“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




lunes, 8 de noviembre de 2010

Escenas de encierros cotidianos


CRÍTICA TEATRO

Con la muy recomendable “Insoportabe (El término de un largo día)”, Romina Mazzadi Arro concreta el primer biodrama que se conoce en la ciudad

INSOPORTABLE

Dramaturgia y dirección: Romina Mazzadi Arro

Actúan: Ricardo Arias, Elizabet Cunsolo, Paula García Jurado y Bárbara Peters

Sala: La Manzana, San Juan 1950, viernes a las 22

Por Miguel Passarini

En Los padres terribles, de 1938, el dramaturgo francés Jean Cocteau plantea cómo un hecho extracotidiano puede poner en marcha una especie de implosión familiar que desestabiliza todo aquello que por años pareció estar en su lugar, aunque sólo se trató de una fachada. Algo de eso sucede con Insoportable (el término de un largo día), trabajo de Romina Mazzadi Arro que ha regresado a la cartelera local luego de varias temporadas y festivales, donde la directora y dramaturga se pone al frente de un envidiable seleccionado de actores rosarinos.

Así, cuando parecía que la disfuncionalidad familiar que acaparó la atención del teatro argentino de finales de la década pasada y comienzos de la presente había abandonado los escenarios, un biodrama (el primero de producción local) presenta nuevamente la problemática, aunque esta vez con una certidumbre que abandona el grotesco y el absurdo en el que se cimienta para terminar apropiándose de la tragedia como único recurso o vía de escape.

Lo que parece no tener fin, la convivencia familiar que se revela casi como una pesadilla, el costado perverso pero insoslayable de una familia que confunde los finos bordes del amor y la protección con los del odio y el abandono, son los temas sobre los que trabaja Mazzadi Arro, a partir de historias (diálogos) de su propia familia vividos (escuchados y escritos) por ella en su infancia.

Una familia tipo (madre, padre y dos hijos/as) se desmorona ante la crisis económica que detona una profunda crisis afectiva y emocional (algunos datos de vestuario indican que son los años 80, aunque nada temporal se revela en el discurso). Un padre (Ricardo Arias) que comienza a abandonar su rol para dar paso al matriarcado mientras se refugia, guitarra en mano, en la nostalgia que le habilita el tango, se funde en las sombras, mientras sus hijas se sienten fuera de juego. Solange y Clara (Elisabet Cunsolo y Bárbara Peters, respectivamente, no casualmente los nombres que Jean Genet le puso a lo personajes de Las criadas), buscan “interpretar sus roles” de hijas frente a una madre (Paula García Jurado) que debe abandonar la casa para trabajar de maestra. Solange buscará estar a la altura de las circunstancias, desarmándose y armándose hasta donde le permita su debilitado cuerpo que, como síntoma, padece de una tos crónica. La otra (otro), estará todo el tiempo escapando del seno familiar para refugiarse en un afuera que no le ofrecerá demasiado pero que le permitirá oxigenarse, aunque siempre, como en las tragedias, tendrá que volver.

Sin abandonar el absurdo que ha sido en estos años el gran caldo de cultivo del grupo Hijos de Roche (así lo demuestran Como si no pasara nada o Hasta la exageración, entre otras), Mazzadi Arro cuestiona (pero no juzga) actitudes que se acercan al cliché de las relaciones intrafamiliares como el manejo de la culpa, las obsesiones, el miedo y la angustia ante lo inmodificable, prevaleciendo aquí un absurdo que es propio de situaciones cotidianas y que aportan a la puesta un humor que por momentos vira al patetismo.

Si bien el teatro argentino ha sabido desde el sainete (Florencio Sánchez) y el grotesco (Armando Discépolo) de disfuncionalidades y paradojas de familia, la singularidad aparece aquí desde la estructura dramática nacida de una historia real (de personajes de existencia real, la clave del género biodrama creado por la directora porteña Vivi Tellas) más allá de algunas modificaciones surgidas de cierta ficción, a lo que se suma la muerte del padre, un hecho que la directora necesitó incluir en la puesta aunque aconteció recientemente.

En Insoportable, Mazzadi Arro aprovecha al máximo el potencial que le ofrecen los actores, que apelan a una especie de marionetización para abordar los personajes. De los trabajos actorales, todos destacables, se despega del resto la Solange que arma Cunsolo como el personaje más afectado, cuya fragilidad pone una distancia radical de la feroz torturadora que compuso en Hasta la exageración y con la que, apelando a la ingenuidad, consigue atravesar desde el humor hasta los momentos más ríspidos.

Desde la puesta en escena, Mazzadi Arro arriesga con un dispositivo realista (mesas, sillas, cama) pero inmersos en un único espacio de inminente teatralidad, donde la luz narra en el vacío del espacio escénico tratando de dibujar un encierro en una casa sin paredes.

Insoportable se vuelve el espectáculo más teatral y cercano al público de los estrenados por esta creadora, cuyo texto fue escrito a partir del trabajo conjunto que realizó con el dramaturgo y director porteño Javier Daulte, quien elaboró una experiencia de características similares a partir de su propia familia y que se llamó Nunca estuviste tan adorable, aunque aquí la tragedia termine por desterrar el humor, en un final en el que las partidas de los personajes se hacen inevitables para poder sortear algo que se ha vuelto insoportable.

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