“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




viernes, 2 de septiembre de 2011

“Sentimos que es la piedra sin pulir de las tragedias"






ESTRENO TEATRO. El director del grupo catalán La Fura dels Baus, Pep Gatell, habla de “La degustación de Titus Andrónicus”, que esta noche y mañana, a partir de las 21, se presenta en el Salón Metropolitano del Alto Rosario Shopping

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del miércoles 31 de agosto de 2011)
Volver al lenguaje “furero” es volver a los orígenes, a esa especie de ritual compartido en un espacio común que siempre fue una marca a fuego en las propuestas de la compañía catalana La Fura dels Baus, creada en 1979, que esta noche regresa a la ciudad, a 14 años de su primera presentación, cuando desembarcó en el CEC, en 1997, con Manes.
Ahora, la excusa es Shakespeare y su tragedia más primaria, descarnada y alejada de toda pretensión poética. Se trata de Tito Andrónico, que derivó en La degustación de Titus Andrónicus, una bacanal sanguinolenta para disfrutar en primer plano, que esta noche y mañana, a la 21, se presenta en el Salón Metropolitano (Shopping Alto Rosario) en el marco de una gira nacional y tras su paso por los escenarios europeos.
Bajo la dirección de Pep Gatell, la puesta busca mediar entre un texto atiborrado de escenas truculentas y la representación, donde se suma como gran condimento la cocina, poniendo en jaque un sentido aún poco explotado en el teatro: el gusto, independientemente de que unos pocos podrán disfrutar de la comida que será preparada durante la función y disfrutada en el final.
En una larga charla con El Ciudadano, Gatell habló de los alcances de la puesta, de la elección del texto de Shakespeare y del momento que vive España.
—¿A qué se debe este regreso al lenguaje fuerero, en medio de otros trabajos a la italiana, cómo grandes óperas o puestas al aire libre en diferentes escenarios del mundo?
—Es que es una de las características primarias de nuestra propuesta: compartimos el espacio escénico con el público. En este trabajo, particularmente, invitamos a todo el público a entrar en nuestro gran “escenario”, a estar de pie y a que ellos sean los que tengan que decidir en qué lugar y desde qué punto de vista quieren ver el espectáculo. Lo pueden hacer en un primer plano, casi tocando a los actores; o bien a medio plano, pero dentro de la acción, o también un poco más apartados, aunque en todos los casos los actores intervienen el espacio del público, porque esa es la característica especial y fundante de La Fura.
—¿Por qué eligieron esta tragedia y dónde sienten que resuena hoy como pasa siempre con los clásicos?
—La elección tuvo que ver con dos puntos: por un lado, porque es la primera tragedia que escribe Shakespeare, y sentimos que es la piedra sin pulir de las tragedias que vendrían más tarde. Quizás porque la escribe en una edad temprana y pareciera que hubiese querido que todo pase muy rápido. Ese punto nos venía muy bien para nuestro tipo de lenguaje, que es muy cercano al videoclip. Por otro lado, escogemos esta obra porque acaba con un ágape caníbal en el final, en donde Titus ha desmontado su esquema de valores, destrozado por lo que le ha pasado en la vida y por lo que la vida le ha ido arrancando, y entonces se transforma en una bestia y termina con todo.
—Uno de los tópicos de las tragedias shakespeareanas…
—Es verdad, lo que sucede es que aquí la vida lo ha llevado a Titus a situaciones tan límite, que su bestia se despierta para mal. Creo que aquí se revela una de las grandes metáforas de esta obra, porque pareciera que Shakespeare nos quiere decir que todos llevamos esa bestia adentro y que sólo hace falta que la despertemos; en ese punto se vuelve muy presente. La obra acaba con un ágape final en el que Titus se venga de todo y de todos, pero sobre todo de la masacre que ha sufrido su familia, con un banquete en el que su peor enemiga termina comiéndose a sus propios hijos sin que ella lo sepa. Eso nos interesaba mucho a nivel narrativo porque habla de los seres humanos y de lo buenos o malos que podemos llegar a ser.
—El canibalismo o antropofagia se volvió una marca del espectáculo ¿Fueron conscientes de eso al momento del montaje?
—Es verdad que es un momento fuerte, porque en la continuidad de lo que sucede eso pareciera pasar. Es que el ágape final de la tragedia nos habría la puerta a desafiar un sentido poco explotado, el del gusto, y a una cocina muy singular que se incorpora al espectáculo, en la que durante una hora y media dos cocineros preparan la cena. Es por esto que en ése final, 28 personas que integran el público, pueden saborear el plato preparado junto al emperador y la emperatriz y delante de todos. Para eso, contamos con uno de los tres mejores cocineros del mundo, y entonces, los que están allí se olvidan de la tragedia y comen. Esa es otra reflexión a tener en cuenta: la tragedia pasa y la gente sigue comiendo.
—¿Cuál es la idea de “espectáculo total” que han perseguido a lo largo de los años?
—Tiene que ver con el entrecruzamiento de disciplinas: aquí tenemos una banda sonora especialmente compuesta, y unas pantallas gigantes que son las que contienen el espacio escénico y rodean al espectador, por tanto tenéis también la sensación de haber ido al cine. Las proyecciones nos permiten cambiar los tiempos teatrales para corrernos del texto y jugar con un espacio escénico que es todo el tiempo modificado: por un momento estamos en una plaza pública, y un instante después, en un bosque. Pero además de la banda sonora, las proyecciones y la cocina, está el texto de Shakespeare. Por eso es que todo eso está puesto en función de poder contar una historia. Yo creo que lo bueno de La Fura es que cuando junta todas estas disciplinas las piensa como ingredientes del plato terminado. Es decir: todo tiene un sentido y está por algo. Todo está en su justa medida y no hay una disciplina en disonancia con las demás.
—¿Cómo viven como compañía la crisis económica que atraviesa Europa y en particular España?
—Estamos aquí por eso. Hemos tenido que emigrar como ustedes lo hicieron rumbo a España hace unos años; son los flujos del mundo contemporáneo. Como compañía, podemos continuar gracias a la diversidad de propuestas con las que contamos, que se desarrollan en paralelo y en diferentes lugares del mundo: si no sale bien una cosa, pues vivimos de la otra. La crisis nos ha tocado como a todos. Por ejemplo: en un tiempo de normalidad económica, hubiéramos hecho el doble de funciones de las que hicimos con este espectáculo.
—¿Qué cosas les ofrece el público argentino desde aquella primera vez en Córdoba en el marco del recordado Festival Latinoamericano de Teatro de 1984?
—Desde 1984 hasta ahora, siempre nos han tratado bien, nos hemos sentido del lugar. Vinimos un año después del regreso de la democracia y tanto para nosotros como para los que estuvieron en aquellas funciones fue una experiencia inolvidable; incluso hubo grupos que cambiaron su estética después de vernos y eso fue muy importante para nosotros.

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