El director Ricky Paskhus, Karina K y Pablo Rotemberg, un equipo en el que abunda el talento. |
ESTRENO TEATRO. Karina K habla de su trabajo en
“Souvenir” , espectáculo en el que da
vida a la desafinada soprano Florence Foster Jenkins junto al músico
Pablo Rotemberg y bajo la dirección de Ricky Paskhus, que esta noche a
las 21 y mañana a las 20 se presenta en el Teatro Municipal La Comedia,
de Mitre y Ricardone
Por Miguel Passarini (Publicado en El Ciudadano & la gente, en su edición en papel del sábado 9 de junio de 2012)
Ligada a Rosario desde hace muchos años, cuando a comienzos de la
década pasada llenaba de talento el recoleto escenario del inolvidable
concert La Traiciónde Rita Hayworth con sus unipersonales, la actriz y
cantante porteña Karina K, junto al talentoso actor, bailarín coreógrafo
y músico Pablo Rotemberg, bajo la dirección de Ricky Paskhus, da vida a
Florence Foster Jenkins (1868–1944), acaso la primera bizarra de la
historia musical norteamericana, en Souvenir, imperdible espectáculo que
esta noche a las 21 y mañana a las 20 desembarcará en La Comedia(Mitre y
Ricardone).
Karina K, de vasta trayectoria en el musical tanto under como
comercial, deslumbra en Souvenir, donde se carga al hombro fragmentos de
la singular vida de una cantante sin talento pero con gran carisma. Se
trata de una versión de la magnífica pieza de Stephen Temperley, en la
que la actriz, de conocida virtud para el canto, tiene que representar a
una cantante definitivamente desafinada y de oído casi nulo, pero de
una infrecuente personalidad que la hizo famosa y hasta la llevó a
cantar en el Carnegie Hall de Nueva York.
“El arte de Florence Foster Jenkins era un arte inaudito o mejor
dicho, inaudible”, dijo con humor Karina K en el marco de una charla que
mantuvo con El Ciudadano acerca de esta mujer.
Todos la criticaban, desde su familia que conocía su falta de talento
hasta la prensa. Pero ella era tenaz y quería ser soprano. En 1909
recibe una herencia tras la muerte de su padre, y a partir de ese
momento se dedica a cumplir su sueño haciendo recitales en Filadelfia y
Nueva York. Jenkins cantaba de una forma desastrosa y tenía muy poco
sentido del oído y el ritmo. Aun así, comienza su carrera realizando
conciertos privados para un público que ella misma seleccionaba. A pesar
de su poca habilidad musical, el público la adoraba por la diversión
que esto les causaba.
—¿Cómo describirías a Florence?
—Creo que es una de las primeras representantes del arte de lo
bizarro; fue una artista que se convirtió en un personaje de culto
porque la gente quería saber cómo lograba cosas como grabar discos en su
época cantando totalmente desafinado; incluso hoy sus discos se siguen
reeditando y están en youtube.com. Ella grabó la peor versión existente
del aria “La reina de la noche” (La flauta mágica). De hecho, termina
consagrándose como la peor cantante en la historia de la lírica en el
Carnegie Hall, en el año 44, que además fue su última presentación en
público. Es muy interesante su historia y hay dos obras escritas sobre
ella, una en Inglaterra y otra en Estados Unidos. De algún modo, es como
la antecesora de Ed Wood, que fue el peor cineasta.
—¿Cómo se hace para cantar desafinado y que no se vuelva paródico siendo vos una excelente cantante?
—Mi mejor maestra fue la propia Florence, porque en su momento estuve
cinco meses escuchando sólo su disco; creo que fue el mejor recurso
para entender su sonido, porque los únicos registros que hay de ella son
fotos y audios; entonces, a partir de escucharla, fue que entendí los
desaciertos en la técnica. Tuve la suerte de estudiar bel canto con
maestros del Colón y el Argentino deLa Plata, y entonces el
procedimiento fue al revés: tuve que deshacerme de la técnica, pero al
mismo tiempo utilizarla para no lastimar mis cuerdas. Encontré las
entonaciones y los calados como para llegar arrastrándome a la nota,
raspando el sonido, y al mismo tiempo la parte arrítmica fue un trabajo
con Pablo (quien toca el piano en vivo); con quien, con el correr de los
ensayos, logramos ir fuera de tempo.
—Es un trabajo de una gran complejidad, porque ese proceso del que hablás está borrado en escena…
—Sí, y tuve que desapegarme de mi propia vanidad de actriz y cantante
para lograrlo (risas), y otorgar mi instrumento a la evocación de esta
increíble artista, porque fue una artista de lo “no artístico”, o del no
virtuosismo, aunque ella sostenía: “La gente puede decir que no sé
cantar, pero nadie podrá decir nunca que no canté”.
—Transmitís la sensación de que algo de artistas locales como Olinda
Bozán o la misma Niní Marshall se te cuelan en el personaje; ¿puede ser?
—Un poco de eso hay, pero es algo que surge naturalmente; en su
momento, recreé el único unipersonal que montó Niní, Y… se nos fue
redepente, que el año que viene se cumplen 40 años de su estreno en el
Gallo Cojo, uno de los primeros café concert de Buenos Aires. Y entonces
los personajes de Niní, de algún modo, conviven con mi impronta;
siempre algo queda del sonido, del comportamiento, más allá de que yo
hice una composición basándome en las aristócratas inglesas, viendo
películas, del mismo modo que imitando la forma de caminar de mi mamá.
Es decir: hice como una gran mezcla y apareció esta Florence a quien
trato de evocar con el mayor de los respetos.
—También hay una composición desde lo corporal: el cuerpo de Florence no es tu cuerpo…
—No, es el cuerpo de una mujer de entre los 64 y 68 años. Y yo digo
que este espectáculo es una bisagra en mi carrera porque enfrenté un rol
que me dio mucho temor; es una mujer mucho mayor que yo y no quería
caer en esa cosa de la maquieta y el artificio. Creo que de algún modo,
lo que surgió, salió de mi viaje a mi propia mujer, Karina a los 70
años. En ese sentido, me ayudó mucho el vestuario de Renata Schussheim,
porque con ciertos artilugios el personaje está “amatronado”, y eso
también genera que se mueva de una manera particular. Creo que lo
maravilloso fue que pudimos generar esa ilusión.
—¿Tenés la sensación de que el público sale de la sala convencido de
que si quiere cantar puede hacerlo más allá de cualquier virtuosismo?
—Creo que la gente sale de ver la obra muy inspirada, porque la vida
de esta mujer sirve para comprobar que nada determina nada. Creo que la
gente entiende claramente esta cuestión de la convicción. Si uno se lo
propone, quizás desde la inconciencia, puede atravesar una roca con una
flecha; de todos modos, analizando un poco su conducta, es un poco
psicótica, porque ella aseguraba tener oído absoluto, estaba empecinada
en que era tan talentosa como Lily Pons, que era la magnánima de esa
época; incluso fue contemporánea a Caruso, que un día le dijo: “Lo que
usted hace es indescriptible” (risas).
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