ENTREVISTA. En elmarco del V Festival de Humor y Primer Congreso de Dramaturgia de la Patagonia argentina, el juez de menores de Zapala Hugo Saccoccia habla de su gran obsesión: la literatura dramática y su difusión, una tarea que lleva adelante a través de la Biblioteca Hueney, hoy de trascendencia internacional
Por Miguel Passarini (Publicado en el diario El Ciudadano, en su edición en papel del dábado 16 de mayo de 2009)
Nada de lo que pueda decirse acerca deHugo Saccoccia sin conocerlo previamente, un juez de menores que está por cumplir 60 años y que eligió la ciudad de Zapala como destino de vida, será suficiente para tratar de describir lo que el teatro significa para él y lo que esa pasión ha generado en su entorno, que ya no conoce fronteras. Su singular historia de vida, marcada por grandes pasiones, partidas de amigos queridos, largas distancias, encuentros y desencuentros, enmarcan el anecdotario de un hombre que, como pocos, puede hacer gala de su equilibrio entre hemisferio derecho, dominado por la pasión por el arte, e izquierdo, controlado por la razón.
Saccoccia (o Sacco como lo conocen en el sur) nació el 25 de diciembre de 1949 en la provincia de BuenosAires aunque de muy joven se fue a vivir a Córdoba para estudiar derecho. Allí se caso con Emilia, el gran amor de su vida, con la que tuvo dos hijos, y en 1980 se fue a vivir a Zapala donde encontró definitivamente su lugar en el mundo. Ya en el sur, cuando la dictadura daba sus últimos y más feroces coletazos, trató de reponerse de la pérdida de amigos queridos buscando un refugio en un grupo de teatro que él mismo creó y que se llamó Hueney (amistad), para luego, casi de modo casual, poner a la luz su otra gran pasión: la literatura dramática, que en las últimas dos décadas ha tomado carnadura en la Biblioteca Hueney, uno de los mayores archivos de obras teatrales que se puedan encontrar en el país, hoy de trascendencia internacional.
En una charla quemantuvo con El Ciudadano en elmarco del reciente V Festival de Humor y Primer Congreso de Dramaturgia de la Patagonia argentina (Zapala y SanMartín de los Andes), Saccoccia desgranó, con la informalidad de una mesa de café, fragmentos de su historia, plagada de momentos inolvidables, otros dolorosos, otros altamente emotivos, que se funden y se esfuman en la memoria de aquellos que habitan los bucólicos paisajes sureños.
—¿De dónde viene tu pasión por la literatura dramática?
—Creo que viene de chico, dado que siempre tuve inclinaciones por la escritura, aprendí a leer desde muy pequeño, incluso desde chico hice mentalismo y magia, me encantaba. Creo que de algún modo fui niño prodigio o avanzado: recordaba cientos de palabras del derecho al revés, recordaba números de memoria y se los decía una y otra vez a la gente que me miraba sorprendida, tendría unos nueve años y un entorno familiar muy estimulante. Me acuerdo que leía todo y era una esponja: los clásicos, libros de aventura, JulioVerne, Salgari, las revistas, los cómic de la época.
—Quizás haya tenido que ver con que tu formación primaria fue en un momento muy bueno del sistema en la Argentina.
—Eso sin duda, tanto fue así que tras mi formación secundaria me fui a estudiar derecho a Córdoba, aunque seguía con mis funciones de magia, prestidigitación, ilusionismo y mentalismo, así me pagué la carrera. Me llevómuchos años, porque solía irme con los circos, pero siempre volvía para rendir las materias y no perder las regularidades, me gustaba mucho la joda. En ese tiempo, fines de los 60 y comienzos de los 70, tenía 19 años y descubrí el teatro independiente, participé de grupos, y el último me marcó mucho: éramos doce miembros y quedamos dos, los otros diez desaparecieron durante la dictadura. Fue muy duro para mí, nunca lo superé.
—¿Cómo llegás a Zapala?
—Porque apenas me recibo de abogado me caso con Emilia, y a ella le sale una propuesta de trabajo para venirnos al sur, ella era farmacéutica y bioquímica (falleció hace dos años, fue su gran pilar), y así fue, vinimos y nos quedamos.
—¿Cómo viviste el contraste de pasar de Córdoba a Zapala?
—La verdad es que lo viví con felicidad, porque de chico viví un tiempo en Rawson, y me gustan las comunidades pequeñas: te conoce todo el mundo, saben quién sos y cómo sos, ganás identidad y siempre hay más cosas por hacer. Por ejemplo: en este momento es muy difícil ser juez, y sobre todo de menores como en mi caso, en cualquier parte del país, se mete a todo el mundo dentro de la misma bolsa, la gente descree de la Justicia. En cambio, la gente de Zapala primero conoció al hombre y después al juez, acá nos conocemos todos.
—¿Cómo se relaciona el mundo de la Justicia con el del teatro?
—Hay un contacto muy estrecho aunque no lo parezca, porque además se trata de dos cosas que forman parte de mi vida: la necesidad de un mundo más justo y la pasión de encontrarme con la gente de teatro. En los tiempos de la dictadura, cuando vivía enCórdoba, me refugié en casa de Emilia, en un barrio, y zafé de ser “chupado”. Eso me generó culpa. ¿Por qué yo me había salvado y no mis compañeros?. Viví las desapariciones de mis amigos de un modo muy doloroso: me superaron la culpa y un odio inmanejable; nunca hice terapia hasta hace dos años después de la muerte de mi mujer. Tenía la sensaciónde que esos sentimientos me iban a destruir. Cuando llegamos a Zapala, en 1980, tuve la necesidad de hacer algo para los demás más allá del tema del derecho: formé un grupo de teatro y arranqué con actividades comunitarias, era un momento difícil en cualquier lugar.
—¿Cómo llegás por esos años a crear la Biblioteca Hueney?
—En1984, casi de unmodo casual, tomo conciencia de que tenía 300 textos teatrales en un lugar como la Patagonia donde casi no había material. Como siempre estuve ligado con el arte y la cultura, se me ocurrió lo de la biblioteca. Me acuerdo como si fuera ahora: fue el 3 de noviembre de 1984, un sábado, esa es la fecha fundacional. Como a las 10 de la noche se me ocurrió que Emilia me dictara los títulos y yo los tipiaba en la máquina de escribir. Terminamos como a las 3 de la mañana, ahí empezó algo que no terminó nunca más. A partir de una sugerencia de Emilia, ordené las obras alfabéticamente. Todo eso en una sola noche. Fueron 312 títulos. Al día siguiente empecé a ofrecer las obras y Emilia me dijo: “Sabés lo que sos, un agrandado, los teatristas te van a volver loco”, y tenía razón; me gustaba eso de tener y poder dar, era una cantimplora de agua en medio del desierto.
—¿Cómo se da el gran despegue hasta llegar al momento actual, de trascendencia internacional?
—Fue un proceso de crecimiento que no paró: estábamos a un par de años de la vuelta de la democracia, viajaba a Buenos Aires y me volvía aZapala con cajas y cajas de usados que clasificaba e integraba a la biblioteca. La gente había sacado libros que habían estado ocultos durante la dictadura, no podía parar de comprar. Llegué a hacer cinco listados con todas las obras. Antes de que terminara 1985 teníamás de 1.500 títulos, eso, sumado a los pedidos, me generó un entusiasmo imparable. Me obsesioné, me volví loco, me gastaba el sueldo en libros. Era un placer ingenuo pero intenso que mantengo.
—¿Fantaseabas con lo que ibas a generar en la comunidad teatral argentina el cariño y el respeto que te tienen?
—Para nada, fue la suma de muchas gauchadas lo que llevó a esto. La Hueney, que significa amigo en idioma Mapuche, es el resultado de mucho trabajo y de muchos amigos apoyando el proyecto. Además, tiene que ver con el desinterés de mi parte de ganar dinero con esto: qué les iba a cobrar a los teatristas si nunca tienen un mango. Entonces se empezó a correr la bola de que en el sur había un loco que te mandaba las obras de teatro que vos le pedías y que ni siquiera te cobraba el franqueo, ése era yo.
—¿Porqué solicitás que los pedidos se hagan por carta y no por correo electrónico?
—En primer lugar, porque estamos hablando de gente a la que le cuesta escribir, entonces, el que se toma la molestia es porque tiene una necesidad real. De algún modo, es un filtro natural, simple pero funciona. Recibo un mínimo de 80 cartas por mes y he llegado a superar las 100, tanto del país como del exterior. Ahora hay una chorrera de amigos confianzudos, serán unos 50, que me piden el material por correo electrónico. Para todos aquellos que estén interesados, en la página web (www.bibliotecahueney.com.ar) están todos los detalles respecto de cómo hacer los pedidos y yo gustoso les mandaré el material.
—En la biblioteca convivís con objetos maravillosos: cartas, fotos, recuerdos de los encuentros, y una baldosa transformada en objeto de arte. ¿Cómo llegó a vos?
—Hugo Grandi, creador de efectos especiales, un gran maquillador, vino hace muchos años a dar un seminario de asistencia técnica. En ese momento, él descubre en mi archivo una obra de un autor inglés que no estaba en ninguna parte y que mucha gente estaba buscando, no era tampoco una publicación formal. Unos días después, me llama para decirme que esa gente en Buenos Aires pedía por favor una fotocopia de la obra: se trataba de El vestidor, y yo se las mandé. No lo podían creer, porque la gente de teatro es muy de prometer cosas y después no cumplirlas: se juran amor eterno, y después no pasa nada (risas). Volviendo a Grandi, al día siguiente del pedido, fotocopié la obra, la metí en un sobre y me dirigí a la terminal de ómnibus. El empleado me dice: “Saccoccia, el envío es una encomienda y tiene que pesar por lo menos un kilo”, entonces salí a la calle ymetí en el sobre un pedazo de baldosa. Lo mandé sin explicación alguna, y los llamé para avisarles que iba el material. A los pocos días me llega una caja y me encuentro con la misma piedra trabajada por Grandi, transformaba en un objeto de arte maravilloso. Cuando vi eso sentí un gran estímulo: son esos los hechos que me animan a seguir porque ganas de bajar los brazos he tenido muchas veces.
—En una de las repisas están las botitas que usaba NiniMarshall para uno de sus personajes, ¿cómo llegaron a vos?
—Me las trajo Edda Díaz cuando vino a uno de los Festivales de Humor. Se las había regalado la familia y ella sintió que la biblioteca era el lugar donde debían estar, qué más puedo decir.
—¿Cuáles son los apoyos oficiales con que cuenta Hueney?
—Tengo una suma del Instituto Nacional del Teatro y otra de Argentores que llegaron en estos últimos años, son sumas mínimas y en muchos casos llegan tarde. La biblioteca tiene un costo de funcionamiento de más de 3 mil pesos por mes del que me hago cargo yo. De todos modos, esto es una elección: yo no tengo una 4 x 4, una casa en lago o viajo dos veces al año a Europa. Tengo un buen sueldo y me da placer poder ahorrar y gastarlo en esto, independientemente de que si hago la cuenta, en los últimos veinte años invertí mucha plata, de todos modos si volviera a empezar haría exactamente lo mismo. Además, siento que la tarea tiene sus frutos, me lo dicen los dramaturgos permanentemente, se sorprenden a los lugares que llegan sus obras tanto en el país como en el exterior a partir de la gestión que hace Hueney. Además, los libros que publico se los mando a la gente de teatro, que son cientos, y no los reparto como suelen hacer algunas instituciones por cuestiones protocolares.
—¿Cuáles son tus expectativas a futuro?
—No difieren de las que he tenido desde el comienzo: no me interesa acumular bienes materiales,
mi hijo me dice siempre que me compre otra camisa, que me cambie la ropa, que me vista mejor, ¿para qué? Mientras tenga algo rico para comer o cocinar (otra de sus grandes pasiones), un buen whisky, en lo posible importado, y las obras de teatro, soy feliz.
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