“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




miércoles, 21 de diciembre de 2011

El sueño de la felicidad



EN PANTALLA. El actor, guionista y director Javier Van de Couter habla de “Mia”, película estrenada la semana pasada en Rosario, que cuenta con las actuaciones de Camila Sosa Villada, Rodrigo de la Serna y Maite Lanata. El film se proyectará también mañana, a partir de las 20.30, en el cine El Cairo



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 21 de deiciembre de 2011)
Una historia que debía ser contada: la de Ale, una travesti cartonera que un día encuentra un diario que resignifica su vida, su existencia. La extraordinaria actriz cordobesa Camila Sosa Villada, una travesti que conmovió a cada espectador que vio en los últimos años el maravilloso espectáculo teatral (enmarcado en el formato biodrama) Carnestolendas: retrato escénico de un travesti, donde cruzó a todas las mujeres “yermas” de Lorca (Bernarda Alba, Doña Rosita, entre otras) con su propia condición, realidad e historia, es la protagonista de Mia, ópera prima del actor, guionista, productor y director de cine Javier Van de Couter que el jueves pasado se conoció en los Cines del Centro, donde sigue en cartel, y que mañana, a las 20.30, se podrá ver también en el Cine Público El Cairo (Santa fe 1120).
La película relata una historia dura, singular, marcada por la doble marginalidad (pobreza y discriminación) que muchos gays y travestis vivieron en los años 90. Mia aborda el derecho a la felicidad y a poder formar parte de la comunidad, de quienes han elegido una forma diferente de la “moralmente aceptada”, y permite repasar el tema de la discriminación, la intolerancia, la marginación y la exclusión social, pero también el de la infinita capacidad de amor que, en ciernes, tienen todos los seres humanos.
En su ópera prima, acompañan a Van de Couter, además de la actriz cordobesa, el talentoso Rodrigo de la Serna y la niña Maite Lanata, quien en la presente temporada acaparó la atención de la opinión pública por su rol en El elegido, donde encarnó con singular maestría a una niña autista.
A orillas del río se ha creado la Aldea Rosa, un asentamiento habitado únicamente por travestis y homosexuales. Ale (Camila Sosa Villada) es una de las chicas trans que vive allí. Ella trabaja como cartonera, y en su recorrida diaria encuentra en la calle el diario íntimo de Mia, una joven que ha muerto dejando solos a su marido Manuel (Rodrigo de la Serna) y a su pequeña hija Julia (Maite Lanata). La empatía que siente Ale con Mia al leer el contenido del diario, y el deseo de ocupar su lugar, la llevan a descubrir su verdadera naturaleza.
Mia nació con buena estrella dado que su guión fue premiado en el 30º Festival Internacional de Cine de La Habana, en diciembre de 2008, y seleccionado para participar en el 15º laboratorio de escritura de guiones cinematográficos de Oaxaca (México).
Por su parte la película, que por estos días comienza a pergeñar su estrategia en otros territorios, fue elegida en la sección Descubrimientos Internacionales del 60º Internacional Filmfestival Mannheim–Heiderlberg 2011 (Alemania).
“Fue una gran alegría el hecho de verla a Camila en el teatro y encontrar así a la protagonista de mi película que tanto había buscado. El hecho de verla en Carnestolendas me sirvió para entender que era ella quien debía hacer el personaje; pero además, creo que tuvo que ver con el hecho de que ver esa obra, no es ver una obra más, es una experiencia singular, porque me encontré no sólo con una actriz sino con una artista que entendió mi proyecto y lo hizo propio”, contó a El Ciudadano Van de Couter, quien a los 18 años, en 1994, emigró de su localidad natal (Carmen de Patagones, en Río Negro) a Buenos Aires con el deseo de ser actor.
“Es mi primer largometraje y también la primera película de Camila, que antes sólo había hecho un documental. Su mirada es aquí la mirada protagónica, y ella asumió un compromiso muy fuerte con este personaje: viajó a Buenos Aires dos meses antes de comenzar con el rodaje, se instaló, y se quedó hasta el final. Eso nos permitió ensayar, buscar los lugares del personaje. Tuvimos ensayos con Maite y con Rodrigo, pero sobre todo, tuvimos ensayos con el texto, porque el del film es un texto preestablecido con mínimas improvisaciones que aparecieron para darle verdad a lo que estábamos contando, para llegar a ese tipo de realismo al que queríamos llegar”, relató el director, quien en cine, como actor, participó de films como Un año sin amor y Tres deseos, entre otros.
“En el sentido de tener presente el ensayo y la búsqueda, tanto Camila como yo venimos del teatro, y entonces manejamos un lenguaje parecido. Eso ayudó mucho: su capacidad para entender lo que le pasaba a su personaje hizo que fuera un placer dirigirla, del mismo modo que a Rodrigo, que a la noche siguiente de mostrarle el guión, aceptó hacer el personaje sin imponer ninguna condición. Pero volviendo a Camila, hice un casting muy grande, por el que pasaron chicas de todo el país. Lo que buscaba era una chica trans que diera con el «fisic du rol» de Ale pero también alguien que pudiese entender y vivir la sensibilidad de ese personaje y las cosas que le pasan, que además es un proceso muy distinto al que vive el personaje de Carnestolendas”, relató el director acerca de la actriz que además en teatro protagoniza por estos días Llórame un río, un espectáculo que bucea en evocaciones dramáticas de las emblemáticas cantantes Billie Holiday y Tita Merello.
Mia parte de un hecho real: una aldea, un asentamiento que existió en Buenos Aires hasta 1998 (estaba en el barrio de Núñez), habitado únicamente por chicas travestis y gays, que de algún modo se habían recluido y conformado un espacio y una red solidaria entre ellos para vivir y para subsistir, porque en ese momento eran doblemente marginales, no solamente por su condición o elección sexual o de género, sino también por ser muy pobres. Ése es el punto de partida de la película, más allá de que esa instancia ocupa sólo un espacio en el relato, porque después, la película relata otra historia, la de Ale, una chica trans cartonera, que es el personaje que interpreta Camila, quien un día, cartoneando, se encuentra con el diario íntimo de Mia, una mujer que ha muerto. Es así como ella empieza a aprender a leer con ese diario, al tiempo que descubre que ese diario es un legado para la hija de esa mujer, que es una nena, y entonces intenta devolvérselo. Y es así como el film ensaya el derrotero de este personaje para tratar de conectarse con esa nena y de algún modo entregarle lo que su madre le ha dejado escrito, con todo lo que eso implica, sumando en el devenir al personaje de un padre embrutecido por el dolor y atravesado por la muerte de su mujer, que es el personaje que interpreta Rodrigo. A partir de allí, la película despliega el vínculo que se arma entre ellos tres”, completó el director acerca de la trama del film.
Respecto de la temática de la película, y buscando correrse del muchas veces incómodo rótulo de “film de género”, el director explicó que Mia “es una película abierta”: “No es una película hermética, y si bien aborda un tema que está relacionado con un debate social que es la Ley de Identidad de Género, y que por lo mismo nos propone una reflexión, es al mismo tiempo, una película abierta hacia otras cuestiones. No sé si la palabra que la define es «amable», pero sí es, desde el género, un film que tiene elementos del melodrama, con sus lugares típicos, que hacen que la historia le llegue al público a partir de la emoción y no desde un lugar agresivo”.
Finalmente, y con relación al momento de apertura respecto de la temática que vive el país, dado que se revela como impensado un film de estas características hace diez o quince años atrás, Van de Couter expresó: “Tengo esa misma sensación, la de pensar que el film terminó concretándose en un momento donde estas problemáticas, por suerte, se pueden hablar libremente, porque ha habido un cambio de conciencia en la gente. De todos modos, yo arranqué con la idea de esta película hace muchos años sin imaginar que iba a estrenarse en éste, en un momento tan particular, con la media sanción de la Ley de Identidad de Género. Creo, en ese sentido, que lo que pasa ayudó para que mucha gente apoyara la película, del mismo modo que es muy saludable acompañar estos momentos de cambio a través del arte. De hecho, si me interesa una militancia es a través del arte, que es desde donde me siento comprometido y cómodo, y con la necesidad de decir algo”.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Historia breve rosarina




ESTRENO PREMIADO. La actriz Elena Guillén habla del cortometraje “Cuatromil”, su debut en la dirección cinematográfica, que cuenta con las actuaciones de, entre otros, Raúl Santángelo, Agustina Guirado y Mirko Buchín, y que se podrá ver desde mañana y hasta el domingo, a las 20.30, en El Cairo, de Santa Fe al 1100


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 14 de diciembre de 2011)
La carrera artística de Elena Guillén está teñida de algunos momentos marcados por giros importantes. Hace unos años, en 2007, la actriz, conocida en el medio por su clown y alter ego Budineta Borgoña, dejaba temporalmente de lado ése personaje para cargarse uno un poco más pesado: de la mano del actor y director Ricardo Arias (Punto 0 Teatro), Guillén daba carnadura a Como la Gioconda, un unipersonal singular, con mucho tiempo de ensayo, en el que realidad y ficción mostraban a una mujer obligada a contar su propia historia para poder sobrevivir. Se trataba de una mujer frente a los sucesos de su vida intentado justificar fracasos, desilusiones, engaños y cobardías.
Poco tiempo después de ese entrañable (y por momentos doloroso) personaje, Guillén era convocada para participar de una película. Precisamente, fue su paso por el rodaje de Días de mayo, último largometraje del rosarino Gustavo Postiglione estrenado en 2009, donde interpretó a una madre de familia en tiempos del Rosariazo de 1969, lo que la acercó al mundo del cine pero desde adentro. “Me puse a estudiar cine en forma autodidacta, a leer mucho, me apasioné; y entendí que para que exista una buena película tiene que haber un buen guión, y entonces me puse a escribir”, relata Guillén sobre el proceso que, finalmente, la llevó a participar del concurso del Programa Estímulo a la Producción de Bienes Culturales del Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia, donde resultó ganadora en el apartado cortometraje junto con otros dos trabajos.
Cuatromil, tal el nombre del material premiado dentro de Espacio Santafesino 2011, es un corto de 13 minutos que se conocerá mañana, a las 20.30, en el Cine Público El Cairo (Santa Fe 1120), donde seguirá en cartel hasta el domingo inclusive. “Es un cortometraje de ficción que dura 13 minutos, o quizás un poco más, y que va a compartir pantalla con El guionista, otro corto rosarino de ficción, y Viaje a la tierra del quebracho, un corto de animación de la ciudad de Santa Fe (ver aparte). Los tres cortos ganaron, en abril de este año, un premio para ser producidos y así programé el rodaje, que fue en invierno. Cuatromil tiene guión y dirección míos, y la historia está ambientada en Rosario, en un departamento de un gran edificio, donde vive una joven que, sin esperarlo, recibe la visita de su padre que aparece en su casa una mañana sin avisar. Ese encuentro, de ribetes un poco forzados, tiene ciertos elementos que hacen que la historia cambie radicalmente para ambos personajes, al menos la de ése día”, adelantó Guillén acerca de la historia de Cuatromil, cuya breve sinopsis detalla, además, que Antonio es un hombre apremiado por un conflicto que debe resolver antes del día siguiente, y para lo cual recurre a su hija, que vive desde hace años en la gran ciudad. Y continúa: “El encuentro sólo evidencia la distancia que se ha ido estableciendo entre ambas vidas, pero un hecho inesperado cambia el destino de los protagonistas”.
Sobe el film, que cuenta con las actuaciones de los rosarinos Raúl Santángelo, Agustina Guirado, Mirko Buchín, Carlos Chiapero y Adela Borella, la directora expresó: “Es una gran alegría que los cortos estén en cartel por cuatro días, es algo infrecuente para las producciones locales que por lo general tienen una sola pasada y sobre todo si son cortometrajes”.
El importante staff de Cuatromil, film que cuenta con una breve intervención del actor y clown Salvador Trapani, se completa, entre otros rubros, con la asistencia de dirección de actores de Carla Saccani, cámara y dirección de fotografía de Pablo Romano, sonido y edición de Ernesto Figge y vestuario y maquillaje de Ramiro Sorrequieta.
Guillén, quien planea rodar un par más de cortos aunque ya está escribiendo el guión de un primer largometraje, siempre “pensando en los actores”, y que recientemente estrenó en teatro Las hijas del rey Lear, también dirigida por Ricardo Arias, reflexionó: “Además de producir, fue un año de gran aprendizaje, porque trabajé con gente que hace cine desde hace más de 20 años. En un momento les dije a todos: «Desde Primer Grado, donde aprendí a leer y a escribir, que no aprendía tanto como ahora»”.
Respecto de su acercamiento al mundo del cine, Guillén reflexionó: “Hace cuatro años trabajé como actriz en Días de mayo, la película de Gustavo Postiglione, y fue una experiencia muy gratificante y seductora. Eso me llevó a estudiar cine en forma autodidacta y a tomar algunos cursos en Rosario. Llegué a la conclusión de que una buena película, antes que otra cosa, debe tener un buen guión, y así empecé a producirlos. Luego surgió el concurso y allí no sólo premiaron el guión sino todo el proyecto, aunque sigo pensando que en el cine, la pata fundante, es el guión”.
Con relación al deseo de hacer cine en Rosario, una tarea compleja por factores ligados a la producción, la actriz y directora expresó: “Quiero hacer cine en Rosario porque quiero ver actuar a ciertos actores locales. Muchas veces siento, cuando veo una obra teatral local o comparto el escenario con algunos compañeros, todo lo que la gente se pierde de lo que ése actor o actriz tiene para mostrar. Fue así que empecé a sentir la necesidad del registro, porque el teatro es un arte efímero, el teatro es cuando uno está, y si uno no está presente, no se conoce esa potencia, se la pierde. Y me pasa lo mismo con la danza. Por ejemplo: recientemente vi el documental Pina (de Wim Wenders, sobre la coreógrafa alemana Pina Bausch, quien murió en 2009), y pensé que era una suerte que alguien haya podido registrar con esa calidad a esos bailarines y su mundo”.
Volviendo a la elección de actores rosarinos para su película y acerca de la potencialidad de la narración, Guillén profundizó: “Me gustan mucho los actores rosarinos porque los conozco, y me gusta mucho la ficción, narrar; estoy convencida de que los relatos de ficción nos amparan en nuestra existencia, nos unen. A través de la literatura, el teatro y el cine, los relatos, nos unen más allá de las ideologías. Siempre nos pasa que uno se identifica en un gesto, en un instante, en un momento de cualquier relato de ficción, y eso hace que uno esté menos solo en el mundo. Y la posibilidad de llevar un relato al cine es la de poder poner ese relato frente a un lenguaje extremadamente potente y rico, potenciarlo”.
Finalmente, Guillén reflexionó acerca de dónde profundiza la mirada un actor cuando dirige: “Hay una dedicación especial en las actuaciones, pero además, creo que pensé mucho en qué actores podían ser esos personajes y estoy muy contenta con los resultados, porque escribí pensando en ellos. Siento que si bien el del cine es un lenguaje muy complejo, y para establecerlo hay que tener en cuenta muchas variables, algo que se termina de entender en la etapa de edición porque allí confluye todo, el actor es el que nos presta su cuerpo para estar ahí y hay que cuidarlo mucho. En ese sentido, tanto desde lo personal como desde la producción, contemplamos
mucho eso, porque yo, ante todo, soy actriz. Los actores son los que esperan mucho ante de cada toma, y cuando se prende la cámara, y se dice «acción», toda esa gente que está alrededor, todos los técnicos, entran en un gran silencio y el que se expone es el actor. Desde ese lugar, si lo pienso, creo que el hecho de ser una actriz que ahora dirige cine, aporta un sello mío, personal”.


Una comedia dramática local, y una animación que llega desde Santa Fe

En el marco de los estrenos de los cortometrajes ganadores de Espacio Santafesino 2011, también se podrán ver, además de Cuatromil, de Elena Guillén, El guionista, una comedia dramática producida en Rosario con dirección de Lisandro Notario, y Viaje a la tierra del quebracho, una animación que llega desde la ciudad de Santa Fe, y que lleva la firma de Manuel Quiñones, al frente de un importante equipo de animadores.
El guionista, cuya duración no supera los 10 minutos, se pregunta ¿qué pasa si uno se enamora de un personaje de ficción? Germán es el guionista de una novela juvenil de televisión y se enamora de Mara, su personaje protagónico, pero detesta a Liza, la actriz que lo interpreta. Este amor impulsa a Germán a tomar decisiones que podrían cambiar su destino.
Con dirección del referido Notario, el corto cuenta con las actuaciones de los rosarinos Miguel Bosco, Brunella Margutti, Atilio Basaldella y Emanuel Gardini.
Por su parte, la animación Viaje a la tierra del quebracho, de algo más de 11 minutos, muestra a un chico que es convocado al pasado a través de un mítico personaje de un pueblo oprimido, donde una empresa forestal explota trabajadores y montes por igual. En su particular odisea, será testigo de sucesos que los identificarán con la historia de distintos pueblos que son uno solo. La dirección pertenece al referido Quiñones, quien además estuvo a cargo de las animaciones junto con Ariana Beilis, Lisandro Schurjin, Manuel Allende y Valentín Gatti.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Por talento y perseverancia

GALARDÓN. La actriz rosarina Claudia Cantero fue nominada ayer a los premios María Guerrero, en el apartado revelación, por su desempeño en la obra teatral “La familia argentina”, de Alberto Ure. Las distinciones serán otorgadas en julio de 2012 en una ceremonia en el Teatro Nacional Cervantes

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del viernes 9 de diciembre de 2011)
Se conocieron ayer las nominaciones a los premios María Guerrero que se entregan anualmente a la producción teatral porteña, en cuya grilla figura como revelación la talentosa actriz, directora y docente rosarina Claudia Cantero, quien desde 2004, cuando comenzó con los ensayos de De mal en peor, bajo la dirección de Ricardo Bartis, comparte su tiempo entre Buenos Aires y su ciudad natal.
En el marco de una ceremonia que tendrá lugar en julio del año que viene en la Sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes, y en la que también aparecen nominados actores como Daniel Fanego y Emilia Mazer (dos de los protagonistas de Vuelo a Capistrano), del mismo modo que Rodrigo de la Serna (por su labor en Lluvia constante), Cantero, nominada por su trabajo en La familia argentina, de Alberto Ure, junto al también rosarino Luis Machín y Carla Crespo, dirigidos por Cristina Banegas, comparte el rubro con Lorena Vega (Salomé de chacra) y Joaquín Berthold (Por amor a Lou).
“Las nominaciones a un premio son importantes porque son un reconocimiento al trabajo y al esfuerzo; y si te lo dan, mucho mejor”, relató Cantero en diálogo con El Ciudadano, respecto de la nominación al María Guerrero, galardón al que ya había sido nominada como actriz de reparto por De mal en peor, trabajo de gran repercusión con el que además giró por Europa, y a partir del cual llamó la atención de directores no sólo de teatro sino también de cine, ámbito donde brilló en films como La mujer sin cabeza (2007), de Lucrecia Martel; Mentiras piadosas, de Diego Sabanés, o Lengua materna (2010), de Liliana Paolinelli.
En otro momento de la charla, la actriz, de importante trayectoria en la ciudad como directora y docente, reflexionó: “Siempre es una alegría ser nominada para un premio. Te confirma para seguir con este empeño por actuar. De algún modo, lo que a mí me pasa, es que le da un marco más formal a mi deseo, porque todo el tiempo necesito confirmar que a alguien más que a mí misma le interesa que yo actúe, y una nominación a un premio viene a apaciguar un poco ese fantasma; en realidad, viene muy bien”.
Respecto de candidaturas anteriores, la actriz recordó: “Me nominaron varias veces por el trabajo en De mal en peor; una vez por la película La mujer sin cabeza, y dos veces, incluida ésta, por La familia argentina (la otra, a los Premios Teatro del Mundo como mejor actriz protagónica), pero nunca me premiaron, así que no puedo hablar mucho de lo que significan para mí los premios; tengo que esperar a que me pase. Desde 2004 trabajo en Buenos Aires, los proyectos fueron muy diversos, trabajé con personas a las que admiro mucho, y eso no te ocurre con frecuencia, tengo que agradecer mucho por todo eso, porque ése es también un reconocimiento profesional”.
Los premios María Guerrero a la producción teatral 2011 se entregarán bajo el parámetro de un jurado integrado por Rómulo Berruti, Rosa Celentano, Magdalena Faillace, Jorge Lafauci, Juan Lavanga, Carlos Llorens, Linda Máximo, Luis Mazas y Ana Seoane.
Además de las habituales ternas en los diferentes rubros, en el marco de la misma ceremonia, se otorgará un reconocimiento a la trayectoria para los consagrados y legendarios actores Beatriz Bonet y Pepe Soriano, del mismo modo que se entregarán menciones especiales a La reina de la belleza, de Leenane de Martin McDonagh, con producción de Gloria López; La historia del señor Sommer (Pep-Tosar) y Ciclo El Cervantes en el Cervantes.
Además, este año, los diplomas de reconocimiento serán para Alejandro Finzi (dramaturgo de Neuquén), Carlos Alsina (autor y director de Tucumán) y Casa-Museo Isaac Fernández Blanco.
Entre los rubros más relevantes, como mejor actriz protagónica, aparecen nominadas Maricel Álvarez (Hécuba o El gineceo canino), Claudia Lapacó (Filosofía de vida), Emilia Mazer (Vuelo a Capistrano) y Roxana Randón (Bastarda sin nombre), al tiempo que en el mismo rubro, pero masculino, los candidatos son Daniel Fanego (Vuelo a Capistrano), Rodrigo de la Serna (Lluvia constante), Pablo Alarcón (Edipo.com) y Enrique Papatino (La importancia de llamarse Ernesto).
Finalmente, en medio de una larga lista de rubros técnicos, como mejor autor argentino, los candidatos a recibir el María Guerrero son Cristina Escofet (Bastarda sin nombre), Héctor Levy-Daniel (Yocasta) y Mauricio Kartun (Salomé de chacra).
El premio María Guerrero fue creado en 1984 por la Asociación Amigos del Teatro Nacional Cervantes, en homenaje a la actriz española que hizo construir la emblemática sala, inaugurada en 1921. Los premios se entregan anualmente y distinguen a las distintas disciplinas de la creación teatral, del mismo modo que a la trayectoria de actores y actrices nacionales.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Pasión por un arte efímero


NUEVA GENERACIÓN. La Escuela Provincial de Teatro y Títeres Nº 5029, de Viamonte y Moreno, lanza la edición 2011 de “La Escuela produce”, ciclo de estrenos que involucra a los egresados de las carreras de Actuación y Dirección, que se extenderá desde hoy y hasta el 15 de diciembre, en La Capilla y en el CEC, con entrada gratuita,

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del 30 de noviembre de 2011)
Nuevamente, la Escuela Provincial de Teatro y Títeres Nº 5029 de Viamonte y Moreno, pondrá a disposición del público su producción 2011. Se trata de un atractivo ciclo de estrenos que, bajo el nombre La Escuela produce, comenzará hoy y se extenderá hasta 15 de diciembre, con entrada gratuita en todas las funciones, que tendrán lugar en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC, Paseo de las Artes y el río) y La Capilla (sala de la Escuela de Teatro y Títeres, de Viamonte 1993).
Se trata de siete nuevos estrenos correspondientes a los alumnos que egresan de las carreras de Actuación y Dirección, cuya impronta, seguramente, marcará el destino del teatro independiente de producción local de los próximos años, dado que las dos escuelas de teatro locales se han convertido en verdaderos semilleros de actores, directores y docentes.
“Es un período del año en el que la Escuela de Teatro muestra su producción en el marco de las carreras de Dirección y Actuación; es un momento en el que la Escuela abre sus puertas al público, porque hay funciones programadas en La Capilla, que es la sala en la que se montan los espectáculos, que ha sido remodelada, más allá de que algunos, por razones de espacio y programación, se muestren en el CEC”, relató la actriz María Florencia Sanfilippo, quien junto al director y dramaturgo Juan Pablo Giordano tiene a su cargo la coordinación del evento.
De este modo, La Escuela produce 2011, arrancará esta noche, a las 20, en La Capilla, con el estreno de Helena en los ojos del tiempo, con dirección de Pablo Boffelli.
Se trata de una obra inspirada en Locos de amor, de Sam Shepard, que cuenta con las actuaciones de Alberto Drogo, Paula Viel y Ariel Hamoui. “En realidad, Locos de amor fue un disparador, y su elección fue consecuencia de varias cosas: cuando nos juntamos con los actores apareció un cuento de Alejandro Dolina, sobre un personaje que cuando cumple 15 años se encuentra con él en un parque a los 35 y viceversa. Ese fue el indicio de que, entre otras cosas, el teatro te permite jugar con el tiempo; y después, de Locos de amor, me interesó el vínculo de la pareja, que es muy intenso, muy difícil de explicar. De hecho, la obra original empieza con una cita del arzobispo Anthony Bloom que dice: «La adecuada respuesta al amor es aceptarlo. No hay nada que hacer». Creo que esa frase resume el singular vínculo que finalmente tienen estos dos personajes en escena, una pareja que a pesar de que se aman locamente a lo largo del tiempo, no pueden estar juntos sin una razón aparente, más allá de que al estar juntos se hacen daño”, relató Boffelli.
“Como cierre de mi carrera de Dirección elegí poner en escena Telarañas, de Eduardo Pavlovsky (se verá el 6 de diciembre, a las 20, en La Capilla). La obra cuenta con las actuaciones de Julia Tarditti, Nicolas Palma y Federico De Battista, y asistencia de Carla Tealdi. Me interesa la forma de escritura de Pavlovsky, los juegos que se pueden dar a través del texto. Es una comedia negra, cercana a un grotesco, que relata la historia de una familia. Intentando traer la obra al presente, la fuimos mechando con lo que nos pasó y nos pasa en este tiempo a los argentinos. El hecho de traerla al presente tiene que ver con que fue escrita a mediados de los años 70, por lo tanto, lo que montamos es una versión que corre el texto de la problemática de la dictadura y se mete más dentro de la problemática de una familia”, relató por su parte la novel directora Malen Meazza.
A su tiempo, Lishai Blau, egresada de la carrera de Actuación, habló de Los disfrazados, de Carlos Mauricio Pacheco, que se verá el 4 de diciembre a las 20, y el 5 a las 22, en el CEC, cuyo elenco completan Alberto Drogo, Andrés Gulla, Leandro Martíne, Maela Morelli, Ana Baldino, Yanina Gaggino, Agostina Cisnero y Nuris Pampiglioni, bajo la dirección de Matías Martínez. “Es una adaptación de esta obra escrita en 1906. Somos nueve actores de un grupo de 16 que fue dividido en dos, y es un sainete cuya adaptación del texto la hizo Matías Martínez, que fue el docente elegido para montar el espectáculo, y con quien llevamos adelante todo este proceso que tiene como objetivo entender, también, algunas cuestiones de producción”, contó Blau.
Los siete actores restantes ultiman los detalles de una versión de El organito, de Amando Discépolo, que se conocerá mañana, con dos funciones, a las 20 y a las 22, en el CEC. “Es un grotesco clásico de Discépolo que habla de una familia de inmigrantes cuando llegan al país en medio de la pobreza más absoluta. La obra pone de manifiesto la manipulación del padre para con los hijos; en ese punto también se vuelve muy actual”, relató Mariana Pérez Vivas, quien integra el elenco junto con Renata Moreno, Nicolás Palma, Florencia Passoni, Aimé Lezcano, María Eugenia Recca, Victoria Faerman, también bajo la dirección de Martínez.
La lista de obras se completa con la presentación de Doble concierto, de Norman Briski, con dirección de Judith Ganón, que se verá mañana a las 20 y a las 22, en el CEC, a cargo de los egresados de la carrera de Actuación del turno noche, con las interpretaciones de Débora Herrero y Esteban Cavallero. Se trata de una obra escrita y estrenada por el propio Briski como protagonista, posterior a la crisis argentina de 2001, donde se refleja la decadencia de la clase media alta.
Del mismo modo, la lista de obras de la carrera de Dirección la completa una versión de Casa de muñecas, clásico de Henrik Ibsen, que se conocerá el 15 de diciembre, a las 20, en La Capilla, y que cuenta con las actuaciones de María Borgobello, Tania Scaglione, Leonardo Zucca y Juan Cantano, bajo la dirección de Irupé Vitali.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Un canto dantesco y visceral







ESTRENO TEATRO. Carla Saccani habla de “El malentendido”, de Albert Camus, obra del grupo Pasillo Teatro, que cuenta con las actuaciones de María Belén Ocampo, Vilma Echeverría, Daniel Feliú, Daniel Covacevich y María Romano, que esta noche, a partir de las 20.30, se presenta en la sala Lavardén, de Sarmiento y Mendoza

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del lunes 28 de noviembre de 2011)
La diversidad de poéticas sumada a un real sentido de profesionalización son las marcas más fuertes en la producción teatral rosarina del último lustro. De una nueva camada de creadores, la actriz y directora Carla Saccani se despega del resto por prepotencia de trabajo, intuición e inteligencia. La prueba más contundente es su abigarrada versión de Fraternidad, de Mariano Moro, una ópera prima que se destaca entre lo mejor del año que termina. Pero para confirmar que no se trató de una casualidad o de cómo, muchas veces, en el teatro opera la suerte del principiante, la directora, al frente de su grupo Pasillo Teatro, dará a conocer esta noche, a las 20.30, en la sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza, donde volverá a presentarse el sábado, a las 21.30), una incuestionable versión de El malentendido, de Albert Camus, un autor que desde sus años de estudiante de teatro se volvió un deseo y una referencia para Saccani.
“Amo a Camus porque amo a los escritores, porque comprenden el mundo como nadie, porque lo crean, porque nunca se resignan a la palabra muerta; porque en eso consiste su «estar en este mundo», porque no agachan la cabeza frente a los muros de lugares comunes que se levantan en el discurso cotidiano como pestes silenciadoras, porque nunca dicen ni escriben algo porque «algo hay que decir»”, escribió Saccani hace unos días en su muro de Facebook con la fruición que caracteriza su compromiso frente a la elección que hace tiempo hizo por el teatro, y en lo que se revela como una especie de aguafuerte con aires de declaración amorosa hacia ese autor que, como pocos, supo del teatro desde adentro, y escribió desde el desencanto y la pérdida en medio de una Europa entre dos guerras e imbuido, entre otras cosas, por la filosofía de Nietzsche.
Rodeada de un elenco de grandes actores rosarinos, integrado por María Belén Ocampo, Vilma Echeverría, Daniel Feliú, Daniel Covacevich y María Romano, con la asistencia de dirección de María Florencia Sanfilippo, la escenografía de Cristian Grignolio, el vestuario de Ramiro Sorrequieta y la música de Esteban Sesso, entre otros rubros de importancia, y apelando a un inusual sentido de producción (la obra ganó una de las Coproducciones Municipales 2011, y cuenta con el apoyo del Centro Cultural Parque de España y la Alianza Francesa), Saccani parece querer apostar por la recuperación de un público: “Pasillo Teatro tiene como premisas revalorizar el texto teatral, profesionalizar el oficio del actor y hacer una apuesta fuerte en la difusión de sus espectáculos para acercar al público general al teatro que se produce en Rosario”, asegura, al tiempo que sostiene que “el teatro sin el público no tiene sentido”.
El malentendido, escrita en 1944, relata una historia fuerte, atravesada por el suspenso y encarnada en personajes que la directora describe como “memorables”. Segunda posguerra europea: Marta (María Belén Ocampo) y su madre (la enorme Vilma Echeverría), dueñas de un hotel en las afueras de un pueblo, tienen el secreto oficio de asesinar a los huéspedes solitarios para quedarse con su dinero. Para hacerlo, despliegan una serie de rutinas, “desconcertantes para el recién llegado”, con el objetivo de descubrir si se trata de la víctima indicada, es decir si está solo y si tiene suficiente dinero. La llegada de Juan (Daniel Feliú), un hombre de clase alta y muy condescendiente, enciende la ferocidad de Marta, que no nota que este hombre no ha llegado solo sino junto a María, su mujer (María Romano). Si todo le sale bien, ésta será la última víctima y así podrá abandonar el hotel para conocer el mar, su sueño más anhelado. Pero los planes se complican severamente cuando las hoteleras, “dos mujeres asesinas” tal como las define de la directora, descubren la verdadera identidad del visitante, al tiempo que un silente criado (Daniel Covacevich) es el testigo de todo lo acontecido.
—¿Cómo fue el proceso de armado de “El malentendido” , en el que te planteaste, al mismo tiempo, respetar y actualizar a Camus?
—Fue un proceso muy largo: un año y siete meses desde que comenzamos, teniendo siempre presente la idea de la escucha hacia los demás, con muchos cambios de rumbo, mucha prueba de cosas diferentes, tratando siempre de construir, sin destruir lo que ya estaba. Fue así que se fue armando El malentendido. Quizás por esto es que ahora, con el trabajo terminado, veo muchas capas y recuerdo esos momentos en los que nos inclinábamos por algo más realista, y otros donde virábamos hacia algo más extrañado. El trabajo me resulta hoy muy interesante porque puedo ver plasmadas esas distintas etapas del proceso, y al mismo tiempo, la obra está intacta.
—¿Por qué elegís Camus, qué cosas de su obra se revelan como irresistibles en relación con tu visión de lo que debe ser el teatro hoy en Rosario?
—Lo elijo por varios motivos: primero porque es una autor muy duro, muy inteligente, ácido y brutal. Es un autor al que llegué en la adolescencia, hace unos quince años (hoy tiene 31). Lo primero que leí fue El extranjero y llegué desde (Ernesto) Sabato, por una recomendación de esas que te dicen: “Si leíste El túnel y te gustó, te va a volar la cabeza”, y fue verdad. De hecho: a El extranjero vuelvo siempre y no me pasa lo mismo con El túnel. Pero además, la obra completa de Camus es como que te agarra de la solapa y te dice: “Pará y pensá”. Yo siento que es una autor cuya vigencia radica en que te destruye todas esas verdades de las que uno se suele agarrar cotidianamente para darle sentido a lo que hace. Muchas veces, cuando más nos damos cuenta de que estamos creyendo en cosas que a lo mejor son superficiales, aparece la angustia, y una vez que está allí, afloran las verdades más profundas, y eso resignifica todo.
—¿Y por qué “El malentendido”?
—Porque me parece que es un canto dantesco contra la buena onda porque sí, por eso para mí es tan interesante poner en escena a un autor existencialista como Camus, hoy, en Rosario. Siento que vivimos dentro de un discurso que está todo el tiempo diciendo: “Bueno, ya va a pasar, todo va a ser para mejor, está todo bien, seguí adelante y si ves algo malo, mejor no lo digas, para qué vas a boicotear”. Siento que Camus es una trompada contra ese discurso y al mismo tiempo, es una vivificación de la palabra. Creo que en ese punto también radica nuestra decisión como grupo de trabajo de hacer ensayos abiertos con la prensa, sumar opiniones, algo que es duro pero muy enriquecedor: soportar la angustia de ese momento y poder cambiar de rumbo a tiempo. Elegir Camus tiene que ver también con darle lugar a la palabra, y una palabra con sentido, y lo digo también desde lo macro: estamos en una época donde tenemos una presidenta que es un lujo escucharla hablar, porque te convoca y te invoca, te llama a imitar su energía, su inteligencia, su lectura. Para mí, escuchar hablar a Cristina, es una especie de poesía. Estamos en una época con un norte, y eso me alienta a proponer desde el teatro, porque hoy estamos con un nuevo paradigma en relación con la palabra.
—¿Cómo definirías lo que acontece en la sinuosa y al mismo tiempo revelada trama de “El malentendido”?
El malentendido, con ese nombre tan inquietante que tiene, es una especie de policial negro en el que dos mujeres, Marta y su madre, de la cual nunca nos enteramos el nombre, administran un hotel muy particular en la segunda posguerra europea. De hecho, este hotel está perdido en un puntito del centro de Europa, alejado de todo. Estas mujeres tienen la obsesión de conocer el mar, sobre todo la hija, porque la madre vive cansada. A partir de este deseo, asumen el oficio de ser asesinas, porque así lo viven, como un oficio: son hoteleras y también son asesinas, y despliegan una cantidad de rutinas para poder concretar esos asesinatos, en particular con la elección de sus huéspedes, porque no matan a cualquiera. Ellas matan a aquellos que se encuentran solos y después de averiguar que tienen dinero. Todo parece transcurrir en este clima de policial negro, con muchos planteos filosóficos sumamente atractivos, hasta que aparece un huésped inesperado, alguien que oculta su identidad, les miente, no dice quién es en realidad. Cuando llega el momento en el que estas mujeres descubren de quién se trata, todo cambia en la historia, y es allí donde las palabras de Camus adquieren un sentido demoledor.
—¿A qué te referís cuando hablás del sentido demoledor de esas palabras?
—Camus es un autor que habla de la muerte, del dolor, de la angustia, del sinsentido de la vida. De hecho: hay una pregunta radical en El malentendido que para mí no es ni vieja, ni pasada de moda, y que tiene que ver con cuestionarse si tiene o no sentido estar vivos, y si ese sentido realmente existe, preguntarse cuál es, qué le podemos aportar cada uno de nosotros al mundo en el que vivimos, a la profesión en la que nos desarrollamos, a la gente que tenemos cerca, para que no sea sólo vivir para disfrutar, pasar el día y llenar el tiempo.

martes, 22 de noviembre de 2011

Pequeñas grandes maravillas






CRÍTICA TEATRO

Con “Ito, teatro para bebés”, el grupo Vamos Que Nos Vamos, que dirige Carla Rodríguez, concreta una propuesta en la que, desde el campo de lo lúdico, se manifiesta a favor de la simpleza y la emoción


ITO, TEATRO PARA BEBÉS
Dramaturgia y dirección:
Carla Rodríguez
Actúan: Laura Carassai, María Soledad Galván
Objetos:
La Querida Crochet
Música Original:
Esteban Sesso
Sala:
La Manzana

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del martes 22 de noviembre de 2011)

Un bebé, muchos bebés, muchos objetos en un espacio lúdico, dos magníficas actrices-titiriteras y manipuladoras de objetos (Laura Carassai y María Soledad Galván) y la perfecta invitación al juego, a esa instancia primitiva en la que el cuerpo pone en primer plano los sentidos por encima de todo lo demás.
Ito, teatro para bebés, uno de los pocos espectáculos de producción independiente local que puede jactarse de haber concretado una temporada exitosa (se presentó desde junio hasta hace pocos días, todos los sábados en La Manzana, incluso en algunos casos con dos funciones, y prepara su regreso), ofrece la posibilidad de acercarse a un universo narrativo que más allá de su simpleza se vuelve sencillamente maravilloso.
Partiendo de la idea de concretar una propuesta para bebés de 0 a 3 años, y luego de trabajar de modo “empírico” con su pequeño hijo Teo en el proceso creativo (desde sus 6 meses a los 2 años, y ahora con el título de “codirector”), la actriz y directora Carla Rodríguez, quien lleva adelante desde hace una década el grupo de teatro infantil Vamos Que Nos Vamos, concretó una propuesta en la que lo instintivo e intuitivo es superador de todo prejuicio, en su devenir por contar la historia de cómo un pequeño gusano de nombre Ito se transforma en una colorida mariposa, dejando a su paso una estela de mensajes positivos tales como el compañerismo, la curiosidad creativa y, sobre todo, el respeto y el amor por la naturaleza.
Con sonidos de pájaros, la naturaleza se vuelve profusa aunque no se ve, en un territorio habitado por personajes reconocibles más allá de su recreación específica: la lana que arma la trama colorida de sus cuerpos (irresistiblemente bellos los muñecos de La Querida Crochet) urde un juego en el que los colores y las formas toman partido por la fábula.
Poco después que la propia directora pide a los papás que “confíen sus bebés” (de hecho, el espectáculo está pensado para ellos), la máquina teatral se pone en marcha. Así, el gusanito en cuestión, curioso por conocer el mundo, verá cómo días y noches se sucederán frente a la mirada impávida de los singularísimos espectadores, en un territorio en el que no faltarán un árbol desafiante al que habrá que ascender, nocturnas luciérnagas, el gallo que canta en la mañana, las inefables vaquitas de San Antonio, la Hormiguita Viajera, el simpático Grillo Cantor y hasta un ralentado caracol.
De cualquier modo, el misterio de todos los bichos del jardín, tendrá su climax con la consagración de lo mágico: el gusano convertido en mariposa, en medio de una lluvia de nubes y de la irrupción del momento más lúdico, cuando los convidados pasarán a ser protagonistas “invadiendo” con fruición el “anhelado y contemplado” espacio escénico, en medio de montañas de almohadones convertidos en nubes y de la complicidad de la lluvia y el arco iris, en uno de los momentos más mágicos de toda la propuesta, dada su simpleza y profundidad.
Sucede que más allá del trabajo con los niños, Ito, teatro para bebés es, también, un redescubrir del mundo de los juegos para los padres, que atentos a lo placentero que resulta el costado más performático del espectáculo, se involucran poniéndole el cuerpo y participando, en medio de canciones (la música original fue compuesta por Esteban Sesso) que invitan al juego y a la simple diversión.
Pero por encima de todo, el espectáculo revela como gran aporte la búsqueda y creación de un público, acercando a los más pequeños al teatro, una tarea que desde el campo de lo lúdico se vuelve toda una revelación.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Acerca de la ingratitud de los hijos con el padre



RICARDO ARIAS ESTRENA ESTA NOCHE, A LAS 22 EN LA NAVE, “LAS HIJAS DEL REY LEAR”

Publicado en El Ciudadano & la gente, en su eidición en papel del viernes 18 de noviembre de 2011
Tras montar La tragedia de Ricardo III, basada en el texto clásico de Shakespeare (Ricardo III), que se presentó a lo largo de dos temporadas en la ciudad, el actor, director y docente Ricardo Arias estrenará esta noche, a las 22, en la sala La Nave (San Lorenzo 1383), al frente de un elenco concertado, una versión de otra de las tragedias del Bardo, Rey Lear, que bajo el título Las hijas del Rey Lear hará foco en el vínculo de las míticas hijas del legendario personaje y sus temas principales: el desapego de los hijos para con los padres, la vejez y hasta la locura.
Con las actuaciones de las talentosas actrices Vilma Echeverría, Silvia Ferrari, Elena Guillén y Claudia Schujman, y el regreso a los escenarios del reconocido actor rosarino David Edery, quien en 2010 volvió a la dirección con una versión de Sacco y Vanzetti, la puesta ofrecerá una nueva función (las únicas del año, al menos por el momento) el próximo viernes 25, en el mismo horario.
Arias, quien desde sus comienzos en el teatro independiente local ya mostró un interés especial por la obra del autor inglés (se recuerda su versión de Macbeth estrenada en los 90 al frente del grupo La Cicuta), reflexiona sobre Rey Lear: “Shakespeare nos interpela, nos pone a prueba, nos confronta con nuestras capacidades, nuestra soberbia y nuestras creencias. Muchos especialistas
sostienen que Rey Lear es una obra irrealizable, imposible de escenificar, y allí está el gran reto: versionamos porque no podemos hacer otra cosa, tiene algo de sacrílego intentarlo y también de sagrado, y no sabemos si podremos aun mientras lo intentamos”.
Y agrega respecto de su trabajo: “Por todo esto, la versión de Rey Lear que montamos en primera instancia implica la vulgarización del otro Rey Lear, el shakesperiano. Nuestro Lear deja de ser Rey y puede ser nuestro padre-rey, nuestro abuelo-rey o nosotros mismos en el fin de nuestros días intentando saldar cuentas con la vida. Desear una buena muerte conduce a Lear al peor de los destinos al «destino trágico». Querer prevenir futuras discordias, las precipita y lo más temido sucede. Así, desterrado en su propio reino, se convierte en lo que siempre fue: sólo un hombre”.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Delirio erotomaníaco de una costurera



TEATRO. La actriz rosarina María Caila protagoniza el unipersonal de humor “Queridísimo Bernardo”, en el que ironiza acerca de la particular figura de Bernardo Neustadt, que se presenta los sábados, a las 22, en la sala Caras y Caretas, de Corrientes al 1500


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 16 de noviembre de 2011)
Desde que el mundo es mundo, la información representó poder, y su manipulación, un peligro latente. Figura detestable y representativa de los peores “logros” del menemato, el periodista y operador político Bernardo Neustadt, ése mismo que tantas veces convenció a Doña Rosa de que lo mejor que podía pasarle a los argentinos era que un peso y un dólar sean la “misma” cosa, sirvió de inspiración para la escritura de Querido Bernardo libro que a su vez fue el disparador para el montaje de Queridísimo Bernardo, título de una propuesta teatral que se presenta los sábados, a partir de las 22, en la sala Caras y Caretas (Corrientes 1518).
Queridísimo Bernardo es un trabajo que devuelve a los escenarios a la talentosa actriz rosarina María Caila, quien a lo largo de su trayectoria integró el recordado grupo De La Acción, que liderara Norberto Campos (fallecido en 2003), a quien la actriz considera su gran maestro.
La pieza relata la historia de Rebeca Rosa, una costurera que, sin importarle lo que digan los demás, “y aunque lo tuviera que pagar con el precio de su vida”, se enamora hasta la locura del inefable Bernardo Neustadt, mentor del ciclo Tiempo nuevo, que por varias temporadas se vio en la pantalla chica argentina.
Según adelanta el parte de prensa, “se trata de un relato de erotomanía y de los desvelos de una mujer que quiso comprender la mente perversa del periodista Bernardo Neustadt”. Sucede que Queridísimo Bernardo cuestiona un período de la historia reciente, “y desde la intrincada personalidad de Rebeca, invita a una interpelación de circunstancias de la vida política argentina”, en particular la de los años 90. La obra es una adaptación del libro Querido Bernardo, de Claudia Selser, con textos de Lorena Rey Clerembault, bajo la dirección general de Gigí Barúa, con escenografía e iluminación de Osvaldo González Rubio, vestuario de Leo Colonna y gráfica de Maite Dujovne, con la participación como voz en off del actor y humorista Carlos Ragona.
“Esta es una historia de nuestro tiempo, de lo que somos nosotros, del ser argentino. La obra surge a partir de la adaptación de un libro Claudia Selser, Querido Bernardo, quien entre otras cosas escribió en la recordada revista Humor. De hecho, ella fue quien nos autorizó la adaptación, que obviamente toma elementos del libro y otros los ficciona. Claudia hizo un gran trabajo en ese libro, porque es una investigación exhaustiva acerca de las contradicciones de este personaje tan singular, vinculado a los avatares sociopolíticos de nuestra historia reciente”, relató Caila en diálogo con El Ciudadano.
La actriz, que en la obra recrea a una costurera que habita una pensión y que está obsesionada con Bernardo Neustadt, quien murió en 2008 y que, entre otros títulos, lució por varias décadas el de “pionero” del periodismo político en la televisión argentina, detalló acerca del personaje: “En cierta forma, la obra está también ligada a la psiquiatría, porque el del personaje es un caso de delirio erotomaníaco (patología por la cual el afectado está convencido de que otro individuo está enamorado de él), porque esta mujer, Rebeca Rosa, está muy enamorada de Neustadt, y es una mujer feliz, porque en realidad ella justifica a este hombre y su cuestionable accionar, hasta que en un momento sufre una especie de traición que la hace ver las cosas de otro modo. En realidad, el que entabla un diálogo con la posición política de Rebeca es el personaje de Tucho, un amigo de esta mujer que vive en la pieza de arriba de la misma pensión, y que nunca aparece, pero es él quien habla y discute con ella acerca de este personaje. Más allá de todo, por su patología, Rebeca está convencida de que Bernardo sabe de su existencia y de que, finalmente, se tendrá que casar con ella”.
Respecto de la singular patología que padece el personaje, la actriz también detalló: “La erotomanía es una enfermedad en la que las personas se enamoran y obsesionan, generalmente, con personajes famosos, y estas personas están convencidas de que estos personajes vendrán por ellos, le declararán su amor”.
Con relación a los mecanismos de manipulación que supo poner en práctica el tristemente célebre Bernardo Neustadt, Caila analizó: “Yo creo que era un tipo de una gran inteligencia, con un gran manejo del discurso frente a cámara, aunque eso era usado como una mecanismo terriblemente perverso. Como dice el texto de la obra, «hay gente que envenena el alma de los pueblos desde los medios de comunicación», por eso también creo que es un momento del país que es muy interesante para decir estos textos, porque más allá de que se está hablando de un personaje que ya no vive, lo que se dice, lo que se analiza sobre los medios de comunicación, es aplicable a lo que pasa ahora, donde por suerte hay muchas cosas que están saliendo a la luz”.
La actriz habló también acerca de lo que pasa con el público frente al tratamiento de un personaje popularmente conocido: “Se da algo singular, mucha cara de sorpresa y de cierta incomodidad cuando, por ejemplo, se escuchan los dichos de Bernardo, que aparecen a través de un audio grabado por (el imitador y humorista) Carlos Ragona, basado en textos reales dichos por él alguna vez. Pasa lo mismo cuando aparecen proyectadas unas imágenes, y la gente rememora momentos de la historia reciente: da la sensación de que Bernardo Neustadt pasa volando por encima de las cabezas de todos y se esconde debajo de las sillas para quedarse. Porque si bien es un espectáculo de humor, al mismo tiempo, es fuerte lo que pasa con lo que se dice: más allá de la risa, estamos hablando de cosas terribles que nos pasaron hace muy poco tiempo, y es algo que tenemos clavado y enquistado, y que quizás con el humor, lo podamos exorcizar un poco y tenerlo más presente para que no se repita nunca más”.


domingo, 13 de noviembre de 2011

Ojalá que vuelva siempre


CRÓNICA RECITAL

Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del lunes 14 de noviembre de 2011)

La utopía, el dolor, la revolución, el desconcierto, la certeza, el amor perdido, el amor encontrado. Todo convive entre simpleza y complejidad en las letras de las canciones de Silvio Rodríguez, trovador cubano nacido el 29 de noviembre de 1946 en San Antonio de Los Baños, acaso el cantautor iberoamericano dueño de la poética más feroz y encendida, y al mismo tiempo, profunda y evocadora de las últimas tres décadas.

Con los ojos brillosos, seguramente un poco húmedos, y con la convicción de estar delante de un público que valoró verdaderamente su presencia después de una ausencia demasiado larga (hacía 17 años que no se presentaba en Rosario), uno de los mentores de la Nueva Trova Cubana, a poco de cumplir 65 años, pasó el sábado como un rayo de luz por el Hipódromo del Parque Independencia antes unas 8 mil personas, en una noche soñada, en la que regaló a lo largo de tres horas de concierto, todas las canciones, las de antes y las de ahora, en total, alrededor de treinta.

Con su pluma filosa y encendida, Silvio Rodríguez, que el próximo 10 de diciembre actuará en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, donde realizó su primera presentación en público hace 44 años, en lo que se revela como uno de los acontecimientos culturales e históricos del año en la isla, armó para el sábado una bella trama de canciones en el contexto de una puesta simple (austera), al tiempo que trazó en la memoria de la mayoría de los presentes (un público que en promedio iba de los 35 a los 45 años) un puente que unió aquellos primeros años 80, con su desembarco en el país y el recordado disco en vivo de 1984 (grabado junto a Pablo Milanés y varios argentinos invitados), y el presente, en el que la militancia y la efervescencia política que vive la Argentina parece querer reconstruir el sueño de la llamada por entonces “primavera alfonsinista”, en el regreso de la democracia, aunque por suerte, lejos de aquella comprensible e inevitable inocencia.

La velada, que trajo a la memoria fogones y peñas, comenzó puntualmente a las 22, tras el paso de la banda argentina La Surca (soporte en toda la gira), con la presentación del quinteto de músicos (cuerdas, vientos, percusión) que lo acompañó a lo largo de la noche, integrado por el Trío Trovarroco (con el destaque del guitarrista Maikel Elizarde Ruano), la exquisita flautista y clarinetista Niurka González y Oliver Valdés en batería y percusión, que al ritmo del son regaló una primera pieza instrumental para poner en clima la noche.

Un primer puñado de temas, algunos de Segunda cita, su último disco editado en 2010, abrió con el recordado “En el claro de la luna”, casi como un guiño a la iluminada velada que vio cómo desde el horizonte, a la derecha del escenario y a punto de comenzar el concierto, la luna aparecía insinuante para apostarse, inquietante, y quedarse iluminando todo el recorrido de una noche que finalizó pasada la una de la madrugada.

En el primer tramo de un concierto prolijo y sin estridencias, fueron de la partida “Sea señora”, “Carta a Violeta Parra”, ambas de Segunda cita, del mismo modo que “Cuentan”, la bella “Virgen de Occidente”, “De la ausencia y de ti”, “Días y flores” (del disco homónimo de finales de los 80) y “Mariposas” (del disco homónimo de finales de los 90).

Claramente compenetrado con la realidad cambiante y compleja que vive la Cuba actual, Silvio fue hilvanando unas pocas pero precisas palabras que, de un modo u otro, se hicieron canciones. En ese tránsito, el cantautor pidió por la liberación de los cinco cubanos que cumplen condena en los Estados Unidos acusados de supuesto espionaje, del mismo modo que habló de los cambios, algunos “necesarios” que acontecen en la isla, pero bregó por que se sucedan “sin perder la esencia”.

Fue así que el segundo tramo, acaso el de las canciones más políticas, abrió con “Sonrisas de papel”, grabado a fines de los años 70, al que se fueron sumando piezas clave de su cancionero como la “Canción del elegido” y “El mayor”, dedicada a la primera revolución de Cuba, la de fines del siglo XIX, para dar paso a una serie de clásicos integrada por “La gaviota”, “El reparador de sueños”, “Óleo de una mujer con sombrero”, “Escaramujo”, “Quién fuera” y una singular versión de “La maza”.

Conocida su generosidad, Silvio no estuvo solo en su vuelta a Rosario después de tantos años. Poco después del primer set de canciones, presentó a su compatriota, el cantautor Amaury Pérez (emocionado, interpretó tres temas de su autoría y agradeció la oportunidad a su amigo “más talentoso”), y tras el segundo, que terminó con “La maza” sobre la medianoche, los invitados fueron los también cubanos Santiago Feliú y la ascendente cantautora Yusa (ya conocida en la ciudad), para cerrar como un último eslabón de una estirpe de trovadores cubanos de diferentes generaciones, creada por el propio Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, entre otros artistas, a finales de la década del 60.

Poco después de ser distinguido por el Concejo Municipal local como Visitante Ilustre de la ciudad, y ajeno a cualquier discurso formal, el agradecimiento llegó con más canciones. Así, el tercer set, el más compacto y a poco del cierre, abrió con el himno “La era está pariendo un corazón”, para seguir con “El necio” y “Demasiado”, a lo largo de un recorrido que abundó en canciones de todas las épocas.

“Ojalá” fue el tema elegido para el cierre poco antes de los bises (no podía faltar). Un coro bastante afinado repasó su letra marcada a fuego: fueron “la palabra precisa, la sonrisa perfecta”. Silvio miró a la multitud que lo ovacionaba, levantó los brazos y los abrazó a todos, estaba en la ciudad del Che. La emoción fue inevitable: ese hombre de cuerpo pequeño y de presencia irradiante dejó un mensaje de coherencia, todos lo escucharon, nadie quería que se vaya, será porque la coherencia no abunda.

Y entonces, llegó por fin el momento en el que el concierto mutó en ceremonia: el público se quedó de pie, lo más cerca posible del escenario, para que vuelva. Silvio reapareció, cámara en mano, para inmortalizar el momento fotografiando él mismo a los presentes, y acto seguido entonar las inconmensurables “Te doy una canción”, “Pequeña serenata diurna”, “Ángel para un final”, “La gota de rocío”, la enorme (y muy pedida toda la noche) “Playa Girón” y, poco después, con el público decidido a ir por más, llegó el turno de “Paula” mientras algunos abandonaban el predio pletóricos de felicidad.

A esa altura, la despedida ya era inevitable. Todo fue pura belleza y emoción; el tiempo pasó, los 80 pasaron, pero él estuvo allí nuevamente, y ojalá que vuelva siempre.

martes, 8 de noviembre de 2011

De paseo por la diversidad


BALANCE DE LA 8a EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO

Durante seis jornadas que finalizaron el domingo, se presentaron en la ciudad de Santa Fe once espectáculos de diversos puntos del país. El público, que llenó todas las funciones, fue el gran protagonista

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del martes 8 de noviembre de 2011)
Luego de seis jornadas, finalizó el domingo la 8ª edición del Festival Argentino de Teatro, que anualmente organiza la Universidad Nacional del Litoral (UNL), cuya última noche tiene, año tras año, y como gran protagonista, el esperado estreno de la Comedia de UNL.
De este modo, con el público en primer plano, y tras la presentación de diez propuestas de diferentes puntos del país que fueron vistas por alrededor de 7 mil espectadores en 14 funciones, el cierre estuvo a cargo de La penúltima oportunidad, con dramaturgia y dirección del santafesino Rafael Bruza, y las actuaciones de las reconocidas actrices Cristina Pagnanelli y Silvana Montemurri.
De una programación variada, alejada de producciones recientes y más ligada a la calidad de las propuestas, que en este caso llegaron desde Rosario, Santa Fe, Córdoba, Río Colorado, Mendoza, Buenos Aires y San Juan, se destacaron algunos espectáculos que ya hicieron su recorrido. Tal es el caso de Tercer cuerpo, del director porteño Claudio Tolcachir, en el que el creador, luego del éxito y el reconocimiento que implicó en su carrera la elogiada La omisión de la familia Coleman, volvió a trabajar sobre la idea de superposición de planos tanto espaciales como dramáticos, tomando aquí las historias de cinco personajes que se cruzan en una oficina a punto de ser disuelta.
De este modo, Tercer cuerpo, que lleva como subtítulo “la historia de un intento absurdo”, apela precisamente a elementos del realismo absurdo para hablar del amor y la soledad con una profundidad inusual, y de cómo estas variantes accionan en personajes cuyo verosímil depende en todo momento del talento de un sólido equipo de actores que desde 2008 a la fecha ha recorrido festivales tanto del país como del exterior (se presentó en Chile, Bolivia, Brasil, Cuba, México, Nueva York, España, Francia, Suiza) y ganado varios premios.
También son destacables otros trabajos como Edipo y yo, con dramaturgia y dirección de Edgardo Dib, producción 2010 de la Comedia de la UNL que tuvo a su cargo la apertura del encuentro, del mismo modo que Todo, con dramaturgia y dirección de Rafael Spregelburd (Buenos Aires); Feroz, de Andrea Hernández y Ariel Sampaolesi, también director y protagonista (San Juan); La familia argentina, de Alberto Ure, con dirección de Cristina Banegas (Buenos Aires); Lágrimas y risas, con dramaturgia y dirección de Ernesto Suárez (Mendoza); Mujeres de ojos negros, de Romina Tamburello, con dirección de Paola Chávez (Rosario); Simulacro y fin, con dramaturgia y dirección de Maximiliano Gallo (Córdoba), y una atractiva, festiva y valiosa versión de un clásico: El Lazarillo de Tormes (de sus fortunas y adversidades), con adaptación del rosarino Luis María Fittipaldi y dirección del rosarino radicado en Mendoza Guillermo Troncoso, quien llegó de Río Colorado, donde resplandece el talento y la frescura de los
jóvenes Ramiro Álvarez y Vladimir Klink.
A diferencia de los últimos años, en los que se vieron trabajos realmente valiosos (el estreno 2010 de Edipo y yo, versión del clásico Edipo Rey, de Sófocles, estableció un piso difícil de alcanzar), el siempre esperado estreno de la Comedia de la UNL no estuvo esta vez a la altura de las circunstancias.
Se trató de La penúltima oportunidad, en la que el dramaturgo y director santafesino Rafael Bruza (actualmente radicado en Buenos Aires, y junto con Jorge Ricci uno de los creadores del Equipo Teatro Llanura), apela al humor negro (por momentos algo naif) para contar una historia de dos ánimas que se encuentran en un cementerio. Marta y Juana compartieron vidas y hombres, y en esa última morada verán con desconcierto cómo aquello que creyeron certezas se vuelven, irremediablemente, dudas. Partiendo de un texto que si bien abreva en una idea atractiva, se desvanece, y de una puesta en escena (escenografía, objetos escénicos, vestuario) que compite con la propuesta dramatúrgica al punto de complejizar la tarea de las actrices en varios de los pasajes, se rescata la presencia de Cristina Pagnanelli y Silvana Montemurri, dos grandes de la escena santafesina, que intentan desde el humor y el oficio sostener un texto que no se sostiene por sí mismo como tampoco desde la dirección.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Del drama a lo posdramático





8ª EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO – SANTA FE 2011

Durante las últimas dos jornadas se presentaron “Feroz”, de San Juan, “Lágrimas y risas”, de Mendoza, y las puestas porteñas “La familia argentina”, y la polémica “Apátrida. Doscientos años y unos meses



Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 5 de noviembre de 2011)
Con la presentación de cuatro espectáculos, entre ellos el polémico Apátrida. Doscientos años y unos meses, producción porteña con dramaturgia, dirección e interpretación de Rafael Spregelburd, las últimas dos jornadas de la edición 2011 del Festival Argentino de Teatro, que finaliza mañana en la ciudad de Santa Fe, volvieron a tener como gran protagonista al público que colmó desde el comienzo todas las funciones.
Si bien no cabe la posibilidad de hacer un recorte en relación con la propuesta estética de los once espectáculos presentados de martes a domingo, quizás este encuentro sirva para confirmar que en el teatro argentino contemporáneo pueden convivir, más allá de modas, tendencias o copias imperantes, todas las estéticas, y que la identidad de cada provincia se construye a la luz de su historia, que no es otra que la historia de sus creadores, su formación y sus maestros.
Con Feroz, presentada el miércoles, el actor, director y autor sanjuanino Ariel Sampaolesi confirma que no hay un teatro nuevo o viejo, sino que hay teatro bueno o malo. Estrenado en 2003, el espectáculo, de neto corte experimental y con el que el creador recorrió festivales y ciudades tanto del país como del exterior, atraviesa las instancias del universo arltiano, en el que confluyen una serie de personajes femeninos interpretados por el propio Sampaolesi, a partir de los cuales describe una historia siniestra: la de la muerte de Alfonso Mondelli, un comerciante de ramos generales del pueblo Las Perdices, quien literalmente revienta en el depósito de su almacén. Lo encuentra su hermana, la vieja Pepa, quien culpa de la muerte a su cuñada, la “fenomenal, envidiada y peligrosa” María Palombi, personajes que aparecen en el cuento “El gato cocido”, de Roberto Arlt, aunque aquí se jueguen algunas licencias dramáticas en función del abordaje de la puesta en escena, extremadamente perturbadora y resuelta apenas con una caja de telón negro, una puerta de uso múltiple y algunos pocos objetos.
Por otra parte, una vez más, La familia argentina, de Alberto Ure, única obra del extraordinario director estrenada en Rosario y Buenos Aires en 2010, aquí en versión de Cristina Banegas y con las actuaciones de Claudia Cantero, Luis Machín y Carla Crespo, se transformó en el centro de atención de un público que, más allá de los ribetes trágicos que prevalecen en el texto acerca del vínculo íntimo que un padre entabla con la hija de su mujer, y donde se ponen en juego las coordenadas de un país que vendría tras la catástrofe económica de 1989, prefirió quedarse del lado de la comedia, poniendo en valor ciertos pasajes en los cuales lo trágico deriva en lo patético y por lo mismo la risa se vuelve casi un mecanismo de defensa. La familia argentina es la única obra de teatro que escribió Alberto Ure, cuya vigencia acerca de temas como la impunidad, el individualismo y la corrupción se vuelven un cruel espejo de la Argentina que se vivió en la década del 90, y tal como lo define Banegas, visto en el tiempo, “Alberto Ure tiene la intensidad de un Strindberg criollo, o la de un González Castillo del siglo XXI”.
La jornada del jueves se completó con las presentaciones de Lágrima y risas, de Mendoza, y el “singular” trabajo del dramaturgo, director y actor porteño Rafael Spregelburd, Apátrida. Doscientos años y unos meses. Partiendo de una idea dramática, Spregelburd elabora una puesta que responde en cierto modo al llamado teatro posdramático, en el que el distanciamiento
es la clave de una construcción escénica en la que el actor y director se vale del relato (micrófono de por medio) para componer dos personajes, acompañado por un significativo, profuso y por lo menos alternativo universo sonoro creado en vivo por el músico Zypce.
La obra se instala (por decirlo de algún modo) en 1891, y se vale del conflicto desatado entre el pintor argentino Eduardo Schiaffino, quien al frente de un equipo de artistas pretende fundar un movimiento de “arte nacional”, y el crítico español Eugenio Auzón, que lo ataca impiadosamente frente a lo que supone una especie de exabrupto de “buena voluntad”, lo que deriva en un duelo entre ambos, en la Navidad de ese mismo año. Más allá de la enorme parafernalia que Spregelburd monta en escena, de la presencia de un texto interesante, y de la exagerada pretensión de querer sostener los dos personajes al mismo tiempo, el espectáculo, extremadamente distanciado y alejado de toda posibilidad dramática, se vuelve aburrido, repetitivo e inconsistente.

Del exilio y el retorno

Profundamente conmovedor y apelando a los recursos de la narración oral, el actor mendocino Ernesto Suárez regaló en dos funciones de su ya clásico unipersonal Lágrimas y risas un relato agridulce acerca de su propia historia, la de un actor nacido en la marginalidad y la extrema pobreza, que quiso “ser alguien” (como alguna vez le dijo a su madre siendo niño), estudió derecho, fue monaguillo y hasta mozo y vendedor ambulante, pero que un día, casi de casualidad, en una peña en la que, entre otros, estaba la recordada Mercedes Sosa, se subió a un escenario para contar un cuento y no se bajó nunca más.
Si bien en su recorrido, por momentos estremecedor y en otros pasajes divertido y ameno, conviven fragmentos de textos del mendocino Juan Draghi Lucero, del italiano Darío Fo, del mexicano Juan Rulfo y del colombiano Gabriel García Márquez, el valor trascendental del trabajo de Suárezpasa más por el relato en primera persona acerca del exilio, del descubrimiento, en una especie de viaje iniciático gracias a lo que él llama “la beca Videla”, de una Latinoamérica encendida, la de los años 70, la de la más pura militancia que hoy se ve resignificada.
Aferrado a sus convicciones, y de la mano de compañeros entrañables y queridos como su coterráneo Arístides Vargas o la cordobesa María Escudero, creadora de Libre Teatro Libre (LTL), Suárez se va metiendo poco a poco por los intersticios de un viaje que duraría siete años y que implicaría el arribo a su segunda patria, Ecuador, donde creó un grupo de trabajo y un lugar de pertenencia al que siempre vuelve.
Idas y vueltas, doloroso calvario e iluminado recorrido, Suárez cuenta sus fábulas con una verdad infrecuente en escena, con la historia viva que lleva, desde hace más de tres décadas, escrita en el cuerpo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

De regreso a la narración




8a EDICIÓN DEL FESTIVAL ARGENTINO DE TEATRO - SANTA FE 2011

“Edipo y yo”, producción 2010 de la Universidad Nacional del Litoral, que organiza el evento, abrió el martes la programación para dar paso a “Todo”, en la que Rafael Spregelburd trabaja sobre tres “fábulas morales”

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del jueves 3 de noviembre de 2011)

Apelando nuevamente a una programación en la que prevalece la calidad por encima de la cantidad, con la presentación de once espectáculos de diferentes puntos del país a lo largo de seis jornadas, el martes por la noche comenzó la 8ª edición del Festival Argentino de Teatro con dos funciones a sala llena en un día atípico para ir al teatro (al menos en Santa Fe), lo que confirma la consolidación del evento que año a año lleva adelante la Universidad Nacional del Litoral (UNL).

Luego de su exitoso recorrido por eventos de proyección nacional como la Fiesta Nacional del Teatro realizada en San Juan, o la reciente edición del Festival Internacional de Teatro del Mercosur que tuvo lugar en Córdoba, y previo a su desembarco en la cartelera porteña, Edipo y yo, producción 2010 de la Comedia de la UNL con dirección de Edgardo Dib, fue la encargada de abrir la programación. Basada en Edipo Rey, de Sófocles, con dramaturgia y dirección de Dib (reconocido creador santafesino radicado en Buenos Aires), la puesta muestra a la familia real integrada por Edipo, Yocasta y sus cuatro hijos. Sin embargo, los protagonistas son seis hombres (los talentosos actores Sergio Abbate, Guillermo Frick, Raúl Kreig, Claudio Paz, Marcelo Souza, Rubén Von Der Thusen) que, por momentos distanciados del conflicto, juegan a armar y desarmar la tragedia para correrla todo el tiempo a un registro de comedia.

De este modo, un coro de hombres se presenta ante el público apelando a un play back de una ópera. Son hombres de traje y corbata, son actores que van a representar Edipo Rey de una manera inusual, ingeniosa e irreverente. Son, ante todo, grandes actores que revelan el artificio: una estrategia urdida por el director para contar una tragedia conocida de un modo desconocido, quizás apelando al axioma que asegura que si la tragedia se repite una y otra vez, esa misma repetición deriva en una parodia.

Tal como pasó en 2010 con Edipo y yo, el domingo por la noche, se conocerá la nueva producción de la Comedia de la UNL. Se trata de La penúltima oportunidad, con dramaturgia y dirección del santafesino Rafael Bruza, uno de los creadores del histórico Grupo Teatro Llanura junto con Jorge Ricci, que cuenta con las actuaciones de las talentosas actrices santafesinas Cristina Pagnanelli y Silvana Montemurri.

“Todo” acerca del sujeto

Todo, trabajo con dramaturgia y dirección del creador porteño Rafael Spregelburd al frente de la compañía El Patrón Vázquez, fue la obra elegida para cerrar la primera jornada del Argentino en la histórica sala mayor del Teatro Municipal 1º de Mayo.

Apelando a un registro de actuación puro, en el que prevalece cierta búsqueda del naturalismo al que la escena porteña parece querer regresar después de muchos años en los que el sentido estuvo puesto por fuera de lo narrativo, Spregelburd, que también trae aquí su elogiado espectáculo Apátrida. Doscientos años y unos meses, trabaja a partir de lo que él mismo llama “tres fábulas morales, pero con moraleja incierta”, a través de las cuales se pregunta: “¿Por qué todo Estado deviene burocracia?, ¿Por qué todo arte deviene negocio? y ¿Por qué toda religión deviene superstición?”, interrogantes sobre los cuales arma una trama que devela cierta cotidianeidad y a través de la cual “cruza” personajes y situaciones que parecieran construir un hilo dramático unificador.

En la primera de las fábulas, un grupo de burocratizados empleados públicos ironizan sobre el vacío que los rodea al tiempo que deciden desmantelar y quemar la oficina en la que trabajan, un lugar que está claramente alejado de toda posible trascendencia. Tras cartón, los vicios de lo público de algunos de esos personajes pasarán a una instancia más íntima en la que mostrarán lo que sucede en una Nochebuena con los integrantes de una familia en la que el festejo ha perdido el sentido, del mismo modo que el valor de un supuesto arte.

Para cerrar, otra instancia privada, esta vez la de una familia, mostrará en una noche de tormenta en la que un niño se enferma, cómo el fanatismo y la religión pueden deformar lo real hasta llevarlo a una instancia en la que lo místico se vuelve algo peligroso.

Los talentosos Andrea Garrote, Mónica Raiola, Pablo Seijo, Alberto Suárez y el propio Spregelburd, son los encargados de ponerle el cuerpo a esta singular galería de personajes que a lo largo de dos horas conjugan las variables de un trabajo en el que el director, tomando como disparador el concepto que sostiene que la historia es un “proceso sin sujeto”, se pregunta qué hacen los sujetos con su historia personal.

Más allá de su muy buena performance en la cartelera porteña, Todo se presentó en varios de los festivales europeos más importantes de la escena mundial: FIND IX, de Schaubühne (Berlín, 2009); Transteatral de Praga (2009) y Festival MAD, en el teatro Quirino de Roma (2010).