“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




miércoles, 16 de noviembre de 2011

Delirio erotomaníaco de una costurera



TEATRO. La actriz rosarina María Caila protagoniza el unipersonal de humor “Queridísimo Bernardo”, en el que ironiza acerca de la particular figura de Bernardo Neustadt, que se presenta los sábados, a las 22, en la sala Caras y Caretas, de Corrientes al 1500


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 16 de noviembre de 2011)
Desde que el mundo es mundo, la información representó poder, y su manipulación, un peligro latente. Figura detestable y representativa de los peores “logros” del menemato, el periodista y operador político Bernardo Neustadt, ése mismo que tantas veces convenció a Doña Rosa de que lo mejor que podía pasarle a los argentinos era que un peso y un dólar sean la “misma” cosa, sirvió de inspiración para la escritura de Querido Bernardo libro que a su vez fue el disparador para el montaje de Queridísimo Bernardo, título de una propuesta teatral que se presenta los sábados, a partir de las 22, en la sala Caras y Caretas (Corrientes 1518).
Queridísimo Bernardo es un trabajo que devuelve a los escenarios a la talentosa actriz rosarina María Caila, quien a lo largo de su trayectoria integró el recordado grupo De La Acción, que liderara Norberto Campos (fallecido en 2003), a quien la actriz considera su gran maestro.
La pieza relata la historia de Rebeca Rosa, una costurera que, sin importarle lo que digan los demás, “y aunque lo tuviera que pagar con el precio de su vida”, se enamora hasta la locura del inefable Bernardo Neustadt, mentor del ciclo Tiempo nuevo, que por varias temporadas se vio en la pantalla chica argentina.
Según adelanta el parte de prensa, “se trata de un relato de erotomanía y de los desvelos de una mujer que quiso comprender la mente perversa del periodista Bernardo Neustadt”. Sucede que Queridísimo Bernardo cuestiona un período de la historia reciente, “y desde la intrincada personalidad de Rebeca, invita a una interpelación de circunstancias de la vida política argentina”, en particular la de los años 90. La obra es una adaptación del libro Querido Bernardo, de Claudia Selser, con textos de Lorena Rey Clerembault, bajo la dirección general de Gigí Barúa, con escenografía e iluminación de Osvaldo González Rubio, vestuario de Leo Colonna y gráfica de Maite Dujovne, con la participación como voz en off del actor y humorista Carlos Ragona.
“Esta es una historia de nuestro tiempo, de lo que somos nosotros, del ser argentino. La obra surge a partir de la adaptación de un libro Claudia Selser, Querido Bernardo, quien entre otras cosas escribió en la recordada revista Humor. De hecho, ella fue quien nos autorizó la adaptación, que obviamente toma elementos del libro y otros los ficciona. Claudia hizo un gran trabajo en ese libro, porque es una investigación exhaustiva acerca de las contradicciones de este personaje tan singular, vinculado a los avatares sociopolíticos de nuestra historia reciente”, relató Caila en diálogo con El Ciudadano.
La actriz, que en la obra recrea a una costurera que habita una pensión y que está obsesionada con Bernardo Neustadt, quien murió en 2008 y que, entre otros títulos, lució por varias décadas el de “pionero” del periodismo político en la televisión argentina, detalló acerca del personaje: “En cierta forma, la obra está también ligada a la psiquiatría, porque el del personaje es un caso de delirio erotomaníaco (patología por la cual el afectado está convencido de que otro individuo está enamorado de él), porque esta mujer, Rebeca Rosa, está muy enamorada de Neustadt, y es una mujer feliz, porque en realidad ella justifica a este hombre y su cuestionable accionar, hasta que en un momento sufre una especie de traición que la hace ver las cosas de otro modo. En realidad, el que entabla un diálogo con la posición política de Rebeca es el personaje de Tucho, un amigo de esta mujer que vive en la pieza de arriba de la misma pensión, y que nunca aparece, pero es él quien habla y discute con ella acerca de este personaje. Más allá de todo, por su patología, Rebeca está convencida de que Bernardo sabe de su existencia y de que, finalmente, se tendrá que casar con ella”.
Respecto de la singular patología que padece el personaje, la actriz también detalló: “La erotomanía es una enfermedad en la que las personas se enamoran y obsesionan, generalmente, con personajes famosos, y estas personas están convencidas de que estos personajes vendrán por ellos, le declararán su amor”.
Con relación a los mecanismos de manipulación que supo poner en práctica el tristemente célebre Bernardo Neustadt, Caila analizó: “Yo creo que era un tipo de una gran inteligencia, con un gran manejo del discurso frente a cámara, aunque eso era usado como una mecanismo terriblemente perverso. Como dice el texto de la obra, «hay gente que envenena el alma de los pueblos desde los medios de comunicación», por eso también creo que es un momento del país que es muy interesante para decir estos textos, porque más allá de que se está hablando de un personaje que ya no vive, lo que se dice, lo que se analiza sobre los medios de comunicación, es aplicable a lo que pasa ahora, donde por suerte hay muchas cosas que están saliendo a la luz”.
La actriz habló también acerca de lo que pasa con el público frente al tratamiento de un personaje popularmente conocido: “Se da algo singular, mucha cara de sorpresa y de cierta incomodidad cuando, por ejemplo, se escuchan los dichos de Bernardo, que aparecen a través de un audio grabado por (el imitador y humorista) Carlos Ragona, basado en textos reales dichos por él alguna vez. Pasa lo mismo cuando aparecen proyectadas unas imágenes, y la gente rememora momentos de la historia reciente: da la sensación de que Bernardo Neustadt pasa volando por encima de las cabezas de todos y se esconde debajo de las sillas para quedarse. Porque si bien es un espectáculo de humor, al mismo tiempo, es fuerte lo que pasa con lo que se dice: más allá de la risa, estamos hablando de cosas terribles que nos pasaron hace muy poco tiempo, y es algo que tenemos clavado y enquistado, y que quizás con el humor, lo podamos exorcizar un poco y tenerlo más presente para que no se repita nunca más”.


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