“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




jueves, 3 de junio de 2010

Recorte de la última producción


Cuatro propuestas estrenadas en las últimas temporadas se suman entre hoy y el domingo a la profusa cartelera local. Se repondrán “El hablante”, de David Farías, y “Mal de ojo”, de Juan Hessel, además de las versiones locales de “La pecera”, de Ignacio Apolo, y “Comedia sin título”, de Lorca


Por Miguel Passarini

Una serie de reposiciones teatrales se sumarán entre hoy y el domingo a la cartelera local con una diversidad poética que podría entenderse como un recorte posible de la última producción teatral independiente rosarina, en el marco de un año en el que el teatro intenta mejorar su calidad, cantidad y convocatoria, con una profusa cartelera cada fin de semana que supera la veintena de espectáculos entre salas y bares-teatro.

Es así como esta noche (y los restantes viernes de junio), a las 21.30, en La Nave (San Lorenzo 1383), el grupo Punto 0 Teatro presentará El hablante, propuesta que cuenta con la actuación de Ricardo Arias y dramaturgia y dirección de David Farias.

“La palabra es hoy un organismo parasitario que invade y daña el sistema nervioso. El hombre moderno ha perdido la alternativa del silencio. Intenta lograr diez segundos de silencio interior, encontrarás un organismo resistente que te fuerza a hablar. Ese organismo es la palabra”. El texto de William Burroughs fue clave en la construcción de esta propuesta que volvió a juntar a dos ex integrantes del recordado grupo La Troupe (Arias y Farías), que dirigió Marta Subiela.

El hablante es un espectáculo difícil de definir en términos formales, más allá de lo arbitrario que resultan hoy los rótulos que determinan qué es danza, qué es teatro y qué danza-teatro. Según Farías, la consigna, “fue no ofrecerle resistencia a la palabra; hay aquí un impulso de habla que nos empuja hacia diversos relatos, a múltiples sentidos. Una línea de fuga, una línea de texto redundante que se alimenta de sí misma, como un bailarín que se deja llevar por el movimiento”.

También esta noche, a las 22, regresará al CET (San Juan 842) Mal de ojo, de Juan Hessel, con las actuaciones de Silvia Ferrari, Adriana Frodella, Gustavo Castilla, Lucrecia Zamboni y María Romano. Mal de ojo, uno de los mejores trabajos estrenados en la ciudad en los últimos años (se conoció en 2008), discurre en la interioridad, tanto en la de sus personajes como en la de un mundo interior, el living de una casa de clase alta ubicada en Colastiné, en el interior de la provincia de Santa Fe, donde se desnudan conflictos que, bajo toda condición, sólo pueden ser narrados a puertas cerradas.

Es así como varias “texturas interiores” conviven en Mal de ojo, un espectáculo inusual, original, que a nivel narrativo se debate entre la belleza y la atrocidad, entre el deseo y el odio y entre el humor y la congoja. En Mal de ojo hay una muerte que no se ve pero se percibe. Acaban de sepultar al fotógrafo Enrique Torcuatto, nunca se sabrá de qué murió, aunque las pistas estarán allí y la necrológica podrá leerse en el programa de mano. Tras la tragedia, los más allegados se encontrarán en la casa del fotógrafo. Allí se cruzarán su viuda, María Luisa, la cuñada de ésta, Ruth, y tres jóvenes: Albertina, una niña-mujer devenida en aprendiz a quien Torcuatto atribuida una mirada “poco terrenal” (“tu mirada no es de este mundo”, le decía); Angélica, sobrina y “amiga” de la hermana del fotógrafo, y un joven, Javier, enamorado de la aprendiz, que se muestra confuso, aunque decidido a ocupar el rol masculino en un mundo que es dominado por mujeres.

Por su parte mañana, a las 21, regresará al Cultural de Abajo (Entre Ríos y San Lorenzo) La pecera, texto del dramaturgo porteño Ignacio Apolo en versión del grupo Tablas Rodantes. Con las actuaciones de César Artero y Pablo Pagliaretti y bajo la dirección de Nicolás Jaworski, en La pecera, dos adolescentes bajan al sótano del colegio al que asisten, subyugados por la escena que La Correa, profesora de matemáticas, les ofrece (sin saberlo) a través de una grieta en la pared cada vez que ingresa al baño. Convertidos en voyeurs, Leto (el líder) y Pescado (el tonto), despliegan ante semejante espectáculo sus propias fantasías y deseos, en una edad en la que la definición sexual suele no estar resuelta. Es así como los encuentros en el sótano son disparador de un desafío entre ambos que servirá para demostrar la virilidad ante la mujer, lo que desatará una tragedia (al menos un hecho violento) en el momento en que decidan salir a la superficie y “enfrentarla”.

Ganadora de uno de los proyectos de Coproducciones Área Teatro de la Secretaría de Cultura municipal 2006, La pecera habla del desamparo, de cierta disociación entre el deseo y la realidad propia de la edad, quizás porque Apolo (Genealogía del niño a mis espaldas, Rosa mística), su autor, integra la generación que transitó la escuela primaria durante los años de la dictadura militar y eso se refleja en el texto y en la puesta de Jaworski: un mundo subterráneo, el mal que puede estar en todos lados y la sexualidad diferente como un “problema”.

Finalmente, entre otros trabajos que se repondrán el fin de semana a los que se sumarán un par de estrenos, aparece nuevamente Comedia sin título, la célebre pieza inconclusa de Federico García Lorca sobre la representación dentro de la misma obra, en versión de Matías Martínez, que realizará una serie de funciones los domingos, a las 20, en La Comedia (Mitre y Ricardone). Con Naum Krass, Miguel Franchi, Mario Vidoletti, Tito Gómez, Mirta Maurizi, Judith Ganon, Luciano Matricardi, Martín Fumiato y Omar Romero, la puesta de Martínez respeta los personajes y la estructura original, “en tanto secuencialidad de relato”, según señala el director, quien agrega: “Pero nos tomamos la libertad de poder jugar con pasajes en los cuales hacemos hincapié en aquello que nos proponemos mostrar y demostrar con este espectáculo. Por un lado, el viejo artificio del «teatro dentro del teatro» y, por el otro, que al igual que la convención teatral (pacto entre actores y público), todo vínculo entre las personas está teñido de artificio y enmascaramiento”.

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