VII EDICIÓN DEL FESTIVAL DE TEATRO DE RAFAELA
Con el extraordinario espectáculo de danza-teatro “La idea fija”, el bailarín, músico y coreógrafo porteño Pablo Rotemberg desafía formas, conductas y maneras de entender la sexualidad
Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del domingo 17 de julio de 2011)
Las instancias de una especie de Kamasutra coreografiado donde los involucrados parecen estar alejados de toda posibilidad de vínculo afectivo; la desafectación total de cualquier condicionante erótico para dar paso a la desacralización del cuerpo donde el encuentro con el otro se automatiza y se repite. Un poco de este sustrato es el que prevalece en La idea fija, uno de los espectáculos más potentes y singulares de los presentados en el VII Festival de Rafaela (FTR2011), que finaliza hoy luego de cinco exitosas jornadas.
El bailarín, coreógrafo, actor y músico porteño Pablo Rotemberg pone a funcionar la máquina del sexo: utiliza los cuerpos de sus bailarines-performers como disparadores para narrar situaciones o formas de vincular un cuerpo con el otro a partir de la sexualidad, en el contexto de un espectáculo en el que el movimiento, en su gran mayoría, reproduce escenas sexuales que adquieren el carácter de coreografía, y donde los desplazamientos de los cinco extraordinarios intérpretes transitan un sinnúmero de posibilidades vinculadas con el campo de lo sexual.
“Lo que me interesó trabajar en mi obra fue la ausencia de vínculo. Después de que comenzamos a ensayar, alguien me dijo que hay una frase de (Jacques) Lacan que dice que uno nunca está más solo que en el momento de la relación sexual. A partir de esa idea, se reforzó el concepto de que la sexualidad es una excusa para hablar de un cuerpo que está solo”, relató Rotemberg acerca de la génesis de La idea fija, donde arriesga un escalón más en la utilización del desnudo en escena, un campo bastante explotado por la danza desde los años 60 hasta la actualidad, independientemente de que su propuesta no se parezca a ninguna otra.
“Empezamos a trabajar con un grupo que fue cambiando, porque fue un proceso largo y conflictivo. En un principio arrancamos con mi modo habitual de investigar, que es bastante tradicional, y el tema era el suicidio. En esa primera etapa, sentí que se agotó el tema, que ya no daba para más, y yo venía de hacer El lobo como protagonista, donde estaba bastante desnudo en algunos pasajes. De todos modos, tampoco tenía la intención de trabajar con el desnudo de antemano, porque en la danza es un lugar muy cliché, más allá de que siempre sigue teniendo posibilidades. Tampoco soy de reflexionar demasiado en el momento del trabajo, y un día, en un ensayo, probamos la desnudez. Así apareció de inmediato lo sexual como forma, y cierta cosa vulgar que me interesaba probar, para correr la propuesta del lugar común de la desnudez en la danza que por lo general está asociada a la belleza, a algo extremadamente plástico y poético”, relató el director acerca del proceso, quien un día después del estreno en Rafaela de La idea fija volvió a sorprender como uno de los protagonistas de Souvenir, junto a Karina K, donde actúa y toca el piano para contar los entretelones de la extraordinaria vida de Florence Foster Jenkins (1868-1944), una soprano estadounidense que se hizo famosa por su completa falta de habilidad musical y hasta llegó a tocar en el Carnagie Hall neoyorkino.
“Con el tiempo y los ensayos, la propuesta se corrió hacia cierto lugar que tenía que ver con trabajar, más allá de lo hermoso que es el cuerpo desnudo, con cierta cosa vulgar, algo más cotidiano, algo que por lo general no aparece en la danza, al menos acá (en la Argentina). Tampoco creo que hayamos hecho nada que ya no se conozca afuera, porque la danza es, a diferencia del teatro, un arte abstracto y espectáculos con desnudos hay por todos lados, sobre todo en Europa. Ese fue otro conflicto, porque en algún momento pensé que la propuesta, al menos para mí, era un poco infantil, aunque después el público y la crítica opinaron lo contrario”, detalló el creador.
De este modo, la sexualidad en todas sus formas atraviesa La idea fija, pero lo más interesante del espectáculo es el desprejuicio con el que el director y su equipo abordan el tema, corriéndose de ciertas “tradiciones” en materia de sexo y desnudez, para abordar instancias en las que los géneros pasan a un segundo plano y lo que se juega es el sexo porque sí, cierta cosa impúdica y festiva, desde un lugar en el que se prioriza lo primitivo. Al mismo tiempo, el espectáculo aporta una fuerte impronta kitsch, sobre todos desde la música, donde se pasa sin pudor ni remilgos de la inmaculada belleza de “Romance”, de Georgy Sviridov, al desparpajo de Rafaella Carrá o a lo más meloso de Giorgio Moroder, para hablar, también, de la necesidad de amor que en algún momento reclaman los personajes cuando, sobre el final, se reconocen “humanos”.
“También quería trabajar con la confusión de los géneros, con una sexualidad que está mucho más allá de hombre o mujer. En ese sentido, fue muy valioso el trabajo del bailarín Alfonso Barón, con quien me identifico mucho por su forma de bailar, porque además él tiene un cuerpo hipertónico que le permite hacer cosas inusuales. Él, por momentos, y como también pasa con Juan González, que es otro gran bailarín, tienen una calidad de cuerpo que puede ser femenino o masculino, según ellos lo trabajen, y eso fue determinante, del mismo modo que en el espectáculo se evidencian calidades de cuerpos muy diferentes, un hecho que vuelve todo un poco más real”.
Así, de la risa al espanto, del dolor al goce supremo, de la violencia a la quietud, Rotemberg aporta con su “idea fija” un mensaje que invita a relajar, a entender el sexo como una parte más de la vida, con muchas más variantes y asociaciones que las que suelen considerarse como “aceptadas” en Occidente, y sobre todo, si se trata de una sociedad como la argentina, que recién en los últimos años ha comenzado a entender que la clave de la sexualidad está, precisamente, en la más absoluta diversidad.
Con el extraordinario espectáculo de danza-teatro “La idea fija”, el bailarín, músico y coreógrafo porteño Pablo Rotemberg desafía formas, conductas y maneras de entender la sexualidad
Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del domingo 17 de julio de 2011)
Las instancias de una especie de Kamasutra coreografiado donde los involucrados parecen estar alejados de toda posibilidad de vínculo afectivo; la desafectación total de cualquier condicionante erótico para dar paso a la desacralización del cuerpo donde el encuentro con el otro se automatiza y se repite. Un poco de este sustrato es el que prevalece en La idea fija, uno de los espectáculos más potentes y singulares de los presentados en el VII Festival de Rafaela (FTR2011), que finaliza hoy luego de cinco exitosas jornadas.
El bailarín, coreógrafo, actor y músico porteño Pablo Rotemberg pone a funcionar la máquina del sexo: utiliza los cuerpos de sus bailarines-performers como disparadores para narrar situaciones o formas de vincular un cuerpo con el otro a partir de la sexualidad, en el contexto de un espectáculo en el que el movimiento, en su gran mayoría, reproduce escenas sexuales que adquieren el carácter de coreografía, y donde los desplazamientos de los cinco extraordinarios intérpretes transitan un sinnúmero de posibilidades vinculadas con el campo de lo sexual.
“Lo que me interesó trabajar en mi obra fue la ausencia de vínculo. Después de que comenzamos a ensayar, alguien me dijo que hay una frase de (Jacques) Lacan que dice que uno nunca está más solo que en el momento de la relación sexual. A partir de esa idea, se reforzó el concepto de que la sexualidad es una excusa para hablar de un cuerpo que está solo”, relató Rotemberg acerca de la génesis de La idea fija, donde arriesga un escalón más en la utilización del desnudo en escena, un campo bastante explotado por la danza desde los años 60 hasta la actualidad, independientemente de que su propuesta no se parezca a ninguna otra.
“Empezamos a trabajar con un grupo que fue cambiando, porque fue un proceso largo y conflictivo. En un principio arrancamos con mi modo habitual de investigar, que es bastante tradicional, y el tema era el suicidio. En esa primera etapa, sentí que se agotó el tema, que ya no daba para más, y yo venía de hacer El lobo como protagonista, donde estaba bastante desnudo en algunos pasajes. De todos modos, tampoco tenía la intención de trabajar con el desnudo de antemano, porque en la danza es un lugar muy cliché, más allá de que siempre sigue teniendo posibilidades. Tampoco soy de reflexionar demasiado en el momento del trabajo, y un día, en un ensayo, probamos la desnudez. Así apareció de inmediato lo sexual como forma, y cierta cosa vulgar que me interesaba probar, para correr la propuesta del lugar común de la desnudez en la danza que por lo general está asociada a la belleza, a algo extremadamente plástico y poético”, relató el director acerca del proceso, quien un día después del estreno en Rafaela de La idea fija volvió a sorprender como uno de los protagonistas de Souvenir, junto a Karina K, donde actúa y toca el piano para contar los entretelones de la extraordinaria vida de Florence Foster Jenkins (1868-1944), una soprano estadounidense que se hizo famosa por su completa falta de habilidad musical y hasta llegó a tocar en el Carnagie Hall neoyorkino.
“Con el tiempo y los ensayos, la propuesta se corrió hacia cierto lugar que tenía que ver con trabajar, más allá de lo hermoso que es el cuerpo desnudo, con cierta cosa vulgar, algo más cotidiano, algo que por lo general no aparece en la danza, al menos acá (en la Argentina). Tampoco creo que hayamos hecho nada que ya no se conozca afuera, porque la danza es, a diferencia del teatro, un arte abstracto y espectáculos con desnudos hay por todos lados, sobre todo en Europa. Ese fue otro conflicto, porque en algún momento pensé que la propuesta, al menos para mí, era un poco infantil, aunque después el público y la crítica opinaron lo contrario”, detalló el creador.
De este modo, la sexualidad en todas sus formas atraviesa La idea fija, pero lo más interesante del espectáculo es el desprejuicio con el que el director y su equipo abordan el tema, corriéndose de ciertas “tradiciones” en materia de sexo y desnudez, para abordar instancias en las que los géneros pasan a un segundo plano y lo que se juega es el sexo porque sí, cierta cosa impúdica y festiva, desde un lugar en el que se prioriza lo primitivo. Al mismo tiempo, el espectáculo aporta una fuerte impronta kitsch, sobre todos desde la música, donde se pasa sin pudor ni remilgos de la inmaculada belleza de “Romance”, de Georgy Sviridov, al desparpajo de Rafaella Carrá o a lo más meloso de Giorgio Moroder, para hablar, también, de la necesidad de amor que en algún momento reclaman los personajes cuando, sobre el final, se reconocen “humanos”.
“También quería trabajar con la confusión de los géneros, con una sexualidad que está mucho más allá de hombre o mujer. En ese sentido, fue muy valioso el trabajo del bailarín Alfonso Barón, con quien me identifico mucho por su forma de bailar, porque además él tiene un cuerpo hipertónico que le permite hacer cosas inusuales. Él, por momentos, y como también pasa con Juan González, que es otro gran bailarín, tienen una calidad de cuerpo que puede ser femenino o masculino, según ellos lo trabajen, y eso fue determinante, del mismo modo que en el espectáculo se evidencian calidades de cuerpos muy diferentes, un hecho que vuelve todo un poco más real”.
Así, de la risa al espanto, del dolor al goce supremo, de la violencia a la quietud, Rotemberg aporta con su “idea fija” un mensaje que invita a relajar, a entender el sexo como una parte más de la vida, con muchas más variantes y asociaciones que las que suelen considerarse como “aceptadas” en Occidente, y sobre todo, si se trata de una sociedad como la argentina, que recién en los últimos años ha comenzado a entender que la clave de la sexualidad está, precisamente, en la más absoluta diversidad.
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