“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




sábado, 20 de abril de 2013

Recorrido surrealista en búsqueda de libertad


ESTRENO TEATRO. El director local Carlos Romagnoli habla de “Protocolo ProTzess K”, su versión de “El proceso”, de Franz Kafka, libremente inspirada, además, en la película homónima de Orson Welles, que se presenta los sábados, a las 21.30, en la sala La Escalera, de 9 de Julio al 300

Uno de los momentos de “Protocolo ProTzess K”.

Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 30 de marzo de 2013 )
“Un proceso judicial que va mal, dudosos mensajeros que no ayudan y K, en medio de una pesadilla, para defenderse de algo que no se sabe qué es y que poco a poco invadirá su vida”. Con el sugestivo avance, el grupo La Escalera, que lleva adelante en la sala homónima el actor y director Carlos Romagnoli, presenta su particular versión de El proceso, obra póstuma de Franz Kafka, donde el autor de La metamorfosis ensaya un recorrido surrealista acerca de un hombre, K, que un día es detenido y que nunca termina de entender por qué. 
Protocolo ProTzess K, tal el título de la obra que lleva como agregado “Una ensoñación de «El proceso», de Franz Kafka”, se conocerá esta noche, a las 21.30, en La Escalera (9 de Julio 324), donde permanecerá en cartel los próximos meses en el mismo día y horario.
“Si bien el texto original es muy complejo, en realidad, la inspiración para montar esta obra no viene directamente por el lado de la novela, sino que es una historia muy rara, dado que viene por el lado de una escena de la película homónima de Orson Welles (El proceso, de 1962)”, detalló el director acerca de este trabajo en el que actúan Timoteo Kwist, Augusto Zürcher, Germán Geminale, Marcela Espíndola Galante, Gisela Ferrari y Claudio Giannini, con la realización de objetos del mismo director, en el contexto de una puesta que desafió la tradicional disposición arquitectónica de la sala.
“Aquella película –continuó–, que protagonizó Anthony Perkins, la vi cuando tenía 13 años. En aquel momento no llegué a entender de qué se trataba el conflicto que atraviesa el personaje, pero sí me quedó muy grabada una escena en la que una mujer mayor arrastra un baúl que yo pensé que llevaba un muerto. La escena trascurre en una gran explanada en plena Europa de posguerra con sus grandes edificios. Muchos años después, viendo nuevamente la película con algo más de lógica encima, termino leyendo la novela de Kafka y volvió a generarme una gran intriga, mucha locura. Desde ese momento viene la necesidad de hacer algo en el teatro con todo eso”.
Respecto de la adaptación al escenario de semejante texto, el director detalló: “Siempre tuve en claro la complejidad que esto acarreaba. Es decir: pensar ese conflicto en un escenario donde todo, o casi todo, es material, frente al cine que tiene sus elipsis y sus flashbacks, y donde lo imaginado puede tener el mismo peso que aquello que es narrado. Sólo basta pensar que la novela (publicada en 1925, tras la muerte del autor), tempranamente, da algunos datos de lo que sería después el movimiento surrealista y anuncia la guerra”.
Con relación a la temática de la obra (también de la novela y del film), acerca de Josef K (un alter ego del autor), personaje que, tras ser arrestado sin razón aparente, se sumerge en una verdadera pesadilla en la que desconoce alcances y consecuencias, Romagnoli explicó: “Creo que la obra y lo que le pasa a este personaje resuena claramente en el presente, sobre todo si se tiene en cuenta la opresión y la angustia de estar, muchas veces, metido en historias que tienen que ver con la burocracia, y ni hablar de lo que pasó en la última dictadura militar, donde te llevaban detenido y eras culpable, pero nunca sabías bien por qué ni de qué”.
En otro momento de la charla, el director habló del proceso de adaptación del espacio escénico que debió sufrir la sala para el montaje de este espectáculo: “Como en la investigación aparecieron datos que desde lo
estético ligan la historia al constructivismo (movimiento artístico y arquitectónico de comienzos del siglo XX surgido en Rusia), en la puesta aparecen máquinas y elementos que se transforman y que modificaron radicalmente el espacio escénico. En realidad, lo que quise reflejar es que así ve el personaje a su entorno, que en definitiva es quien lo juzga. En primer lugar, porque está detenido y procesado, y luego porque más allá de lo que el piensa sobre sí mismo necesita que, finalmente, lo declaran inocente, cosa que el entorno o la sociedad, que en este caso estaría representada por el público, sólo puede ofrecerle una inocencia que es ficticia o aparente, pero nunca la real y concreta; claramente, el personaje se resiste a eso”.
En ciernes, el director planteó, como motor de su espectáculo, el recorrido de un personaje que sólo intenta recuperar su libertad. “Lo que la obra plantea es la diferencia entre lo que sería la libertad real y aquello que, como sociedad, entendemos como libertad. Son dos tipos de libertad que siempre se confunden, porque hay una libertad entendida como tal y otra que es la real, y como seres sociales muchas veces deberíamos replantearnos con qué libertad no estamos quedando”.

Un espacio que se modifica

Creada en 2009 a partir de la remodelación de una vieja casona de principios del siglo XX, la sala La Escalera de 9 de Julio 324 es un espacio que ha ido encontrando su forma con el paso del tiempo. “Siempre estamos mejorando la sala con la intención de que el público esté lo más cómodo posible, pero también los actores, que en realidad son los únicos elementos que componen el hecho teatral, porque si falto yo como director, la obra se hace igual. En cambio, si faltan actores o espectadores, la cosa no funciona”, expresó Romagnoli quien agregó: “Tiene que darse este entendimiento, esta convención de ambas partes, para que el hecho teatral se produzca. Y si, como en este caso, es necesario modificar cuestiones del espacio, se hace. Tanto es así que la obra transcurre en toda la sala, más allá de que el público tiene reservado su lugar, está resguardado. La idea es que la presencia de los espectadores funcione de otra manera; serían de algún modo, los testigos de todo este proceso”.

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