“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 5 de junio de 2010

Una Navidad en el campo







ESTRENO TEATRO. Mañana, a las 20.30, en Caras y Caretas, de Corrientes al 1500, se conocerá "Demasiada familia", con dirección de Cristina Carozza, en el que, al frente del novel grupo Puertas Adentro, indaga en la obra y los conflictos propuestos por Anton Chejov




Por Miguel Passarini

Siempre es auspicioso el surgimiento de un nuevo grupo teatral, sobre todo en una ciudad como Rosario, con una tradición que acredita, con relación a esa forma de producción, más cincuenta años de historia. Es así como mañana, a las 20.30 (estará en cartel por dos meses), en la remodelada e histórica sala Caras y Caretas (Corrientes 1518), se conocerá la primera producción del grupo Puertas Adentro, que lleva adelante la directora y docente Cristina Carozza. Se trata de Demasiada familia , un espectáculo en el que algunos conflictos de la dramaturgia y los cuentos a Anton Chejov sirvieron como disparadores para la improvisación, una variante que, según Carozza, marcó y marca a fuego la producción teatral local, “donde casi no hay textos que no sean intervenidos por los creadores en el proceso de ensayo”, según dice.

Con las actuaciones de Celina Rovetto, Magdalena Romanos, Cecilia Patalano, Angie Beltrame, Marcelo Gargiulio, Silvina Scarpolini, Flavio Soso, Gianina Moisés Sosa, Soledad Palomeque, Emilio Dei Cas y Vanesa Baccelliere, la puesta, según Carozza, “surgió de la idea de trabajar con Chejov pero desde un lugar en el que pudiésemos entender la lógica de su dramaturgia, qué buscó contar, por eso todo pasa en Navidad pero no situamos el conflicto en ningún momento histórico en particular, aunque no es ni la época que describe Chejov como tampoco es la actual. Del mismo modo, trabajamos esta idea del campo enfrentado a la ciudad, tan presente en su dramaturgia”.

El parte de prensa es coherente con esta dicotomía que plantea la directora, dado que adelanta: “En una casa de campo, en las afueras de Moscú, el día de Navidad. Moscú puede ser cualquier ciudad. Las personas buscan un momento en sus vidas para celebrar sus encuentros y diferencias”.

—¿Por qué elegiste trabajar sobre Chejov?, pareciera que hace unos años volvió a ponerse “de moda”, más allá de que los investigadores avalen la teoría que dice que en su obra, como pasa con Shakespeare, está “todo el teatro”.

—En realidad, hay un poco de todo eso, pero es una particularidad del taller de avanzados trabajar cada año con un autor. Veníamos de hacerlo con García Lorca y con Brecht, y Chejov fue un desafío grande porque es complicado acercar esos textos (obra, cuento) a los actores, dado que al leerlos, da la sensación de que no pasa nada, pero está allí, en sus personajes, lo que guardan las apariencias. Y entonces hay que lidiar con eso, porque los actores te dicen “qué vamos a hacer con esto que no pasa nada”. El desafío nuestro es ayudarlos a mirar esos conflictos desde un lugar determinado, que puedan hacer otras lecturas, que puedan acercarlos al presente de algún modo. El gran desafío fue cómo pensamos hoy el teatro de Chejov, cómo lo acercamos a este tiempo, cómo lo volvemos contemporáneo, más allá de que yo creo que es muy contemporáneo. Eso implica todo un ejercicio que está bueno que podamos hacer.

—¿Trabajaron con algún texto en particular?

—No. Más allá de que hay muchos conflictos y personajes dando vueltas, fueron disparadores para las improvisaciones: tomamos como concepto de trabajo algo que es muy chejoviano y que tiene que ver con lo que pasa con las apariencias y al mismo tiempo lo que pasa internamente en el personaje. Eso es muy teatral y muy interesante de trabajar; es esta especie de desavenencia entre lo que se dice y lo que se guarda. En la obra, se refleja esto de que la gente se la pasa comiendo, porque sucede todo en Navidad, y mientras comen, se van trazando sus destinos casi sin que lo noten.

—Como decía John Lennon, “la vida es eso que pasa mientras hacemos otra cosa”…

—Exactamente, esa frase apareció en las improvisaciones, y es muy fuerte tomar conciencia de que es realmente así, y la comida de Navidad es un fuerte ejemplo de eso: todos comen a la vez, todos hablan a la vez, y pareciera que nadie se escucha, que es como un momento ideal para tapar los problemas y hacer de cuenta que todo está bien. De todos modos, sabemos que no es así.

—“Demasiada familia” es un trabajo que surge de un taller, pero además aparece como la primera propuesta de un grupo, Puertas Adentro ¿Esta variable implica la creación y continuidad de trabajo de este grupo?

—Si pienso en los talleres de teatro que llevamos adelante desde hace años con (la directora y docente) Claudia Piccinini, puedo decir que yo, casi en forma natural y por otras ocupaciones, me he volcado en este último tiempo a la coordinación de los talleres de alumnos avanzados. Una de las cosas que más me interesó, a partir de este cambio, fue llegar a poder concretar una producción, algo difícil por distintos motivos. Este es el grupo con el que cerramos el taller en 2009, y con el que hicimos un trabajo de investigación sobre la obra de Chejov, y ahí vi que había un material que podía pasar a una instancia superior.

—¿Cuál era la idea fundante cuando ya tenías las escenas?

—La idea era llegar a una puesta, algo que no alcanzamos a fin del año pasado, y entonces la propuesta fue seguir trabajando en las articulaciones y en integrar los tiempos de las diferentes escenas que habían surgido, que tenían un valor por sí mismas pero que había que integrarlas a una totalidad. El proceso siguió todo este año, hasta que abordamos la puesta que estrenamos esta noche, Demasiada familia.

—¿Es una iniciativa del trabajo del taller que los talleristas se integren como grupos?

—En nuestro casi sí, porque por ejemplo está la gente de El Eslabón Perdido, o lo que nosotras llamamos la “línea joven”, que es un grupo que creamos nosotras pero que sigue trabajando (Cena para cinco remake, Monoambiente), o el grupo Absurdo Berretín (No desearás, Intrascendente), y ahora Puertas Adentro. Creo que somos buenas formadoras de grupos, en el sentido de poder, sin ningún egoísmo, darle a la gente las herramientas para después decirles “salgan y hagan su propia experiencia”. Nosotras lo tomamos como algo natural, incentivamos a la gente y les decimos: “Se puede producir, salgan y hagan sin esperar nada, ni siquiera plata de un subsidio”. El hecho de estar en el rol docente, ya sea en los talleres particulares o bien en las escuelas de teatro, implica tener conciencia de que hay una generación que te está mirando, que ven que producimos cosas y que quizás ven eso como algo imposible; bueno, está en nosotras alentarlos para que produzcan, que hagan, se manden, estudien y que producir una obra teatral es posible.

—En ese sentido, ¿pensás que la dinámica de grupo se puede volver salvadora?

—Claro, es así, y también hay mucha gente que sigue con la fantasía de que va a aparecer un productor que te va a convocar y te va a pagar por tu trabajo. Ojalá fuera así, pero yo creo que eso no va a pasar, y sí creo que en un grupo de trabajo numeroso, como pasa con éste donde somos más de doce personas, se pueden potenciar los conocimientos de cada uno en función del objetivo a alcanzar. Se trata de degenerar confianza en el saber que tiene cada uno, porque hay muchísima gente estudiando teatro dentro del sistema no formal que tiene ganas de hacer cosas, del mismo modo que aquellos que se profesionalizan en las escuelas de teatro, y creo que hay que incentivarlos para que se animen a producir. En los talleres, la cosa está dividida: hay gente que llega porque le gusta actuar, hay otros que vienen buscando otras cosas y se quedan con eso, y otros que, buscando otra cosa, descubren algo que los maravilla, se les empieza a encender una pasión, y se trata de un mundo nuevo del que no podrán alejarse nunca más. Algo de eso fue lo que me pasó a mí, cuando hace muchos años, siendo muy chica, entré al grupo Litoral y conocí a Norberto Campos, una experiencia que no olvidaré nunca más y que me marcó para siempre.

1 comentario:

  1. Notable nota querido Miguel, en la formulación de las preguntas está la clave de lo que sugeris para conducir al entrevistado, enriqueciendo sus planteos, exquisita la pregunta con la frase de Lennon, aprovecho para felicitarte por este otro nuevo emprendimiento tuyo, este blog lleva el sello de un talentoso e inquieto periodista y un amante del buen teatro.
    Adelante, Miguel !!!!
    Tu amigo Julio Cejas

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