“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




viernes, 4 de junio de 2010

Una familia matriarcal que entró en quiebra



El domingo, a partir de las 21, en el Centro de Estudios Teatrales (San Juan 842), se conocerá para el público “Mujeres de ojos negros”, espectáculo en el que actúan Romina Tamburello y Camila Olivé, bajo la dirección de Paola Chávez

Por Miguel Passarini
Lo que en principio apareció como una secuencia de improvisación en uno de los talleres que lleva adelante la dramaturga, directora y docente Romina Mazzadi Arro (Hijos de Roche), se convirtió, en 2009, en una obra teatral que además fue premiada en la última edición de Coproducciones Municipales. Se trata de Mujeres de ojos negros, pieza conocida la semana pasada en una función para la prensa, que vuelve sobre un tema remanido en el teatro argentino (y universal), pero que, sin embrago, aquí traza una diagonal en relación con el vínculo madre e hija, problemática que, quizás, tenga uno de sus puntos culminantes en la dramaturgia criolla con la potente De profesión maternal, de Griselda Gambaro.
Ahora, un joven equipo que lleva adelante (a pedido de las actrices) Paola Chávez, quien de este modo debuta en la dirección, concretó un espectáculo en el que el humor coquetea con el drama sin llegar a la tragedia, merced al estupendo trabajo de las actrices Romina Tamburello (quien además tuvo a su cargo la dramaturgia) y Camila Olivé. “Básicamente, la obra habla de la relación de una madre con su hija, pero también de las relaciones entre las mujeres en general, porque se pueden hacer otras lecturas a partir de ese vínculo que aparece a primera vista; podrían ser madre e hija, pero también hermanas o amigas. De todos modos, más allá de la temática, no es un espectáculo que pretenda ser feminista o trabajar lo femenino desde una óptica determinante, nos perece muy interesante que vengan a verlo mujeres y hombres, porque lo masculino, aunque desde otro modo, también aparece fuertemente marcado en este trabajo. Tanto es así, que lo masculino (el padre), podría entenderse como una especie de salvación para esta hija sometida por su madre”, expresó Chávez en un diálogo con El Ciudadano acerca del espectáculo que se presenta los domingos de junio y julio, a las 21, en el CET (San Juan 842), y que el próximo viernes, a las 21.30, realizará una función con entrada gratuita en La Comedia (Mitre y Ricardone), en el marco del ciclo de Obras Premiadas Coproducciones 2009.
“Las actrices comenzaron a trabajar la propuesta en el taller de Romina Mazzadi Arro, y en un comienzo se trataba de un monólogo escrito y actuado por una de ellas. Luego me convocaron para dirigirlo, y yo aclaro que, como soy actriz, mi trabajo fue pensar igualmente en el lugar de la actuación pero estando fuera de la escena, lo que en principio supone un modo de dirigir que me sirvió para poder llevar adelanto el trabajo. Creo que la convocatoria tuvo que ver con mi paso por algunos espectáculos como actriz (Mirta muerta, Blut! una pareja de sangre, ambos del grupo Pata de Musa), y entonces me llegó la propuesta casi como un regalo. A partir de ese momento, entre las tres, empezamos a tramar lo que se ve hoy: la historia de estas dos mujeres que viven dentro de un mundo cerrado, que se parecen tanto aunque intenten o crean ser diferentes, y que permanecen juntas dentro de esa «casita». Pero también se está hablando de la disfuncionalidad de los vínculos, de la espera del padre que parece no saber que tiene una familia, de la niña que está como marcada para repetir una historia trágica mientras espera la llegada de un hombre idealizado”, contó la directora acerca de la génesis de Mujeres de ojos negros, propuesta que acciona sobre un conflicto roto, deteriorado, que tiene un antecedente en la relación de la madre con su progenitora, quien aparece a través del teléfono, dejando en claro que esta especie de herencia de “ojos negros” tiene una prehistoria.
Con relación al registro de actuación y a un modo de relato en el que se juegan ciertos elementos de un teatro que no reniega de la ficción dentro de a ficción, la directora expresó: “Partimos de la idea de lo femenino en un sentido más amplio que el vínculo que se ve en escena, y en eso estamos mucho las tres, porque todo lo que fue surgiendo en la obra fue apareciendo, más allá de la idea previa, en las improvisaciones. Y como pasa siempre cuando uno improvisa, el mundo propio, lo que uno tiene más cerca, se filtra. Además, en nuestras historias personales, familiares, lo femenino, lo matriarcal, también es muy determinante. Por eso, pequeñas cosas de las historias de cada una de nosotras, conviven hoy dentro del espectáculo”.
Chávez opinó finalmente respecto de la recepción que han tenido por parte del público y de lo que en ciernes parecía trágico pero que estalla en comicidad en la platea, más allá de que la risa sirva (como ya se sabe) como vía de escape ante ciertas aristas en la que el espectador se puede ver reflejado. “La verdad es que no pensábamos que la gente se iba a reír tanto, independientemente de que nosotras nos reímos mucho en las etapas de improvisación porque aparecían cosas de nuestras infancias muy graciosas, o que hoy nos dan risa, a lo que se sumó el cambio de roles que ambas hacen dentro del contexto de la obra. También buscamos, de algún modo, la risa como distensión porque se trata de una historia que por momentos puede volverse bastante oscura. Sin duda, y por suerte, las primeras que pudimos reírnos de lo terrible que resulta el vínculo entre esta madre y su hija, fuimos nosotras”.

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