Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 17 de septiembre de 2011)
Otra vez el mundo es la palabra, otra vez el mundo es el de la poesía en su más pura presencia. Se trata de esa misma poesía que adquiere en escena un sentido trascendental cuando un actor puede aportar la intensidad necesaria como para movilizar a la platea (conmover y divertir en iguales dosis) sin más elementos que el cuerpo, la voz y el sentido de un relato valioso.
Pensar en una versión de El Bululú sin el recordado actor español José María Vilches parece, al menos a primera vista, una osadía. Sin embargo, en tono de colorido y festivo homenaje, la dupla que integran el entrerriano Mauricio Dayub (director) y el porteño Osqui Guzmán (actor), trasciende el recuerdo para adquirir entidad propia, algo que el público rosarino podrá comprobar esta noche a las 21.30, o bien mañana a las 20.30, cuando El Bululú, una producción del Teatro Nacional Cervantes, desembarque en
José María Vilches hizo de El Bululú, a partir de mediados de los años 70, su medio de vida. Con el espectáculo, donde aparecía en escena apenas con unos pocos objetos, múltiples personajes (de allí el nombre de “bululú”, tal como llamaban a un singular actor español que tuvo su momento del esplendor hacia fines del siglo XVI) y su inconmensurable presencia, recorrió el país llevando consigo la historia de un actor trashumante que homenajeaba con su voz inigualable a sus autores amados: Quevedo, Antonio Machado, Miguel Hernández, Lope de Vega y Lorca, entre otros.
Vilches encontró la muerte en 1984, en una ruta; vaya paradoja para un actor que vivía viajando y que amaba los caminos. Con todos estos elementos, pero partiendo de su propia historia familiar y de acercamiento al arte dramático, Osqui Guzmán no juega “a ser Vilches”. Por el contrario, se vale de algunos de sus recursos escénicos, pero al mismo tiempo trae al presente a esos mismos autores, en su devenir de contar la historia de un actor (el propio Guzmán) que escuchaba a Vilches a través de un viejo cassette mientras colaboraba con el taller de costura familiar y soñaba con estudiar artes marciales, casi sin imaginar cuál sería su verdadero destino.
De este modo, la singularidad de la propuesta, donde se apela de lleno al homenaje y no a una “versión”, posiciona al trabajo en un lugar más “cómodo”, no sólo para el público sino también para el talentoso Guzmán (El niño argentino, de Mauricio Kartun; El batacazo, también con Dayub como dramaturgo y director), que al contrario de sentir la carga de semejante desafío, brilla en escena merced a su ductilidad como intérprete, mimo, clown e incluso cantante.
Así, el actor, que soñó desde sus comienzos con poder recrear este personaje, se luce en escena con su conocido abanico de recursos, a través del cual, del mismo modo que juega con el humor que lo caracteriza, pone de manifiesto su conocimiento del Siglo de Oro Español, e incluso recrea, en uno de los momentos más emocionantes de toda la puesta, los versos del Romancero Gitano, de Federico García Lorca.
En ciernes, esta nueva concepción de El Bululú de Vilches (ahora, por mérito ganado, también de Guzmán), que aún resuena en la memoria de más de un rosarino que lo vio en alguna de sus visitas a la ciudad, se revela como el valioso homenaje a un juglar inolvidable, pero también a los grandes autores, al oficio de actuar y a la concreción de un sueño largamente anhelado.
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