“Para nosotros, los del teatro, es importante regresar a Shakespeare por un momento. Después, volver a hacer nuestras propias cosas dándonos cuenta de que nada de lo que podamos hacer podrá llegar a ser tan bueno. Este sentido de la perspectiva no es desalentador, es una inspiración”.



Peter Brook




viernes, 2 de abril de 2010

"Momentum", o el tiempo hecho sustancia

El espectáculo de la compañía israelí Mayumana, presentado en el salón Metropolitano en agosto del año pasado, esparció energía e integró al público

Publicado por El Ciudadano & la gente en enero de 2010

Ficha Técnica:

Dirección: Eylon Nuphar y Boaz Berman, con el asesoramiento artístico de Giuliano Peparini

Interpretes: once actores, bailarines y performers de diferentes nacionalidades

Sala: Salón Metropolitano del Alto Rosario Shopping,

Funciones: agosto de 2009


Momentum-1central

“El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho, el tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; él es el tigre que me destroza, pero yo soy el tigre. Es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego”. De este modo resumió magistralmente Jorge Luis Borges su percepción de algo tan intangible y a la vez tan irremediable y demoledor como el paso del tiempo (una de sus mayores obsesiones), problemática disparador de Momentum, último espectáculo de la compañía israelí Mayumana, que por estas horas está despidiendo el año en el teatro Coliseum de Barcelona con el mismo show, pero que pasó en agosto por en el salón Metropolitano de Rosario en el marco de una breve temporada en la ciudad, y se convirtió en uno de los momentos bisagra del año que termina, por la calidad de la propuesta y por la enorme convocatoria de público, pero sobre todo, por tratarse de un espectáculo que cumple con el infrecuente desafío de entretener, conmover y hacer pensar.

Festivo y ritual

La presencia de dos enormes relojes de arena en los laterales del escenario hablaban a las claras de que el tiempo era la materia que dio carnadura a Momentum, un viaje lisérgico por lo desconocido, lo festivo, lo ritual, un espectáculo mágico, inspirado e inspirador y de impactante factura, con el que la compañía giró este año por Latinoamérica. Parecía que el gran interrogante de la propuesta había sido: ¿Se puede detener el tiempo imponiendo en forma arbitraria nuevas normas que condicionen nuevas realidades por fuera de las ya conocidas? ¿Se puede volver el tiempo atrás? ¿Se puede repetir un momento vivido que por maravilloso siempre trae el pasado al presente? Para Mayumana, todo se puede.

La visión del espectáculo dejó en claro que aquello que en apariencia es intangible (el tiempo) late en el cuerpo y no en otra parte. Así, el tiempo de los relojes y el tiempo de los latidos cardíacos fueron para el grupo la génesis de un recorrido rítmico, multicultural y colorido, en el que Mayumana supo sumar a su conocida habilidad física un universo poético que puso distancia de propuestas anteriores donde la destreza (de hecho Mayumana, del hebreo “meyumanut” remite a ese vocablo) era el gran paradigma.

Escenas individuales y corales hilvanaban en la propuesta un recorrido en el que la música del mundo se filtraba en medio de los ya conocidos efectos de percusión disparados a partir de cajas cuya sonoridad se multiplicaba, como la de todo el espectáculo, merced a las estratégicas ubicaciones de micrófonos que amplificaban el campo sonoro en un espacio escénico en el que convivían once artistas-performers y un sinnúmero de asistentes-tramoyistas que no se veían pero que estaban tras bambalinas habilitando las potencialidades del escenario.

Es así como la multiplicidad fue otro de los signos de la propuesta: lo que comenzó siendo un escenario a la italiana (frontal) se articuló de formas diversas para albergar un sinnúmero de cuadros a través de los cuales (y también a diferencia de trabajos anteriores) los recursos estaban optimizados; nada aparecía porque sí, todo tenía su correlato narrativo, cada elemento, simbólico en sí mismo, aportaba al “cuento” que se estaba contando.

La gran fantasía de los relojes (los propios, los ajenos, los tangibles, los que aparecían proyectados a través de una pantalla) se volvía una señal que se amplificaba en el agotador pero estupendo trabajo corporal de toda la compañía, que a partir de este espectáculo ha sacado a relucir no sólo su potencial a la hora de la destreza, sino también las voces y la actuación, fortalecida por el humor físico y gestual y la incorporación definitiva del público, el otro gran protagonista que, más que nunca, jugó en Momentum con el “aquí y ahora” (la gran clave del teatro).

El sonido del agua, la polifónica presencia del beat box (imitación bocal de los sonidos de una batería), un puñado de guitarras violetas (en claro homenaje al cuerpo femenino, en uno de los momentos más frescos y disfrutados por el público, que fue incluido definitivamente), un berimbau, un pandeiro o un tambor multiplicados por samplers (pura poesía en escena), del mismo modo que todas las variantes imaginables de las llamadas danzas urbanas y hasta la belleza pueril de los recursos del Teatro Negro, estaban en escena ingeniosamente dosificados.

Una puesta de luces entre onírica y sensual fue otro de los condimentos del show que, lejos de apelar porque sí a la tecnología, hizo de la utilización de ésta (en contraposición con lo que suele verse) un verdadero prodigio, poniéndola a la altura de tal y utilizándola como un recurso que desarrollaba las posibilidades del cuerpo en escena. Pero no todo fue tecnología (samplers, luces robóticas, proyecciones en vivo y grabadas y hasta un DJ): en Momentum la simpleza, la perspicacia y la experiencia también dejaron una huella importante.Momentum-2-cart

Sin embargo, nada de lo que pueda decirse de este espectáculo podrá aproximarse al gozo de su visión. La funciones en Rosario, y como ya es costumbre de la compañía, cerraron con una afiebrada batucada que partió del escenario para terminar frente a la playa de estacionamiento del Shopping Alto Rosario, del mismo modo que a horas del debut para público coparon la calle Córdoba, regalándole a los peatones parte de su arte. Pero fue en la playa del Alto Rosario, y luego de cada show, donde por otros quince minutos los Mayumana siguieron entrelazando su singular vínculo con los rosarinos que bailaron, saltaron y disfrutaron de una propuesta de esas cuyas imágenes quedarán por largo tiempo en la memoria, porque Mayumana logró, al menos por un “momentum”, que el tiempo se vuelva “sustancia”.

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