clase alta ubicada en Colastiné, en el interior de la provincia de Santa Fe, donde se desnudan conflictos que, bajo toda condición, sólo pueden ser narrados a puertas cerradas.

Es así como varias “texturas interiores” conviven en Mal de ojo, un espectáculo inusual, original, que a nivel narrativo se debate entre la belleza y la atrocidad, entre el deseo y el odio, entre el humor y la congoja, pares dialécticos que han marcado gran parte de la obra de Hessel con recordados trabajos como Almas fatales, Naturaleza muerta y Territorio falso, aunque ahora consigue equilibrar todas las poéticas que atravesaron sus propuestas anteriores para alcanzar momentos en los que prevalece una impronta propia, extremadamente personal.

En Mal de ojo hay una muerte que no se ve pero se percibe. Acaban de sepultar al fotógrafo Enrique Torcuatto, nunca se sabrá de qué murió, aunque las pistas estarán allí y la necrológica podrá leerse en el programa de mano, donde se adelanta que el occiso “murió a el 23 de agosto, a las 15.45, a los 51 años, luego de una extraña enfermedad”. También dice que “en sus últimos años, se destacó como un eximio fotógrafo”. Y agrega: “Será recordado con ahínco por su única serie de fotografías llamada «Misterios de Colastiné», obra que se expone actualmente en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación”.

Tras la tragedia, los más allegados se encontrarán en la casa del fotógrafo. Allí se cruzarán su viuda, María Luisa, la cuñada de ésta, Ruth, y tres jóvenes: Albertina, una niña-mujer devenida en aprendiz a quien Torcuatto atribuida una mirada “poco terrenal” (“tu mirada no es de este mundo”, le decía); Angélica, sobrina y “amiga” de la hermana del fotógrafo, y un joven, Javier, enamorado de la aprendiz, que se muestra confuso, aunque decidido a ocupar el rol masculino en un mundo que es dominado por mujeres.

Así, casi al mismo tiempo que coincidirán que “entre el dolor y la maldad hay una relación posible”, lo avieso se apoderará de la escena.

Sucede que en las obras de Hessel late algo ominoso: un estado de malignidad convive en el cuerpo de sus personajes casi con la misma proporción que lo hacen el deseo y una cierta candidez.

Qué quiere cada una de estas mujeres, cuáles son sus reales intereses por encima de la vieja cámara alemana que cada vez que es disparada provoca en aquellos que están dentro del encuadre un estado de éxtasis, son sólo algunos de los interrogantes de este espectáculo, que se vale de una dramaturgia aunque lejana desde lo formal, cercana desde los climas a los cuentos de Silvina Ocampo que le sirvieron a Hessel como disparadores de trabajos anteriores.

Pero ahora, lejos de cierta solemnidad y sincretismo de aquellos, Hessel se permite jugar con un humor ilógico, que sorprende, a la vez que mantiene el estado al que gusta llevar a sus personajes, que va de la excitación más elevada al más profundo desamparo. Además, Hessel ironiza sobre ciertos valores, del mismo modo que pone en tela de juicio la ideología de sus personajes, algo que quedará en evidencia en el accionar de Javier, al que tildarán de “comunista infiltrado” mientras éste cuida que no se dañe su impoluta chomba Lacoste.

El gran sustento de Mal de ojo son las actuaciones. Un elenco integrado por dos actrices que conocen la “impronta Hessel”, como Adriana Frodella (Naturaleza muerta) y Silvia Ferrari (Almas fatales), se potencia con la presencia de los jóvenes Gustavo Castilla, Lucreacia Zamboni y María Romano, de los cuales se destaca esta última por su complejo personaje, a mitad de camino entre una especie de “niña santa” llorosa y una mujer volcada al vicio. El espectáculo suma también un escalón más en el historial del director a nivel de puesta, a lo que se suma un claro trabajo de Juan Carlos Rizza en relación con el diseño lumínico, que aporta dramaticidad al mismo tiempo que, en algunos pasajes, se revela como gran protagonista.

Para el colofón, los acordes de “Un gato en la oscuridad”, clásico de todos los tiempos de Roberto Carlos, terminarán por teñir de kitsch el clima que emerge por momentos y sobre todo en los barrocos pasajes finales, en los que los extasiados personajes no podrán resistirse a ser “iluminados” por el flash.