CRÍTICA TEATRO
El grupo Pause ofrece un entramado entre humor bizarro y algo de tragedia en “Moderna”, con dramaturgia de Sebastián Villar Rojas, obra en la que se reflejan temas como el amor y el fin del mundo MODERNA Dramaturgia: Sebastián Villar Rojas Dirección: Sebastián Villar Rojas, Paula Valdés Cozzi Actúan: Natalia Dean, Emilio Dei-Cas, María Florencia Sanfilippo, Gabriel Cejas Sala: Caras y Caretas, sábados a las 22
Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 5 de marzo)
Hacerse cargo de los errores del pasado o bien vivir el paso del tiempo como una especie de campo minado en el que todo está por estallar de un momento a otro. Así, Alberto (Emilio Dei-Cas) y Aleja (Natalia Dean), los protagonistas de Moderna, transitan una supuesta felicidad que se pudo conseguir a fuerza de urdir una trama que mucho tiene de ficción. De todos modos, lo disparatado de la cotidianidad de estos dos personajes encubre una tragedia: la inminente llegada de Ana Moderna, amiga de Aleja, a quien ésta no ve desde hace una década, hará que esa
convención vire hacia otra cosa.
En Moderna hay un plan que se conoce apenas empezado el espectáculo: Aleja quiere mostrarse ante Moderna como la mujer feliz y exitosa que no es, y para eso ocultará su vida real con otra de ficción en la que Alberto también será protagonista. Quizás un escritor de éxito y una snob escultora sean “roles” más atractivos (modernos) que los de vender caños para cortina. Todo parece funcionar, pero el axioma que asegura que “la mentira tiene patas cortas” comenzará a desdibujar y a desviar el plan hacia algo complejo e impensado.
La modernidad y el futuro vistos con recelo a través de un texto que brilla en sus guiños y detalles son el mayor capital del espectáculo del novel grupo Pause estrenado hace algunas semanas en Caras y Caretas.
El texto de la obra, ya estrenada en Buenos Aires, obtuvo una mención especial en el Concurso de Coproducciones de la Municipalidad de Rosario 2009 y un auspicio extraordinario otorgado por Parque de España (AECID / CCPE) del mismo año. Por su parte, Villar Rojas obtuvo el primer puesto de la Beca para Artistas y Escritores del Interior del País del Fondo Nacional de las Artes en el rubro teatro, y Moderna, que cuenta con un subsidio a la creación del Instituto Nacional del Teatro, ganó el concurso de dramaturgia CicloINcierto 2010 (sala Espacio TBK), de Buenos Aires, entre más de 50 obras presentadas.
Moderna no se parece a nada de lo visto en el teatro rosarino de los últimos años, lo cual ya es un mérito en sí mismo. Una trama imbricada, llena de derivaciones, donde juegan un papel fundamental tanto la casualidad como la causalidad, lleva al espectador desde los atisbos más costumbristas de una comedia brillante (incluso con pasajes del viejo vodevil) a un estadio bizarro, atestado de una información científica difícilmente comprobable, donde aparecen como ejes dramáticos la verdad, la mentira, el amor y el fin del mundo.
El equipo, que también presenta por estos días, los domingos en El Rayo, el espectáculo de danza-teatro Todo se incendió de repente, apela, partiendo de la solidez del texto, a la actuación, jugando dentro del conflicto central de la pareja con la aparición de personajes irruptivos en contraposición con lo que, en ciernes, parece abrevar en el teatro más realista (así lo confirman escenografía, objetos escénicos, vestuario, luces).
Es así como el repartidor de pizza que interpreta con sorprendente avidez Gabriel Cejas llega con una información que servirá para, en cierta forma, entender que Moderna (María Florencia Sanfilippo), que llegará poco después, no es lo que parece. Una vez que Moderna traspase la puerta del humilde departamento que la pareja habita en Bahía Blanca, ya nada será lo mismo, y una decisión trascendental pondrá a la pareja en estado de conflicto.
Es por esto que Moderna pone distancia de la comedia que le da génesis para acercarse a otra cosa, por momentos difícil de descifrar aunque extremadamente atractiva para el espectador (la impronta recuerda en cierto modo a las singulares comedias de Rafael Spregelburd), merced a un texto que fluye y que los actores han sabido hacer propio, más allá de la dificultad que plantea en su discurrir, alejándose cada vez más del verosímil y abordando algunos ribetes trágicos, momentos en los cuales el espacio de Caras y Caretas, ahora con mesas y servicio de bar, se vuelve un poco extemporáneo a lo que se está contando en escena.
De todos modos, la pregunta fundamental que deja como mensaje la obra se deja ver claramente. ¿Es el paraíso una posibilidad tangible? (otro mundo lleno de placeres, pero para nada terrenal y verdadero). La fantasía que plantea Moderna pone en jaque valores que en un comienzo parecieran estar banalizados por los propios protagonistas que, según demuestran a través de su discurso, no tienen nada más que a ellos mismos, independientemente de que la posibilidad de perderse el uno al otro los acerque al abismo.
El grupo Pause ofrece un entramado entre humor bizarro y algo de tragedia en “Moderna”, con dramaturgia de Sebastián Villar Rojas, obra en la que se reflejan temas como el amor y el fin del mundo MODERNA Dramaturgia: Sebastián Villar Rojas Dirección: Sebastián Villar Rojas, Paula Valdés Cozzi Actúan: Natalia Dean, Emilio Dei-Cas, María Florencia Sanfilippo, Gabriel Cejas Sala: Caras y Caretas, sábados a las 22
Por Miguel Passarini (publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 5 de marzo)
Hacerse cargo de los errores del pasado o bien vivir el paso del tiempo como una especie de campo minado en el que todo está por estallar de un momento a otro. Así, Alberto (Emilio Dei-Cas) y Aleja (Natalia Dean), los protagonistas de Moderna, transitan una supuesta felicidad que se pudo conseguir a fuerza de urdir una trama que mucho tiene de ficción. De todos modos, lo disparatado de la cotidianidad de estos dos personajes encubre una tragedia: la inminente llegada de Ana Moderna, amiga de Aleja, a quien ésta no ve desde hace una década, hará que esa
convención vire hacia otra cosa.
En Moderna hay un plan que se conoce apenas empezado el espectáculo: Aleja quiere mostrarse ante Moderna como la mujer feliz y exitosa que no es, y para eso ocultará su vida real con otra de ficción en la que Alberto también será protagonista. Quizás un escritor de éxito y una snob escultora sean “roles” más atractivos (modernos) que los de vender caños para cortina. Todo parece funcionar, pero el axioma que asegura que “la mentira tiene patas cortas” comenzará a desdibujar y a desviar el plan hacia algo complejo e impensado.
La modernidad y el futuro vistos con recelo a través de un texto que brilla en sus guiños y detalles son el mayor capital del espectáculo del novel grupo Pause estrenado hace algunas semanas en Caras y Caretas.
El texto de la obra, ya estrenada en Buenos Aires, obtuvo una mención especial en el Concurso de Coproducciones de la Municipalidad de Rosario 2009 y un auspicio extraordinario otorgado por Parque de España (AECID / CCPE) del mismo año. Por su parte, Villar Rojas obtuvo el primer puesto de la Beca para Artistas y Escritores del Interior del País del Fondo Nacional de las Artes en el rubro teatro, y Moderna, que cuenta con un subsidio a la creación del Instituto Nacional del Teatro, ganó el concurso de dramaturgia CicloINcierto 2010 (sala Espacio TBK), de Buenos Aires, entre más de 50 obras presentadas.
Moderna no se parece a nada de lo visto en el teatro rosarino de los últimos años, lo cual ya es un mérito en sí mismo. Una trama imbricada, llena de derivaciones, donde juegan un papel fundamental tanto la casualidad como la causalidad, lleva al espectador desde los atisbos más costumbristas de una comedia brillante (incluso con pasajes del viejo vodevil) a un estadio bizarro, atestado de una información científica difícilmente comprobable, donde aparecen como ejes dramáticos la verdad, la mentira, el amor y el fin del mundo.
El equipo, que también presenta por estos días, los domingos en El Rayo, el espectáculo de danza-teatro Todo se incendió de repente, apela, partiendo de la solidez del texto, a la actuación, jugando dentro del conflicto central de la pareja con la aparición de personajes irruptivos en contraposición con lo que, en ciernes, parece abrevar en el teatro más realista (así lo confirman escenografía, objetos escénicos, vestuario, luces).
Es así como el repartidor de pizza que interpreta con sorprendente avidez Gabriel Cejas llega con una información que servirá para, en cierta forma, entender que Moderna (María Florencia Sanfilippo), que llegará poco después, no es lo que parece. Una vez que Moderna traspase la puerta del humilde departamento que la pareja habita en Bahía Blanca, ya nada será lo mismo, y una decisión trascendental pondrá a la pareja en estado de conflicto.
Es por esto que Moderna pone distancia de la comedia que le da génesis para acercarse a otra cosa, por momentos difícil de descifrar aunque extremadamente atractiva para el espectador (la impronta recuerda en cierto modo a las singulares comedias de Rafael Spregelburd), merced a un texto que fluye y que los actores han sabido hacer propio, más allá de la dificultad que plantea en su discurrir, alejándose cada vez más del verosímil y abordando algunos ribetes trágicos, momentos en los cuales el espacio de Caras y Caretas, ahora con mesas y servicio de bar, se vuelve un poco extemporáneo a lo que se está contando en escena.
De todos modos, la pregunta fundamental que deja como mensaje la obra se deja ver claramente. ¿Es el paraíso una posibilidad tangible? (otro mundo lleno de placeres, pero para nada terrenal y verdadero). La fantasía que plantea Moderna pone en jaque valores que en un comienzo parecieran estar banalizados por los propios protagonistas que, según demuestran a través de su discurso, no tienen nada más que a ellos mismos, independientemente de que la posibilidad de perderse el uno al otro los acerque al abismo.
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