“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




miércoles, 2 de enero de 2013

Aquello que cambia la mirada

“Un buen actor tendría que poder recitar la guía telefónica y emocionar a quien lo ve”, sostiene Geretto. FOTO: LEONARDO VINCENTI

ESTRENO TEATRO. El actor, escritor y director Juan Pablo Geretto habla de su regreso a la ciudad con una nueva lectura acerca de su segundo unipersonal, “Como quien oye llover” , estrenado a fines de 2005, ahora con dirección compartida junto a Alejandra Ciurlanti. El espectáculo se conocerá este viernes, a las 21.30 en La Comedia, de Mitre y Ricardone, donde seguirá en cartel durante enero y febrero


Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente en su edición en papel del miércoles 2 de enero de 2013)
Despojado, corrido de aquel lugar que se volvía cómodo para un artista que comenzaba a dejar el under para brillar en las grandes marquesinas, y aún, más intuitivo y sensible. Así se lo puede ver hoy a primera vista al actor galvense (para muchos, rosarino) Juan Pablo Geretto, quien tras un largo recorrido por escenarios porteños, participaciones televisivas, el éxito de la crítica y el público, y el estreno de una obra de texto (Rain Man) donde se corrió de sus habituales personajes y se sumó a un elenco para finalizar nominado al María Guerrero, decidió volver a Rosario, a enfrentarse con ese público que tanto lo conoce y lo quiere, para volver a correr un riesgo: estrenar aquí lo que se intuye como una relectur de Como quien oye llover, su segundo unipersonal conocido en diciembre de 2005, ahora acompañado en la dirección por Alejandra Ciurlanti (La noche antes de los bosques, Rain Man), y con diseño lumínico de la siempre sorprendente Eli Sirlin.
“En estos quince años hicimos varias temporadas de verano, y creo que Rosario nunca estuvo mejor que ahora; la de antes era una ciudad más difícil, quizás menos amigada consigo misma, con lo que esta ciudad y su gente representan; creo que es un gran momento para volver y estrenar acá”, sostiene Geretto. En Como quien oye llover, que desembarcará el viernes a las 21.30 en La Comedia (Mitre y Ricardone, donde seguirá en cartel los viernes y sábados, a las 21.30, y los domingos a las 21, durante enero y febrero), Geretto vuelve a dar vida a esos personajes que vio o escuchó hablar en su infancia en Gálvez, y es la historia de aquel niño que fue y de las mujeres que marcaron su entorno y su imaginario.
“Más allá de que siento esto del buen momento, de cierta facilidad para poder venir a Rosario, tampoco tenía ganas de meterme en los problemas del circuito comercial de Buenos Aires, Carlos Paz o Mar del Plata, que exigen muchas funciones semanales, doble función los sábados; y dije: «No tengo ganas ni ahora ni el resto del año de meterme en semejante cosa»”, completa Geretto acerca de los motivos que lo trajeron de regreso a Rosario para encarar una temporada de verano y probar, una vez más, que su entrañable vínculo con el público sigue intacto.
Respecto de cómo se hace para revisitar un trabajo estrenado en 2005 y que, de algún modo, era un desdoblamiento de una primera versión de Solo como una perra, su primer unipersonal, el actor expresó: “Este proyecto lo encaré confiando en la mirada de otro. Yo le presenté el texto de la obra a Alejandra Ciurlanti, quien no había visto la versión anterior de la obra. Lo leyó y luego me dijo «yo lo haría de esta manera»; y esa manera coincidía con un viejo sueño que yo tenía acerca de cómo debía ser Como quien oye llover, pero que no sabía cómo llevar adelante. Finalmente, Alejandra me marcó ese camino, me ayudó a recorrerlo. Ahora siento que la obra está como quería: con una mirada sobre esos personajes que es muy distinta a la anterior”.
—¿Aparece esa instancia de un relato en el que vos vas contando esos otros personajes femeninos?
 —Aparece ese narrador y están esos personajes; en realidad el espectáculo es el mismo pero se muestra de otra manera, se actúa de otra manera y se dice todo de otra manera; es como leer un libro y volver a leerlo unos cuantos años después, no es lo mismo a los 30 que a los 40 o a los 50. Uno siempre se va encontrar con otra mirada según las cosas que le hayan pasado en esos años.
—También confirma esa vieja teoría de que el teatro siempre está vivo y en constante mutación...
—Escribí este espectáculo hace diez años, y durante los seis que lo representé también fue mutando mucho; y muchas cosas pasaron en estos cuatro o cinco años en los que estuve sin hacerlo: nació gente, murió otra gente querida, tuve accidentes, parejas, separaciones; ha pasado mucha agua debajo del puente como para que yo pueda ver ese texto una vez más y pensar y entender qué fue del futuro aquél que yo veía cuando lo escribí y qué cosas son ahora pasado.
—Al momento del estreno original, decías que seguías hablando de tu infancia porque no podías hablar de otra cosa, ¿seguís pensando lo mismo?
—Claro, lo que cambió acerca de aquello que pensaba es cómo se dicen las cosas, porque en realidad, se dice lo mismo; ...viste que muchas veces hasta un insulto puede ser algo cariñoso (risas). Ahora siento que no importa tanto lo que se dice, pero sí mucho cómo se está diciendo y lo que me pasa a mí cuando lo digo; eso es lo que cambió. Ahora no es un espectáculo nni tan sacerdotal ni tan nostálgico, sino que es un espectáculo más vivo, más violento, más controvertido respecto de lo que me sucede a mí haciéndolo. Siento que es un espectáculo que trata de gustar menos, o en realidad soy yo, que como actor trato de gustar menos, no ser tan complaciente, tan demagógico.
—¿De verdad pensás que fuiste complaciente y demagógico con algunos de tus personajes?
—Más o menos, en algunos lugares, sí, y entendí porqué, después. Tiene que ver con un sistema que montaba para llegar a algo: todos queremos que nos quieran, y algunos encontramos métodos para que pase; bueno, ahora se terminó. Creo que cuando más verdadero se es, más te pueden llegar a querer, y tampoco está bueno eso de que te quieran todos.
—Se intuye que algo cambió en tu trabajo a partir del cruce con Alejandra Ciurlanti, ¿es así?
 —Con Alejandra hicimos un trabajo muy cercano, estuvimos un año, de algún modo, mimetizados, muchos días y horas juntos, trabajando sobre la obra y los personajes; muchos viajes, realmente involucrados uno con el otro, algo que también pasó con Rain Man. Fue encierro y laburar mucho, y el texto no se vio hasta que fue necesario, por esto que decía antes: qué importan las palabras que se dicen, lo que importa es que aquello que decimos esté dicho desde un lugar sólido, que exista la emoción, porque saberse un texto es apenas un punto de la obra y ni siquiera uno de los más importantes.
—¿Te referís a ese estado de emoción que hace que el espectador crea y pueda ver lo que ese actor le está contando?
 —Es que un buen actor tendría que poder recitar la guía telefónica y emocionar a quien lo ve (risas). Suena exagerado pero es a lo que uno apunta: que aquello que sucede en escena sea verdadero.
—¿La obra también mutó en cuanto a su estética, que era muy determinante?—De aquello no hay nada: no hay blanco, no hay maniquíes, no hay proyecciones audiovisuales, pero hay otras cosas que son menos distractivas y más concentradas en la teatralidad. De hecho, Eli Sirlin, que es una de las puestistas de luces más importantes que tiene América, ha estado trabajando mucho con este espectáculo, porque la luz es muy determinante, y es algo que he aprendido en este tiempo; es muy importante lo que se cuenta, lo que se dice con la luz, la sensación que se transmite, el color, la no literalidad, el surrealismo; hoy es un espectáculo un poco más corrido de la realidad y mucho menos “music hall”; no hay seguidores, pero sí hay otro estilo de actuación, otra calma, otra violencia, se potenció la actuación.
—¿Es un proceso que ya viviste con el personaje de La Maestra y que ahora llevás al resto de los personajes?
 —Quizás, porque a partir de Rain Man y de otras cosas que me han pasado, también cambió mucho el espectáculo de La Maestra (Yo amo a mi maestra normal), que de hecho lo sigo haciendo en gira. Allí también cambiaron las cosas, está todo más despojado y concentrado en la actuación. Ese trabajo también se lo debo a Alejandra, que me enseñó que todo tiene que ser más simple, que es lo más difícil de lograr; era algo que yo buscaba hace mucho tiempo: que todo sea sintético y simple, que el espectáculo se pueda hacer en cualquier lado sin que perdiera potencia, que no me limitara la cuestión tecnológica y que la magia sucediera igual. Pero es algo que tiene su correlato en la vida: yo quiero andar cada vez más liviano, para poder andar y mostrar más, quitarme lastres, prejuicios, liviano en todo concepto.

 

El actor frente a sus verdades escénicas

Geretto se jacta de no renegar de nada: del actor que se dedicó al transformismo, del que volvió a la actuación, del que triunfó en los unipersonales, hizo radio, tevé (donde planea volver) y cine, y ahora se reencontró con su esencia. “En este tiempo de trabajo con Alejandra Ciurlanti (psicoanalista, directora teatral) –expresó–, he aprendido mucho respecto de cómo se le da forma a un personaje, cómo se lo moldea, cómo se lo entiende y piensa; creo que he aprendido mucho acerca del teatro. Por ejemplo, con el personaje de Rain Man, pensamos cada detalle; que no tuviera el pantalón un centímetro más alto de lo debido, que no se volviese paródico por cómo se me asocia a mí con el humor; no queríamos que nada provoque, que nada distraiga, y tampoco queríamos dejarle a la gente ningún lugar por dónde escaparse. Por eso digo que ese fue para mí un gran trabajo como persona, más allá del actor”.
Y agregó: “En mis anteriores trabajos, parte de mi entrega no era absoluta. Ahora sé que si me emociono mucho, puedo, incluso, cortar el espectáculo e irme, puede suceder y estoy seguro de que la gente va a estar más agradecida si eso que sucede es de verdad”.

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