ESTRENO DANZA-TEATRO. El bailarín y coreógrafo rosarino radicado en España, Gabriel Arango, habla de “Lo que deja el viento”, una propuesta que trabaja sobre temáticas como la memoria, la inmigración y la construcción de la identidad, que se presenta esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Lavardén, de Sarmiento y Mendoza
Por Miguel Passarini
La memoria, ese mar de imágenes y palabras que se despliega anárquico cada vez que acciona el pensamiento, fue el disparador para la concreción de Lo que deja el viento, un espectáculo de danza-teatro que se verá esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), que se vale, entre otras estéticas, del flamenco, y que cuenta con idea y dirección general del rosarino radicado en España, Gabriel Arango, quien también participa bailando junto a Carolina Catalán Carabia (España) y Gustavo Friedenberg (Argentina), con la asistencia de Joan Tous (España).
Según Arango, periodista, bailarín y coreógrafo formado en la Argentina y España, que entre 1997 y 2007 fue director y editor de la única revista de flamenco de toda América, Contratiempo, “Lo que deja el viento es una obra de danza-teatro y flamenco que propone, entre otras cosas, una reflexión acerca de la memoria la inmigración y la construcción de la identidad”.
Después de estrenarse en Madrid y presentarse en el Miami Beach Dance Festival, la propuesta, producida por la Compañía Contratiempo Tr3s, llega a la ciudad en el marco de una gira nacional.
“Este espectáculo es el resultado de un largo proceso, sería como la tercera parte del recorrido, dado que comenzó en 2003 en Buenos Aires donde viví unos años luego de partir de Rosario hace ya quince años, y antes de radicarme en España. En el medio, viví y trabajé un año en Estados Unidos. Lo que deja el viento tiene que ver con mi vuelta a España 70 años después de que mis abuelos llegaron a la Argentina como inmigrantes, y con las cosas que le pasan a uno cuando llega a un lugar, donde desembarca con sus costumbres, con su música, con su mate, y se encuentra con otras personas que tienen sus rituales diarios y sus formas de vivir. También se juega cómo conviven en uno eso que se trae con lo nuevo, y cómo todo eso pasa a formar parte de uno para siempre”, relató Arango a El Ciudadano.
Respecto de la estética en la que abreva el espectáculo, que el 25 de septiembre se presentará en el Festival Iberoamenricano de danza Cocoa 2010 (sala Mediterránea
Ciudad Autónoma de Buenos Aires), el bailarín y coreógrafo expresó: “Se inscribe dentro de la estética de lo que hoy se llama danza-teatro, y es un poco la sumatoria de experiencias adquiridas en los lugares en los que fui viviendo, que también incluyen unos meses de trabajo en Sudáfrica, del mismo modo que aquellas cosas de la infancia o la adolescencia que son imborrables. En el escenario hay doce maletas, es una metáfora de eso que uno lleva cuando viaja a otro país que es sólo una valija. Pero en realidad, lo único que uno se lleva es eso que siempre está con uno: su esencia, la memoria, los recuerdos”.
El director también detalló: “El lenguaje que predomina es el flamenco, pero no es un espectáculo con un guitarrista, un cantaor y un bailarín que sería lo más tradicional, es decir un tablao. Por el contrario, es un espectáculo que explora otras formas, que va dirigido a todos los públicos y que, al mismo tiempo, intenta contar algo más allá del propio baile. Tomamos el lenguaje del flamenco y lo ponemos a disposición de una historia, pero también aparece el tango y la nostalgia propia de esa danza y de esa música que va asociada con alguien que ha partido de la Argentina hacia otros lugares”.
Finamente, Arango habló de su vocación por una danza como el flamenco, en la que reconoce su simpleza pero también sus complejidades: “En el flamenco hay aspectos que tienen que ver con la memoria y con el arraigo y por eso lo tomamos como disparador. Se dice que los gitanos zapateaban para reafirmar que el suelo que pisaban era el suyo. Hace más de 200 años, cuando comenzaron a aparecer los primeros atisbos de flamenco en el sur de Andalucía, se decía que la gente que cantaba y bailaba en las fiestas, zapateaba para dejar en claro que eran de ése lugar, dado que se trataba de gente que había emigrado desde muchos otros lugares y que quería dejar en claro que de allí no los iban a mover”.
Por Miguel Passarini
La memoria, ese mar de imágenes y palabras que se despliega anárquico cada vez que acciona el pensamiento, fue el disparador para la concreción de Lo que deja el viento, un espectáculo de danza-teatro que se verá esta noche, a partir de las 21.30, en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), que se vale, entre otras estéticas, del flamenco, y que cuenta con idea y dirección general del rosarino radicado en España, Gabriel Arango, quien también participa bailando junto a Carolina Catalán Carabia (España) y Gustavo Friedenberg (Argentina), con la asistencia de Joan Tous (España).
Según Arango, periodista, bailarín y coreógrafo formado en la Argentina y España, que entre 1997 y 2007 fue director y editor de la única revista de flamenco de toda América, Contratiempo, “Lo que deja el viento es una obra de danza-teatro y flamenco que propone, entre otras cosas, una reflexión acerca de la memoria la inmigración y la construcción de la identidad”.
Después de estrenarse en Madrid y presentarse en el Miami Beach Dance Festival, la propuesta, producida por la Compañía Contratiempo Tr3s, llega a la ciudad en el marco de una gira nacional.
“Este espectáculo es el resultado de un largo proceso, sería como la tercera parte del recorrido, dado que comenzó en 2003 en Buenos Aires donde viví unos años luego de partir de Rosario hace ya quince años, y antes de radicarme en España. En el medio, viví y trabajé un año en Estados Unidos. Lo que deja el viento tiene que ver con mi vuelta a España 70 años después de que mis abuelos llegaron a la Argentina como inmigrantes, y con las cosas que le pasan a uno cuando llega a un lugar, donde desembarca con sus costumbres, con su música, con su mate, y se encuentra con otras personas que tienen sus rituales diarios y sus formas de vivir. También se juega cómo conviven en uno eso que se trae con lo nuevo, y cómo todo eso pasa a formar parte de uno para siempre”, relató Arango a El Ciudadano.
Respecto de la estética en la que abreva el espectáculo, que el 25 de septiembre se presentará en el Festival Iberoamenricano de danza Cocoa 2010 (sala Mediterránea
Ciudad Autónoma de Buenos Aires), el bailarín y coreógrafo expresó: “Se inscribe dentro de la estética de lo que hoy se llama danza-teatro, y es un poco la sumatoria de experiencias adquiridas en los lugares en los que fui viviendo, que también incluyen unos meses de trabajo en Sudáfrica, del mismo modo que aquellas cosas de la infancia o la adolescencia que son imborrables. En el escenario hay doce maletas, es una metáfora de eso que uno lleva cuando viaja a otro país que es sólo una valija. Pero en realidad, lo único que uno se lleva es eso que siempre está con uno: su esencia, la memoria, los recuerdos”.
El director también detalló: “El lenguaje que predomina es el flamenco, pero no es un espectáculo con un guitarrista, un cantaor y un bailarín que sería lo más tradicional, es decir un tablao. Por el contrario, es un espectáculo que explora otras formas, que va dirigido a todos los públicos y que, al mismo tiempo, intenta contar algo más allá del propio baile. Tomamos el lenguaje del flamenco y lo ponemos a disposición de una historia, pero también aparece el tango y la nostalgia propia de esa danza y de esa música que va asociada con alguien que ha partido de la Argentina hacia otros lugares”.
Finamente, Arango habló de su vocación por una danza como el flamenco, en la que reconoce su simpleza pero también sus complejidades: “En el flamenco hay aspectos que tienen que ver con la memoria y con el arraigo y por eso lo tomamos como disparador. Se dice que los gitanos zapateaban para reafirmar que el suelo que pisaban era el suyo. Hace más de 200 años, cuando comenzaron a aparecer los primeros atisbos de flamenco en el sur de Andalucía, se decía que la gente que cantaba y bailaba en las fiestas, zapateaba para dejar en claro que eran de ése lugar, dado que se trataba de gente que había emigrado desde muchos otros lugares y que quería dejar en claro que de allí no los iban a mover”.
Unos verdaderos "cracks" del hacer sentir como te hierve la sangre el verlos interpretar con su baile ese flamenco que todos llevamos dentro.
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