8º FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO DEL MERCOSUR
En el apartado “Eventos especiales”, se vio una iluminada versión de la comedia musical “Derechos torcidos”, obra del recordado Hugo Midón, protagonizada por 15 chicos de una escuela barrial
Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 5 de octubre de 2011)
Un juego de niños en escena; la puesta a punto de una comedia musical surgida del trabajo de un equipo artístico al que le interesa aportar algo más que la simple mirada; el deseo más palmario de abrir una puerta al verdadero arte para muchos de aquellos que por largo tiempo la tuvieron cerrada.
En el apartado “Eventos especiales”, el 8° Festival Internacional del Mercosur, sumó el lunes la presentación de una iluminada versión de Derechos torcidos, obra del recordado Hugo Midón, un emblema del teatro infantil en la Argentina, quien falleció en marzo de este año, que hace honor a su viejo sueño de “transformar la realidad a través del juego”.
Ideada y producida por el histórico Teatro Real, que lleva adelante el también director del Festival del Mercosur, Raúl Sansica, quien claramente ha dado un vuelco notable en materia de política institucional al referido coliseo abriendo sus puertas a lo grande y para todos, la versión incluye a 15 niños de la Escuela Marta Juana González de Villa Libertador, que junto al talentoso actor de la Comedia Cordobesa Giovanni Quiroga (también integrante de La Cochera y del grupo Los Delincuentes Comunes, creado por Paco Giménez), actúan, cantan y bailan (algo que hacen por primera vez), con la intención concreta de integrarlos a un proyecto con artistas profesionales, abordando, además, una puesta de gran valor artístico, abarrotada de frescura, alegría y singularidad, y alejada de cualquier posibilidad de golpe bajo.
Con un equipo de trabajo que desde la dirección musical completa Carlos Gianni (creador de la música original y colaborador de Midón) y desde la dirección general el talentoso teatrista porteño Rubén Segal, la obra busca relatar a través de diversas situaciones salpicadas con canciones, las alegrías, tristezas y carencias de un grupo de chicos que comparte su cotidianeidad en lo que bien podría ser el comedor comunitario de cualquier barrio marginal de cualquier ciudad argentina con un particular personaje (Pocho, interpretado por Quiroga) que hace las veces de amigo, padre y consejero.
De todos modos, e independientemente de la universalidad de la problemática, ciertos aires de cuarteto y la singularísima manera de hablar y moverse de los cordobeses, instala claramente el conflicto en las márgenes de la ciudad de Córdoba.
Si bien están planteadas las situaciones de riesgo social que atraviesan estos chicos, dado que, más allá del relato de Midón mucho de su cotidianeidad se filtró en los ensayos, la puesta es, por encima de todo, de un gran valor teatral, al tiempo que se revela como un hecho político tratándose de una producción de un teatro oficial, que además la convierte en un hecho inédito que debería recorrer todos los teatros oficiales del país.
Salud, educación e identidad aparecen como los ejes principales sobre los cuales discurren las canciones y situaciones planteadas, en su mayoría las originales escritas por Midón (el espectáculo tuvo su estreno en el porteño Complejo La Plaza con un elenco profesional encabezado por Osqui Guzmán), aunque la obra sufrió algunas adaptaciones en el devenir de los ensayos, que comenzaron en marzo de este año.
En este tiempo, esos encuentros admitieron modificaciones a partir de un numeroso grupo de chicos que comenzó con el proceso y del cual quedaron los 15 que hoy participan por voluntad propia y de sus padres, teniendo en cuenta que en todos los casos se trataba de la primera vez que abordaban semejante desafío, algo que el director planteó desde la más absoluta igualdad y sin ningún protagonismo por fuera de la presencia de Quiroga.
Según relatan desde la sala, “en marzo de 2011 las puertas del Teatro Real se abrieron para iniciar esta experiencia, que permitió reunir a 15 niños, de entre 8 y 14 años, e integrarlos al equipo profesional del teatro. El objetivo principal del proyecto fue trascender la excelencia artística, para generar un espacio que privilegiara diferentes valores. La pasión, la entrega, el encuentro con los otros, la generosidad, la adaptación al cambio y la flexibilidad, intentaron ser el eje principal de esta tarea. El teatro, más allá del contenido de sus obras, permite generar experiencias humanas, en donde aquellos que las atraviesan son transformados
y a su vez tienen la misión de compartir esa transformación con los demás”.
Si bien a lo largo de la historia mucho se ha hablado y discutido acerca del rol social del teatro, esta versión de Derechos torcidos implica subir varios escalones en términos de pensar al teatro como un fenómeno inclusivo, que, como en este caso, ponga en valor los verdaderos derechos universales de los niños, quizás para que los derechos no estén tan “torcidos”, invitando al escenario a un puñado de hermosas criaturas celestiales que de ahora en más tienen un lugar de pertenencia en el teatro.
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